El 15–O en el Estado español
Miles de manifestantes marchan en Barcelona,
Sevilla, San Sebastián y otras ciudades
Por Gloria Rodríguez–Pina y Raquel Seco (*)
El País, 15/10/11
El Movimiento 15–M ha regresado a lo grande al lugar que le vio nacer hace cinco meses: la puerta del Sol. Miles de personas han llegado al grito, ya clásico, de «Que no, que no, que no nos representan» a la plaza donde se ubica el kilómetro cero. Los indignados, que ocuparon muchas calles aledañas, protagonizaron varias asambleas hasta bien entrada la madrugada.
Madrid, Puerta del Sol
La protesta del 15–O, para exigir un nuevo sistema político y económico, se ha dejado sentir en decenas de plazas españolas. En Madrid (46.000 personas había en Sol cuando daban las ocho y media), en Barcelona (60.000, según los Mossos), en Sevilla (45.000 personas, según los manifestantes) y en San Sebastián, entre otras muchas ciudades.
Mientras, los indignados extranjeros han hecho que políticos y banqueros sientan su aliento con sus protestas a las puertas de sedes gubernamentales, y la Bolsa o bancos en varios rincones del planeta. «Somos el 99% frente al 1%» es uno de los gritos de esta protesta que se puede ver en una pancarta de Nueva York o en boca de una manifestante madrileña. Son muchas horas de movilizaciones recogidas en imágenes de profesionales y aficionados.
A la madrugada en la Puerta del Sol le faltó, como a la última asamblea, la sensación de unidad y el entusiasmo que tenían las reuniones posteriores al 15–M. La asamblea general acabó pasada la una de la madrugada sin ningún tipo de ceremonia. La reunión estuvo plagada de interrupciones, disputas por el turno de palabra y amagos de abandonar la plaza para dirigirse, sucesivamente, a la torre de comunicaciones de Torrespaña (el pirulí), al Banco de España, al Congreso y a la Universidad Complutense.
“Se nos está acabando la gasolina”, advirtió la moderadora que, a los pocos minutos, se hartó de las interrupciones y abandonó el puesto (“Nunca me había pasado esto”, se quejó). La asamblea continuó un rato más, hasta que se terminó el combustible y, con él, la electricidad para los micrófonos. Se pasó a los megáfonos y a las charlas en grupos pequeños, pero pronto se dispersaron.
La única iniciativa que triunfó fue la de acercarse a la cadena SER, en la Gran Vía de la capital, donde dos centenares de personas enviaron a un emisario para grabar un comunicado que esperan sea retransmitido. Y, ya pasadas las tres de la mañana, unos 300 indignados se acercaron al Hotel Madrid, en la calle Carretas, una de las que dan a Sol. Otro cisma: «No somos okupas», protestaban dos tercios de los manifestantes, mientras los demás reventaban la puerta del edificio, que está fuera de uso. Al final, acercamiento de los bomberos, que solo llegaron a la puerta y asamblea de los últimos resistentes sentados en la calle para evitar un desalojo.
A las cinco de la tarde nada hacía presagiar en Madrid, salvo una valla alrededor de la fuente la diosa Cibeles, que en menos de una hora la plaza rebosaría con miles de indignados. «Lo que estamos intentando es que se escuche al pueblo, que dio sus votos y su confianza a unas personas que en lugar de cuidar los intereses del pueblo, cuidan los suyos”, explicaba Pilar Jalón, agente de viajes de 57 años, que acudió con sus hijos.
Santiago Fariñas, de 56 años, y Almudena Plaza, de 48, esperaban impacientes en la confluencia entre la calle de Alcalá y la Puerta del Sol. Móvil en mano intentaban localizar a su hijo de 24, que acampó en Sol y que volvía a manifestarse desde Cibeles. Esperaban en el punto de llegada: se consideran demasiado mayores para ir de manifestación. No obstante hablan orgullosos de él, que “se apunta a un bombardeo”, dice el padre, desempleado desde hace cuatro años. Pasadas las siete y cuarto, el principal acceso a Sol se colapsó. La plaza empezó a rebosar indignados y estalló en una ola de aplausos.
La manifestación de Barcelona ha sido la segunda gran marcha que pone a prueba la musculatura del movimiento en la capital catalana, después de que movilizasen a más de 100.000 personas en junio, una semana después del cerco al Parlamento autónomo. Desde que el movimiento del 15 de mayo cuajase en la capital catalana, las movilizaciones en la ciudad son habituales, como la acción de ocupar de la Bolsa.
Impresionante multitud en Barcelona
La multitudinaria marcha en Sevilla ha reunido a más de 45.000 personas, según los organizadores. La policía local no ha querido ofrecer una cifra concreta, solo ha dicho que han asistido miles de manifestantes. Bajo el lema Toma la calle. Rompe su bolsa. Gobierna tu vida, miles de personas han copado por completo la céntrica avenida de la Constitución sevillana en una marcha sin incidentes y de ambiente festivo y reivindicativo. “Solo con el fraude fiscal de los que más tienen se suprimirían los recortes sociales”, protestaba Elio Fernández. A su lado, un bebé tenía colgado del cuello un lema más tajante: “He nacido para ver morir el sistema”.
En Valencia, la protesta ha reunido a unas 35.000 personas. Cuando la cabeza de la protesta, con pancartas de colectivos como Democracia Real Ya, Movimiento 15–M o Pobreza Zero, llegaba al punto final de la misma, en la plaza del Ayuntamiento, donde arrancaron las concentraciones de indignados del 15–M, la cola de la marcha salía de la misma plaza, por la calle de las Barcas, con más de dos kilómetros de recorrido aún por delante. En Alicante, los indignados sumaron alrededor de 15.000 personas. En Elche, los convocantes congregaron a unas 2.000 personas y en Castellón se concentraron 1.300, según la policía.
Miles de personas –cerca de 20.000, según los organizadores– algo más de 3.000, según agentes que vigilan la marcha– han desfilado por Vigo, la ciudad que ha reunido al mayor número de manifestantes. Han marchado desde la Plaza de España hasta la Puerta del Sol, un trayecto que ha durado dos horas y durante el que no se han registrado incidentes. Al grito de “chorizos”, algunos participantes han portado pancartas contra los exdirectivos de Novacaixagalicia que se embolsaron indemnizaciones multimillonarias. En A Coruña, Santiago y Pontevedra las concentraciones fueron multitudinarias.
Varios miles de indignados han salido a las calles de las tres capitales vascas para pedir un cambio global. «Hay que cambiar las reglas del juego», señalaba en San Sebastián Javier, de 40 años y gerente de una empresa. Estíbaliz, una joven vizcaína de 25 años, licenciada en Publicidad, explicaba resignada en la plaza Moyua de Bilbao: «nunca he trabajado de lo mío». Su sueldo más alto hasta el momento ha sido de 635 euros. «Mi aita dice que el mundo está estropeado», explicaba con soltura Aroa, una niña de 5 años, cuando se le preguntaba por qué estaba allí. Junto a los testimonios, las pancartas han echado el resto: lemas como «No hay pan para tanto chorizo», «¿Nos van a dar órdenes nuestros empleados? ¡ERE a los políticos!», «Se ofrece esclavo titulado», «Tu botin, mi crisis», «Occupy Wall Street, not Palestine» han salpicado las principales calles de Euskadi.
Una convocatoria planetaria
Esta es una movilización planetaria de centenares de miles de personas que trabajan en red, están permanentemente coordinadas entre sí y han salido ya o saldrán a la calle bajo el lema Unidos por un cambio global para dejar patente a los afectados y al resto del mundo su monumental cabreo por la codicia de las élites financieras y sus respectivos políticos.
Los centenares de manifestantes que caminan hacia el centro de Madrid siguen por Internet, desde sus teléfonos móviles, minuto a minuto cómo evoluciona la movilización internacional en Roma o en Australia horas antes. Los que han salido de Leganés, integrantes de asambleas de las ciudades del sur de la Comunidad de Madrid, están también muy pendientes de cómo evolucionan las cinco columnas restantes de la capital. Sus integrantes se coordinan por teléfono.
La convocatoria de este 15–O, que pretende ser «pacífica, sin logos y banderas» (aunque en Roma ha habido incidentes graves), nació en España de la mano del Movimiento 15–M pero para el movimiento español es sobre todo una ocasión de revitalizarse y de dar un nuevo impulso a las asambleas de los barrios que caracteriza a este movimiento horizontal.
“No nos sentimos la madre [de la movilización], somos parte de ese río. No podemos, ni queremos, liderarlo ni dirigirlo”, explicaba el jueves una representante de los indignados españoles (una masa en la que conviven particulares y activistas) en la presentación de esta manifestación planetaria.
“Unidos en una sola voz haremos saber a los políticos y a las élites financieras, a las que sirven, que ahora somos nosotros, la gente, quienes decidiremos nuestro futuro”, afirma el manifiesto conjunto.
* Esta información ha sido elaborado con información de Miguel Pérez, Joseba Elola, Rebeca Carranco, Camilo S. Baquero, Javier Martín–Arroyo, Víctor Honorato, Federico Simón, Isabel Landa y Ania Elorza.