Abr - 7 - 2016

Preparando el desembarco de la corriente SoB

Como parte de la votación del último Congreso del NPS de Costa Rica para desplegar la construcción de la corriente Socialismo o Barbarie en México, recientemente hicimos un primer viaje de acercamiento a dicho país. Estas notas son una primera reflexión sobre la sociedad mexicana, sobre las posibilidades constructivas de nuestra organización -y la izquierda en general-, reflexiones y anotaciones que, por supuesto, debemos seguir madurando en la tarea de una comprensión rigurosa y una instalación política en la apasionante sociedad mexicana.

Una idea general del México actual

La primera noción que da la sociedad mexicana es la de un gigante dormido. Toda la potencia, la riqueza cultural y política de esa sociedad, se encuentra actualmente en uno de sus momentos más complejos.

Recién cuando nuestro viaje terminaba se anunció la primera votación en el Congreso para facilitar la instauración del estado de excepción en todo el territorio federal, así como la potestad de reprimir incluso con violencia letal las irrupciones del “orden” en el Estado de México.

Parece como si la noche neoliberal no se hubiera detenido en México, como si desde los noventa todo hubiera seguido un curso de mayor acoplamiento al capitalismo mundial -centralmente el estadounidense- y todas las implicaciones sociales y políticas tuvieran efectos aún hoy, como la desorganización sindical de la clase obrera, la fragmentación de las alternativas socialistas y revolucionarias, etc.

Comparativamente no ha habido gobiernos “progresistas” o “socialistas del siglos XXI” que jugaran un rol de contención al capitalismo neoliberal, lo que es una demostración de cómo el proceso en dicho país viene más atrás que lo que se vivió en Sudamérica en la última década y media.

Las implicaciones más profundas de esta implementación radical neoliberal no son sólo la violencia en centros turísticos por la presencia del narcotráfico, la misma que existe idénticamente en Costa Rica, por ejemplo, pero con la diferencia de que México es mucho más grande y por lo tanto tiene más casos de violencia. Se trata de la desorganización que parece imperar dentro de la clase trabajadora mexicana, dentro del activismo estudiantil y dentro de las organizaciones de izquierda en general y las revolucionarias en particular.

Hoy tanto el histórico Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) como algunos reductos de la huelga estudiantil del 99, se encuentran en una situación profundamente defensiva, para poner un ejemplo. En cuanto a las organizaciones de izquierda, parece afectar de manera absoluta la orientación anti partidista del EZLN y que es funcional a la burguesía mexicana… porque apunta a la renuncia de la política, de los problemas globales, que los capitalistas sigan manejando los asuntos de conjunto. No plantearse tomar el poder para transformar el mundo no es sólo un rasgo profundamente utópico, sino que condena al aislamiento a las comunidades que se auto organizan. Hacer política revolucionariaes una necesidad frente al capitalismo como al Estado burgués, una tarea que incluye aprovechar las brechas que nos da el régimen actual, siempre en la perspectiva de pelear por el poder, de una nueva revolución política y social.

De todos modos, a pesar de este error significativo del EZLN, no se trata de ser sectarios con las comunidades que representa. Debemos estudiar en profundidad el tema, pero opinamos que la pelea por la autodeterminación de las comunidades que el zapatismo representa debe ser parte de la lucha de los obreros, campesinos y demás sectores populares por la revolución socialista. Es desde esta ubicación estratégica que se debe tener una política hacia las mismas.

Es cierto, regresando al tema del partido, que el anti-partidismo no es sólo una característica impuesta en la vanguardia por el neozapatismo. Lo cierto del caso es que todo el sistema de partidos burgueses mexicanos es la consumación de un sistema abiertamente inmoral (tal vez mejor amoral) de enriquecimiento ilícito y corrupción. El partido verde ecologista es la mano derecha del gobierno, en un país donde hay varias decenas de ecologistas asesinados. El PRD, que hace el papel de izquierda del régimen es responsable de la desaparición de los 43. El PRI tiene cooptado desde hace décadas la herencia de la última revolución mexicana… Todo lo cual ayuda a desprestigiar la idea misma de partido.

Pero México no es una sociedad descompuesta. Es una sociedad donde oprimidos y explotados están a la defensiva… a la defensiva con una herencia política y cultural revolucionaria de la cual la sociedad mexicana parece bastante consciente.

Elementos de la historia mexicana en clave revolucionaria

Nuestro viaje a México nos clarificó una figura que nos merece todo el respeto del caso, a pesar de ser un cura. Miguel Hidalgo y Costilla fue un auténtico jacobino que en 1810 estuvo al frente del ataque a la Alhóndiga, comandó un ejército popular de unos 20.000 hombres (un verdadero ejército de sans-culottes) que inició el proceso independendista mexicano. En dicho ataque los españoles fueron barridos con métodos jacobinos de Guanajuato. Tal es la entrada de México en la historia de las revoluciones. Una entrada que hace palidecer de espanto y cobardía a más de un “intelectual” pequeño burgués o politiquilo reformista…

Posterior a esta “entrada” en la historia de las revoluciones modernas, México tuvo dos revoluciones más, una a mediados de siglo XIX, liderada por Benito Juárez y cuyo punto alto es el enfrentamiento con el imperialismo francés, y la más famosa para nosotros, la revolución mexicana de 1910, dirigida por Zapata y Villa.

Siguiendo la forma de todas las revoluciones previas al siglo XX, todas estas revoluciones terminaron consolidando el poder de la máquina del Estado burgués mexicano, aun si dieron lugar a grandes conquistas al mismo tiempo. Han sido revoluciones -entradas de masas en la vida política a través de la movilización callejera- que no lograron reivindicar de manera consecuente los intereses históricos de oprimidos y explotados, sino que toda esa energía terminó siendo reabsorbida para la dominación burguesa sobre México.

La consolidación del Estado mexicano a partir del desvió, reabsorción o “interrupción” de la experiencia revolucionaria, confirma en cierto modo la postura de la dialéctica entre revolución y Estado, realizada por Lenin en la estela de Marx: “todas las revoluciones anteriores perfeccionaron la máquina del Estado, y lo que hace falta es romperla, destruirla.”

El que la revolución de 1910 haya quedado incompleta, que no haya logrado avanzar a un Estado obrero (como el ruso), o incluso no capitalista (como China o Cuba) da cuenta de una experiencia que no se ha realizado en la sociedad mexicana; finalmente está claro que no logro trascenderse como revolución burguesa, aunque aún así fue una inmensa e histórica revolución que dio lugar a una serie de conquistas y dejo marcada a l sociedad mexicana hasta el día de hoy.

Por esto mismo es válido adoptar como perspectiva histórica la posibilidad de una cuarta revolución mexicana. No parece hoy que hayan condiciones mínimas para ello; es necesario toda una acumulación política inmensa, muchas batallas políticas, etc. Pero como no es plausible que la historia se vaya a detener, es en realidad una posición coherente asumir que en el futuro del siglo XXI veremos a oprimidos y explotados mexicanos lanzándose a la movilización callejera como método de irrumpir en la política.

El México de hoy: una perspectiva

En México hoy hay más de 40.000.000 de asalariados (proletarios sin duda alguna) que son el resultado de toda una historia de opresión, explotación, lucha revolucionaria, contrarrevolucionaria, etc. (ver recuadro sobre desarrollo desigual). Son el resultado de una historia muy compleja y sobre todo muy “movida”. La estabilidad no es un rasgo distintivo de la sociedad mexicana y es por esto que no creemos que el modelo de los ‘90 (el que reseñamos al inicio) vaya a tener una vida demasiado larga.

No hablamos acá, ni mucho menos, del paso de la no-organización a la revolución. Ese triple salto mortal no es el que está colocado hoy para la sociedad mexicana. El paso que está colocado es el de la no-organización a la politización y a la organización, que probablemente redundaría en una radicalización por izquierda de las posiciones de oprimidos y explotados mexicanos. La habituación al estado actual de explotación y opresión no va a durar por siempre y, más aún, parece que ya ha empezado a modificarse, muy lentamente, muy incipientemente eso sí.

Sobre todo aquí está el problema del gigante proletario dormido en dicho país. Por una serie de circunstancia, la clase obrera no cumplió un papel independiente en la revolución de 1910; incluso en muchos casos se los opuso reaccionariamente al campesinado revolucionario que si fue la base de la misma. De ahí la presión en muchos sectores de vanguardia de que la clase trabajadora no estaría llamada a ser la vanguardia estratégica del proceso de la lucha.

De todos modos, la campaña de Antonia Hinojos, que ya hemos reseñado en artículos previos, así como las candidaturas independientes a la Constituyente del Estado de México (que no abordamos por asuntos de espacio) son dos indicadores, incipientes aún, de la organización para-sí que empieza a hacer la clase obrera mexicana. Las gigantes movilizaciones por los 43 (campaña que hay que sostener) son también un ensayo de esa incipiente reorganización.

La instauración de una tendencia directamente socialista y revolucionaria, no gremial o anticapitalista, es entonces la tarea que desde Socialismo o Barbarie asumimos de cara a la actualidad de la sociedad mexicana. Nuestra tendencia pretende resignificar en esa clava las tradiciones revolucionarias de la sociedad mexicana. Procuramos instalar la discusión de una nueva revolución mexicana que modifique el actual capitalismo mexicano dependiente o semicolonial de los Estados Unidos, en la perspectiva de la revolución socialista que comandada estratégicamente por los trabajadores, se plante desde una alianza obrera y campesina que comience asumiendo el conjunto de tareas democráticas y sociales que están pendientes en el dicho país. La perspectiva de una transformación social que esté en función de la inmensa mayoría y que por eso mismo no sea el tipo de Estado actual mexicano.

Esto, por supuesto, de manera estratégica, mientras llevamos adelante tareas políticas iniciales apuntando a organizar, politizar y construir la tan necesaria herramienta del partido revolucionario.

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El Desarrollo Desigual: la realización del Estado mexicano

Toda esta historia revolucionaria de México hunde sus raíces en la manera en que se consolidó el Estado mexicano desde la colonia, e incluso tal vez desde antes… La colonización de Tenochtitlán por los españoles fue uno de los impulsos decisivos a la consolidación del capitalismo mercantil y por lo tanto uno de los fundamentos históricos del capitalismo.

Esta consolidación se lleva a cabo de manera radicalmente desigual y combinada. Trotsky decía que en Rusia había un desarrollo desigual entre todas las formas capitalistas occidentales y las formas asiáticas, que se combinaban de manera contradictoria el impulso capitalista occidental y las condiciones feudales que imperaban en Rusia todavía al inicio del siglo XX. Una “contradicción” de unos 400 años entre el capitalismo y el feudalismo.

Pero el caso mexicano es todavía más marcado. Si seguimos las categorías del antropólogo Gordon Childe tendríamos que Tenochtitlán estaba en su punto alto de revolución urbana… lo que las civilizaciones antiguas babilonia, mesopotámica y egipcia habían consolidado alrededor del 3000 aC  recién se daba en Tenochtitlán hacia el 1500 dC… No es esta una contradicción entre feudalismo atrasado y capitalismo avanzado ¡sino entre el neolítico y el capitalismo!

La mejor demostración de esta caracterización de la sociedad  originaria nos la da el desarrollo de la escritura en las ciudades mayas, alrededor del 1.000 dC, mientras que en Europa y Asia tenemos desarrollo de la escritura desde el 6.000 aC.

Esta sociedad “antigua” entró en contradicción directa con el capitalismo mercantil del 1.500 dC, por lo que justifica al mismo tiempo dos de las formas teóricas del marxismo para comprender el desarrollo capitalista: la acumulación originaria de Marx y el desarrollo desigual y combinado de Trotsky.

Las consecuencias de esta contradicción son conocidas (y genocidas) pero no es necesario regresar a ellas en detalle en este momento. Lo que nos interesa remarcar es una idea que ya ha sido aportada por Adolfo Gilly, en el sentido de que los españoles no encontraron como principal riqueza el oro, sino a los propios humanos originarios, que a partir de allí, y aún hasta hoy, han pasado por un proceso de transformación y consolidación como fuerza de trabajo según lo dicte el capitalismo mundial.

La fuerza de trabajo actual mexicana es la consecuencia de un proceso claramente distinguible (tal vez el más claro de los países hispano hablantes de América Latina) en que con ayuda del Estado, las clases dominantes han modelado a las clases oprimidas de manera acorde con sus propios intereses de explotación. Así, después de la masacre originaria, la recuperación de la población en el Estado mexicano estuvo vinculada al desarrollo de distintas formas de trabajo explotado. La imposición de estas formas de trabajo fue hecha de manera mayoritariamente violenta incluso ya entrado el siglo XIX, cuando todavía se hicieron movilizaciones forzadas de pueblos originarios que guiados por socialistas utópicos enfrentaban al Estado burgués mexicano. Es difícil concebir algo más desigualmente desarrollado, una combinación más radical entre lo “nuevo” y lo “viejo”, entre el socialismo y las poblaciones originarias.

Esta contradicción extremadamente abrupta le da a la sociedad mexicana muchos de sus rasgos sociales, económicos y políticos. La contradicción entre campo y cuidad es tal vez el fenómeno más tangible. Y este hecho ha marcado prácticamente a todas las revoluciones mexicanas, donde las luchas de clases tendieron a expresarse como el posicionamiento político de ciudades enteras.

Este desarrollo desigual y combinado tiene por lo demás implicaciones contradictorias. Por un lado le da a la sociedad mexicana características muy reaccionarias en periodos de desorganización de oprimidos y explotados, como hoy, cuyo mejor ejemplo son los 43 desaparecidos por el ejército. Pero por otro lado, le da a la sociedad mexicana un dinamismo inquietante. La realidad política de un Estado es relativamente independiente del resto de la república federal y diferente aún de la Ciudad de México, donde el aborto es un derecho establecido.

Esta riqueza política debe ser aprovechada para mejor explicar la instalación de una alternativa socialista y revolucionaria. Están las condiciones dadas para establecer prácticamente cualquier tipo de discusión política contemporánea.

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Trotsky figura cultural y Trotsky figura revolucionaria

El impresionante mural de Diego Rivera, El Hombre Controlador del Universo, que hoy es la joya que corona el Palacio de las Bellas Artes, encierra claramente las posibilidades de la sociedad mexicana.  En el centro, una figura humana con capacidad de controlar el universo entero, en un lado las fuerzas de la reacción, la explotación, la religión; al otro lado las fuerzas de la revolución, la ciencia, el proletariado. Es la expresión de la cuarta (y futura) revolución mexicana.

Allí, en el centro de México, el Estado burgués no tiene otra opción más que clarificarse a sí mismo. El Estado burgués mexicano es uno de los sostenes fundamentales del capitalismo estadounidense, la batalla por México entonces es realmente estratégica en la lucha general contra el capitalismo y por el socialismo. El Estado mexicano apresado por un lado por el imperialismo y por otro por todos los sectores populares, es lo que evita que el mural de Rivera salte a la vida y se haga real.

De la misma manera, las estrategias teóricas y políticas que fueron elaboradas por Trotsky deben también salir de los museos mexicanos y encarnar en oprimidos y explotados mexicanos. Parece muy romántico lo que decimos, pero es que en verdad Trotsky es una figura cultural instalada en la sociedad mexicana. Lo que muchas veces le decimos a los compañeros que recién inician su militancia -una descripción general del trotskismo digámoslo así- es en México la charla que dan los expositores dentro del Palacio de las Bellas Artes y el Museo Trotsky. Es preciso entonces que el trotskismo aproveche esta instalación cultural para dar paso a una instalación política de la estrategia socialista revolucionaria.

Federico Alemán, Socialismo o Barbarie, 7/4/16

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