Compartir el post "Argentina: Ninguna confianza en la burocracia sindical, el paro hay que imponerlo desde abajo"
Ante el inminente veto de Macri
Al momento de escribir esta editorial, el Congreso de la Nación está aprobando la ley antidespidos, la cual se espera que sea rechazada mediante el veto de Macri. Esta situación está abriendo un nuevo capítulo de esta larga coyuntura que mantiene al gobierno nacional al borde de una crisis política que no termina de consumarse.
Además hay que tener en cuenta que en paralelo a esta situación, se está dando otro proceso de enorme importancia que eventualmente puede abrir nuevas crisis en el escenario político nacional: el movimiento estudiantil está protagonizando, junto con los docentes universitarios, una verdadera rebelión educativa que está en puro ascenso.
El jueves 12 se desarrolló una inmensa movilización de más de 80.000 estudiante y docentes con centro en la Ciudad de Buenos Aires y culminó en la Plaza de Mayo. La masividad de esta macha no pudo ser soslayada ni siquiera por los grandes medios de comunicación, que ocultan descaradamente todo lo que apunta contra el gobierno nacional. No obstante esto, la lucha dejó en evidencia la política privatista y antieducativa del gobierno de Macri.
Hay que ponderar en todo su alcance este dato: la entrada del movimiento estudiantil a la palestra, supone el ingreso de una nueva camada de jóvenes que están haciendo su propia experiencia de lucha contra el gobierno de Macri y que le aportan a la lucha de conjunto una buena dosis de dinámica y masividad.
En lo inmediato, se impone la necesidad de dar pasos en garantizar la extensión y profundidad del proceso que está en marcha para que éste pegue un salto. Para esto la agrupación ¡Ya Basta! está impulsando el debate acerca de la necesidad de llamar a un Encuentro Nacional de Estudiantes de Base donde confluyan todos estudiantes en lucha.
El movimiento está en alza, y más allá de las fluctuaciones que pueda tener por delante, un nuevo actor se subió a escena, y llegó para quedarse.
Una larga crisis que no termina de decantar
Desde la inmensa movilización del 29 de abril, el gobierno de Macri quedó en una posición incómoda. La fuerza de la concentración obrera puso objetivamente en la calle el profundo malestar que se vive entre los asalariados como consecuencia de los tarifazos, los aumentos de precios en todos los bienes de consumo populares, y el temor al despido. No hay una sola semana en que no se anuncie un nuevo aumento en los productos de la canasta básica familiar; en esta oportunidad llegó el turno al aumento del 20% en el pan, lo que llevó el kilo a $ 40. La escalada de precios es tal que, según datos del propio gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la canasta básica familiar en el distrito aumentó un 38,2% en doce meses, lo que la hizo trepar a $ 18.300 en abril, y para mayo esperan que ascienda a $ 19.000 (y a esto le falta el ya anunciado aumento del subte que se iría a $ 7,5). A esto hay que incorporarle el temor creciente a la pérdida del empleo, que se justifica cabalmente en los datos de la realidad. Primero, en los más de 160.000 puestos de trabajo privado que confirman las consultoras privadas, y en las decenas de miles de empleos públicos destruidos en todos los niveles del Estado; pero el temor también se basa en la caída de la actividad económica que está impulsando el gobierno de Macri y que notan todos los trabajadores en el ámbito de su propia actividad laboral. Es que a nadie se le escapa que cuando las ventas y la producción caen, los que pagan el costo de esa caída son los trabajadores ya sea por la vía de los despidos y las suspensiones, por la baja de salarios, o por ambas.
Después de la marcha del 29 de abril, la burocracia sindical, impactada por la inmensidad de la misma, se decidió a bajar los decibeles y a hacer la plancha: se retiró de la calle, se metió en el Congreso y esperó que los diputados y senadores encausen por las sendas institucionales el malestar social. Así es como pasó a primer plano la discusión de la ley antidespidos, arrebatándole la iniciativa política al gobierno.
Esto abrió toda una etapa de crisis latente, que aunque no termina de desatarse, tampoco termina de cerrarse y se hace cada vez más extensa. Macri tuvo que decidir si ceder frente al reclamo sindical, o mantenerse en sus quince y redoblar la apuesta, rechazando de plano cualquier medida que restrinja el derecho de los patrones a despedir libremente y a su antojo. Macri no lo dudó un instante y salió a defender el derecho de las patronales y su plan de ajuste. Pero esto sólo le alcanzó para mostrar su vocación pro patronal, no así su capacidad para controlar la situación y cerrar definitivamente este episodio.
Lo prolongando de este escenario es un problema para Macri, puesto que el mismo al no cerrarse, va erosionando la legitimidad que conserva su gobierno. Es que el debate de esta ley pone sobre el tapete por un lado, el problema del empleo y las demandas de los trabajadores en general; y por el otro, el contenido antiobrero del gobierno nacional. Pero también puso en cuestión, frente a la burguesía, la capacidad que tenga su gobierno para dominar al movimiento de masas, condición necesaria para aplicar el brutal ajuste que ésta exige.
Pero si Macri todavía no pudo cerrar la coyuntura adversa, la burocracia sindical hace todo lo posible para que la crisis no termine de estallar, llamando a un paro general que pondría en serios aprietos al gobierno. Lejos de eso, decidió jugar todas sus cartas en el pantano del parlamento.
El largo y estéril minué parlamentario
Decía Marx que “El gobierno del Estado moderno no es más que una Junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa» y el parlamento es la máxima expresión de esta sentencia. Los políticos patronales lo saben perfectamente, es por ello que toda la oposición burguesa, y el PJ-FpV más que ninguna, ha optado por posar de opositores, exclusivamente, en este ámbito y nunca en la calle. A nadie se le pierde de vista que el kirchnerismo (con Cristina y Tomada a la cabeza), mientras fue gobierno se opuso militantemente a cualquier ley que defienda la estabilidad laboral de los trabajadores, y ahora juega a defensor de los puestos de trabajo, a sabiendas que en el marco del juego parlamentario y de las instituciones no hay ninguna chance de que la ley se haga realidad. En lo que va del gobierno de Macri se han negado a tomar ninguna medida de lucha efectiva contra su plan de ajuste. Pruebas de esto fue su negativa en la última marcha educativa a concluir la movilización en la Plaza de Mayo. Lo único que les preocupa a los dirigentes kirchneristas, es aguantar hasta el 2017 y ver si se salvan en las próximas elecciones. Su oposición al macrismo empieza y termina en el Congreso, donde todas las palabras mueren en el veto de Mauricio.
Que quede claro: la pelea por arrancarle concesiones a la burguesía es una tarea permanente de los revolucionarios, y en épocas de relativa estabilidad política como la que vivimos, estas conquistas se plasman en la realidad por medio de leyes. Pero esto no tiene nada que ver con confiar ni un segundo en los tramposos y perezosos procedimientos parlamentarios como pretenden los K y la burocracia sindical. Estos son herramientas pensadas para mellar y esterilizar la fuerza de los trabajadores que viene desde abajo. Muestra de esta realidad, que por otra parte nos enseña toda la historia del movimiento obrero, es el tratamiento de esta ley antidespidos. Pruebas al canto.
Lo primero que hay marcar es que la ley que acaba de ser votada en el Congreso, y que venía del Senado, es una versión reducida y edulcorada de otra que se estaba tratando en Diputados, que prohibía los despidos por dos años. Es que los senadores kirchneristas, se apresuraron a votar un nuevo proyecto que limitaba la prohibición a sólo seis meses y únicamente en el ámbito privado. Una vez hecho esto, ya en la Cámara de Diputados, empezó una estéril discusión entre el FpV y Massa acerca de los derechos y protecciones a las PyMEs que embarró la cancha durante semanas y que amenazaba con volver toda la discusión al Senado, lo que hubiese atrasado la resolución un mes más. Mientras tanto, el gobierno nacional anunciaba que, pasara lo que pasara, él ya había decidido desoír las resoluciones del Congreso y vetar la ley fuera cual fuera. La soberbia del PRO y Cambiemos fue tan grande, que ni siquiera se molestaron en quedarse en el debate a argumentar en contra de la ley, simplemente se fueron a dormir a sus countries a la espera del vetazo de Mauricio. Si este veto llega a ocurrir (cosa que está prácticamente confirmada que va a pasar), aun se abriría la posibilidad de toda una nueva etapa de idas y vueltas en el Congreso a la espera de que se vuelva a votar la ley, pero esta vez requeriría la aprobación de los dos tercios de los diputados y senadores.
Si todo ocurrió como hasta aquí, fue porque después de la jornada del 29 de abril, los trabajadores no pudieron continuar mostrando sus fuerzas en las calles debido a la complicidad de todas las direcciones sindicales, que se dedicaron a perder el tiempo en reuniones con los diputados y senadores, y prenderle velas al Congreso en su conjunto. Lo cierto es que esta ley que acaba de ser votada, tiene nulas chances de hacerse valer si el movimiento de masas, con los trabajadores a la cabeza, no la impone mediante su movilización.
Macri amenaza con el veto
Hay que contestarle con el paro general
Lo que nadie puede negarle a Macri es que fue claro en su vocación de no dejar pasar esta ley. Desde el minuto cero, el gobierno nacional anunció que en caso de votarse cualquier restricción a los despidos, iba a hacer uso del veto presidencial para dejarlo sin efecto en el mismo instante en que se aprobara. Fueron largas semanas de anuncios y amenazas con las cuales Macri dejó bien sentado que a él lo tiene absolutamente sin cuidado lo que digan “los representantes del pueblo”.
El gobierno habla de consensos y de “unir a los argentinos” pero cuando sale una ley que no les gusta a los empresarios, la veta. Seguramente saldrán a decir que es constitucional, pero que el veto sea constitucional no quiere decir que no sea profundamente antidemocrático, en todo caso habla de que la Constitución es también profundamente antidemocrática. La institución del veto es un resabio monárquico que se impuso en las constituciones liberales para garantizarle a la burguesía que nunca las decisiones se escapen a su control.
Y lo que nadie puede negarle a la burocracia es que supo hacer la plancha sin defender ni por un momento la famosa ley. Durante semanas se fue instalando a la vista de todo el mundo la idea de que la ley nunca tendría validez efectiva. Lo que cualquier representante real de los intereses de los trabajadores hubiese hecho es movilizar a sus bases para defender con la fuerza de la lucha sus intereses. Pero no, nada de eso. Mientras Moyano rosquea para ver si se queda con la presidencia de la AFA, Caló y compañía miran para otro lado y le dejan la cancha libre a Macri para vetar la ley sin más consecuencias que el desagrado que espontáneamente pudiese nacer de cada trabajador individual.
Así es como Macri se envalentona y sus ministros siguen provocando. No sólo ratificaron el veto a la ley “antidespidos”, sino que Triaca propuso una agenda directamente patronal en la reunión del Consejo del Salario: el descuento de los días de huelga para los estatales y la necesidad de la “lucha contra el ausentismo” en la actividad privada, es decir que vayas “muerto” a trabajar.
A las provocaciones del gobierno nacional no hay que dejarlas pasar más. No hay que depositar ninguna confianza en el parlamento ni en la burocracia sindical. Los diputados y senadores del peronismo (respondan a los gobernadores, a Cristina o Massa), se limitan a hacer el juego parlamentario y a posar de opositores de su majestad Mauricio. Por su parte, los burócratas sindicales siguen actuando como garantes de la gobernabilidad. De ellos no va a venir ningún plan de lucha que ponga en riesgo o amenace la estabilidad del gobierno nacional, o lo que es lo mismo: su plan de ajuste.
Para derrotar a Macri hay que impulsar desde abajo, en todos los lugares de trabajo, asambleas o reuniones para presionar o desbordar a la burocracia e imponerles un paro general. Hay que unificar las luchas de los trabajadores, los docentes, los estudiantes, para poner en pie una gran jornada de lucha contra el gobierno nacional y derrotar su plan de ajuste: por el aumento de salarios, contra los despidos, y por la salud y la educación.
Editorial de SoB N° 380 (Argentina), 19/5/16