Se abre una nueva coyuntura
“(…) en la periferia de las ciudades empiezan a verse los estragos de una inflación galopante, la pérdida de empleo y la disminución de ingresos. Desafiante e inoportuno, Fernando Espinoza desnudó días atrás, sin embargo, un temor inconfesado de muchos intendentes: que la conflictividad social se desmadre si el ajuste no es compensado con medidas de contención” (Eduardo Fidanza, La Nación, 9-04-16)
Cuando escribimos esta minuta nacional se ha abierto una nueva coyuntura en el país. Pasados los cien primeros días del nuevo gobierno, se han confirmado nuestras previsiones acerca del carácter reaccionario del macrismo en el poder, que ha venido a intentar imponer una dura derrota al movimiento de masas[1].
Sin embargo, pasados estos cien días, finalizada la “luna de miel” de la que goza todo gobierno que inicia, el vértigo de los acontecimientos se sucede sin cesar. Se trata de un conjunto de elementos que indican que el país recorre una nueva coyuntura, sin que esto signifique que la brutal ofensiva del gobierno se haya detenido ni por un instante.
Como parte de esta nueva coyuntura, el aspecto más saliente es la emergencia -entre amplios sectores sociales- de un creciente mal humor social, esto en respuesta a la brutalidad de las medidas que está aplicando el gobierno; malhumor y durísimo ajuste económico que permiten avizorar fuertes choques de clase en el horizonte, tal cual lo definimos en nuestro último plenario nacional.
Un choque de clases que pondrá a prueba la firmeza del gobierno para llevar adelante sus durísimas medidas; así como también, si los trabajadores y las masas, a pesar de todas las mediaciones, encuentran los caminos para pararle la mano al gobierno, derrotarlo y, en definitiva, echar a Macri de la presidencia.
En esta nueva coyuntura, parte de la realidad es la aparición en escena de Cristina; esto luego que Macri haya aplicado su primera tanda de durísimas medidas. No hay que confundirse: si Cristina está en la “oposición”, se trata de todas maneras de una oposición institucional, que no es parte ni alienta la resistencia en las calles. Su llamado a una “jornada de introspección” y a “reclamarle a los representantes” pinta de cuerpo entero su estrategia de sostener la gobernabilidad, de postularse como alternativa opositora electoral.
Macri y Cristina son funcionales a la aplicación de las duras medidas de ajuste que reclaman los capitalistas, aunque con roles distintos. Macri las aplica y se juega la suerte de su gobierno en el éxito de las mismas; Cristina se postula, eventualmente, para “curar el cuerpo social” en el 2019…
A ambos parece convenirles hoy este “juego a la polarización”. Mientras tanto, la burocracia sindical, el otro gran actor en este “trípode”, busca administrar la bronca y la conflictividad social para que la gobernabilidad no se descarrile.
En todo caso, la nueva coyuntura reafirma que la tarea principal de la izquierda revolucionaria es llamar a la más amplia y unitaria movilización en las calles para derrotar y echar al gobierno antiobrero y antipopular de Macri, esto en la perspectiva de una salida obrera y socialista a la crisis creciente en la que se está sumergiendo el país.
1) LOS PRIMEROS CIEN DÍAS DE CAMBIEMOS
Los primeros meses de Macri serán recordados, seguramente, por mucho tiempo. Semejantes expectativas entre amplios sectores y tal defraudación a las mismas, no es tan habitual: Macri asumió prometiendo que “la vida cada día sería un poquito mejor”. Pero la realidad palmaria es que cada día la existencia de los trabajadores se hace mucho peor.
En el plenario de diciembre pasado definimos acertadamente que los trabajadores debían prepararse para ir a una “guerra”: que el carácter del gabinete macrista era una declaración de intenciones, y que lo mejor que podíamos hacer era alertar a los más amplios sectores a prepararse frente al ataque que se venía.
El “Chino” Heberling alertó sobre esto en su intervención el 20 de diciembre. Fuimos criticados por sectores como el Partido Obrero, que se dedicó durante el verano a “teorizar” acerca que Macri era la mera “continuidad” de los K, que Scioli hubiera hecho exactamente lo mismo, que el ajuste puesto en marcha era “gradual”, etcétera[2]…
Nada de esto se verificó. Es que el macrismo expresa el ensayo de ir a un gobierno burgués normal y hasta reaccionario. Un gobierno que trae por mandato restaurar el libre juego del mercado, subordinando todas las relaciones sociales al imperio de las ganancias capitalistas.
Es decir: que la economía funcione según los criterios de la “racionalidad capitalista” (el acumular ganancias sobre ganancias), sin molestas concesiones a los factores “extraeconómicos”, políticos: factores que mediatizan el libre juego de la oferta y la demanda en función de contener a las masas. Por ejemplo: no despidiendo trabajadores aunque sea una necesidad económica, en función de las consecuencias sociales y políticas que dichos despidos puedan tener.
Apresurémonos a señalar aquí un concepto que retomaremos más adelante: que el gobierno de Macri lleva adelante no solamente un plan de ajuste, sino uno de “racionalización económica”, de puesta a punto del conjunto de las variables económicas (soltar lastre en materia de personal sobrante, de altos salarios en dólares, de puesta a punto de los ritmos de trabajo), recuperando las ganancias de los capitalistas horadadas en los últimos años K.
En este mismo sentido, venimos señalando en estas páginas, que tanto los K como Cambiemos son gobiernos burgueses. ¡Pero esto no quiere decir que todos los gobiernos burgueses sean idénticos! ¡Existe toda una gama de matices entre ellos, y toda una elaboración marxista al respecto[3]!
Ocurre que si el gobierno K fue, básicamente, un gobierno de contención burguesa, de concesiones mínimas al movimiento de masas de manera tal de mantener el sistema capitalista y el régimen político luego de la rebelión popular, reabsorbiéndola, el gobierno de Macri es uno que ensaya ir a la guerra abiertamente contra las masas; es evidente que es muy distinto un gobierno de contención social que uno de abierto ataque a los trabajadores.
De ahí la lógica de las medidas ensayadas estos primeros meses, y que se van a seguir profundizando en la medida que no sean frenadas: devaluación del peso, desgravación impositiva a los grandes capitalistas, aumentos de las tarifas, del transporte ferroviario, de colectivos y subterráneo, la apuesta a “planchar” las paritarias, los despidos públicos y privados (¡el FMI ya anticipa que subirá al desempleo este año!), el escandaloso aumento de los medicamentos para los jubilados, etcétera.
En síntesis: la puesta en práctica de una dramática transferencia de recursos de los explotados y oprimidos hacia los capitalistas y el imperialismo (ver también el arreglo con los fondos buitre por 15.000 millones de dólares); una transferencia que revierte una cierta recuperación del nivel de vida –estancada ya bajo el último gobierno de Cristina- que conquistaron las masas como subproducto de la rebelión popular del 2001.
Ahí está el contenido de los cien primeros días de Macri: una marcha “en reversa” a un conjunto de condiciones que, aun en términos capitalistas, expresaban concesiones a las masas. Concesiones que la clase capitalista reclamaba urgentemente retirar, y que de haber triunfado Scioli se hubieran intentado quitar de todas maneras, sólo que en condiciones más complejas, dadas las bases sociales y de legitimación diferentes en uno u otro caso[4].
En todo caso, los primeros cien días de Macri han sido un primer paso en este camino. Pero ahí está el quid de la cuestión: se ha abierto una nueva coyuntura donde el gobierno deberá sostener su “pulso” para enfrentarse a un movimiento de masas que, más allá de cualquier mediación, comienza a hacer su experiencia con él.
2) MACRI Y CRISTINA EN EL “BANQUILLO”
Pasemos ahora al segundo punto de este documento. El debate en el Congreso no será exactamente igual al del plenario en diciembre pasado. Algo hemos venido anticipando en el último editorial de nuestro periódico, y en las charlas y plenarios que venimos realizando en las últimas semanas.
Es que pasados cien días se han puesto en marcha un conjunto de elementos, dando lugar a la apertura de una nueva coyuntura política. Se trata, básicamente, de dos aspectos que en su conjunción han resultado en este nuevo momento político[5].
Por una parte, la denuncia de Macri por los Panama Papers y la citación a Cristina por parte de Bonadío (además de la detención de connotadas figuras K y su imputación en la “Ruta del dinero K”), que han colocado un manto de sospechas sobre toda la clase política (burguesa) entre amplios sectores de la sociedad.
Aquí, de todas maneras, existe una suerte de “subcapítulo”, que tiene que ver con cómo al macrismo y al kirchnerismo les conviene el juego de la polarización entre ellos, sacando fuera de la escena todo otro actor político.
Las últimas jornadas han sido como una suerte de “radicalización acumulativa” de denuncias de corrupción[6], sobre todo a partir del estallido de los Panama Papers, y de la necesidad del macrismo de generar un “golpe de efecto” que mitigara el impacto sobre un gobierno que lleva sólo 4 meses de gestión[7].
En realidad, la citación de Bonadío a Cristina para el miércoles 13/04, era de público conocimiento desde semanas atrás. Sin embargo, da la impresión que el macrismo la dejó correr (inicialmente Pinedo había salido a despegarla diciendo que Cristina no tenía “nada que ver con la venta del dólar futuro”), sobre todo a partir de la explosión del escándalo mundial de los Panama Papers.
En los intersticios de estas circunstancias se ha colado este grupo de jueces federales; incluso la Corte Suprema de Justicia de la mano de Lorenzetti, que aparece dándole manija a las denuncias. El interrogante que sobrevuela aquí, y que podría transformarse en una crisis política, es quién hace el arbitraje de los asuntos: el gobierno de Macri o la “justicia”. Precisamente: hasta qué punto el gobierno y los distintos actores (Carrió, jueces federales, Lorenzetti, el peronismo, etcétera) podrán controlar esta dinámica, es difícil anticiparlo.
De todos modos, hay que tener claro que podrían estar jugando con fuego: tener procesado o imputado a un ex presidente y a uno en funciones, no es algo habitual. Lo mismo que no tiene antecedentes detener a un ex presidente (¡siquiera fue detenido De la Rúa, que cayó en medio del Argentinazo y con más de 30 muertos a cuestas!). Ni hablar del desprestigio que significa para toda la clase política que la población los considere “corruptos” a todos ellos[8].
Porque en estas cosas pueden hacerse valer lo que en las ciencias sociales se llaman las “consecuencias inintencionales de la acción”, que quiere decir, como señalara más prosaicamente Marx, aquellos aprendices de brujo que no pueden controlar sus conjuros…
De ahí la preocupación expresada por muchos analistas de hasta dónde podrán ir las denuncias, cómo mitigarlas o acallarlas, de quién está al mando del Poder Judicial y qué consecuencias podría tener esta dinámica de denuncias cruzadas: “(…) la velocidad de trabajo que han adquirido algunos jueces federales incomoda ahora a ministros del gobierno, que se sonrojan ante lo que parecen instrucciones del Poder Ejecutivo al Judicial. En realidad, la única señal que en la Casa Rosada admiten haberle dado a los magistrados es de por sí lo suficientemente clara: “hagan su trabajo” (Francisco Olivera, La Nación, 9-04-16).
3) UNA NUEVA COYUNTURA
Pero las cosas se agravan y dan como resultante un cambio en la coyuntura política como subproducto de la combinación entre los desarrollos por arriba y la dramática crisis y malhumor social que está generando la brutalidad del ajuste por abajo: “(…) un ajuste que los sectores populares no están en condiciones de asimilar (…) una terapéutica brutal, que recuerda los años ’90: operar sin anestesia. Que duela ahora, para que se cure cuanto antes” (Fidanza, ídem).
Es interesante resaltar aquí algunos datos cualitativos como para apreciar la magnitud de las cosas. Uno, respecto de la pobreza. En un reciente estudio del Observatorio Social de la Universidad Católica, se señala que en sus mediciones apareció, de manera incipiente, un dato que sin embargo hace tiempo no se expresaba: las personas que contestaron comer “una sola vez al día”…
Un segundo dato de importancia es el “desacople” entre el brutal salto en el costo de vida, y el hecho que en la mayoría de los casos no se hayan firmado aún paritarias, o, cuando se las han firmado, haya sido por cifras demasiado bajas como ha sido el caso de los docentes nacionales, entre otros[9].
Es que el acumulado de la inflación en estos cuatros meses roza ya entre el 25 y el 30%, y para todo el año alcanzaría el 40 o 45% (esto teniendo en cuenta que en abril, subproducto del último tarifazo, el aumento de los precios alcanzará la dramática magnitud del 6%).
De ahí las falsedades del ministro de Economía, Prat Gay, que sigue prometiendo un índice del 20 al 25% para todo el año: ¿Quién puede creerle? ¿Desde cuándo la inflación, que tiene una dinámica inercial, y que alcanzará semejante promedio de aumento para mitad de año, podría derrumbarse en la segunda mitad del mismo?
Para colmo, el carácter recesivo de las medidas oficialistas (el sideral aumento de tasas al 38% anual que desalienta toda inversión, amén del ajuste en el gasto estatal) adelanta, según el FMI, una caída del producto del 1% este año, así como un aumento del desempleo, cosa que ya se está viviendo con 100.000 desempleados en cuatro meses de gestión; desempleados estatales pero también en el ámbito de la construcción (aquí se habla de 35.000), además de la velocidad con la que está creciendo el desempleo en la industria[10].
Es la combinación de estos elementos la que está dando lugar a esta nueva coyuntura. Coyuntura que tiene el peligro potencial para el oficialismo de que se pase, sin solución de continuidad, de este final de la “luna de miel” con la sociedad, a un divorcio liso y llano con parte importante de la misma.
Esto nos lleva al tercer factor de esta nueva coyuntura: la relación del movimiento de masas con Macri. Podemos señalar dos tendencias bien diferenciadas. En lo que respecta a la base social “natural” de Cambiemos, las clases medias altas y medias medias (amén de la burguesía y el imperialismo), las clases medias del campo y la ciudad, siguen firmes con el gobierno, consolidadas alrededor de él.
No es casual hasta por las medidas tomadas por el gobierno en su beneficio: eliminación de retenciones, libre compra de dólares, facilidad otorgada para que lleguen a domicilio productos comprados en el exterior, proyecto a mediano plazo de eliminar la visa para ir a los Estados Unidos, son como música en sus oídos. Estos sectores siguen tan rabiosamente macristas como meses atrás[11].
Pero lo que aquí nos interesa es otro sector: el de los trabajadores y demás sectores populares que, confundidos en su justa bronca contra los K (deterioro de las condiciones de vida mediante en ausencia de todo cambio estructural de la Argentina capitalista dependiente), terminaron votando a Macri. Es en este amplio sector de trabajadores donde está creciendo, de manera acelerada, la confesión que “me equivoqué al votar a Macri”…
No está claro que el grueso de los trabajadores se haya pasado ya a la oposición a Macri. Haría falta, quizás, un paro general para que esto cristalice. Sin embargo, parece evidente a estas alturas que la “anomalía” del apoyo a Macri está cediendo, que ha comenzado la experiencia de los trabajadores con él.
4) EL ROL MEDIADOR DE LA BUROCRACIA SINDICAL
Otro factor dinámico para la apertura de esta nueva coyuntura es la tendencia al aumento de las luchas luego de un verano tranquilo; esto último algo común en el contexto de las expectativas creadas por una elección presidencial, y los elementos de legitimidad que suele tener todo gobierno que se inicia.
Pero marzo llegó precedido por la exitosa jornada del 24 de febrero de los estatales, incluyendo aquí el fracaso en la aplicación del “protocolo para la protesta social” concretado ese día en el corte en Callao y Corrientes (nuestro partido fue uno de los protagonistas principales de dicha acción).
Un mes después lo que tenemos es el desarrollo de un conjunto creciente de luchas; luchas que parecen tener la tendencia a extenderse nacionalmente, esto independientemente que todavía no pueda decirse que estemos frente a un ascenso de conjunto.
El nuevo paro nacional de los estatales convocado para el 19/4, el exitoso paro nacional de CTERA el pasado 4 de abril, las durísimas luchas de estatales y docentes en Tierra del Fuego, los cortes de ruta en Santa Cruz, el sinnúmero de conflictos en reparticiones del Estado, los crecientes conflictos en el sector privado, los paros nacionales bancarios, etcétera, están mostrando la tendencia al incremento de las luchas.
Es aquí donde se coloca el factor mediador de la burocracia sindical: ese verdadero cuarto poder, esa imprescindible institución del Estado y el régimen político que no importa que no figure en la Constitución Nacional; una institución que en cada giro relevante de las circunstancias adquiere un papel de primer orden.
Ocurre que, guste o no, sigue dirigiendo el grueso de los trabajadores. La izquierda ha hecho pie en el proceso de la recomposición. Pero no ha ido más allá de un amplio sector de la vanguardia: no logra todavía dirigir gremios nacionales. En todo caso, la burocracia sindical dirige el grueso de los trabajadores y tiene una miríada de vasos comunicantes con la base trabajadora, va midiendo.
Como señalara Barrionuevo en el Congreso, son “responsables”: no quieren llamar a un paro general. Por eso se inclinan a convocar una movilización para el 29 de abril en el Monumento al Trabajo frente a la Facultad de Ingeniería. Es decir: no en Plaza Congreso y, mucho menos, en Plaza de Mayo. No quieren quemar “cartuchos” que les puedan servir en el futuro para seguir sin convocar a un paro general.
La orientación de la burocracia es apostar a la contención, evitar que se generalicen los conflictos; esto por la vía de derivar los reclamos al pantano parlamentario: jugar con las ilusiones creadas en los diputados y senadores recientemente electos. Supuestamente para sacar de allí una “ley de prohibición de despidos”, o ver si logran modificaciones en ganancias. El “juego parlamentario” se lleva a cabo porque permite ganar tiempo.
Ocurre que dado el malhumor social un paro general sería demasiado contundente; bajo Menem y los esposos Kirchner el primer paro general tardó años en llegar; si ahora largaran un paro general podría ser un factor de debilitamiento prematuro de Macri.
Además, la burocracia cuida su monopolio en la representación de los trabajadores. Aunque la izquierda no ha ganado sindicatos nacionales, ha progresado en las filas de la amplia vanguardia, ha conquistado (pero también perdido, ver el caso del PTS), representaciones. De ahí que para curarse en salud y tener un mayor poder de negociación con el gobierno y las empresas, esté hablando de su unificación: las tres CGTs en una sola, las dos CTAs también en una.
No se puede afirmar que la burocracia sea hoy oficialista ni opositora. Va a medir, intentar acuerdos con el gobierno postergando todo al 2017. Pero si no los logra, si las condiciones se ponen “feas”, si la presión por la base aumenta, si amenazan desbordes, cuando sienta que tiene demasiado costo político administrando las cosas sin convocar a una medida nacional, posiblemente terminen convocando, aunque seguramente van a hacer todo lo posible para que ello no ocurra próximamente.
En todo caso, desde la izquierda debemos promover la orientación clásica para estos casos: la realización de reuniones de activistas, asambleas de base, cualquier forma de expresión que coloque en el centro la exigencia, la presión por un paro general activo para pararle la mano a Macri. Y también esforzarnos por revertir el bochornoso fracaso del Encuentro que iba a realizarse en Racing a comienzos de marzo (fracaso cuya responsabilidad recae enteramente en el PO y el PTS), un punto de referencia para los sectores clasistas que se hace más perentorio en la nueva coyuntura de ascenso de las luchas.
5) EL KIRCHNERISMO COMO OPOSICIÓN INSTITUCIONAL
Veamos ahora el retorno de Cristina al centro de la escena como principal opositora a Macri. En el seno del aparato del PJ el kirchnerismo perdió la mayoría. Se ha abierto una transición de aquí al 2019 que se verá dónde termina: si reemplazando o ratificando a Cristina como candidata.
Paralelamente a la estructura oficial del PJ, el kirchnerismo dirige un movimiento de vanguardia de masas que a pesar de la derrota electoral, se ha vuelto a expresar en el acto en Comodoro Py. Tiene sus diversas agrupaciones y corrientes internas, no se deshilacha a pesar que tiene amplios sectores en crisis, interrogándose por las razones de la derrota electoral.
Señalemos que, además, el voto a Macri de un sector de los trabajadores fue, por así decirlo, “epidérmico”: no está claro que exprese una experiencia hecha a fondo con el kirchnerismo: las condiciones de vida no llegaron a estar suficientemente deterioradas, razón por la cual, de manera inteligente, Cristina llama a su base a “no enojarse” con los que no los votaron en segunda vuelta, “a que cada uno piense si está mejor ahora o cuatro meses atrás”…
El juego de Cristina es bastante simple: dejar hacer al nuevo gobierno, apostar a “la gobernabilidad”, “ser respetuosos de la voluntad popular”: que Macri haga el trabajo que requiere el ajuste capitalista y si las cosas no le resultan, volver: la apuesta a una oposición institucional, electoral, parlamentaria.
Hay que entender la sutileza de las cosas: dejar hacer no significa “cogobernar”; garantizar la gobernabilidad en el Congreso no significa que haya un “pacto”; las cosas son más sutiles y un acuerdo de este tipo no es necesario hoy: no hay una crisis política todavía que lo amerite.
Por ahora, Macri y Cambiemos no necesitan de un acuerdo explícito de gobernabilidad, se bastan por sí mismos; alcanza con que cada uno (PJ, kirchnerismo, burocracia sindical, Frente Renovador, etcétera) cumpla su papel dejando al gobierno en funciones gobernar.
El kirchnerismo es oposición. Pero se trata de una oposición clásica, burguesa, que por su propia naturaleza no apuesta a la movilización. No impulsa realmente la “resistencia” en el terreno: de ahí que la gran consigna de “lucha” de Cristina haya sido el llamado a una “jornada de introspección”: ¡un domingo en familia, sin comprar el diario, si prender la tele ni ver los medios, pensando cada uno consigo mismo… si está mejor ahora o con el anterior gobierno (todo con la mirada puesta, evidentemente, en el 2017 y el 2019)!
Clarificar esto es clave para no confundir las relaciones reales. El kirhnerismo es oposición pero burguesa, inconsecuente, dentro del régimen; los revolucionarios impulsamos una verdadera oposición: en las calles, extraparlamentaria (aunque utilicemos el parlamento como punto de apoyo secundario), y en una perspectiva independiente, de clase, cuyo actor principal sean los trabajadores, lo que es algo muy distinto.
Esto nos lleva a un problema más: el de la base social K, los simpatizantes K, la política hacia los mismos. Aquí hay que operar otra diferenciación que es clásica: no es lo mismo la base que su dirección. Es metodológicamente similar a la actuación del socialismo revolucionario en relación a los obreros reformistas: no hay que confundirlos con la dirección traidora.
Si bien el kirchnerismo es un movimiento populista burgués, razón por la cual no se plantea ninguna instancia de frente único con él, sí se plantea el problema de la unidad de acción para la lucha; sobre todo por la base, entre sus simpatizantes.
El terreno mismo de las luchas será el terreno privilegiado en el cual podremos disputarles esa base social, el terreno más favorable para ello. Cristina no estuvo más que 48 horas en CABA; ya ha retornado a Santa Cruz. Su única convocatoria ha sido a una “jornada de introspección” y a “llevar las demandas a los representantes parlamentarios”.
Pero los ataques de Macri son brutales, cotidianos, no se detienen ni por un instante y ya mañana los que cayeron en la ensoñación del discurso de Cristina, se volverán a encontrar con los mismos problemas que ayer: con ellos nos encontraremos en las luchas, tratando de que rompan con los K y vengan hacia la izquierda y nuestro partido.
6) HACIA GRANDES ENFRENTAMIENTOS DE CLASE
La dinámica que entraña el ataque del gobierno, el tipo de respuesta que vaya a encontrar, se puede apreciar gráficamente en la imagen del péndulo que hemos utilizado varias veces. Si el péndulo está quieto, en el centro, sus oscilaciones son mínimas; casi no se mueve, apenas muestra vibraciones: una situación de estabilidad.
Pero ocurre que si el péndulo se desplaza bruscamente para un lado, lo más factible es que cuando rebote, se desplace bruscamente hacia el otro vértice (de las relaciones sociales y políticas): esa es la mecánica de la radicalización, las bruscas oscilaciones del mismo.
Además, está el hecho que los gobiernos no actúan sobre un “cuerpo social inerte”: actúan sobre clases sociales caracterizadas por relaciones de carne y sangre, relaciones humanas.
Y es muy posible que si un gobierno descarga un ataque brutal sobre ese “cuerpo social”, sobre las clases sociales explotadas y oprimidas, haya finalmente respuesta, que la misma encuentre su cauce.
Claro que existen mediaciones: no hay base sin dirección, hay vanguardias y retaguardias, confusiones a nivel de la conciencia, telarañas mentales. Pero en algún punto del camino van a plantearse, posiblemente, respuestas acordes al ataque: acordes a la brusca oscilación del péndulo.
Es ahí cuando llega la hora de la verdad: la hora en que los gobiernos y las clases sociales se ponen a prueba, y se pone a prueba el “pulso” del gobierno.
La ofensiva del gobierno macrista es brutal. Pero cometería un grave error si creyera que tiene todo a favor, que impunemente puede hacer lo que quiera, que de todos modos tiene la “vaca atada”.
Porque semejantes ataques a clase sociales enteras en general no pasan sin grandes enfrentamientos de clase, sin que se prueben, en algún punto, las relaciones de fuerzas.
Es que, como señalábamos en diciembre pasado, las relaciones de fuerzas aún no han sido probadas: los trabajadores vienen con una serie de conquistas, con una reconstitución en sus filas, con una “gimnasia de movilización” que se va a poner a prueba.
Por ejemplo: con el protocolo para la protesta social, que todavía no ha sido aplicado realmente, no ha sido probado. Y no tenemos ninguna duda que el gobierno sólo esta esperando el momento para ir a fondo con esto; está midiendo, manejando los tiempos. Pero de lo que no puede haber dudas es que no ha renunciado a poner en práctica el protocolo, que en cualquier circunstancia que siente favorable va a ir a una contraofensiva con él.
Son todos estos elementos, pero por sobre todo la dureza inmensa del ajuste, amén del carácter reaccionario del gobierno, lo que preanuncia grandes enfrentamientos de clase, la inevitabilidad de los mismos en el horizonte: “La contradicción en todo este proceso es que las relaciones de fuerzas no han sido probadas; la reabsorción de los fervores del 2001 ha sido mayormente incruenta, y en cualquier giro del camino una falta de ‘sintonía’ en las medidas a tomar, podría reabrir una grave crisis” (“Un gobierno reaccionario que prepara duros enfrentamientos de clase”, 26-11-15).
7) EL PLANTEO DEL PARO GENERAL COMO EJE DE NUESTRA POLÍTICA
Dentro de este panorama hay que ubicar el lugar de la izquierda en general, y de nuestro partido en particular.
Un dato objetivo es cómo la izquierda ha ingresado en el debate nacional. La representación parlamentaria conquistada, el lugar conquistado en los medios, la ha colocado en un espacio menos marginal de la vida política nacional. Se puede decir que hoy es parte, de pleno derecho, de ese debate nacional: está el gobierno, están los K, está el Frente Renovador y otras fuerzas burguesas menores, y está la izquierda.
Dentro de esto, es evidente que en el último período nuestro partido se ha ganado un lugar objetivo al lado del FIT. Es decir: el FIT conquistó un lugar de relevancia pero, en cierto modo, fracasó en su pretensión monopólica de erigirse como la “única izquierda”: ¡porque la realidad es que el Nuevo MAS está apareciendo, de manera creciente, como la “otra izquierda” al lado del FIT!
Ocurre que si bien no tenemos representación parlamentaria, de todos modos nos hemos ganado, por fuera del FIT, un lugar propio que, entre otras cosas, tiene su expresión en una manera distinta de formular la política revolucionaria, de entrelazar la acción parlamentaria, la participación en los medios, con la política general partidaria.
Ocurre que las dos fuerzas del FIT, el PO y el PTS, tienen una tendencia, una inclinación, a formular toda su política, unilateralmente, desde un solo lugar: el parlamento.
Este es un grave error. Es decir: es verdad que el parlamento da un lugar objetivo de representación y que sería un error ridículo, sectario, estúpido, infantil, no aprovecharlo: no tener en cuenta ese “lugar de objetivación” para hacer política hacia amplios sectores de masas. No cuestionamos eso.
Lo que cuestionamos es que, de todas maneras, el parlamento es una parte, pero de ninguna manera el “todo” de las relaciones sociales y políticas. Y, además, como afirmaba Rosa Luxemburgo, las fuerzas sociales que mueven la historia, que mueven la realidad, están fuera del parlamento: “El parlamento funciona como una superestructura que aparece como la expresión total de la política; hace olvidar que las fuerzas reales de las clases sociales, sus palancas materiales, están fuera del parlamento y no en él: ‘La ilusión sostenida por la burguesía en su lucha por el poder (y más aún, por una burguesía en el poder) de que el parlamento es el eje central de la vida social y la fuerza decisiva de la historia mundial no es sólo algo históricamente [explicable] sino además, necesario. Es una noción que naturalmente desemboca en un espléndido ‘cretinismo parlamentario’ que no puede ver más allá [del] parloteo de algunos cientos de parlamentarios en una asamblea legislativa, hacia las gigantescas fuerzas de la historia mundial, fuerzas que están trabajando afuera, en las entrañas del desarrollo social, y que no le dan la menor importancia a su creación legal parlamentaria” (Luxemburgo citada en “Cuestiones de estrategia: reivindicaciones, partido y poder”[12]).
Por eso, la referencia para nuestra política revolucionaria, incluso la parlamentaria, debe estar, deben ser, esas fuerzas sociales; de ahí que reducir la formulación de la política de los revolucionarios sólo al parlamento, sea un grave error.
¿Cómo se expresa esto en la actual coyuntura? Simple: el FIT correctamente planteó que Macri fuera al recinto parlamentario a explicar el Panama Papers. Esto está muy bien, pero no puede ser el centro de la política: ir a los medios y plantear como salida –como lo han hecho Bregman o Del Caño- sólo que Macri se presente en el Congreso es un error. Porque la clave para pararle la mano, para frenar la brutal ofensiva del gobierno presentando una alternativa a la oposición solo parlamentaria – ¡y, atención, profundamente derrotista!- de los K, es apelar a los trabajadores: y esta apelación sólo puede hacerse hoy mediante la huelga general: el planteo de la salida a luchar en las calles.
Luego existe otro problema que tiene que ver con la fuerza orgánica de la izquierda. En este terreno estamos sufriendo bastante. Es que la burocracia y los K son una fuerza de masas, y la izquierda de vanguardia: no tiene esa capacidad de movilización.
Incluso más: en la última etapa se ha avanzado en reclutamiento para nuestros partidos. Pero es muy difícil avanzar sustancialmente en la recomposición obrera por cuenta de la dificultad de ir a un salto en la politización de la clase obrera.
Nuestro partido ha planteado este problema, agravado por el tipo de campañas que hace el FIT, que no ayudan a la politización. Porque la tarea de transformar a la izquierda en una fuerza orgánica depende de factores objetivos, pero también de las orientaciones políticas que nos demos.
De todas maneras, está en curso un salto en la ubicación de la izquierda de conjunto y del Nuevo MAS como parte de ella; esta es otra de las novedades que modifican el lugar objetivo de nuestro partido y que debemos aprovechar para avanzar en llegar con nuestra política a más amplios sectores, así como en la captación de cientos de nuevos militantes.
8) HACIA UN SALTO CONSTRUCTIVO PARA DUPLICAR EL NÚMERO DE MILITANTES
La política del partido se ha ratificado por los desarrollos de la realidad: el partido tiene una posición muy sólida. En la minuta internacional hablábamos de la importancia de las consignas democráticas para el actual período. Aquí queremos agregarle el peso de las consignas mínimas económicas: contra los despidos, por el salario, por la abolición del impuesto a las ganancias, etcétera.
Es decir: se trata de llevar adelante una combinación de consignas mínimas y democráticas que se resumen en el “parémosle la mano a Macri”, en la apelación a la “más amplia unidad de acción para derrotarlo en las calles”, la exigencia de paro general activo, etcétera.
Un elemento clave es que no ponemos condiciones ultimatistas para la acción en las calles, para la lucha. No señor: nunca en la tradición del marxismo revolucionario hemos puesto condiciones para salir a luchar junto a los trabajadores. La izquierda argentina se ha visto obligada a salir a luchar en minoría política al lado de los trabajadores peronistas, y esto por décadas.
Otra cosa, que ya hemos señalado, es que las luchas son la mejor oportunidad para que los trabajadores saquen conclusiones: para que vean quiénes, en los hechos y no meramente las palabras (Lenin), están a su lado.
Esta combinación de tareas elementales sumadas al planteo de la lucha en las calles, es el centro de la política del partido para derrotar a Macri. Y a esto se le sumarán elementos más avanzados en la medida que se radicalicen las luchas: ocupación de lugares de trabajo, puesta en práctica de iniciativas de autodefensa, aspectos que la izquierda y el partido deberán ir madurando en conjunto con la vanguardia de los trabajadores.
Lo anterior se combina con otro desafío: en las condiciones en las cuales crecen las luchas, y que nuestro partido es una organización joven aún, se trata de aprender de ellas, dar la pelea por su orientación donde sea posible, y al calor de todo esto, captar trabajadores para el partido.
No son iguales, evidentemente, las responsabilidades en un conflicto que vamos desde afuera, que donde tenemos obligaciones ya creadas. Tampoco son iguales las reglas de juego entre los estatales y docentes, que en el caso de las fábricas. Se trata de cuidados que el partido ya ha incorporado.
En todo caso, los problemas más específicos de orientación los dejamos para otro tipo de documento, pero subrayando aquí que la tarea principal en la nueva coyuntura abierta es foguear al partido en las luchas que están en curso, hacer la experiencia en ellas, aprender de las mismas, aportar a su orientación para que triunfen, para que desborden a la burocracia donde sea posible ganando para el partido a los mejores compañeros y compañeras.
Sumergiéndonos de lleno en la nueva coyuntura, la cuestión que se avizora es que vamos a un salto constructivo de nuestro partido. Desde ya que, en última instancia, esto dependerá de la evolución de la lucha de clases.
Pero como se señalaba en el último Comité Central, de ninguna manera es esperable un desenlace rápido de los acontecimientos: la previsión es que se vaya a duros enfrentamientos en las condiciones donde existe una enorme avidez política, interés por los asuntos, politización en los debates acerca del balance de los K, el carácter del gobierno macrista, etcétera.
Vamos entonces a este VII Congreso Nacional de nuestro partido, a discutir y tomar las medidas necesarias para ser protagonistas de las luchas que se avecinan, y concretar el salto a partido nacional de vanguardia para el cual hemos venido acumulando condiciones cualitativas en el último período.
[1] Recomendamos a la militancia repasar nuestro anterior documento nacional: “Un gobierno reaccionario que prepara duros enfrentamientos de clase”, publicado a finales de noviembre del año pasado.
[2] Todo el mundo puede verificar lo que afirmamos aquí yendo a las páginas de Prensa Obrera, el discurso del Altamira en el picnic de su organización, u otro tipo de referencias críticas a nuestro partido durante aquellos meses.
[3] Ejemplo de esta elaboración marxista son los estudios clásicos sobre el bonapartismo, los gobiernos burgueses normales de la democracia burguesa, los populismos “tercermundistas”, los gobiernos de frente popular, los totalitarios; es decir: toda la gama de gobiernos capitalistas posibles que expresan muy diferentes relaciones de fuerzas entre las clases y con el imperialismo.
[4] Ver el caso de la crisis terminal del gobierno de Dilma Rousseff, gobierno llevado a una crisis completa al perder sus bases de sustentación aplicando un durísimo ajuste neoliberal, ajuste para el cual es mucho más coherente un Milton Temer o cualquier otro político burgués normal, cuyas bases sociales de apoyo están en las clases medias caceroleras y no entre los trabajadores.
[5] Señalemos que por coyuntura política entendemos un corto periodo de tiempo en el cual los elementos que componen la situación más de conjunto se ordenan de una manera determinada: puede ser una crisis económica, una crisis política, un salto en las luchas, la derrota de una huelga muy importante o lo que sea: un factor determinado que da el tono a los acontecimientos y que “baña” a todos los demás dando lugar a una coyuntura determinada. Para la ampliación de este concepto ver Ciencia y arte de la política revolucionaria.
[6] El concepto de “radicalización acumulativa” hace referencia a cómo un desarrollo lleva a otro, a cómo las respuestas a cada uno de ellos se van profundizando, radicalizándose sin fin.
[7] Es conocido que el Primer Ministro de Islandia se vio obligado a renunciar por su involucramiento en cuentas off shore, así como la crisis política que atraviesa Cameron, Primer Ministro de Inglaterra, por las mismas razones.
[8] Está claro que la voz del 2001: “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo” era mucho más activa y política que el “son todos corruptos”. Sin embargo, en la actual coyuntura esta apreciación no parece tener una connotación anti política, sino que podría transformarse en un factor dinámico que habrá que ver para dónde se desarrolla.
[9] Sobre las consecuencias de este “desfasaje” alertó semanas atrás Elisa Carrió, una gorila reaccionaria con pelos que posee, sin embargo, enorme sensibilidad (es una suerte de “sensor”) para los desarrollos de la sociedad.
[10] Es importante señalar que el aumento del desempleo es, en realidad, una medida buscada por el propio gobierno en su lógica de “racionalización económica”. Recordemos con Marx la categoría de “ejército industrial de reserva” y su funcionalidad para mantener a la baja el valor de la fuerza del trabajo (el salario), así como desalentar la salida a la lucha de los que tienen empleo.
[11] No debemos olvidarnos que está también la franja minoritaria pero real de las clases medias “progresistas”, que son tanto simpatizantes de los K como de la izquierda.
[12] Se trata este de un texto que creemos de actualidad y que recomendamos a la militancia de nuestro partido estudiar.
Por José Luis Rojo, Documento Nacional hacia el VII Congreso del Nuevo MAS, 14/4/16