La jornada del 29 debe ser un paro general activo
“Los últimos registros semanales ubican a la inflación de cuatro semanas en 6.7% (…) La inflación interanual continua con su tendencia creciente y se acelera (…) Habiendo cerrado febrero con una media interanual del 31.5% y marzo con el 33.6%, nuestro último registro a un año corrido muestra un aumento acumulado del 40.2%” (Consultora Elypsis, La Nación, 19/04/16)
Al cierre de esta edición el gobierno se muestra exultante. Salió a buscar 15.000 millones de dólares en los mercados de deuda y se encontró con… 67.000. Terminado el default, la Argentina se muestra “elegible” para colocar nueva deuda. Un pingüe negocio para los capitales financieros internacionales, entre otras razones por las altas tasas que está dispuesto a pagar el gobierno. Un 7.5% anual sobre los 16.500 millones de dólares tomados.
Mientras las tasas en el norte del mundo apenas alcanzan el 2%, y en la región promedian el 4 o 5%, la Argentina tomó deuda a un interés casi usurario (para los actuales estándares internacionales): se comprometió a devolver el doble del capital prestado en diez años.
Si los de arriba están felices por los “logros” del gobierno, por abajo crece el descontento: la brutal escalada de los precios, las tarifas, el boleto, los despidos y las paritarias a la baja están produciendo un enojo creciente entre los trabajadores.
De ahí que para darle un cauce a este malhumor social, para intentar administrarlo sin que se desborde, las centrales sindicales han convocado a una jornada de lucha el 29 de abril, jornada que desde la izquierda y el activismo independiente debemos batallar para que se transforme en un paro general.
El verso del “plan social”
Macri está llevando adelante un ajuste económico brutal: despidos, reducción de salarios, desgravación impositiva a los capitalistas de la ciudad y el campo, aumentos de servicios y tarifas. Medidas que significan una fenomenal transferencia de recursos desde los trabajadores hacia los capitalistas.
Una de las excusas preferidas es que así se permitiría la llegada de nuevas inversiones. Pero este aserto tiene un grave problema: la histórica ubicación subordinada de la Argentina en lo que hace a la división internacional del trabajo.
Por un lado, relacionado con que sus ramas competitivas han sido siempre el agro y la agro industria; es decir, sectores generadores de bajo valor agregado, con poca capacidad de multiplicación productiva. Por el otro, la histórica falta de “vocación inversora” del empresariado: su limitación estructural ha sido siempre la búsqueda de ganancias aseguradas limitando todo riesgo, evitando toda apuesta estratégica al desarrollo del país.
Cuestiones estructurales que no hay razones para que vayan a modificarse, menos que menos con un gobierno empresarial como el de Macri, ¡que da el ejemplo teniendo en su haber no una sino varias cuentas off shore fuera del país!
Si las inversiones se harán seguramente esperar, el carácter brutal del ajuste está encendiendo alarmas. A modo preventivo, preocupada por la estabilidad, la Iglesia ya ha salido a colocar alertas. Es una burocracia experimentada, con bastos vasos comunicantes en la sociedad, lo que le permite darse cuenta rápidamente cuando las cosas se deterioran.
Es que la avería de la situación social ha avanzado a pasos agigantados: la inflación de abril alcanzaría el 7%, ¡lo que anualizado daría un 40% para el 2016! Una cifra casi insostenible.
También en Cambiemos se encendieron alertas. Por ejemplo, alrededor de los conatos de malhumor sufridos por Macri, Vidal y Micheti. De seguir así las cosas, los principales representantes de un gobierno que acaba de asumir, no podrán salir a saludar a los vecinos por miedo a ser abucheados…
De ahí el “plan social” lanzado por el oficialismo, que de todos modos no es más que una burla. Sus principales medidas son la extensión de la asignación por hijo… a los monotributistas, la desgravación del 15% del IVA a la canasta básica para los que reciben dicha asignación (¡pero con un miserable tope de 300$ de devolución al mes!), agregándole a esto el aumento de la asignación por despido a 3000 pesos.
¿La lógica de estas medidas? No tocar nada de lo que hace estructuralmente a la explotación del trabajo; no eliminar el impuesto a las ganancias a la cuarta categoría (cualquier medida al respecto seria aplicada recién en el 2017), no evitando tampoco los despidos como tales (sólo aumentar la cobertura de los que queden en la calle).
Es que cada medida que toma Macri abona las cosas para el mismo lugar: garantizar las condiciones de explotación del trabajo a los capitalistas.
Por ejemplo, y aunque parezca un “tecnicismo”, el gobierno ha decidido que como parte de su “plan social” se aumente el seguro de desempleo de los magros 400$ que está hoy a una cifra en torno a 3000. ¿Cuál es la maniobra? Simple: aumentar el subsidio al desempleo en vez de sostener los REPRO, que apuntaban a evitar despidos haciéndose cargo el Estado de parte del salario del personal.
No se considera la prohibición de despidos por un año. Menos que menos la doble o triple indemnización. Tampoco retrotraer los que ya han ocurrido en los ámbitos públicos y privados. ¿Cómo el gobierno permitiría esto si parte fundamental de su ajuste es aumentar la tasa de desempleo, el “ejército industrial de reserva”, de manera tal de moderar los reclamos de los ocupados, de manera tal de aplanar la conflictividad social, la capacidad de lucha de los trabajadores?
La lógica del gobierno es infernal y pasa por lo señalado: debilitar estructuralmente a la clase trabajadora de manera tal de imponer una tasa incrementada de explotación.
El juego de la polarización
En este contexto hay que colocar la renovada polarización entre el gobierno y los k. Se trata de un juego que le conviene a ambos; apunta a colocar una “malla de seguridad” para el régimen político.
Macri y los k son como dos caras de una misma moneda: polarizando entre ellos cierran la puerta a otros actores, sobre todo a la izquierda. Al macrismo le conviene polarizar para asegurar su base social gorila; a los k les conviene también para colocarse como cabeza de la oposición y evitar filtraciones de su base social.
Pero, además, hay que entender el juego que juegan: que más allá de toda esta historia de acusaciones cruzadas, de la judicialización, buscan que cada uno cumpla su papel en la gobernabilidad.
El gobierno, gobierna, aplica su plan. Cristina y los k se postulan como alternativa electoral. El sistema, contento. Se hace el ajuste. Y si las cosas se desmadran, vuelve el peronismo (en alguna de sus variantes) para encauzar las cosas.
Está claro que la tarea de la izquierda es romper esta polarización. Pero esto no se logrará esencialmente con la actuación parlamentaria; el terreno privilegiado es la lucha de clases, para el cual el parlamento es un importante punto de apoyo, pero siempre secundario.
Una lucha que, por lo demás, reclama la más amplia unidad de acción en las calles. Terreno donde el kirchnerismo no quiere saber nada. Es falso que los k llamen a la “resistencia”: llaman a una “jornada de reflexión”, a armar una “coalición ciudadana” policlasista para presentarse en el 2017 (el propio Scioli acaba de repetir en el mismo sentido, que para enfrentar a este gobierno “con el peronismo solo no alcanza”).
Pero el problema es que el hambre, la miseria, la explotación, las necesidades populares no pueden esperar dos o cuatro años: requieren respuestas aquí y ahora. Y esas respuestas solo se pueden encontrar, solo se pueden satisfacer, en las luchas, enfrentando y derrotando al gobierno reaccionario y su ajuste.
De ahí el papel de la izquierda, que debe valerse de los medios, que debe valerse de la acción parlamentaria, pero como puntos de apoyo secundarios para lo que es el terreno principal, privilegiado de su acción: la lucha en las calles para derrotar al gobierno reaccionario de Macri abriendo una salida independiente, obrera y popular.
La jornada del 29 y las responsabilidades de la izquierda
Es sobre este trasfondo social que se prepara la jornada del 29. Los dirigentes sindicales han dicho que será “multitudinaria”. Sin embargo, no han dado hasta ahora mayores detalles. Luego de la reunión con Macri a finales de la semana pasada, se llamaron a silencio. Sólo dejaron trascender que lo vieron demasiado “confiado”, como no entendiendo que la situación social se está deteriorando.
De todos modos, como buenos garantes de la gobernabilidad que son, no hicieron mayores declaraciones. No quieren echar leña al fuego. Por esto mismo, y como para bajar los decibeles, volvieron a cambiar la convocatoria. Si inicialmente el acto se había planteado en el Monumento al Trabajo, frente a la Facultad de Ingeniería y luego se habló de llevarla a la Plaza Congreso, finalmente parece confirmado que se hará en el lugar inicial, de mucho menor volumen político.
La burocracia sindical quiere caminar con pies de plomo. Saben que si convocarán a un paro general, no volaría una mosca: contaría con un altísimo acatamiento. Por eso prefieren el perfil bajo, mantener el carácter de una “jornada de movilización”, esto de manera tal de tener todo controlado: que la dinámica de las cosas no se les vaya de las manos.
Es en este contexto donde se deben colocar las responsabilidades de la izquierda. La tarea más importante es poner en pie una enorme columna antiburocrática el 29 que exija un paro general, y que se muestre como alternativa clasista a la dirección tradicional.
No parece ser este el eje del FIT. Su papel viene siendo vergonzoso: hundió el Encuentro de Racing justo cuando crecen las luchas y más que nunca es necesario un polo de referencia clasista. Al mismo tiempo, se han dedicado a dividir a la izquierda en los gremios, como es el caso de los gráficos y ahora en el neumático.
Para colmo, para el 1º de mayo parecen aprestarse a convocar a un acto cerrado del FIT: sectario, oportunista, marginal, electoral, en vez de un acto unificado como seria necesario, al tiempo que dar la batalla también unificada que está planteada para exigirle e imponerle a las centrales sindicales el 29 un paro general.
Porque lo que se puede apreciar en el PO y el PTS (que por lo demás se pelean como gato y perro en todo), es una deriva electoralista: una cooperativa electoral que se transforma en un fin en sí mismo, en vez de ser una herramienta útil para la lucha de clases.
Nuestro llamado unitario
De toda maneras, todavía hay tiempo: llamamos a los compañeros del FIT a que recapaciten: que pongamos en pie una gran columna unitaria clasista el 29 y vayamos a un acto conjunto en la Plaza de Mayo el 1; además, a que depongamos el electoralismo criminal y volvamos a poner manos a la obra para llevar a cabo el gran encuentro nacional de trabajadores que el salto en las luchas contra Macri reclama.
De no lograrse esto, nuestro partido que está a estas horas se encamina a realizar un gran VII Congreso Nacional, se jugará con todo a armar una columna clasista el 29, al tiempo que aprovecharemos la presencia masiva de la militancia para realizar esa jornada nuestro acto del 1º, esto al tiempo que redoblamos esfuerzos en los días que restan de elecciones en el apoyo a nuestros compañeros de la lista Marrón del neumático.
Editorial SoB N° 376, 21/4/16