El 09 de noviembre resultó electo Donald Trump como presidente de los Estados Unidos. Su campaña se sustentó en un discurso xenófobo, racista, machista y contrario al “consenso globalizador” imperante en las últimas tres décadas.
Debido a esto, su ascensión al poder de la principal potencia capitalista despertó un repudio y temor a nivel internacional, el cual incluye (por diferentes razones e intereses) desde empresarios y políticos burgueses que temen una desestabilización de la economía internacional por la medidas proteccionistas anunciadas por Trump, hasta sectores explotados y oprimidos que identifican al magnate neoyorquino con una profundización de los ataques contra sus derechos democráticos y conquistas sociales.
En esta edición de Prensa Socialista publicamos el artículo “Un demagogo llega a la presidencia de los Estados Unidos” (p. 6-7), donde se profundizan las razones del triunfo de Trump y sus implicaciones políticas a nivel internacional. En este editorial analizaremos las posibles implicaciones de su administración sobre Costa Rica y Centroamérica.
Un programa reaccionario contra explotados y oprimidos en todo el mundo
Un primer elemento por analizar es el carácter del programa de Trump, el cual representa una novedad (por la derecha) con respecto a sus opositores demócratas y a lo interno del Partido Republicano. Desde la Corriente Socialismo o Barbarie (SoB) definimos que Trump promovió una candidatura “nacional imperialista” reaccionaria, que hizo “click” con un sector de la población estadounidense que vio empeoradas sus condiciones de vida por la crisis económica capitalista abierta en 2008, en particular los denominados “blue-collars whites” (trabajadores blancos de cuello azul), quienes identifican sus problemas de desempleo con la llegada de migrantes y la relocalización de empresas estadounidenses en países del Tercer Mundo con los tratados de libre comercio[1].
Dada la ausencia de una alternativa de izquierda socialista y la demagogia populista desarrollada por Trump durante la campaña, este sector de la clase trabajadora encontró en la figura del magnate una “nueva” opción ante la continuidad de la casta política de los republicanos y demócratas, los cuales identifican como responsables de sus problemas.
De esta manera, el programa levantado por Trump en la campaña electoral, abiertamente reaccionario en clave nacionalista (“hacer a los EUA grandes otra vez”) y agresivo contra sectores oprimidos en general (inmigrantes, afroamericanos, mujeres, etc.), fortalece el giro hacia la derecha a nivel internacional. Sintomático de esto, es que su victoria fuera celebrada por varias de las figuras más destacadas de la ultra-derecha racista y xenófoba europea: Nigel Farage, líder de la campaña por el Brexit (con un perfil de derecha y xenófobo) y asesor de Donald Trump; Gert Wilders, político holandés abiertamente xenófobo que es el favorito para las elecciones de marzo próximo, Marie Le Pen, líder del ultra-derechista y xenófobo Frente Nacional en Francia, entre otros.
En Centroamérica el triunfo de Trump generó más temores que simpatías en las esferas oficiales, pues varios gobiernos tienen diferencias con sus posturas en cuanto al tema migratorio y comercio exterior (lo cual detallaremos más adelante). A pesar de esto y, en un sentido general, su triunfo fortalece a estos gobiernos y los partidos patronales del área para aplicar planes de ajuste contra la clase trabajadora y profundizar las formas de opresión contra otros sectores sociales.
Ataques contra los inmigrantes en los EUA
Otro rasgo del “nacionalismo imperialista” de Trump es su xenofobia contra los inmigrantes, en particular contra los árabes (que asoció con terroristas) y los latinos (que estigmatizó como violadores y ladrones). Durante su campaña amenazó con deportar inmediatamente los once millones de trabajadores indocumentados (“ilegales” en la jerga de los políticos burgueses) que se estima viven en Estados Unidos, aunque recientemente varió su discurso prometiendo deportar inmediatamente a los inmigrantes que representaran un peligro para la seguridad de los Estados Unidos. Número más, número menos, no hay duda que la administración Trump lanzará un ataque directo contra los trabajadores inmigrantes y, en este sentido, millones de centroamericanos se verán expuestos a ser deportados.
Se estima que en los Estados Unidos residen 2.9 millones de centroamericanos, siendo que dos de cada cinco están sin estatus migratorio legal, es decir, alrededor de 1 millón 160 mil. Las remesas de esos trabajadores constituyen una porción significativa del Producto Interno Bruto (PIB) de cada país: Honduras 18%, El Salvador 15.8%, Guatemala 10.75% y Nicaragua 9.4%. De producirse una deportación masiva de inmigrantes de la región, esto afectará sensiblemente la fuente de ingreso de millones de familias en la región que dependen de las remesas para subsistir, dado que el miserable capitalismo semicolonial centroamericano es incapaz de garantizarles empleo formal. Además, Trump planteó durante la campaña que sólo los migrantes legales podrían enviar remesas, de forma tal que incluso quienes se salven de ser deportados, verán obstruido el envío de dinero para sus familiares en Centroamérica.
El proteccionismo imperialista y el capitalismo semicolonial centroamericano
Por último, abordaremos lo concerniente al programa económico de Trump, el cual consiste en establecer medidas proteccionistas sobre la economía estadounidense. Esto representa un cambio con relación a las anteriores administraciones demócratas y republicanas, las cuales impulsaron el “consenso globalizador” imperante desde finales de los ochenta hasta la actualidad. Producto de esto son los tratados de libre comercio, los cuales permitieron la relocalización de empresas estadounidenses en países semicoloniales para producir a un menor costo, dado que la fuerza de trabajo es más explotada en esas regiones.
Trump quiere revertir este consenso globalizador y, para eso, plantea varias medidas que cuestionan los espacios comerciales abiertos en las últimas décadas entre Estados Unidos y los países centroamericanos, cuyas consecuencias serían trasladas por los gobiernos y cámaras patronales sobre la clase trabajadora de sus respectivos países.
Por ejemplo, quiere renegociar el TLC con México y retirar a los Estados Unidos del Tratado Transpacífico (TTP, reúne a varias de las principales economías mundiales y representan un 40% de PIB mundial), para blindar el mercado estadounidense de las importaciones de esos países.
Como socialistas nos oponemos a los tratados de libre comercio, pues son instrumentos diseñados para favorecer a las grandes empresas transnacionales y gran parte de los capitalistas locales, en detrimento de la clase trabajadora y el conjunto de sectores explotados. En el caso de Trump su crítica al libre comercio la realiza desde un ángulo de clase muy distinto: representa un sector de la burguesía imperialista que ve en el proteccionismo una forma para preparar nuevos ataques contra los países semicoloniales y nunca para beneficiar a la clase trabajadora.
Aún no está claro si Trump va plantear renegociar el TLC con Centroamérica, pero de hacerlo dejaría expuesto (aún más) la vulnerabilidad del modelo de desarrollo implementado por las burguesías centroamericanas que, durante décadas, han sido fieles sirvientes al imperialismo yanqui y colocaron las economías de la región en total dependencia del mercado estadounidense. Por otra parte, Trump declaró que va revocar la “Offshoing Act” durante los primeros cien días de su mandado, lo cual le permitiría poner impuestos a las importaciones en los Estados Unidos (particularmente a las provenientes de México y China).
Entre 2003 y 2010 las exportaciones de la región hacia los Estados Unidos crecieron un 10%, representando un 65% del total de exportaciones de todos los países centroamericanos (un 40% para el caso de Costa Rica). Así las cosas, si el mercado estadounidense se cerrara (aunque sea parcialmente) para las exportaciones centroamericanas, no tardaría mucho en generar mayores problemas económicos en la región, los cuales serían trasladados por las burguesías locales hacia la clase trabajadora en sus respectivos países.
Finalmente, Trump apuesta por incentivar el retorno de empresas estadounidenses a su país, reduciendo el impuesto corporativo de un 35% a un 15%. En el caso de Costa Rica, el 70 de la Inversión Extranjera Directa (IED) proviene de los Estados Unidos, así que este incentivo podría transformarse en la salida de empresas del país y un aumento del desempleo.
¡A las calles contra la agenda imperialista de Trump y los planes de ajuste de los gobiernos centroamericanos!
El gobierno de Trump no representa más de lo mismo, sino que implica el ascenso al poder de un presidente con una agenda “nacional imperialista” reaccionaria en contra de los de abajo en los Estados Unidos y países oprimidos por el imperialismo yanqui.
Aunado a esto, en toda la región los gobiernos burgueses aplican planes de ajuste sobre la clase trabajadora y sectores explotados, algo que podría profundizarse aún más con las políticas proteccionistas de Trump: ¡los burgueses centroamericanos no van a dudar un instante en recargar sobre los de abajo los efectos negativos que produzcan las medidas de Trump en sus negocios!
De ahí que sea necesario prepararse para luchar contra las repercusiones de los planes imperialistas de Trump y las políticas de ajuste que ejecutan los gobiernos burgueses en la región.
A las pocas horas de resultar electo Trump, miles de estudiantes, mujeres, afroamericanos y miembros de la comunidad LGBTI, tomaron las calles en varias ciudades de los Estados Unidos para expresar su repudio contra el nuevo gobierno y su agenda reaccionaria e imperialista. Esta es la ruta que deben tomar la clase trabajadora y el conjunto de explotados y oprimidos, para enfrentar los desafíos que representa el giro a la derecha a nivel internacional.
[1] Trump también capitalizó el apoyo de sectores de ultra derecha de los Estados Unidos, motivados por sentimientos racistas y conservadores contra los derechos de las mujeres y LGBTI.
Por NPS Costa Rica, 1/12/16