Triunfo de Sanders en Michigan, gracias al voto de sectores juveniles, obreros y musulmanes
Nuevas victorias de Trump ponen al Partido Republicano al borde de la escisión
El martes pasado continuaron en varios estados las “primarias” para seleccionar los candidatos presidenciales de los partidos Demócrata y Republicano. Hubo sorpresas significativas, que ratifican una cierta crisis política en el sistema bipartidista yanqui, reflejo del descontento de amplios sectores sociales.
El más interesante fue el inesperado y rotundo triunfo de Bernie Sanders en el Estado de Michigan, cuya ciudad más importante es Detroit, que llegó a ser el centro mundial de la industria automovilística. Esa industria ha ido de crisis en crisis, dejando tendales de trabajadores desempleados, aunque aún sobreviven importantes plantas de General Motors, Ford y Chrysler.
La votación por Sanders no sólo fue arrasadora (59% a 39%), sino también sorpresiva. Es que las encuestas pronosticaban una cómoda victoria de Hillary Clinton. Y resultó exactamente al revés.
Estas “fallas” de los sondeos ya comienzan a ser habituales en las votaciones de todo el mundo. En parte, por supuesto, se deben a que muchas encuestas son fraudulentas. Se “dibujan” cifras para estimular el voto por tal o cual candidato. Pero en otros casos, en situaciones “anormales”, de crisis político-social, se deben a bruscos “movimientos tectónicos” de distintos sectores. Es lo que sucedió, al parecer, en Michigan.
Bernie Sanders al inicio consiguió imponerse en algunos Estados, gracias en gran medida al apoyo de los sectores descontentos de la juventud, principalmente estudiantil y blanca. Pero el fragmentado mundo electoral de EEUU tiene una composición más compleja, donde se cruzan no sólo las líneas de edad, sino también sociales, raciales y religiosas.
En Michigan, Sanders logra un amplio triunfo porque además de esos sectores juveniles, otros sectores igualmente descontentos lo votaron: a saber, obreros del automóvil y buena parte de la comunidad árabe (tanto musulmanes como cristianos).
Sobre esto, el New York Times (09/03/2015) –partidario ferviente de Hillary Clinton– comenta preocupado que “Sanders, con su triunfo en Michigan, ha demostrado que puede ganar votantes racialmente diversos, en los estados más populosos, que son los necesarios para el triunfo del candidato demócrata en las elecciones presidenciales de noviembre”. Es que la disputa por la candidatura parecía ya ganada por Clinton, por el apoyo de las comunidades negra (principalmente) y latina. Ahora deberá seguir disputando con Sanders, aunque es muy difícil a esta altura que el candidato que se proclama “socialista” logre descontar la ventaja que le lleva Clinton.
Pero la votación por Sanders no sólo atrajo el descontento juvenil y de trabajadores de la industria. Volcó a su favor a un amplio sector de la comunidad árabe, en su mayoría musulmana y numerosa en algunas ciudades de Michigan, como Deaborn. Como dijo irónicamente una publicación –IB-Times–, esto pareció “inconcebible a los gurúes políticos y a la imbecilidad de los medios”, ya que Sanders es judío.
Pero los “gurúes políticos” y los “charlatanes mediáticos” siempre se desconciertan ante las consecuencias de las crisis y el descontento popular. “No es una sorpresa –señala Hend Amry, escritor libio-norteamericano– que los principales medios, culpables de promover caricaturas de los árabes y los musulmanes, estén ‘shockeados’ porque los residentes de Deaborn, en vez de anunciar una intifada contra el judío Bernie Sanders, lo hayan votado… Es que los árabes, tanto musulmanes como cristianos, somos desde hace mucho el blanco de políticas de discriminación ‘anti-terrorista’. Y la campaña de Sanders ha respondido a esas preocupaciones mejor que ninguna otra.” (IB-Times, 09/03/2016).
Sanders, por supuesto, no es un socialista revolucionario. Pero es de una importancia innegable que haya logrado colocar el tema del socialismo en el escenario político de EEUU. Es que allí la demonización del socialismo ha sido aún peor que la de árabes y musulmanes.
La clave de esta “anomalía” es el profundo descontento que cruza la sociedad estadounidense, polarizada socialmente entre una cúspide de billonarios con los bolsillos cada vez más llenos, y las masas trabajadoras y de clases medias que han perdido con la crisis, sin esperanzas de remontar la cuesta.
Trump a la ofensiva: ¿hacia una ruptura del Partido Republicano?
Pero esa misma causa, el descontento generalizado, tiene consecuencias no sólo hacia la izquierda, sino también hacia la derecha. Este es el motor del ascenso, hasta ahora imparable, de Donald Trump en el Partido Republicano.
El martes pasado, Trump logró victorias categóricas en las primarias republicanas de Mississippi, Michigan y Hawái. Y la complejidad de la situación la da el hecho de que en Michigan, según el New York Times, recogió también un buen caudal de votos entre los obreros blancos de la industria del automóvil. El descontento tiene muchos rebotes… y la falta de luchas en el movimiento obrero abre las puertas para que algunos sectores se ilusionen con la demagogia de Trump contra Wall Street y el establishment.
En el aparato del Partido Republicano comienzan a aparecer síntomas de desesperación… mientras algunos se pasan a las filas de Trump. Pero la mayoría tratará de cerrarle el paso, como sea. Uno de los planes sería la división (temporaria) del partido. Es decir, en estas presidenciales, se presentaría un segundo partido republicano con otro candidato, que luego de las elecciones se reunificaría. Otra variante sería montar algunas maniobras fraudulentas en la Convención que debería consagrar a Trump.
Pero el tiempo se agota… y los candidatos republicanos van cayendo uno tras otro frente a la marea pro-Trump. El tiempo para cerrarle el paso también se está agotando.
Por Claudio Testa, SoB n° 370, 10/3/16