Durante los últimos días, el mundo entero ha asistido horrorizado a la Guernica del Siglo XXI: la ofensiva lanzada por el dictador Bashar Al-Assad, con el apoyo del imperialismo ruso y de milicias terrestres iraníes y de Hezbollah contra la ciudad de Alepo, controlada hasta hace unas semanas en casi el 50% por fuerzas de oposición. Siria se ha convertido desde el inicio del conflicto en el coto de caza de los diferentes imperialismos, que pelean una “guerra por intermediarios”, financiando diferentes grupos armados, o interviniendo de manera directa.
Es el caso del imperialismo ruso, actor central de la carnicería que se está desarrollando en este momento, constituyendo un punto de apoyo militar y político esencial del asesino Bashar Al-Assad. Pero también es el caso, aunque éste no haya intervenido de manera directa, del imperialismo estadounidense: el mismo planteó un apoyo acrítico a los grupos “rebeldes” y dio luz verde a sus aliados regionales para que les suministraran armas y financiamiento, generando el caldo de cultivo del integrismo reaccionario. Por otra parte, si no intervino de manera directa militarmente, no es por “buena voluntad”, sino porque viene sufriendo un desgaste continuo a causa del fracaso de sus últimas aventuras militares en Medio Oriente, y porque teme a los posibles resultados de un colapso del Estado sirio.
La ofensiva militar de las ultimas semanas ha consistido en una política de tierra arrasada, con bombardeos cotidianos, apuntando contra objetivos civiles como hospitales, que terminaron de destruir una ciudad que se encuentra bajo asedio desde que las movilizaciones democráticas de 2012 se opusieran al gobierno de Al-Assad (amén de que este carácter progresivo se diluyó con el paso del tiempo a favor de fuerzas reaccionarias o ligadas a las potencias regionales).
Sobre la base de la destrucción sistemática de la ciudad, el régimen de Al-Assad, con el apoyo del imperialismo ruso y de sus aliados regionales, viene de lanzar una ofensiva con la que ha retomado el control de la totalidad de la misma, dando un salto cualitativo en el nivel de barbarie. Decenas de miles de civiles se encuentran bloqueados en esta trampa mortal, sin comida, sin techo, sin ningún refugio, hacinadas en la ínfima porción de territorio controlada por los «rebeldes» (100.000 personas en tan solo 5 km2). Hay múltiples testimonios de ejecuciones sumarias por parte del régimen. Las calles están repletas de cadáveres que la intensidad de los combates (o más precisamente, de las masacres) de los últimos días han impedido evacuar. El criminal de guerra Bashar Al-Assad intenta así reconstruir su dictadura sobre la base de ríos de sangre.
Al mismo tiempo, no se puede dejar de resaltar el hecho de que los «rebeldes» de Alepo (no nos referimos a los miles de civiles encerrados en esta ratonera y que no tienen ninguna voz en el conflicto) están compuestos de corrientes igual de reaccionarias que la de Bashar Al-Assad. En efecto, las protestas de 2012 tenían un carácter enormemente progresivo, democrático, laico, por los derechos sociales y contra el flagelo de la crisis económica iniciada en 2008. Pero la brutal represión del régimen de Bashar, la subsiguiente militarización del conflicto y le entrada en escena de potencias regionales como Turquía, Arabia Saudita o Qatar (con el visto bueno del imperialismo estadounidense), fueron minando el carácter progresivo de la oposición.
Así, fueron tomando un rol cada vez más preponderante (que hoy ha devenido claramente mayoritario), las corrientes islamistas integristas y ultra-reaccionarias, que defienden un modelo de sociedad totalitario, basado en la opresión de las mujeres, de las minorías sexuales y religiosas. Así, una vez aplastada por Bashar la revuelta democrática, la guerra civil siria pasó a ser el terreno de disputa de intereses reaccionarios y ligados a las potencias regionales, donde cada grupo armado pasó a ser financiado por tal o cual potencia, a funcionar sobre la base de exacciones contra la población local, del empleo de mercenarios de guerra, sin ningún lazo con ningún organismo de masas, sindical, asociativo o político.
En esta situación, los grandes ausentes son las masas y el pueblo sirios. Los mismos se han visto envueltos en una espiral de violencia entre diferentes intereses imperialistas, donde cada opción es peor que la otra. Toda voz independiente ha sido ahogada bajo las bombas y las metrallas, ya sean del bando de Bashar o del bando «rebelde» que combate a experiencias democráticas como las del pueblo kurdo. Ninguna de las alternativas en escena pueden representar una salida progresiva para el pueblo sirio: la única salida es la propia auto-determinación democrática de las masas sirias, de manera independiente de todos los sectores reaccionarios en disputa. Hay que pelear por una Alepo verdaderamente libre, tanto del dictador Bashar Al-Assad como de los djihadistas, tanto de los perros guardianes de los intereses rusos, iraníes o libaneses que combaten junto a Bashar, como de los peones de Turquía, Arabia Saudita o Qatar que financian y dirigen al bando «rebelde». Solo una Alepo verdaderamente liberada, en las manos de las masas sirias, podrán resolver las necesidades acuciantes de la población y salir del infierno de la guerra civil siria.
Esta fue la perspectiva que la Primavera Árabe inauguró: la movilización masiva por abajo de los trabajadores y los sectores populares, que derribó regímenes sanguinarios encastrados en el poder desde hacía décadas, como el de Ben Ali en Túnez, Mubarak en Egipto y que hizo trastabillar al dictador Al-Assad. Si la Primavera Árabe generó una ola mundial de simpatía entre los sectores populares y llegó a irradiar al otro lado del Mediterráneo (como en el caso de los Indignados españoles), fue precisamente porque expresaba reivindicaciones y métodos profundamente progresivos, emancipatorios. Esta es la razón por la cual las fuerzas mancomunadas del imperialismo, de las dictaduras regionales, de las corrientes integristas reaccionarias se abatieron sobre ella para liquidarla. Pero las fuerzas profundas que se levantaron durante la Primera Árabe volverán sin duda a levantar cabeza, para echar por los aires a toda la podredumbre que se alió contra ellas.
La catástrofe de Alepo, la Guernica del siglo XXI, demuestra con toda crudeza el grado de descomposición y de barbarie al que se dirige el capitalismo en crisis. No se trata de una «excepción», de un «caso extremo»: se trata del verdadero rostro de un sistema en putrefacción, donde las peleas inter-imperialistas por el reparto del mundo se volverán cada vez más directas y violentas. La perspectiva que se reabre es clara: revolución socialista o más barbarie capitalista.
¡Fuera todas las tropas y las milicias de Alepo!
¡Por una Alepo libre, en manos de las masas sirias autodeterminadas!
Declaración de la corriente internacional Socialismo o Barbarie, Paris, 15/12/16