A la hora de cerrar esta nota -22.00 hora local- todavía suenan sirenas en el centro de Washington DC. La ceremonia de asunción de Trump terminó hace varias horas y las protestas todavía recorren las calles de la capital estadounidense, asediando las galas de la derecha con retenes, bloqueos y concentraciones.
Desde temprano la ciudad estuvo movilizada combinando una amalgama de consignas y reivindicaciones: Contra la xenofobia, el racismo y el supremacismo blanco al grito de Black Lives Matter, ‘No Trump, no KKK, no fascist USA’, ‘No shame, no fear, inmigrants are welcome here’. Contra el patriarcado, por los derechos de las mujeres y la comunidad LGBT, levantando consignas contra el machismo y la discriminación y por el aborto legal (‘my body, my choice’).
¿Cómo logró Donald Trump unificar todas estas consignas en su contra? No se trata sólo de la campaña abiertamente xenófoba, patriarcal y reaccionaria que llevó adelante, proponiendo desde construir un muro total en la frontera con México hasta “agarrar por la vagina” a las feministas, sino de que en la medida que se acercaba el momento de su asunción formal (12.00 hora local) se acrecentaba la certeza de que todo lo prometido se haría realidad si no se resiste.
Si no alcanzaba con el gabinete de guerra que propuso el magnate inmobiliario, colmado de multimillonarios, supremacistas y militaristas, el discurso que dio al asumir la presidencia debería despejar todas las dudas. En los 17 minutos que ocupó para dirigirse a los estadounidense, Trump se encargó de revivir la teoría del ‘destino manifiesto’ de los Estados Unidos de dirigir los asuntos del mundo, sólo que en clave aún más nacionalista y retrógrada.
“Durante muchas décadas hemos enriquecido a la industria extranjera, a expensas de la industria americana, subsidiado los ejércitos de otros países mientras permitimos la triste merma de nuestras fuerzas armadas, defendimos las fronteras de otras naciones, mientras nos rehusamos a defender las nuestras” espetó el flamante presidente ante una adepta audiencia fuertemente custodiada y asediada por bloqueos y manifestaciones.
La idea de victimizar a los Estados Unidos como un ingenuo país altruista responde a la retórica demagógica que Trump utilizó durante toda su campaña, la misma con la que le dice a los trabajadores que las penurias que están viviendo son culpa de una mala administración, tal vez demasiado generosa de sus antecesores. Pero nada podría estar más alejado de la realidad, tanto con Bush como con Obama en la presidencia, los Estados Unidos se han encargado de realizar acuerdos comerciales internacionales, inversiones militares e intervenciones armadas en su propio y exclusivo beneficio, invadiendo países y destruyendo economías y sociedades enteras con el sólo interés de beneficiar al dólar.
Ocurre que luego de la crisis financiera de 2007/2008 y el salvataje de la administración de Obama a los grandes bancos, los pilares del sistema imperialista mundial lograron evitar la crisis pero no encontrar una salida. Ahora, no sin una buena dosis de demagogia, Trump propone que esa salida sea el vuelco al nacional imperialismo, al proteccionismo económico y la guerra comercial para generar algún tipo de crecimiento fronteras adentro, con una retórica patriotera, ultranacionalista (America First), militarista y religiosa. Claro, a expensas economías como la mexicana, como se está viendo en estos días.
Si este giro en la administración de los asuntos internacionales trae grande tensiones geopolíticas por arriba, como el espanto que mostró el premier chino, Xi Xinpín en el foro anual de Davos, por abajo también se expresó durante toda una semana de manifestaciones y protestas en Washington DC y el resto de EE UU, que tuvieron un salto hoy en la jornada de #Disrupt20J, y que promete tener un punto cúlmine importante mañana en la Marcha del Millón de Mujeres que anuncia una convocatoria estimada superior a las 200 mil personas.
La jornada de hoy comenzó temprano a la mañana, con ‘rallies’ o concentraciones en plazas de donde partieron grupos a bloquear los accesos a la ceremonia de asunción. Cerca de las 10 se comenzó a marchar desde varios puntos de la ciudad, convergiendo en la estación ferroviaria Union Station, a metros del Capitolio. Pero la bronca no se agotó ahí sino que de la movilización volvieron columnas a la ciudad que hacia las 15, mientras se desarrollaba el desfile presidencial, colmaron el centro en la zona de la Casa Blanca.
En la medida que las columnas crecían en tamaño y concentración, y mientras se asentaba la idea de que Trump ya era, oficialmente, el nuevo presidente de los Estados Unidos, las manifestaciones de bronca se fueron radicalizando, con grupos rompiendo vidrieras de bancos y comercios y chocando con la policía antidisturbios que estaba distribuida por toda la ciudad. Hacia las 16 horas la calle se había tornado en el escenario de una pequeña batalla, con epicentro en las calles 12 y K, que rápidamente se convirtió en Trending Topic, atrayendo más manifestantes.
Finalmente las fuerzas represivas lograron descomprimir la protesta en varias partes, pero no habían pasado dos horas cuando los manifestantes se reagruparon a una cuadra de ahí, en Franklin Square donde, mientras se desarrollaba un festival, se reunieron aproximadamente 1000 personas que tuvieron a raya a los efectivos policiales por varias horas.
Cuando la protesta se dispersó un poco, nuevamente la policía arremetió, reprimiendo con gas pimienta y deteniendo manifestantes. Pero los grupos que se fueron rompiendo formaban pequeñas marchas que deambulaban la ciudad, en busca de galas republicanas para escrachar u otras concentraciones a las que sumarse.
Estos elementos de espontaneísmo y desorganización en la protesta, producto de la descentralización a la que las propias organizaciones se prestaron, se mostraron como un límite para enfrentar la represión y establecer una resistencia en orden pero por el otro lado demuestran que hay, al menos en la vanguardia, enormes reservas de bronca y ánimos de lucha.
A su vez, estos elementos de lucha, de persistencia y moral dieron la nota de una inauguración presidencial sin precedente en los Estados Unidos. Si bien hubo manifestaciones durante la asunción de Nixon o Bush, nunca de esta magnitud ni tan duraderas y resistentes.
Mañana 21 tendrá lugar la Marcha de Mujeres, que promete ser mucho más multitudinaria, centralizada y unitaria. De combinarse con los elementos combativos de hoy, sería un mensaje político contundente a Trump de que no podrá sin más desarrollar su agenda reaccionaria, que el ajuste, la represión y la discriminación que promete serán resistidas.
Corresponsal desde Washington DC para Socialismo o Barbarie