Compartir el post "Francia – Ataques sociales, racismo, islamofobia, represión : multipliquemos las resistencias contra este gobierno"
Luego de unos largos meses de movilización, luego de un verano marcado por la ofensiva racista e islamofoba, el comienzo del año es una buena ocasión para sacar el balance de las luchas pasadas, señalar los elementos centrales de la situación actual y plantear las tareas para el futuro. Veamos entonces en dónde estamos parados y cuáles son las perspectivas para las semanas a venir
Una oleada represiva, racista e islamofóbica
Después de una secuencia bastante larga (del mes de marzo hasta finales de junio / principios de julio) donde la movilización contra la reforma laboral marcó la situación política, volviendo a poner las cuestiones temas sociales y la lucha de clases en el centro de la escena, el verano ha sido la oportunidad para las clases dominantes de retomar la ofensiva.
Apoyándose en un reflujo de la movilización en el verano y en los ataques reaccionarios de Niza y de Saint-Etienne-du-Rouvray, el gobierno y la derecha han vuelto a poner en el centro su campaña racista e islamofóbica. Con la prohibición del uso del burkini, las clases dominantes han continuado su intento de dividir a los explotados y oprimidos a través la estigmatización de las poblaciones musulmanas o consideradas como tales, intentando recrear una «Unión Nacional» alrededor de la “identidad francesa» y de la existencia de un «enemigo interno» del cual todos los musulmanes formarían parte “hasta que se pruebe lo contrario”.
Sería erróneo ver en esta ofensiva solamente un intento de «desviar la atención de la lucha contra la reforma laboral”. Por el contrario, esta ofensiva reaccionaria contra la población musulmana es parte de una política más amplia alrededor de la prolongación del estado de emergencia, las intervenciones militares del imperialismo en francés en Oriente Medio y una mayor represión en el contexto de un discurso sobre la “seguridad”. Es el contexto reaccionario impuesto tras los atentados de noviembre de 2015, que la movilización contra la reforma laboral no ha podido eliminar completamente, que regresa para silenciar cualquier protesta social.
Es el tono que marcará la campaña presidencial, que ya ha comenzado: una carrera para ver quién es más racista y represivo, combinado con el tema de la «identidad francesa». En ese sentido, la derecha multiplica se compromete a actuar «sin piedad», con propuestas como la detención administrativa (es decir, sin pruebas, sin defensa, sin estar sujetos a la justicia -burguesa-) de las personas vigiladas por los servicios de inteligencia, una especie de «Guantánamo francés.» Esto se acompaña de la defensa de una concepción extremadamente excluyente y opresiva de la identidad francesa, que se caracterizaría por sus «raíces cristianas», por la “raza blanca” o por el hecho de referirse a «nuestros antepasados los galos.»
Cínicamente, el gobierno de François Hollande trata de presentarse como el defensor de «el estado de derecho» o del «vivir juntos» frente a la derecha. Sin embargo, es el gobierno que ha votado el estado de urgencia, que reprimió con una violencia sin precedentes las movilizaciones contra la reforma laboral, que llevó adelante los ataques en Siria. Además, Manuel Valls defendió los ayuntamientos que han implementado la prohibición del burkini y se sumó (de manera algo más edulcorada) a los discursos sobre la supuesta “incompatibilidad” del Islam con “la República”.
Ataques sociales renovados
El otro elemento importante de este comienzo de año son los ataques contra los trabajadores, que también están en el centro de la campaña presidencial. El año comenzó con el anuncio de la eliminación de 5.000 puestos de trabajo en SFR (operador de telefonía), el cierre del sitio de Belfort de Alstom (constructor de trenes), o el proyecto del PPCR (Carrera profesional y remuneraciones, por sus siglas en francés), declinación de la reforma laboral en el dominio de la educación nacional, que preanuncia que el sector público no se salvará de la flexibilización creciente del mercado laboral.
La campaña presidencial también deja prever una profundización de estas contrarreformas. Ya en plena lucha contra la reforma laboral, el Fondo Monetario Internacional explicó que había que “ir más allá”. Los capitalistas necesitan aumentar la explotación de los trabajadores para hacernos pagar los costes de la crisis económica de 2008 (desde la cual los ricos son cada vez más ricos). La reforma laboral fue sólo una “entrada” en el menú de regresión social que la burguesía nos prepara.
Así, las primarias de la derecha están marcadas por promesas de terminar con la jornada laboral de 35 h, de reducir el número de trabajadores del Estado (Sarkozy habla sobre 300.000 puestos de trabajo eliminados en tres años), o de desatar una caza de brujas contra los sectores más precarios de la población con un mayor control sobre las ayudas por desempleo. Si el actual Gobierno todavía no ha aclarado sus propuestas políticas sobre esta cuestión (lo que le permite al mismo tiempo erigirse en “defensor del estado de derecho” y ocultar los catastróficos resultados del quinquenio en materia social), nadie puede dudar de que van en la misma dirección, vistos los ataques anti-obreros que el gobierno ha llevado adelante estos últimos cinco años.
A esto hay que agregar la represión que se abate sobre aquellos que resisten a estos ataques. Los trabajadores de Goodyear, condenados a la cárcel por defender sus puestos de trabajo, serán juzgados otra vez el 19 y 20 de octubre y preparan una movilización sobre el tema. Los trabajadores de Air France también van a juicio por el episodio de la “camisa arrancada”, también podrían ser condenados a prisión efectiva. Y eso sin mencionar las decenas o cientos de personas que han sido detenidas y acusadas en las movilizaciones contra la reforma laboral.
Podemos esperar, por tanto, nuevos ataques en el próximo período, especialmente en el caso de una derecha reforzada por una victoria electoral. Las movilizaciones pasadas representan una valiosa acumulación de experiencias para las luchas que vendrán.
La movilización contra la reforma laboral y la situación actual
La movilización contra la reforma laboral ha sido la lucha más larga y masiva desde por lo menos aquella contra la reforma de las jubilaciones en 2010. Puso en movimiento a cientos de miles de personas, dejando en segundo plano el clima nauseabundo que había impregnado la escena política luego de los atentados de noviembre. La movilización ha sido también un vivero de experiencias, en términos de autoorganización, de convergencia de los diferentes sectores, de comprensión del papel del estado y la policía, del rol de las direcciones sindicales, para una nueva generación.
Las decenas de miles de personas movilizadas el 15 de septiembre expresaron la persistencia de una oposición mayoritaria a la reforma laboral y las profundas huellas que cuatro meses de movilización han dejado a un nivel amplio. Si esta determinación aún fuerte de un número significativo de trabajadores y jóvenes es importante para las próximas peleas, no puede llevarnos a no dar cuenta del cambio en la situación.
En efecto, hay que señalar que la situación que se abrió después el 9 de marzo, donde una serie de factores (explosión independiente de la juventud, aparición de cuadros de auto-organización, simpatía amplia por la idea de la convergencia de luchas, presión de la base sobre las direcciones sindicales) puso al orden del día la cuestión de la huelga general y la perspectiva de una victoria contra la reforma laboral, no es la situación que vivimos actualmente.
En el punto álgido de la movilización, éramos cientos de miles de personas en las calles, el bloqueo de las refinerías hacía temer una escasez de combustible, los trabajadores ferroviarios se preparaban para entrar en escena, los espacios de auto-organización se multiplicaban, las direcciones sindicales eran empujadas por la base a ir más allá de lo que querían. Incluso en estas circunstancias, no hemos podido realmente desbordar las direcciones tradicionales, bloquear económicamente el país mediante la imposición de la confluencia de todos los sectores en lucha.
Si la situación actual no es la misma que la que vivimos durante el punto culminante de la movilización, no quiere decir que estamos en un contexto de «tierra arrasada». Decenas de miles de personas hicieron una importante experiencia de lucha y están preparados para retomarla: las diversas luchas sectoriales o el resurgimiento de los comités de movilización en las universidades son un reflejo de eso. De lo que se trata con todas estas personas es de sacar el balance hasta el final, para luchar contra la idea de que finalmente «movilizar no ha servido para nada» y para explicar al contrario que tendremos que ir aún más lejos en la auto-organización y la convergencia para alcanzar victorias.
Sobre todo, hay que buscar los puntos de apoyo que la situación nos presentará. Por un lado, las luchas sectoriales pueden desarrollarse rápidamente, alrededor la cuestión de los ataques sociales e incluso de la aplicación concreta de reforma laboral: serán ocasiones de poner en marcha el núcleo duro de la movilización para seguir construyendo puentes esenciales entre los sectores. Por otro lado, las luchas contra la represión y las consecuencias de la misma en el movimiento pueden ser un componente de la convergencia en los próximos meses: el juicio contra los trabajadores de Goodyear y Air France, así como contra los manifestantes detenidos durante las diferentes movilizaciones son citas importantes para reactivar la resistencia contra el giro autoritario del gobierno.
Multiplicar las resistencias
Como hemos dicho, que estemos en una situación diferente de aquella que vivimos en el clímax de la lucha no significa que la situación actual sea un desierto social y político. Consideramos que la coyuntura actual en Francia es una coyuntura reaccionaria, pero esto no significa que no haya ninguna resistencia a la misma: por el contrario, la ofensiva reaccionaria de la burguesía genera en sí misma respuestas de nuestra clase.
Así, la regresión social sin precedentes, el fortalecimiento del carácter autoritario y represivo del Estado, las intervenciones militares imperialistas, la tragedia de los miles de migrantes ahogados en el Mediterráneo cada año (o reprimidos y deportados para aquellos que logran entrar en la “Europa fortaleza”), el clima nauseabundo de estigmatización y división impuesto por la burguesía y los medios de comunicación, generan una reacción de una parte importante de la juventud, que considera insoportables y se opone a todas las miserias que este sistema crea.
En este sentido, uno de los elementos centrales de la movilización contra la reforma laboral ha sido que ha federado una serie de “broncas” que se habían acumulado durante años: la movilización permitió expresar no solamente el rechazo a la flexibilización creciente del mercado de trabajo, sino también el rechazo del “mundo” de la reforma laboral en su conjunto. Esto ilustra bien el hecho de que el giro autoritario y derechista de la clase política trae consecuencias: fortalece la polarización social y como consecuencia la radicalización y politización de sectores de la sociedad.
Esto también se relaciona con el hecho de que los planes de los gobiernos capitalistas no gozan hoy en día de una legitimidad absoluta (ni siquiera mayoritaria). Si éstos eran presentados como “necesarios” en el comienzo de la crisis y aceptados por una parte significativa de la población, la persistencia de la crisis ocho años después, la ineficacia de las medidas aplicadas, el aumento de las desigualdades sociales ha socavado la base de legitimidad de estas políticas. Es una situación muy diferente a la de años 80-90, donde después de derrotas históricas de la clase obrera y del derrumbe del mal llamado “socialismo” de la URSS, el neoliberalismo era hegemónico y el capitalismo se presentaba como la única alternativa posible.
Hoy en día, ya no es el caso: es el sistema capitalista el que está cada vez más cuestionado. Esto abre brechas en las que hay que apoyarse para relanzar la resistencia: ya sea contra la reforma laboral y sus consecuencias, contra la política racista y islamofóbica del gobierno, contra las guerras imperialistas, contra el estado de emergencia permanente, por la cuestión ecológica, por los derechos de las mujeres.
Es la construcción de las movilizaciones en estos diferentes planos que hay que impulsar, construcción para la cual la acumulación militante en la lucha contra reforma laboral es un punto de apoyo fundamental. El capitalismo en crisis, cada vez más decadente, produce cada día monstruos contra los cuales podemos apostar a movilizar a nuestra clase.
Por una alternativa politica socialista y revolucionaria
Si el rechazo del capitalismo se extiende más y más, especialmente en la juventud, esto no significa que una alternativa clara a éste aparezca. El retroceso de los proyectos de emancipación colectiva, los desastres que los regímenes mal llamados “socialistas” de la URSS o China han significado para esta lucha emancipadora, los rastros que dos décadas de ofensiva neoliberal y de «no existe alternativa al capitalismo» han dejado, explican esta situación.
Por esta razón es más bien un rechazo del sistema actual, de sus multiples manifestaciones concretas, lo que se expresa actualmente, y no una alternativa de conjunto. De ahí existencia de un sentimiento anticapitalista (muy progresivo) que no se acompaña automáticamente de una perspectiva socialista o comunista; no en el sentido de los social-liberales del PS o de los estalinistas, sino en el sentido de sociedades sin clases, sin explotación ni opresión.
Proponer una política para las luchas actuales, apuntando a su confluencia y a su auto-organización es una necesidad, pero no es suficiente. De lo que se trata es de ofrecer una alternativa de conjunto, política, que defienda otro modelo de sociedad, que vuelva a poner al orden del día la lucha colectiva por la emancipación humana, por deshacerse de este sistema de explotación y de opresión.
Esta alternativa, para nosotros, es la revolución social, el poder de los trabajadores y los sectores explotados y oprimidos y la construcción de una sociedad socialista. Significa que los explotados tomen el control de los asuntos de toda la sociedad, que sean capaces de elevarse cada vez más en la toma de decisiones consciente y colectiva sobre el rumbo de la sociedad. Esto presupone la eliminación de las condiciones materiales de dominación: la existencia de la propiedad privada y de una clase capitalista que se apoya sobre la misma, y la destrucción de los instrumentos a su servicio, como el estado burgués y su aparato represivo.
Esta es la perspectiva por la que los militantes de Socialismo o Barbarie, en el Nuevo Partido Anticapitalista, luchamos, tratando de aportar respuestas políticas a las preguntas que una nueva generación militante y activista se plantea en la lucha contra la sociedad capitalista.
Editorial Revista SoB n°3 - SoB Francia (en el NPA), agosto-septiembre 2016