Las tareas de la izquierda bajo el gobierno de Macri
La asunción del gobierno de Macri y su gabinete de CEOs abrió una nueva etapa política en el país: la de una contraofensiva patronal en toda la línea, luego del papel de estabilización capitalista que cumplieron los K. No solo se trata de un gobierno que viene a aplicar un duro ajuste económico de corte neoliberal. Para hacerlo necesita operar un giro conservador en los asuntos políticos del país, que tiene como centro disciplinar el “cuerpo social” recompuesto luego de la rebelión popular del 2001.
Esta nueva situación coloca nuevas tareas y crecientes responsabilidades a la izquierda revolucionaria en la Argentina. La primera de todas, sin dudas, es impulsar la lucha unitaria para doblegar esta ofensiva antiobrera y derrotar al gobierno ajustador. Y al calor de esta tarea, llevar adelante lo que es estratégico: poner en pie una alternativa revolucionaria que, dejando atrás la fracasada experiencia del kirchnerismo, se transforme en un canal de organización e independencia política de los trabajadores con influencia creciente entre las masas.
Se trata de una tarea que será imposible si se la separa de la lucha de clases concreta contra el gobierno macrista y el giro conservador que ha venido a operar: la puesta en pie de una alternativa política revolucionaria está ligada a la necesidad de derrotar al gobierno de Macri. Cualquier otra orientación haría abstracción de las concretas circunstancias de la lucha de clases y de las necesidades políticas de los trabajadores.
Unidad de acción para enfrentar al gobierno
Desde el Nuevo MAS, recogiendo enseñanzas históricas de la izquierda, sostenemos la necesidad de la máxima unidad de acción en las calles para enfrentar y derrotar el gobierno reaccionario. Unidad que parta de la necesidad de golpear con un solo puño los ataques macristas y prepare las condiciones para un nuevo ascenso de la lucha de clases que abra el camino a una salida obrera y socialista.
En estas condiciones, ha aparecido un nuevo fenómeno producto de la vacancia política dejada por la crisis del kirchnerismo: la de miles de trabajadores y jóvenes originalmente simpatizantes de los K que ahora se encuentran sin representación, en un proceso de búsqueda que es tanto político como en cierta forma también sindical.
Gran parte de esta base social pasó a la oposición política y no piensa en otra cosa que en derrotar al gobierno de Cambiemos y su ajuste. Se moviliza por todo tipo de causas justas: desde los reclamos salariales, el empleo, pasando por los derechos democráticos, hasta los reclamos de las mujeres y la juventud.
Por lo tanto, la política que tengamos los revolucionarios en relación a este fenómeno es fundamental para dos tareas que se nos presentan hoy: unificar en la lucha a todos los que se opongan a la ofensiva reaccionaria del gobierno, y tender un puente para que porciones significativas de los trabajadores y la juventud se acerquen a la izquierda sumándose a la construcción de una alternativa política de los trabajadores.
Una política errada que debe ser corregida
Lamentablemente, a nuestro modo de ver, la política que viene llevando adelante el FIT en relación a las tareas que están planteadas hoy es equivocada. No parte de la necesidad de la unidad de acción en las calles ni de tender un puente hacia los sectores que se politizaron bajo el kirchnerismo en la última década, para hacerlos avanzar hacia la izquierda.
En su lugar, el abordaje del Frente de Izquierda tiende a ser sectario, autoproclamatorio y ultimatista. Les exige a los simpatizantes del kirchnerismo que, para enfrentar a Macri en unidad, deben romper primero con su dirección política, olvidando que el proceso del giro político hacia la izquierda solo puede procesarse por un camino inverso: a través de una experiencia de lucha común. Incluso muchas veces, al secundarizar la lucha contra Macri, se facilita la falsa idea construida por el peronismo de que la izquierda seria “funcional a la derecha”…
Es ilustrativa a este respecto la posición del Partido Obrero (partido que le imprime su orientación al FIT) a propósito del intento de detención de Hebe de Bonafini, cuando le exigían que “vaya a declarar” ante la Justicia burguesa. Lo que corresponde es la política opuesta: defenderla de forma incondicional por tratarse de una dirigente de un organismo de los derechos humanos que está siendo atacado en el marco del operativo de relegitimación de los militares y los genocidas que impulsa Macri.
Solo partiendo de esta política principista (que coloca este ataque particular en el marco global de un plan político reaccionario sin otorgarle el menor apoyo político a Bonafini) es posible dar pasos concretos en la defensa de las conquistas democráticas, tendiendo a la vez un puente hacia los sectores movilizados por los reclamos democráticos para que vengan a la izquierda.
Es perentorio ampliar el FIT
Siempre defendimos que la constitución del Frente de Izquierda fue un hecho progresivo, a pesar de haber quedado nosotros mismos marginados de él. Se trata de un frente de independencia de clase, que reivindica la lucha de los trabajadores y el clasismo; un frente cuyo programa en términos generales compartimos. Sin embargo, tiene una debilidad y déficit político fundamental: ha cristalizado como un frente electoralista, solo pretende ofrecerse como alternativa para las elecciones.
Así las cosas, bajo ningún punto de vista busca constituirse como un canal que sirva para las tareas del momento: impulsar la unidad de acción en la lucha y ser una alternativa de organización de los trabajadores ante la vacancia que se presenta como producto de la crisis del kirchnerismo.
El FIT adolece de un grave problema: como los partidos que lo integran carecen de un acuerdo político de conjunto, se termina imponiendo una suerte de inmovilismo. Parte de esto es que el FIT no ha sido capaz de generar –ni facilitar que se generase– algún tipo de espacio unitario, de reagrupamiento político-sindical para impulsar las luchas desde un polo independiente (no hay que olvidarse cómo se hundió la convocatoria al encuentro de Racing a comienzos del año).
Mientras la burocracia sindical se unifica para evitar la emergencia de un movimiento de lucha que la desborde, y la centroizquierda agrupada en la CTA avanza hacia la unidad, la izquierda carece de todo ámbito común de coordinación para la lucha.
Pero el FIT tiene otro problema: sus rasgos de cooperativa electoral se acentúan cuando el frente es visto como un “negocio” táctico al servicio de las solas fuerzas que lo integran; cuando hace oídos sordos al reclamo de organizaciones que, como el nuevo MAS, vienen fortaleciéndose en los últimos años y no hay ninguna razón programática que justifique que no puedan integrar ese frente (y no olvidarnos del sinnúmero de grupos políticos clasistas que también podrían sumarse aunque no tengan representación legal).
Ejemplo de esto son los logros de nuestro partido en la juventud, en el movimiento de mujeres, las ricas experiencias realizadas en el proceso de la recomposición obrera, la creciente extensión nacional partidaria, los votos obtenidos en las últimas elecciones y la instalación de la figura de Manuela Castañeira como una de las emergentes de la izquierda argentina.
Poner en pie un polo clasista en las luchas, así como avanzar en una ampliación del FIT hacia nuestro partido y otros grupos políticos que se basen en criterios clasistas, son pasos fundamentales para avanzar de una mera cooperativa electoral hacia una alternativa de conjunto que canalice la vacancia política dejada por los K y que en condiciones de una lucha de clases incrementada podría dar lugar a un salto hacia una influencia de masas orgánica de la izquierda revolucionaria, tarea histórica que está apareciendo en el horizonte de mediano plazo en nuestro país.
SoB n° 392, 11/8/16