A pesar de la cada vez menos clara posibilidad de un paro general, o precisamente por ello, Macri llega a los meses finales del año controlando la coyuntura. Las razones de esta realidad son varias y reenvian, en primer lugar, en que todavía no se observa un proceso de desborde de las luchas (lo que no quiere decir que no las haya), y que si bien crece la pobreza y la inflación no para, lo mismo que la economía no para de caer, todavía no se está en una situación catastrófica.
Como señaláramos en nuestra edición pasada, Macri continúa de manera neoliberal la administración de la economía que venían haciendo los K, sin que se haya desencadenado aún una gran crisis como las que se vivieron en el país a comienzos de los años ’80, los ’90 y a comienzos del 2000: por ahora esa dinámica aparece controlada, la salida de los K y la entrada de Cambiemos ha sido administrada y la gran crisis se posterga.
Pero sobre esto se destaca la inédita unidad entre los de arriba en torno al gobierno. Ese es un enorme factor de estabilidad en la medida que todos los actores relevantes aparecen jugados a la contención y la gobernabilidad: imperialismo yanqui, Iglesia, empresarios, la flor y nata del PJ, incluso una CGT unificada que no es oficialista pero tampoco es opositora, y deshoja la margarita de un paro general que luce incierto.
¿Para cuándo una gran crisis?
El dato económico más relevante de los últimos días ha sido el aumento de la pobreza. Esto no es casual: el escandaloso aumento de los precios de este año, de las tarifas y el transporte, los despidos concentrados en el Estado pero también el sector privado, el hecho que los salarios apunten a quedar por detrás de la inflación en una magnitud que no ocurría desde el 2002, son todos elementos de empobrecimiento de la población trabajadora.
Macri se “sorprende” y jura y perjura que su gestion “fracasará” si no logra su promesa de “pobreza cero”: pero la redistribución de riqueza que viene operando a favor de los empresarios deja en el limbo este compromiso (promesa que desde ya ninguna persona con sentido crítico podía creer en la campaña electoral ni, menos que menos, hoy).
Parte de esto mismo es el reciente acuerdo con los gobernadores alrededor de no aumentar sustancialmente el piso de ganancias: mientras que a los productores agrarios se les eliminó o redujo las retenciones, lo mismo que a las mineras, a los exportadores industriales y otros sectores patronales, a los trabajadores se les seguirá cobrando ganancias que no son tales, ahora con el aval de los gobernadores del PJ.
Es por esto que hablamos de una inédita unidad entre los de arriba, sobre la que volveremos enseguida.
Pero primero señalemos que, de todas maneras, Macri tiene, hoy por hoy, un elemento a su favor para la gestión económica: por ahora la economía nacional no ha caído en una gran crisis.
En oportunidad del traspaso presidencial señalábamos que era un error decir que el país estaba en “bancarrota”: estaba sin reservas, que no es exactamente lo mismo. Esto con el agravante de que al tener deuda en default, no podía financiarse en el exterior. Pero en el interín, el gobierno cerró el acuerdo con los fondos buitres y recomenzó la rueda del endeudamiento nacional.
La Argentina tiene déficit fiscal de alrededor de un 4% (déficit que ahora el gobierno, en el presupuesto del 2017, señala que sólo irá reduciendo de manera gradual, año electoral mediante…).
Al mismo tiempo, hace ya varios años que el superávit comercial ha desaparecido, por lo que no es una fuente de obtención de divisas. De ahí que el gobierno gire sus esperanzas hacia las inversiones: la llegada por esa vía de divisas que le permitan financiarse.
Pero el problema es que la llegada de dichas inversiones requiere de ciertas condiciones, entre ellas una condición política: la confianza en que el proyecto de Macri tendrá continuidad a lo largo de varios años, algo que el gobierno no puede garantizar; de ahí que una prueba de tal continuidad sean las elecciones de medio término: despejada esa incógnita y haciendo abstracción del resto de las determinaciones (lo mal que está la economía mundial), podrían llegar inversiones…
¿Qué nos queda entonces? ¿Por qué no estalla una crisis por el lado de la escacez de divisas, que son el vínculo del país con el mundo? Sencillo: lo que queda es otra herencia de la rebelión popular del 2001, que con su declaración de no pago de la deuda, redujo sustancialmente el peso de la deuda nominada en dólares. Con el famoso “desendeudamiento” los K pagaron hasta 200.000 millones de dólares en condiciones de altos precios de las materias primas (¡despilfarraron divisas como nadie!), pero de todas maneras se impuso en los hechos una determinada quita de la deuda pública y privada, condición que ahora hereda Macri con una baja carga de la deuda externa.
De ahí que este año y el que viene la Argentina será, de lejos, el país latinoamericano que más deuda externa creará: algo en torno a los 50.000 millones de dólares.
Por ahora, el país puede endeudarse: las tasas de interes en el norte del mundo no aumentan, razón por la cual los tenedores de capitales financieros buscan dónde invertirlos, y la Argentina es una buena plaza con Macri porque paga altas tasas y, además, como gobierno amigable de los mercados que es, se puede esperar que pague puntualmente los intereses y el capital por los préstamos.
Este es un elemento clave de unidad entre el gobierno y los gobernadores: el Estado nacional y los provinciales se están haciendo el deleite con el “embólsese ahora y páguese después”, elemento que les permite cerrar la brecha del presupuesto (incluso manejar el ajuste fiscal de manera tal de no ponerse demasiado “duros” de cara al año electoral del 2017).
¿Cuál es el límite de este mecanismo? Sencillo: su límite es la economía mundial. Más allá del endeudamiento, no está claro cuál es el factor dinámico de la economía de Macri; mucho se habla de inversiones, de infraestructura, del campo, de la posible “recuperación automotriz” (que depende de Brasil), pero son todos potenciales: ningún sector despunta realmente ni está claro que vaya a despuntar.
Lo único dinámico, realmente, es el endeudamiento, ¿pero hasta cuándo?
Aquí se coloca el alerta que señalaba la semana pasada el economista del establishment Guillermo Calvo respecto de las condiciones de la economía mundial: planteaba que la misma “está mal”, que cada vez se habla más de que “podría ocurrir una nueva recaída”, una recesión mundial en un futuro más o menos próximo.
Con el país nuevamente endeudado, sin acceso o con acceso mucho más limitado al mercado de crédito internacional, sin sectores dinámicos claros en la economía, volviéndose a la falta de divisas en un país que, de todas maneras, sigue con bajas reservas (y no se ve por dónde podrían aumentar de manera neta los próximos años), volveríamos a una gran crisis.
La unidad entre los de arriba
Pero al control de la coyuntura económica de parte del gobierno hay que agregarle un factor político que hace a la estabilidad relativa que se está viviendo: la unidad entre de los de arriba.
Este es otro dato que requiere explicación y comprensión. Claro que, en general, la burguesía se une para dar gobernabilidad, sobre todo cuando se trata de gobiernos que inician. Lo raro del caso es cómo un gobierno como el de Cambiemos y, sobre todo, el ejecutivo PRO, que es un gobierno institucionalmente minoritario, apoyado en un partido débil, en una coalición con la UCR que no deja de ser un partido ajeno al elenco gubernamental directo que rodea a Macri, que no tiene mayoría en ninguna de las dos camaras, está gobernando con cierto margen hasta el dia de hoy (más allá de algunos sofocones).
El gobierno yanqui, y el resto de los gobiernos imperialistas en general, lo más granado de la patronal nacional y extranjera, los integrantes de la coalición Cambiemos, la Iglesia, la Corte Suprema de Justicia, los gobernadores y la estructura formal del PJ, todos ellos apoyan la gobernabilidad; de ahí que, en general, se le haya votado a Macri las leyes que pedía (ahora se repetirá la cosa con el presupuesto del año próximo), y cuando se ha hecho lo contrario se ha dejado que este vete impunemente (como en el caso de la ley contra los despidos que dejó pasar la CGT).
¿Qué de específico expresa esta unidad entre los de arriba alrededor de un gobierno institucionalmente minoritario? Lo que expresa es la voluntad mancomunada de dar una vuelta de página: dejar atrás un ciclo político marcado por la “anormalidad” del país, por la rebelión del 2001.
Se trata de algo más que la suerte del gobierno de Macri en sí mismo: la burguesía y el imperialismo quieren aprovechar la oportunidad para estabilizar más estratégicamente el país. Esto aún si desde el punto de vista marxista y materialista esto requeriría de condiciones materiales, estructurales, que no se ven por ningún lado. Es un poco como el relato del “huevo y la gallina”, ¿qué viene primero?: que lleguen las inversiones para estabilizar estratégicamente el país; estabilizar el país para que lleguen las inversiones y la Argentina “despegue”…
Pero al igual que en el punto anterior, aquí se encuentran rápidamente los límites estructurales históricos de la Argentina: su carácter de país dependiente o semicolonial. El hecho de tener una sociedad con alto nivel cultural relativo, dinámica, con tradiciones de lucha arraigadas, con conquistas a pesar de todo, y una base económica material relativamente endeble, difícil de consolidar más estratégicamente.
Toda la “superestructura” apuesta a la gobernabilidad y a una estabilidad más estratégica. Pero el problema de fondo es que es dudoso que Macri pueda avanzar desde una administración de la crisis (¡que en cualquier giro de la situación podría írsele al tacho!) a un proyecto realmente más sólido.
Ni oficialista ni opostora
La semana pasada nos preguntábamos a qué juega la CGT. Señalábamos que la CGT se había unificado para cumplir mejor su papel mediador y defender los intereses comunes de los burócratas de una manera mancomunada.
Pero resta un interrogante: políticamente, ¿la CGT es oficialista u opositora? La paradoja de las cosas es que, de manera pícara, no es ni una cosa ni la otra. Sólo busca la mejor manera de perseguir sus intereses, intereses que, desde ya, incluyen la gobernabilidad: que no haya desbordes de la base trabajadora.
La CGT especula viendo cómo evoluciona la situación; el humor de los trabajadores. Pero este humor todavía es contradictorio, elemento que le da márgenes de maniobra. Entre la clase obrera todavía no está claro qué es lo que corresponde a la “herencia K” y qué es lo que tiene que ver con el ajuste de Macri. Claro, ambos son gobiernos capitalistas, así que las responsabilidades de una política sustancialmente de explotación capitalista corresponden a todos los gobiernos patronales.
Pero la trampa del actual oficialismo es la de toda administración que inicia: echarle la culpa al gobierno anterior mientras descarga nuevos ajustes antiobreros; una trampa en la que ridículamente caen incluso fuerzas de la izquierda en nuestro país como el FIT.
La CGT prefiere no convocar al paro general. El gobierno, la Iglesia, el PJ, en fin, todos los principales representantes de los de arriba presionan para que el paro no se convoque. Pero, además, la propia CGT si siente que puede administrar las cosas y conseguir un hueso para ellos, ¿para qué habría de convocar un paro? Por eso deshoja la margarita y espera a ver si en la reunión que está por desarrollarse cuando sale esta edición, el gobierno les tira algo.
Sobre ganancias ya se sabe que no va a haber nada: la propuesta que lleva (de la mano de los gobernadores del PJ) parece una burla: es la más baja de todas las que estaban en danza; un aumento genérico en la masa de dinero por 27.000 millones de pesos cuando propuestas como la de Massa llegaban a 90.0000 millones de pesos (proponía que no paguen ganancias los sueldos menores a $45.000; se entiende que el demagogo tigrense no es gobierno).
Pero posiblemente haya alguno que otro “hueso”: un bono de fin de año que permita dibujar el atraso de los salarios con una miserable cifra por única vez, alguna negociación por las obras sociales, o lo que sea.
De todas maneras, alguna presión siente la CGT por abajo. No hay grandes luchas, pero luchas hay; incluso nacionales como los recientes paros de ATE y CTERA, incluso si los mismos son espaciados, sin continuidad o inconsecuentes (porque las CTA tampoco están por ir a una lucha en regla).
Pero sobre todo está el problema del humor cambiante de los trabajadores. Hoy todavía reina la confusión; pero esto podría cambiar rápidamente mañana, ocurrir alrededor de cualquier giro de las circunstancias, acompañar el curso real de la economía y no los cantos de sirenas oficialistas de que ya se viene la “recuperación”…
Además, la CGT tiene una nueva conducción que alguna demostración de autoridad debería hacer.
Apoyar todas las luchas que surgen desde abajo
Así y todo, y de todas maneras, no está nada claro que vayan a convocar. Pero las condiciones de la “estabilidad” de Macri son frágiles. El mundo tiende a una nueva crisis y el país posee una estructura endeble y, para colmo, sin que las relaciones de fuerzas hayan sido realmente probadas.
Mientras se insiste por abajo en la necesidad de un paro general, la tarea es apoyar a todos los sectores en lucha, como los compañeros de Zanón, Bimbo, los docentes en el rechazo a la reaccionaria “evaluación educativa”, al tiempo que se redobla los esfuerzos por llenar de compañeras este nuevo Encuentro Nacional de Mujeres. ¡Vení con Las Rojas a Rosario!
Por José Luis Rojo - Editorial SoB n° 399 - 29/9/16