Obama en la Argentina
Mientras cerramos esta edición, Barack Obama, presidente de los Estados Unidos, aterriza en nuestro país. Viene de una gira exitosa por Cuba, donde, a partir del cambio de táctica de no cuestionar la permanencia de los hermanos Castro en el poder, ha avanzado con ellos en ir dando pasos para la restauración capitalista en la isla.
Al mismo tiempo, Obama ha reconocido abiertamente que le simpatizan los cambios en curso en la región, parte de la cual es el nuevo gobierno de Macri en nuestro país, el cual exhibe, lógicamente, la llegada del presidente yanqui como un nuevo triunfo en su haber.
Nos dedicaremos a editorializar sobre esta circunstancia.
El cambio de aire en la región
Lo primero es comprender el contexto en el cual Obama llega al país. Evidentemente no tiene nada que ver con la visita de Bush a Mar del Plata en el 2005. En aquella oportunidad se estaba en pleno apogeo de las rebeliones populares; presidentes identificados con el neoliberalismo de los años ‘90 habían sido echados con la movilización popular en Bolivia, en la Argentina, en Venezuela de alguna manera también, al tiempo que el PT asumía el gobierno en Brasil de manera preventiva.
Los gobiernos caídos en desgracia eran justamente identificados con el amo del norte; menos que menos podía caer bien la propuesta del ALCA, un acuerdo de libre comercio desde Alaska hasta Tierra del Fuego que traía Bush Jr. bajo el brazo y que fue abiertamente rechazado por Kirchner y Chávez en Mar del Plata. Se ensayaba un curso algo más autónomo a las relaciones carnales de la década anterior, en gran medida apoyado en el aumento sideral del precio de las materias primas, que les daba mayores márgenes de maniobras a esos gobiernos.
Hoy la situación es otra: los gobiernos populistas están en franca retirada en medio de escándalos de corrupción. Al no haber resuelto ninguno de los problemas estructurales del capitalismo dependiente de nuestros países, han sufrido un voto castigo que los ha dejado fuera del poder.
En su reemplazo, están llegando gobiernos de los cuales el de Macri es emblemático: en una reversión completa de las legitimidades, la condena del populismo burgués va acompañada de un “revival” del discurso liberal; son esos aires de cambio conservador los que hacen feliz a Obama, los que colocan un elemento “triunfal” a su visita.
Como “rockstar” por La Habana
Obama viene de estar dos días en Cuba, algo no casual. Fue ovacionado en cuanto lugar estuvo en la isla, y no es para menos: la mayoría deposita en el reciente restablecimiento de las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos sus esperanzas de mejoramiento económico, así como de poder viajar libremente al país del norte donde muchos tienen parte de su familia.
El acuerdo con Cuba es uno de los triunfos diplomáticos más resonantes de su gestión. Obama ha sido inteligente con esto: la política del bloqueo no llevaba a ninguna parte y les daba excusas suplementarias a los Castro. Es verdad que la “gusanería” ponía por encima de todo la condición de que fueran echados del poder; pero esto no era una posibilidad plausible en el horizonte más o menos próximo.
Obama apostó al trabajo más lento pero más seguro de la restauración del capitalismo en una isla que parece congelada en los años 50, cuyas conquistas sociales obtenidas con la revolución se han ido degradando al volver el “viejo caos” de un nivel de vida muy bajo que, sobre todo, no le aporta expectativas de progreso a la nueva generación (ver artículo en página 10).
Se llevó adelante un cambio de táctica: se dejó de lado el objetivo de derrocar a los Castro, se restablecieron las relaciones diplomáticas, se reabrieron las embajadas, se planteó la voluntad de levantar el bloqueo económico (hecho que de todas maneras depende de un congreso donde la mayoría la tienen los republicanos, quienes se oponen a esto) en beneficio de una orientación de avanzar conjuntamente en una restauración capitalista controlada en la isla.
Los cambios de aire en la región, los avances en Cuba, la decadencia sin fin del chavismo en Venezuela, la eventualidad de que incluso en Brasil se venga un gobierno más de libre mercado aun que el PT, son algunas de las tendencias favorables a EEUU con las que esta coyuntura reaccionaria en Latinoamérica está dibujando una sonrisa en el rostro del presidente de color.
Obama no es quien parece
También aquí los vientos le son favorables: Macri ha puesto en marcha un gobierno pro mercados y de “apertura al mundo”, lo que en criollo significa un retorno en toda la línea del neoliberalismo que había sido dejado parcialmente de lado bajo los K.
Los tiempos son otros, el péndulo ha ido del populismo hacia la derecha, Macri se está alzando estos días con el triunfo del pago a los fondos buitre amparado en la idea de que “las deudas se deben pagar” y en el chantaje de que sin tomar créditos del exterior “el ajuste sería mucho más duro”. La población está preocupada por los escándalos de los millones de dólares manejados bajo el mostrador por los K, pero menos atenta a las decenas de miles de millones de nuevo endeudamiento que van a hipotecar como un lastre nuevamente al país y que lo puede llevar a una nueva cesación de pagos en pocos años.
En este contexto llega Obama al país para legitimar todo este curso reaccionario. Ocurre con Obama que no parece un presidente más del imperialismo; su carácter de persona de color le da un aura que empaña el hecho de que representa, como cualquier otro presidente yanqui, los intereses del imperialismo de dicho país.
La confusión reinante en gran parte de la población da para casi cualquier cosa. Un ejemplo de esto es el artículo publicado por Carlos Pagni en La Nación el sábado 12 de marzo. Una verdadera provocación en la cual el autor ensaya la idea de que no fue Estados Unidos quien apoyó al golpe, sino la izquierda. La provocación la montó aprovechando un hecho imborrable: la dirigencia del PC argentino fue cómplice de la dictadura militar, lo cual no evitó que militantes de base y simpatizantes hayan sido víctimas de la represión. Pero esta vergüenza del estalinismo no es extensible a la izquierda en su conjunto, que tuvo cientos de desaparecidos en manos de los genocidas.
Pero la otra parte de esta falsificación es la que hace al rol del imperialismo yanqui en su apoyo a la dictadura. En este sentido, la complicidad de Henry Kissinger, de Nixon, de Gerald Ford, presidentes y ministro de relaciones exteriores en esa época, es inocultable. La maniobra para exculpar al gobierno norteamericano y lavarle la cara a Obama se basa en que esos funcionarios eran del Partido Republicano y no del Partido Demócrata de Obama. Además, se excusan en que dicho partido, una vez consumados los golpes contrarrevolucionarios y el grueso de las desapariciones, cambió de táctica y salió a escenificar una preocupación por los derechos humanos como forma de establecer algunos contrapesos a la represión.
Todo esto es de una hipocresía colosal: se esconde, por ejemplo, que el partido de Obama, el “demócrata”, participó a la par de los republicanos en cuanta intervención imperialista se haya llevado adelante en el siglo en la región y en el mundo; ¿o acaso podríamos olvidarnos de la invasión a Cuba propiciada por Kennedy en 1961, o de los bombardeos de Clinton en los años ’90, de Somalia, de la ex Yugoslavia, o los asesinatos con “drones” y los métodos de terrorismo de Estado que viene impulsando el propio Obama?
Las encuestas publicadas en los últimos días muestran que la confusión con Obama es bastante grande; el 51% lo ve con buenos ojos. Sin embargo, hay un punto en que la mayoría coincide y que no le es favorable, ni a él ni a Macri: es lo que hace a las complicidades con la dictadura militar, a la cuestión de los derechos humanos.
A pesar de que Carlotto se mostró dispuesta a entrevistarse con Obama, reunión que creemos sería un grave error de parte de Madres de Plaza de Mayo porque aumenta la confusión y la legitimación del imperialismo norteamericano de la mano de Obama, finalmente este no podrá hacerse presente en la ESMA, como hubieran querido Macri y Avruj, su “secretario de derechos humanos”.
La realidad es que Obama expresa la continuidad del imperialismo yanqui: es sólo una cara más simpática que busca, entre otras cosas, recuperar parte de la influencia perdida por los Estados Unidos en el mundo y en Latinoamérica, uno de los dramáticos problemas que venía arrastrando EEUU luego de sus derrotas en Medio Oriente bajo la presidencia de George Bush; y del terreno cedido como producto de las rebeliones populares que alumbraron el siglo en la región.
Y Macri le hace el favor, sencillamente, porque se trata de un gobierno de empresarios y poderosos, una de cuyas bases de apoyo es, precisamente, el imperialismo norteamericano, con el que estrechará esfuerzos para profundizar la agenda reaccionaria y neoliberal en nuestro país y en la región como un todo; hasta se está hablando de que comenzarían conversaciones por un Tratado de Libre Comercio de nuestro país con los Estados Unidos, tratados que sólo consolidan aún más la matriz primarizadora y desindustrializadora de nuestras economías e impiden todo posible desarrollo independiente. El imperialismo yanqui y las multinacionales lo agradecen.
Todos a las calles el 24. Fuera Obama de la Argentina; parémosle la mano al gobierno reaccionario
Pero no es que Obama y Macri las tengan todas consigo. Este jueves 24 se vivirá seguramente una jornada multitudinaria contra el gobierno de Macri. Dos son las convocatorias porque distintos son los programas. Por una parte, el de las organizaciones de derechos humanos vinculadas a los K, y por otra el del Encuentro Memoria, Verdad y Justicia, que agrupa a la izquierda y tiene por perspectiva para resolver de manera definitiva y completa las responsabilidades del genocidio un camino que en el fondo es anticapitalista.
Sin embargo, más allá de esta importante diferencia, la jornada completa será una jornada contra el gobierno de Macri; ninguna de las plazas será oficialista, a no ser que contemos el acto en el Parque de la Memoria al que no asistirá nadie.
El 24 de marzo será el 40 aniversario del golpe militar y seremos protagonistas de una inmensa movilización, que más allá de las diferencias, será unitaria en el sentido del rechazo al gobierno reaccionario de Macri, y que a pesar de la coyuntura adversa por la que todavía se está atravesando, no va a pasar desapercibida: será la jornada de masas o de vanguardia de masas más grande en tres meses contra el gobierno de Macri y será una advertencia también: el descontento con el gobierno está creciendo, el aumento sideral de los precios es conversación cada vez más extendida entre los trabajadores, la “luna de miel” en algún punto muy próximo empezará a terminar, y a eso habrá que sumarle que en la Argentina no es tan fácil sacar a los sectores populares de las calles, tal cual lo demostraremos este 24.
Con el grito de “parémosle la mano al gobierno reaccionario, fuera Obama de la Argentina”, nuestro partido pondrá miles de compañeros y compañeras en la calle; atención que, a pesar de la agachada de los dirigentes sindicales y el parloteo “opositor” de los K en el Congreso, que no tiene consecuencia práctica alguna (y que ya le garantizaron el apoyo en el Senado para que se apruebe el pago a los buitres), las fuerzas de los trabajadores aún no han sido del todo probabas, y en algún giro de las circunstancias, la bronca que crece y la movilización que irrumpa desde abajo podrían coincidir para darle un cachetazo que nunca olvidará el gobierno reaccionario.
El presidente posará el miércoles con Obama, pero el jueves centenares de miles vamos a salir a las calles a pararle la mano al gobierno de Cambiemos, a repudiar el protocolo reaccionario contra las luchas, a plantear que no hay que pagarles un peso más a los buitres y a gritar bien alto “fuera el imperialismo, fuera Obama de la Argentina”.
El 24 de marzo te invitamos en todo el país a participar de la movilización con las columnas del Nuevo MAS, la juventud del ¡Ya Basta!, la agrupación de mujeres Las Rojas, la agrupación de trabajadores Carlos Fuentealba y la lista nacional Marrón del neumático. En Buenos Aires nos concentramos el 24 en el Congreso a partir de las 15 horas.
Editorial SoB 372 (Argentina), 23/3/16