Las manipulaciones de la derecha no parecen ganar a la mayoría
La masacre de Orlando golpea simultáneamente a dos comunidades que en Estados Unidos (y otros países) suelen ser víctimas no sólo de discriminación, rechazos y calumnias sino también de violentos ataques: los migrantes latinos y las personas LGBTI; es decir, con una sexualidad diferente a la de la mayoría.
Como señalamos en la “Declaración Socialismo o Barbarie” que publicamos en este mismo periódico, esto ha planteado una lucha contra los que pretenden falsear el contenido social, político y humano de este crimen, que se define en primer lugar por quiénes son las víctimas.
La paradoja es que personajes como Donald Trump, un rabioso homófobo y además racista antilatino, impulsan una campaña para hacer de esto el pretexto para desatar una cruzada anti-islámica. Usa como justificación la cobertura ideológico-religiosa de un asesino desequilibrado… con quien además comparte las fobias y prejuicios…
Pero estas maniobras no parecen tener inicialmente el éxito arrasador que Trump y muchos esperaban. El artículo de un cronista desde Orlando –con el título “Orlando se propone no claudicar ante el odio – Un inocultable ánimo de resistencia”[1]– pinta una cuadro muy diferente. La mayoría no entra en esa trampa:
“Hubo dolor, impotencia y bronca –comienza señalando–. Pero, también, abrazos, sonrisas, y un inocultable ánimo de resistencia ante una de las peores tragedias que han tenido que enfrentar…
“Miles de velas se alzaron en el aire en el centro de Orlando, donde una multitud se reunió para honrar a las 49 víctimas de la masacre de Pulse, la peor matanza perpetrada con un arma de fuego en la historia de EEUU… La misma imagen se repitió en Nueva York, alrededor del mítico Stone Wall Inn, donde despertó el movimiento que peleó por la igualdad de derechos de los homosexuales, en Washington y en otras ciudades del país y el mundo que unieron su voz…
“Hubo familias, parejas de todo tipo, grupos de amigos, activistas, y hombres y mujeres solos, que simplemente sostuvieron una vela, un cartel con un mensaje, o ni siquiera eso.
“Carol Halladay, 36 años, se acercó a la vigilia con su marido, Gayus, y su hijo Jackson, de cuatro años: ‘Es fantástico que nos unamos después de una tragedia, pero deberíamos hacerlo todo el tiempo’, reflexionó.
“Abrazados, James Argabright, nacido y criado en Orlando y Antonio Macias, mexicano, escuchaban a los oradores y lamentaban que la mayoría de las personas que murieron en la masacre de Pulse hayan sido jóvenes. ‘Yo salí del ropero acá, y seguro que había algunos esa noche en el boliche que estaban en el mismo proceso’.
“[…] La masacre golpeó a la comunidad gay, pero, también, a los hispanos. Zoé Colón, una líder comunitaria, dijo ayer que los latinos estaban de luto. ‘Nosotros somos Orlando, y las víctimas de esta tragedia somos nosotros’, dijo en una conferencia de prensa.
“Hubo espacio para la tensión… En una estación de servicio de la ciudad, el cajero, Jamie Kaplus, de 28 años, se trenzó en una discusión con un anciano, que le dijo que esperaba que Donald Trump ganara la elección presidencial y echara a todos los musulmanes del país. Kaplus le dijo que los musulmanes no tenían nada que ver, y el anciano le preguntó: ‘¿Sos musulmán?’. Luego, se fue.”
Nota:
1.- Rafael Mathus Ruiz, La Nación, 14/06/2016.
Por Claudio Testa, SoB n° 384, 16/6/16