Compartir el post "Juicio de Alika – Un paso enorme en la lucha contra las redes de trata y explotación sexual"
Seis extensos días duró el debate oral por el juicio histórico en el que Alika Kinan está querellando contra sus explotadores y contra el estado (garante y socio de las redes) que durante años la sometió a ella y a otras tantas mujeres. El 30 se dará a conocer el veredicto del tribunal, un veredicto que será muy importante para la pelea de Alika, y también para el conjunto de la lucha abolicionista contra el proxenetismo y el estado.
En la edición anterior contamos la historia de Alika, y del juicio. En esta nos interesa poder sacar algunas conclusiones que el caso de esta gran luchadora puso sobre la mesa, con los debates acerca de la posibilidad de la autonomía de las mujeres, al traer la experiencia real y concreta de las mujeres que entran en los circuitos de explotación sexual.
Trata y explotación sexual: dos caras de la misma moneda
Existe un gran mito acerca de qué es la trata de personas. Es un mito que no surge de la nada, sino que es impulsado por esos mismos organismos que inventaron este concepto, como un concepto problemático. Valga decir, el tema de la Trata se instaló en América Latina en los años 90, impulsado por los grandes organismos internacionales del imperialismo, con el único objetivo de tener una política para el control de la migración a esos países, de los países pobres. Para mantener las formas, lo disfrazaron de “Lucha contra el terrible flagelo de la trata”, pero ninguna de sus acciones tendió a esto.
Se instaló la idea que la trata es sólo y únicamente el secuestro de personas a quienes se las traslada de un país a otro. Así cada vez que un país imperialista encontraban inmigrantes ilegales, con la excusa del rescate, los enviaban nuevamente a sus países de origen.
Habiendo instalado esta noción de lo que sería la trata, el proxenetismo internacional se vio beneficiado al encontrar un argumento más para profundizar su negocio: todo lo que no es trata (o sea, secuestro), es elección. Este fue un gran golpe para la pelea contra las redes de explotación; cada mujer que está en el circuito de la explotación, sin ser raptada, tienen que dar minuciosas explicaciones acerca de su voluntad: “si no la secuestran y no se va, entonces lo elige”, sería el razonamiento.
El caso de Alika puso en evidencia algo que las abolicionistas venimos diciendo hace mucho tiempo: la trata y la explotación son dos caras de la misma moneda. Es más, la trata es sólo una modalidad que puede tomar la explotación, y remite únicamente a la acción del traslado de las mujeres.
El caso de Alika demuestra esto claramente. Alika fue tratada, es decir fue captada por proxenetas y trasladada de un prostíbulo a otro, incluso de distintas ciudades y provincias. Los propios proxenetas les pagaban los pasajes, es decir les garantizaba el transporte, y luego utilizaba esto como una deuda para retenerla allí.
La trata también es el acogimiento, es decir, el alojamiento en un lugar. Alika y las otras mujeres vivían dentro del mismo del prostíbulo, en las habitaciones mismas donde debían tener relaciones sexuales con los prostituyentes.
Ninguna de estas circunstancias implica un encierro físico a punta de pistola, aunque los golpes y amenazas estaban a la orden del día y cumplían la misma función. Pero la forma de encierro era mucho más compleja, más elaborada. El sometimiento tenía que ver con la pobreza, la marginación, el recorte de vínculos sociales y afectivos por fuera del circuito prostibulario.
Esto significa que la lucha para pelear contra la trata va de la mano con la lucha contra la explotación sexual. A las mujeres las captaban, trasladaban y acogían, para ser explotadas en el prostíbulo Sheik. En la investigación del juicio se realizaron escuchas donde la encargada del local le informaba a una mujer que estaba por viajar a Ushuaia, que el proxeneta Montoya ya no pagaba los pasajes de avión (por el momento) ya que no le “servía”, y explica que en algunas ocasiones les pagaban los pasajes pero las mujeres no se quedaban en el Sheik: está claro que el único motivo para trasladar mujeres es para explotarlas, cuando ya no se las puede explotar, entonces la trata no tiene sentido.
Esto es muy importante, porque la campaña que levantan aquellas defensoras del supuesto “trabajo sexual autónomo” nos quieren hacer creer que la trata no es lo mismo que la prostitución, como si fueran dos cosas totalmente diferentes. Alika demostró en su experiencia, que eso es una gran mentira.
Acerca de la autonomía
Entonces aparecen muchas preguntas acerca de la posibilidad de las mujeres de “entrar o salir” en los circuitos de explotación. Los proxenetas de Alika declararon “ellas tenían la llave de la habitación, podían hacer lo que querían, eran libres”.
La construcción anterior del concepto de trata, lleva arraigado la idea de dos tipos de prostitución; una sería la del secuestro y el encierro, algo más similar al caso de Marita Verón. En contraposición a esa, estaría la prostitución elegida. Esta es otra mentira del proxenetismo que el caso de Alika vino a demostrar.
Alika estuvo en situaciones de violencia y extrema pobreza toda su vida. A los 16 años quedó sola con su hermana menor a quien tenía que mantener. Una historia de explotación sexual de su madre y abuela les allanó el camino a los proxenetas. Desde ese momento recorrió diversos prostíbulos de muchas ciudades y países. Fueron 20 años de violencia, violaciones, golpes, maltratos; 20 años durante los cuales toda se vida se construyó alrededor del prostíbulo. 20 años que le enseñaron que ése era su destino, que nada distinto podía hacer, que no servía para otra cosa.
El allanamiento le permitió a Alika hacerse la primer pregunta, ¿qué me está pasando? Una pregunta que dio lugar a transitar nuevos caminos y experiencias, poniendo en cuestión su “destino único de prostituta”.
Este argumento de la libre elección condena a miles y miles de mujeres al sometimiento, oculta la terrible realidad de las mujeres que se encuentran en los prostíbulos, o en las paradas de las calles o privados. Realidad de violaciones, golpes, torturas. ¡A Alika la condenó 20 años a estar presa de los circuitos de explotación!
Muchas veces se quiere asimilar la prostitución con la libertad sexual, acusando de “moralistas” a las que sostenemos la posición abolicionista, “que cada una tenga las relaciones sexuales que quiera, y que encima gane dinero es algo bueno para las mujeres”. Dos mentiras juntas. Las mujeres que están en los prostíbulos no eligen absolutamente nada, ni las prácticas sexuales, ni el uso de preservativo o el consumo de drogas, ni mucho menos a los hombres. Los proxenetas de Alika multaban a las mujeres si se negaban a “atender a un cliente”, como decían ellos. ¡Si las mujeres no se podían negar entonces eso no era otra cosa más que una lisa y llana violación! La compañera de Alika contó en su testimonio que era obligada a realizarle sexo oral a “40 tipos por día o me cagaban a palos”, y que le ocurrió de ir a la casa de un prostituyente (cuando los “pases” no se hacían en el local) y que la estuviesen esperando 3 hombres de los que se tuvo que defender con una botella cortada. Y qué, ¿ahora nos van a decir que no esto no ocurrió? O ¡¿qué sólo le pasó a estas mujeres?! Esta no es la excepción como nos quieres hacer creer, ¡esta es la realidad de las mujeres contada en primera persona!
La otra parte de la mentira es la vinculada al dinero, “que encima ganen dinero”; si hay alguien que no se beneficia económicamente del circuito de explotación, son las propias mujeres. Ganan dinero el Estado, los proxenetas, los dueños de los hoteles, de taxis, los inspectores coimeados… todos menos las mujeres. No hay ninguna mujer que se haya hecho rica después de años de haber sido prostituida. Montoya, el proxeneta de Alika, sí. ¡Millones le incautaron después del allanamiento!
El Estado Proxeneta garante de las redes de trata y explotación
Lo inédito de este juicio es que es la primera vez que una víctima querella. Alika decidió que no sólo quería imputar a los proxenetas, también al Estado, porque sus 20 años de sometimiento le demostraron bien claramente que si el Estado no hubiera garantizado todo lo que ocurrió, su vida hubiese sido distinta.
En Ushuaia existían ordenanzas municipales que habilitaban el funcionamiento de “clubes nocturnos”, lugares donde se suponía había “alternadoras” para acompañar y entretener a los varones que allí se acercaban. También había una ordenanza específica para habilitar a las mujeres (porque demás está decir que eran mujeres las que estaban en esos locales) a “trabajar de alternadoras”. Para esto les exigían una libreta sanitaria, con la excusa de que ellas manipulaban comidas y bebidas, pero les exigían exámenes de enfermedades venéreas.
No hay que ser demasiado inteligente para darse cuenta que si el municipio habilita un local nocturno, y las mujeres que se suponen trabajan ahí les piden exámenes ginecológicos, lo que en verdad está habilitando son prostíbulos.
La querella de Alika lo dijo bien claro: “el Estado no sólo fue cómplice sino más bien que se asoció” a los proxenetas. Porque obviamente para habilitar los locales y entregar las libretas cobraba una tasa mensual, también les cobraba los controles médicos mensuales, y al considerarlas ‘trabajadoras’ les realizaban los descuentos impositivos pertinentes.
Esa supuesta legalidad que muchas organizaciones defienden para “proteger” a las mujeres de los atropellos, sólo era una herramienta más para que los proxenetas pudieran explotar a las mujeres sin mayores inconvenientes, “lo que yo hacía era legal, estaba habilitado por el municipio” declaró Montoya en el juicio.
El estado garantizó que las mujeres no tuvieran otra alternativa que el circuito prostibulario, y luego las retuvo ahí.
El propio municipio se defendía alegando que sólo se habilitaba el funcionamiento de “clubes nocturnos”, que todo lo que pasara por fuera de esa habilitación, cualquier ataque a las mujeres por fuera de la actividad “habilitada”, ellos no podían hacer nada. La realidad es que la explotación sexual de las mujeres ocurría y el estado no hacía nada para evitarlo. Peor aún, lucraba con esa misma explotación. Y al haber una normativa al respecto, todo quedaba teñido de un manto de legalidad, que se suma al discurso de la supuesta autonomía: las mujeres quieren, el estado dice que está bien, nada malo pasa… mientras las mujeres de esos prostíbulos eran sometidas a todo tipo de violencia.
Retomando lo dicho anteriormente, en relación al peso subjetivo de las mujeres de la “naturalización” de su situación, el hecho que el propio Estado diga que esa es una práctica aceptable, sólo redundaba en una atadura más para las mujeres. Montoya les decía una y otra vez “las putas no denuncian”, y el Estado reforzaba esta afirmación con sus ordenanzas. El caso de Alika puso las cosas claras, a los únicos que favoreció la reglamentación municipal de los “clubes nocturnos” fue a los proxenetas que se llenaron de dinero.
Por otro lado la complicidad del Estado se evidenció en la ausencia de políticas de asistencia para ayudar a estas mujeres a salir del circuito prostibulario. Cuando Alika fue encontrada en el allanamiento del prostíbulo Sheik, el estado provincial le ofreció un lugar donde vivir: una casa que ya había sido declarada como inhabitable. También le ofrecieron hacer un curso de tejido por una miserable contraprestación. Le dieron un préstamo para comprar un terreno, no le dieron una vivienda para ella y sus hijos. Tuvo que enfrentar el juicio oral compartiendo los pasillos de tribunales con los proxenetas, que llegaron al juicio en total libertad, sin prisión preventiva para protegerla. Antes durante y después del juicio las amenazas y hostigamiento fueron constantes contra Alika y las otras mujeres que declararon en la causa y la única medida que se tomó fue recluirla en un hotel con dos custodios que se fueron en cuanto terminó el debate oral.
El colmo fue la presencia de Fabiana Tuñez, presidenta del Consejo Nacional de las Mujeres – designada por Macri – y Coordinadora del Consejo Federal de lucha contra la Trata, en Ushuaia los mismos días del juicio. Alika sólo recibió un mensaje vía whatsapp de Tuñez en el que le ofrecía “lo que necesitara”, pero no recibió absolutamente nada.
El juicio terminó y Alika se quedó sin custodia, sin el personal de acompañamiento del Programa de Rescate, sin medidas de cuidado, sin una vivienda propia, sin poder salir a la calle, sin siquiera poder a llevar a sus hijas al jardín.
¿Dónde estaba AMMAR?
La responsabilidad de la organización AMMAR, y todas las organizaciones que pregonan en los pasillos de las universidades, en las charlas informativas, en los talleres de los Encuentros Nacionales, una política que tiende a profundizar la explotación, es enorme y este caso así lo demostró.
Cuando los propios argumentos de una organización que dice defender a las mujeres son utilizados por los mismos proxenetas, entonces caben muchas preguntas y más denuncias…
La defensa de los proxenetas se ocupó durante todo el juicio de explicar que los imputados no habían cometido ningún delito, que ellos tenían todos sus papeles en regla, y que cuando no lograban que una mujer no obtuviese la libreta sanitaria, entonces no la aceptaban en el local. No dijeron que los cuerpos y sexualidad de esas mujeres no eran arrebatados para lucrar con ellos. Simplemente que eso no era un delito.
Cuando se postula la legalidad de la explotación sexual como una forma de cuidado para aliviar la situación de las mujeres, el caso de Alika es la respuesta más concreta; ninguna ordenanza, ninguna libreta, ningún inspector garantiza que a las mujeres no las violenten, las golpeen, las humillen. Sólo han garantizado que los proxenetas tengan más margen para hacer sus negocios, ya sin esconderse, sino con total libertad e impunidad.
Hasta el propio abogado del proxeneta Montoya citó a la organización AMMAR, para declarar que como hay mujeres que se identifican como ‘trabajadoras sexuales’, y estas mujeres podían entrar y salir, claramente “no había un delito”. ¡AMMAR les dio letra a los proxenetas y tratantes!
Tanto han escrito las defensoras del regulacionismo que la trata no es prostitución, que el trabajo sexual no es más que la liberación sexual de las mujeres, que la única forma de combatir al proxenetismo es la reglamentación… Pero el caso de Alika les enrostra la realidad tal cual es: donde se ha reglamentado la prostitución la situación de las mujeres no ha cambiado nada, sino que se ha perpetuado a plena luz del día.
Y estas “sindicalistas” que dicen defender los derechos de las mujeres, combatir al proxenetismo, no han movido un solo dedo en la única pelea real que hoy se está dando contra los proxenetas. No han sacado una declaración, no han convocado a ninguna acción de apoyo, absolutamente nada que ayudara a que Alika le gane a sus explotadores.
Ni en el suplemento LAS 12 se escribió un renglón en apoyo a la tremenda lucha de esta mujer. Qué importante hubiese sido que el Ni Una Menos se expresara a favor de Alika, denunciara las atrocidades a las que estaban sometidas ella y sus compañeras por parte de los proxenetas, y la terrible complicidad del estado para que eso pase. Pero no. Parece que las regulacionistas no están tan dispuestas a enfrentar al proxenetismo como dicen…
La lucha sigue en las calles
El debate oral terminó y ahora estamos a la espera de la definición del tribual. La justicia patriarcal tiene un gran prontuario en fallar en contra de las mujeres. Este es el mismo Estado que liberó a todos los proxenetas de Marita Verón, después de la incansable lucha de su madre Susana Trimarco, cuando gobernaba Cristina. Es el mismo Estado con Macri a la cabeza que encerró a Belén. El mismo Estado que no nos sorprende amparando violentos, femicidas y proxenetas.
Esto nos impone no bajar los brazos ni por un minuto. El caso de Alika es fundamental para que ella consiga justicia por todo el daño que le han hecho. Pero también es fundamental para la lucha contra las redes de trata y explotación. Los organismos internacionales, las redes de proxenetismo internacional están en pie de guerra, avanzando en la legalización de una de las formas más violentas de opresión patriarcal. Lo demostró Alika, lo demostró la experiencia de Holanda: la reglamentación de la explotación no ha modificado la situación de las mujeres explotadas, sólo las ha atado aún más.
Alika junto a las organizaciones que la acompañamos, logramos imponer su caso a nivel nacional, planteamos la importancia de luchar contra la trata y la explotación sexual, que es también la lucha contra el Estado proxeneta. Un fallo favorable en este sentido nos va a dejar un escalón más arriba en la pelea contra todas las redes. Por eso tenemos que seguir la campaña hasta el día de la sentencia, presionando para un fallo ejemplar. Y seguir después de eso, contra el proxenetismo y el Estado que lo ampara.
¡Justicia para Alika!
¡Cárcel efectiva a los proxenetas y funcionarios cómplices!
¡Trabajo genuino y viviendad para mujeres y trans!
¡El gobierno es responsable!
Por Marina Hidalgo Robles, SoB 406, 17/11/16