Los miles de «indignados» que ocupan Zuccotti Park
inspiran a otros grupos
Por Rafael Mathus Ruiz
Desde Nueva York
La Nación, 16/10/11
Todos los días, Bill Steyert viaja desde su casa en Queens hasta Manhattan para unirse a los «indignados» que acampan desde hace un mes en el parque Zuccotti. A sus 68 años, la protesta lo entusiasma igual que a la mayoría de los jóvenes que están allí.
Codo a codo con esos jóvenes, Steyert no puede evitar recordar las marchas contra la guerra de Vietnam, en la década del 60.
Ahora, muchos miembros de su generación regresan al igual que él a sus viejos hábitos, al sumarse a un movimiento que captó la atención del mundo y que abrió una nueva era de protestas en Estados Unidos.
«Hubo olas. Primero, fue la guerra. Luego, las armas nucleares. Esto va y viene. Pero ésta es la primera vez que se toma un parque. Esta protesta es tan importante como las otras y se va a volver cada vez más grande», aventura Steyert.
Las heridas que dejó la crisis financiera global –desatada en 2008 luego de la quiebra de Lehman Brothers– y la desigualdad que se construyó de a poco durante las últimas décadas llevaron a miles de jóvenes a instalar su frustración en las calles de Estados Unidos. La crisis, aquí como en Europa, ha sido particularmente dura con ellos.
Pero la presencia de Steyert es una muestra de que el movimiento –llamado «Ocupa Wall Street»–, heterogéneo de por sí, cosecha apoyos y simpatías amplias y diversas.
«La mayoría de los movimientos empiezan expresando la visión de una minoría. Pueden ser populares o no. Este es distinto. Ellos representan a una mayoría», apuntó a LA NACION Todd Gitlin, profesor de sociología y periodismo en la Universidad de Columbia.
Gitlin sugiere que aún es demasiado pronto para estimar el alcance que puede llegar a tener esta nueva era de protesta en Estados Unidos. Hay muchas fuerzas en juego, justifica.
Como todos los movimientos, «Ocupa Wall Street» tiene un componente interno –en este caso, los «indignados»– y otro externo, donde aparecen sindicatos, dirigentes políticos del Partido Demócrata y organizaciones civiles, indicó el experto.
«Su éxito depende mucho de que ambos círculos logren trabajar de manera constructiva, además de su habilidad para movilizar a la opinión pública. Esto último lo están logrando. Lo primero es un signo de pregunta», concluyó.
Cuando menos, esa sinergia parece complicada. Gitlin puso sobre relieve las diferencias entre ambos círculos. Los «indignados», indicó, son jóvenes románticos, con ideas que suenan un tanto utópicas, y una organización horizontal, sin líderes, que aún se está moldeando. Su núcleo más aguerrido aspira a una revolución. El poder político, los sindicatos, tienen jerarquías: hay líderes y estructuras verticales.
Vale, por caso, la visión de Breanna Lembitz, de 21 años, estudiante de ciencias políticas y economía (en el parque Zuccotti parecen predominar estudiantes de las carreras en humanidades o tecnología).
Ella quiere un sistema en el que haya mucha más participación ciudadana en las decisiones, en las empresas y en las instituciones, algo que se puede lograr, afirma, gracias a que ahora existe la tecnología para conectar a millones de personas en un instante: las redes sociales, que estos jóvenes conocen y utilizan como nadie.
«No hay nada que perder en empezar con un sistema nuevo porque el sistema viejo se quebró», desafía Lembitz.
Comparaciones
La comparación de este grupo con el Tea Party –el movimiento ultraconservador norteamericano– no tardó en llegar.
Hay algunas similitudes, y a nadie debería sorprenderle que haya personas que simpatizan con ambos movimientos: comparten, por ejemplo, la furia por el rescate a Wall Street. Disienten, eso sí, a la hora de discutir qué papel tiene que jugar el Estado.
Los «indignados» pueden brindarles a los demócratas y al presidente Barack Obama el vigor que el Tea Party les dio a los republicanos en la elección del año anterior.
«Sus participantes y sus actividades son rudimentarios, y recién comienzan», dijo a LA NACION Thomas Mann, analista político de la Brookings Institution, un centro de estudios de Washington.
«Pero el movimiento puede servir para llevar algunos signos de vida a los progresistas, que se sienten superados por un Partido Republicano que tiene el financiamiento de los ricos y, aun así, el apoyo de trabajadores y de la clase media blanca», agregó.
Mann dijo que el movimiento puede ser fugaz y desaparecer, o convertirse en algo más significativo.
Un puñado de celebridades y figuras ya han pasado por el parque Zuccotti. El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, que escribió un artículo en la revista Vanity Fair meses atrás titulado «Del 1%, por el 1%, para el 1%», fue uno de ellos.
La escritora Naomi Klein dio un discurso en el que ponderó tres rasgos del movimiento: su rechazo a la violencia, su convicción para mantener la protesta y el campamento, que brinda una presencia constante.
«Sólo cuando se quedan firmes pueden echar raíces. Esto es crucial. Es un hecho que en la era de la información muchos movimientos brotan como flores, pero se mueren rápidamente. Es porque no tienen raíces», afirmó.
Más allá del entusiasmo y de la simpatía que ha generado, el movimiento de los «indignados» norteamericanos puede fracasar en su intento de construir una participación masiva. No faltan aquí quienes creen que el sueño americano todavía es posible, y que en vez de protestar hay que ir a buscarlo.
Aunque el movimiento se expandió a todo el país, sus demostraciones no alcanzaron aún, por ejemplo, la dimensión de la protesta que reunió en la Gran Manzana a 250.000 personas en 2003 en contra de la guerra de Irak, o los cientos de miles de almas que marcharon contra George W. Bush en 2004, durante la convención del Partido Republicano.
Días atrás, el propio alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, le quitó trascendencia a la protesta en su programa radial, al afirmar que, en relación con la cantidad de gente que vive en la ciudad, las manifestaciones de los «indignados» han sido pequeñas.
Vale aquí una aclaración: el movimiento de protesta vive no sólo en las calles, sino también en Internet. Hay un universo digital, donde los «indignados» crecen con fuerza. Con un par de semanas de vida, su cuenta en Twitter tenía hasta ayer más de 75.000 seguidores.
En Tumblr, una plataforma que permite compartir textos, fotos y videos, hay un grupo llamado «Somos el 99%», donde pueden leerse cientos de historias de dificultades. Pero allí también surgió días atrás otro grupo, que también muestra lo amplio que puede llegar a ser el movimiento.
En este segundo grupo no parecen existir dificultades. Algunos incluso piden pagar más impuestos, tal como lo hizo hace poco el multimillonario norteamericano Warren Buffett. Ese grupo se llama «Somos el 1%. Apoyamos al 99%».
Las plazas protagonistas del año 2011
• Plaza Tahrir (El Cairo): Albergó la protesta que, en febrero, provocó la caída de Mubarak.
• Puerta del Sol (Madrid): En mayo se convirtió en el centro de la concentración de los «indignados», que luego creció a otras ciudades.
• Plaza Syntagma (Atenas): Es el centro de las protestas contra los ajustes y la crisis.
• Parque Zuccotti (Nueva York): Allí acampan los «indignados» del movimiento «Ocupa Wall Street».
• Plaza Verde (Trípoli): Simbólica para los leales a Gadafy, los rebeldes libios la rebautizaron como Plaza de los Mártires.