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15 de octubre: jornada mundial de los indignados
Comentario de la semana
Socialismo o Barbarie,
edición en la web, 18/10/11
El sábado 15 de octubre, en numerosos ciudades del mundo, se hicieron marchas, ocupaciones, sentadas, y otras actividades de protesta. El número de participantes fue extremadamente desigual en las distintas ciudades y países. Las movilizaciones más importantes se desarrollaron en el Estado español (cuna del movimiento), Estados Unidos e Italia.
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La insólita “protesta global” del 15–O significa la extensión internacional del “15–M”, el movimiento nacido el 15 de mayo en Madrid, cuando los jóvenes que habían participado en una manifestación, iniciaron la ocupación de la Puerta del Sol, una protesta que se prolongó varias semanas. Días después, en las principales ciudades del Estado español, otros seguían su ejemplo. Plazas y calles de decenas de localidades se llenaron de “indignados”. Ahora, la cosa ha ido mucho más allá de las fronteras españolas. Se hicieron protestas en sitios tan distantes de Madrid como Nueva York, Hong Kong o Santiago de Chile.
Las lógicas desigualdades de las distintas movilizaciones no deben confundirnos sobre la extraordinaria importancia de lo que está ocurriendo, y que se refleja en el fenómeno de los “indignados”. En ese marco, hay un hecho que, de persistir y profundizarse, implicaría por sí mismo un cambio de consecuencias mundiales: ¡se está acabando la “paz social” en Estados Unidos! ¡Al fin, después de décadas de derrotas y silencio, asoma un movimiento de masas en ese país clave del capitalismo mundial!
La segunda fase de la crisis mundial no viene sola
La primera fase de la crisis que salió a la luz con la caída de Lehman Brothers en el 2008, estuvo marcada por hechos puramente “económicos”… y por las acciones de los gobiernos frente a ellos: la bancarrota financiera iniciada en Wall Street y expandida a todo el mundo, y la intervención desesperada de los bomberos de Washington y la Unión Europea, que creyeron apagar el incendio echando al fuego billones de dólares y euros… a costa de las finanzas de los estados y los bolsillos de los contribuyentes.
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En ese momento, en la mayoría de los países, los trabajadores y los jóvenes, a los que hoy se les hace pagar la cuenta de gastos de esa monstruosidad, se limitaron a contemplar lo que pasaba, sin llegar a comprender lo que estaba en juego. Fueron los convidados de piedra, mientras su futuro estaba siendo inmolado en los altares de Wall Street y la banca europea.
Pero en la presente fase, esto ha cambiado por completo. Ya no sólo hay crisis económico–financiera (en muchos aspectos, más grave que en la coyuntura del 2008). ¡Ahora hay también protestas y rebeliones! El 2011 va a ser recordado como el año en que se produjo este cambio fundamental.
Se inició en enero con la gran rebelión de las masas árabes. Toda una región de capital importancia mundial se puso en movimiento, iniciando un proceso de luchas y transformaciones políticas que aún está lejos de haber finalizado.
Madrid: de regreso a Puerta de Sol
Pero, evidentemente, no sólo en el mundo árabe la “atmósfera” estaba cargada de electricidad. En estos meses hemos visto sucederse luchas y protestas en los más variados países y regiones: huelgas obreras en China, movilizaciones estudiantiles en Chile y ahora en Colombia, estallidos sociales como el de Inglaterra, la “rebelión permanente” de los trabajadores y el pueblo griego, los movimientos de indignados en el Estado español y otros de Europa, protestas masivas en la India, y por último, el despertar de Estados Unidos.
Juventud condenada por el capitalismo
En este cuadro, el movimiento obrero ha desarrollado, con variados resultados, triunfos y derrotas, algunas luchas destacadas, como los grandes conflictos por salario en China, la reciente ola de huelgas en Egipto, la infinidad de paros y movilizaciones en Grecia y el movimiento de Francia en octubre del año pasado, que amenazó repetir el Mayo del 68.
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La clase trabajadora sigue siendo la fuerza social estructuralmente decisiva, el “sujeto estratégico” de la lucha de clases. Pero ponerse en movimiento no es sencillo, entre otros motivos porque el capitalismo ha corrompido las organizaciones sindicales, que nacieron como organismos para la lucha de clases, transformándolas en aparatos burocráticos, apéndices del estado y los patrones. Para los movimientos obreros de todos los países, salir a luchar también exige simultáneamente enfrentar y desbordar esa jaula burocrática.
En esa situación, como “onda” más general, han sido principalmente las masas juveniles, que no sufren esos controles burocráticos, las que han iniciado y llevado adelante los grandes movimientos, desde las rebeliones árabes hasta las movilizaciones de los “indignados”, primero en Europa y ahora en EEUU.
Es que el capitalismo está condenando a toda una generación a no lograr empleo o a tener trabajos precarios por salarios miserables. La perspectiva de vida para gran parte de los jóvenes es el desempleo crónico o los trabajos–basura. ¡Esto es así, aunque vivan en el “Primer Mundo” y tengan títulos universitarios!
No es casual, entonces, que el estallido de los “indignados” se haya producido en el Estado español, el país con mayor desempleo de Europa. ¡Tienen de qué indignarse! Tampoco es casual que EEUU, finalmente, comience a salir de su largo letargo de luchas sociales, a través de movimientos de protesta similares. El desempleo juvenil estadounidense (o el empleo precario) no es menos escandaloso que el del estado español: la única diferencia es que en Washington falsifican las cifras “oficiales” de desempleo con más descaro aún que en Madrid.
De las rebeliones a las revoluciones
Como advertía Trotsky, las masas no inician las grandes luchas y revoluciones con un plan acabado para construir una nueva sociedad. Estallan porque la vieja sociedad se vuelve cada vez más insoportable. En EEUU y Europa, amplios sectores de la clase trabajadora y de la pequeña burguesía, en primer lugar, de la joven generación, están ante la perspectiva del descenso a los infiernos. La percepción de esa realidad es el motor que impulsa este inmenso estallido de indignación social.
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La condena al desempleo y la miseria para cientos de millones es tanto más exasperante, cuando el otro extremo de la sociedad –el 1%, como se lo llama en EEUU– concentra en su manos cada vez más riqueza. El lujo y el derroche se exhiben provocativamente en las narices de las masas de jóvenes que jamás tendrán un empleo digno y estable.
Esta crisis social golpea sobre la conciencia de millones, impulsando cambios progresivos que hasta hace poco parecían difíciles y lejanos. Eso lo expresa bien una de las pancartas de la manifestación del 15 en Times Square, Nueva York: «Wall Street ha matado al sueño (norte)americano». Se desinfla el American dream, elmito fundacional de EEUU, de que bajo el capitalismo yanqui se puede vivir cada vez mejor si uno trabaja duro.
Sin embargo, esto no implica que las cosas estén perfectamente claras en la conciencia de los millones de indignados, tanto de EEUU como del resto del mundo. En este colosal movimiento, se mezclan en la cabeza de la gente los más diversos elementos falsos y verdaderos, las ilusiones y las realidades.
Los correctos sentimientos anticapitalistas se combinan en la mayoría con la idea de que existe un capitalismo “malvado” y “codicioso” (bancos, finanzas, especulación, Wall Street, etc.) y otro bueno y “creativo” (emprendedor, “productivo”, que genera empleos, etc.).
De la misma manera, la justificada desconfianza en los viejos políticos y sus partidos se presenta junto con las ilusiones de lograr una “verdadera democracia”, una “democracia real”, pero sin destruir revolucionariamente los actuales Estados, sino mediante reformas más o menos profundas. El desprestigio y rechazo a la “clase política” en general se combina con las esperanzas de “mejorar” o “sanear” las instituciones existentes.
Hay una pérdida de la legitimidad de las instituciones de los regímenes “democráticos” y sobre todo de su personal político, desde Obama hasta Zapatero o Berlusconi, lo que es muy bueno. Se hace patente, además, la crisis de dirección política de la burguesía.
Pero, en general, la dominación global de la democracia burguesa no ha sido cuestionada aún. O, para ser más precisos, aún estamos en el prólogo o el umbral de ese cuestionamiento. Todavía, en los países del Norte, el péndulo político sigue oscilando en la reducida alternancia de centroizquierda / centroderecha. En América Latina sucede lo mismo, aunque con expresiones más a la “izquierda”, frentepopulistas o nacionalistas burguesas. Y en regiones donde las rebeliones han derribado dictaduras, como en Egipto, la coyuntura inmediata va hacia las elecciones (que de todos modos, en estos casos, son una conquista).
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Pero, de profundizarse la crisis, podría traspasarse ese umbral, comenzar a desbordar a la democracia burguesa: ese sería un elemento históricamente nuevo que apuntaría hacia una verdadera radicalización de los procesos, algo que hasta el momento no se ha dado en toda su magnitud.
Ahí es donde empezarían realmente las grandes cosas. Mientras no se desborde a la democracia burguesa, estamos en el terreno preparatorio, donde no se ven los extremos, se ven rebeliones, pero no todavíarevoluciones.
Para seguir avanzando
En esta situación, a los socialistas revolucionarios se nos está abriendo una oportunidad histórica. Al mismo tiempo, nos exige intervenir en estos movimientos para dar una lucha política que los lleve adelante, avanzando en sus aciertos y superando sus confusiones.
En esa compleja tarea, hay dos elementos fundamentales que definen esa lucha política:
• La necesidad de dirigirse hacia la clase obrera y trabajadora, rompiendo el cerco que generalmente constituyen las burocracias sindicales. ¡Ir hacia la clase trabajadora, ayudar a ponerla en acción, unirse con sus activistas independientes de los aparatos burocráticos, es la primera premisa para que estos movimientos no se desvanezcan en el aire, y para dar una lucha que golpee en el centro vital, estructural, del capitalismo!
En ese sentido, las movilizaciones en EEUU de trabajadores organizados sindicalmente junto con los movimientos “Occupy”, son un ejemplo muy positivo. También, los casos de apoyo a conflictos obreros que se han registrado allí.
Asimismo, en el Estado español, el debate sobre la posibilidad de que el movimiento 15–M impulse un paro general juntamente con sectores del sindicalismo resistente, que desborde a los aparatos burocráticos UGT–CCO, indica una sana preocupación (más allá de que existan condiciones inmediatas para lograr así una huelga general).
• En segundo lugar, es imprescindible la pelea por la independencia política de los movimientos, lo que incluye la necesidad de una expresión política propia, absolutamente independiente del estado y los partidos del sistema.
En esto hay que combatir dos errores “opuestos” pero que en verdad son gemelos. Uno, es confiar en los partidos “de izquierda” del régimen, o por lo menos apoyarlos como “mal menor”. En EEUU, ir tras los sectores “progresistas” del Partido Demócrata, o en Francia, tener esperanzas en el Partido Socialista o el Front de Gauche; o en el Estado español, apoyar de cualquier modo al PSOE o IU. Pero el otro error no menos grave es el rechazo a cualquier acción y organización política.
Se trata de algo motivado por la justa indignación con los políticos del régimen. Pero la resultante de “abstenerse” en ese terreno es dejarles el campo libre para que hagan su juego.
Por ejemplo ahora, en EEUU, ¿qué van a hacer los miles y miles de jóvenes y trabajadores que vienen haciendo ocupaciones y manifestando, frente a las elecciones del año próximo? ¿Votar otra vez a Obama como “mal menor” frente al Tea Party y los republicanos? ¿Dar la espalda a ese problema? ¿O luchar por romper el maldito bipartidismo y la subordinación histórica del movimiento obrero y los movimientos populares al Partido Demócrata, impulsando una alternativa política independiente?
En ese sentido, cabe recordar lo que dijimos en una Declaración de Socialismo o Barbarie, al iniciarse el movimiento de indignados en Madrid. Estas conclusiones que sacábamos en relación al Estado español, hoy también son aplicables en los países donde el movimiento ha tomado amplias dimensiones, que está abarcando por lo menos una numerosa vanguardia de masas:
“¡Sí; la lucha es política!
“Finalmente, hay que acabar con un malentendido de nefastas consecuencias. Hay una justa indignación y rechazo entre los jóvenes y los trabajadores con los partidos y los políticos del régimen: PSOE, PP, IU, etc. Como para muchos son los únicos que han conocido, eso lleva a un rechazo global a cualquier acción y organización política.
“Pero ir hacia la clase trabajadora y luchar coordinadamente por un programa de reinvindicaciones obreras, juveniles y populares, es una lucha política. Y de la misma manera que no se puede ir a la guerra sin un ejército organizado, no se puede dar esa pelea política sin una herramienta o instrumento político, movimiento o partido.
“Es que, en última instancia, la lucha de la juventud y los trabajadores del Estado español podrá ganar tal o cual demanda, pero nada cambiará en el fondo si siguen mandando los de siempre. El punto crucial –insistimos– es si seguirán mandando el Banco Santander, Telefónica, Repsol, BBVA e Iberdrola a través de sus agentes políticos, el rey, el PSOE, el PP & Cía., o si mandarán los trabajadores y los jóvenes que comienzan a expresarse en este movimiento.
“En perspectiva, esta alternativa de hierro implica una lucha por el poder, que no puede tomarse ni ejercerse sin amplios organismos democráticos de las masas –como los que se esbozan en el Mayo Español– pero también sin instrumentos y herramientas políticas; es decir, partidos!! Sólo así la clase trabajadora, los jóvenes y los sectores populares, con el poder en sus manos, podrán satisfacer plenamente sus demandas. Como dijo una vez un gran revolucionario: «¡Fuera del poder, todo es ilusión!»”