Las primeras medidas ya señalan rumbos pero aún no hay determinaciones categóricas
La controvertida asunción y los primeros días de Trump en la presidencia de EEUU han sido el centro de la atención mundial en una escala inusitada. Se ha convertido en el tema principal de los medios en todos los idiomas… y parece que lo va a seguir siendo durante cierto tiempo. Pero también ha provocado fuertes repudios.
Por supuesto, Estados Unidos, pese a su relativa decadencia, sigue siendo la primera potencia mundial… aunque ya no está sola en el podio. Sin embargo, la resonancia no se debe exclusivamente a eso. Se combinan otros factores determinantes.
Uno de ellos –y no el menos importante– es el repudio y las movilizaciones críticas desacostumbradas en los anteriores cambios de gobierno. Mientras Trump asumía la presidencia el viernes 20 de diciembre, tanto en la capital como en otras ciudades de EEUU y otros países de América y Europa, comenzaron actos y manifestaciones de rechazo. Al otro día, el sábado 21, las multitudinarias “Marchas de la Mujeres” alcanzaron dimensiones sin precedentes en la historia de EEUU.
Hubo protestas menores en la asunción de otros presidentes estadounidenses, como Nixon o Bush (hijo). Sin embargo, para encontrar una crisis más grave que lo de Trump, hay que remontarse a diciembre de 1860, cuando la ascensión de Abraham Lincoln a la presidencia detonó la guerra de secesión iniciada por los Estados esclavistas del sur…. Con el agravante de que Trump no es precisamente un Lincoln… y que ha puesto en su gabinete a notorios amigos del Ku Klux Klan…
Pero el enfoque de la atención mundial no se debe sólo a la división política de EEUU y los enfrentamientos que provoca. Además, se percibe en Trump al producto de una situación mundial crítica y, a la vez, el posible operador o, más bien, detonador de cambios mundiales y situaciones críticas… que pueden desembocar en cualquier cosa, como guerras y crisis de todo tipo… . Las preocupaciones aumentan en la medida que los dichos y hechos de Trump hacen pensar en un “mono con navaja”.
Efectivamente, Trump no aparece como un “estadista”, con un programa global coherente. Como advierte Michel Klare[1], Trump encara cada tema no como parte de un cuadro geopolítico mundial, sino como un “negocio” en particular. Sin embargo, esas primeras medidas nacionales e internacionales nos remiten implícitamente al punto crucial de la situación mundial: la crisis de la globalización neoliberal. Y, dentro de ella, la crisis social y política de los Estados Unidos. Vemos algunos puntos y aspectos.
La situación económico-social de EEUU, globalización del capital, Estado nacional y competencias geopolíticas
El capitalismo, históricamente, carga con una contradicción irresoluble, el carácter mundial de la economía y el carácter nacional de sus Estados.
La tan festejada globalización, lejos de resolver esta contradicción la viene agudizando cada vez más en los últimos años. Y, paradójicamente, Estados Unidos, como Estado (y sociedad) ha sido uno de los perdedores en este mecanismo… aunque gran parte de sus corporaciones (y en especial del capital financiero) se hayan llenado los bolsillos hasta hartarse.
Recordemos que el capitalismo mundial, al compás de las crisis económicas y de las guerras, ha oscilado históricamente entre etapas de mayor internacionalización o “globalización” de la producción, el comercio y las finanzas, y otras de mayor proteccionismo o autarquía de los Estados y las economías nacionales. Hoy Trump anuncia estruendosamente un giro al proteccionismo… aunque son difíciles de prever sus alcances finales.
¿Cómo se ha llegado a esto?
La Segunda Guerra Mundial (1939/45), llevó a EEUU a la cúspide como economía (producía el 50% del PBI mundial) y también como Estado. No sólo era la principal superpotencia, sino que además como Estado tenía garantizadas sólidas bases sociales, las satisfechas clases medias y trabajadoras (blancas), que veían realizarse el “sueño americano” de buenos negocios y/o empleos seguros y bien remunerados.
Pero el “sueño americano” comenzó a deteriorarse ya con la crisis de los ’70 y luego con el impulso a la globalización, que fue la política del Estado yanqui y las corporaciones para salir del paso. Años después, la crisis del 2008 terminaría de transformar al “sueño americano” en la pesadilla del desempleo, el trabajo precario y los salarios miserables.
Al mismo tiempo, como potencia mundial, la globalización le jugaría una mala pasada al Estado norteamericano. La globalización de la producción, las finanzas y el comercio proporcionó ganancias colosales a las corporaciones y especialmente al sector financiero. Pero trajo dos consecuencias que debilitaron a EEUU como Estado.
Una de ellas, la mencionada crisis social que implicó el arrasamiento en EEUU de las ramas industriales que se mudaban a los paraísos de salarios miserables, como México y sobre todo China y otros países del Asia-Pacífico. Esto impactó seriamente y deterioró las necesarias bases sociales y de “consenso”, que son doblemente imprescindibles para los Estados imperialistas. Y, con más razón; para EEUU que pretende ser “el primero”.
La otra, que la mudanza globalizadora de la producción al Asia-Pacífico contribuyó a hacer de China una gran potencia, que hoy hace sombra a EEUU. China no sólo se convirtió en el principal acreedor de EEUU, endeudado hasta la coronilla para hacer frente a los déficits del Estado y de la balanza comercial. Ya también le disputa a nivel geopolítico el puesto de Nº 1.
Cuando Trump gana las elecciones con la consigna de “Make America Great Again!” (¡Haz de EEUU un gran país de nuevo!), está prometiendo volver a la perdida época de poderío del Estado yanqui… no porque sea un luchador por los derechos de los trabajadores sino para fortalecer al Estado. Por eso, al mismo tiempo, despliega un racismo poco encubierto que excluye a negros, latinos y otros indeseables del regreso al Paraíso Perdido.
Esto va a acompañado de otra consigna fundamental: “América First!” (¡EEUU primero!). Significa que EEUU –con Trump– volverá a mandar en el mundo… lo que implica que el resto deberá obedecer. Recordemos, además, que la consigna “América First!” no la inventó Donald Trump. Fue la consigna y el nombre la organización “aislacionista” que al comienza de la Segunda Guerra Mundial proponía un acuerdo-alianza con Hitler para repartirse el mundo. En EEUU, este aspecto histórico que sigue resonando en la consigna “América First!” no puede ser desconocido por Trump. ¡O sea, el “gran garrote” para imponer la obediencia debida a EEUU!
Para volver a “hacer grande a EEUU” y “ponerlo primero” y por encima de todos, Trump comienza con una serie de medidas que, sin embargo, no aparecen todavía como parte de un plan único ni del todo coherente geopolíticamente. Más bien, bien sugieren el criterio “empresario” de buscar “oportunidades” y también barrer competidores.
En ese tren, promover distintas “sociedades” y “negocios” geopolíticos y/o económicos –que pueden ser contradictorios pero dar ganancias–, y simultáneamente tomar las más despiadadas medidas para que los competidores que no se sometan, vayan a la quiebra. Pero esta lógica de los negocios puede ser muy peligrosa a nivel geopolítico.
Las dos carteras fundamentales del imperialismo yanqui –Departamento de Estado y Secretario de Defensa– Trump parece haberlas otorgado con ese criterio. La primera, a Rex Tillerson, ex director Exxon Mobil, gran negociador y, por añadidura, gran amigo de Putin!! La segunda, por si las cosas van mal, al general James Mattis, apodado «Mad Dog» (“Perro Loco”)… y no por casualidad.
Veamos algunas de esas contradictorias “sociedades” y enfrentamientos que ya se delinean, así como también algunas medidas y consignas al interior de EEUU.
Enfrentamiento a China… pero liquidación del TTP
Desde un primer momento, Trump marcó como gran enemigo geopolítico a China. Pero también, desde el inicio, Trump rompió con el TTP (Trans-Pacific Partnership), tratado de “libre comercio” del Asia-Pacífico gestionado por Obama como una de las medidas para hacer frente a China. Esto dejó desairados a socios fundamentales para este enfrentamiento, en primer lugar, a Japón. Trump preferiría otros niveles más peligrosos de confrontación.
La primera provocación de Trump fue comunicarse telefónicamente con la presidenta de Taiwán, que pretende ser independiente de China. En cuatro décadas, ningún presidente de EEUU se atrevió a eso, ya que va contra el principio pactado de que existe “un sola China”. ¡Ahora Trump rompe esa norma!
Pero quizás la señal más grave del enfrentamiento a China lo suministró el flamante “diplomático” Rex Tillerson, al amenazar la soberanía de Pekín en algunas islas del Mar de la China Meridional. «Primero –dijo Tillerson–, las edificaciones en esas islas deberán detenerse. Y, en segundo lugar, el acceso [de China] a esas islas tampoco va a ser permitido [por EEUU].»[2]
Para hacer una comparación, es como si un ministro chino hubiese anunciado que no va a tolerar que EEUU siga haciendo construcciones en Alcatraz u otros islas de la bahía de San Francisco, y que no le va a permitir el acceso! Y el que hace las amenazas públicas a China no es el “Perro Loco” de la Secretaria de Defensa, sino el tan diplomático Tillerson!!!
La respuesta china, aunque por intermedio del extraoficial diario de Pekín, Global Times, no fue menos contundente.
«Deberían pensar en prepararse para un enfrentamiento militar… Como Trump todavía tiene que jurar su cargo, China ha mostrado contención cada vez que los miembros de su equipo han expresado puntos de vista radicales, pero EEUU no debería pensar que Pekín tiene miedo de sus amenazas […] A menos que Washington planee lanzar una guerra a gran escala en el Mar de China Meridional, cualquier otro método para evitar el acceso chino a esas islas será estúpido. Tillerson haría bien en ponerse al día en estrategias nucleares, si quiere que una potencia nuclear [en referencia a China] se retire de sus propios territorios.»[3]
Así se presentan las cosas con China… y en una situación no favorable para EEUU en la región. Tradicionales aliados como Filipinas y Malasia han girado hacia Pekín. Y ahora Vietnam estaría dando pasos en ese sentido.
Acercamiento a Putin y Rusia, enfrentamiento al Estado Islámico y presiones antichinas
Paralelamente a las provocaciones contra China, Trump viene proclamando sus simpatías por el “hombre fuerte” del Kremlin. Esto tiene varios aspectos y motivos.
Rusia no es vista por Trump como una amenaza significativa para EEUU. Además, el fracaso de las políticas de Obama en Siria, los triunfos de Rusia y sobre todo la cuestión de derrotar al Estado Islámico habrían sido decisivos para buscar una “entente” con Putin.
Además, un entendimiento geopolítico con Moscú sería un golpe indirecto pero duro contra China, que evidentemente ha sido tomada como el gran rival de EEUU. Efectivamente, el cerco de la OTAN a Rusia –política tradicional de EEUU– y luego la crisis de Ucrania, su guerra civil interminable, más la anexión de Crimea, impulsaron a Moscú a un acercamiento creciente económico y geopolítico con China. Esto se ha desarrollado también a nivel militar, con las flotas rusa y china haciendo maniobras conjuntas para defender a las islas que –según el nuevo Secretario de Estado– China no tendría permitido ocupar!!!
Asimismo, Rusia y China (con otros Estados menores de la región, entre ellos Irán) han ido bosquejando la conformación de un “bloque de Eurasia” que abarcaría una inmensa región y tendría gran influencia en los Estados del Pacífico y del Índico… algo indigerible para EEUU… y por supuesto para Trump. Asimismo, las rutas marítimas y terrestres del “Camino de la Seda” diseñadas por Pekín, dependen en buena parte de su entendimiento con Moscú.
Trump apostaría a un acercamiento a Moscú, tanto para enfrentar al Estado Islámico como revertir este proceso y aislar a China.
Apoyo incondicional a la extrema derecha sionista y un salto en la “limpieza étnica” de los palestinos
Con Trump, el tradicional apoyo de EEUU al Estado colonialista de Israel, da también un salto cualitativo. Reconoce a Jerusalén como capital de Israel, lo que implica el reconocimiento de la soberanía israelí en toda la Palestina ocupada militarmente por el Estado sionista en la guerra de 1967.
Así legaliza abiertamente la genocida “limpieza étnica” aplicada por Israel en toda Palestina. Trump termina con la farsa de la política de las eternas “negociaciones por los dos estados”. Pero lo hace no para construir un Estado único democrático, donde árabes y judíos vivan en paz y tengan los mismos derechos. Lo hace para legalizar la existencia la de un enclave colonial y religioso-racista, que lleve hasta el final el extermino y/o la expulsión de los palestinos.
Ruptura de los acuerdos firmados con Irán sobre energía nuclear
En sintonía con el gobierno de Israel y las corrientes más extremistas del sionismo, Trump auspicia la liquidación de los acuerdos firmados por la ONU y las principales potencias mundiales y regionales con Irán, acerca el desarrollo de la energía nuclear con fines pacíficos.
El gobierno de Israel, que posee “ilegalmente” armas atómicas sin rendir cuenta a nadie, tiene como política permanente liquidar estos acuerdos… con el objetivo final de desatar un conflicto bélico contra Irán. Esta es su prédica constante. Trump y en general los republicanos coinciden en ese rechazo, que llevaría muy probablemente a otro genocidio en Medio Oriente…
Distanciamiento de la Unión Europea y unión con la Gran Bretaña del Brexit. La OTAN en cuestión
La atención que presta Trump a Moscú y también a Gran Bretaña del Brexit con la que establecería una especie de “mercado común”, tiene su contrapartida en la menor importancia que otorga a la Unión Europea. Esto también constituye un giro de 180º en relación a la línea tradicional de Washington, de dar a Europa occidental, encabezada por Alemania y Francia, un primer lugar en sus alianzas políticas y militares.[4]
Una consecuencia geopolítica seria, es que la OTAN está puesta en cuestión. Trump exige que Alemania, en primer lugar, y también los demás Estados europeos, asuman el desmesurado peso económico y militar que implica esa alianza militar. Esto apunta a una crisis de la OTAN, lo que obviamente sería muy del agrado de Putin.
El Muro de México: una agresión a toda América Latina
Contra lo que esperaban los lacayos latinoamericanos del imperialismo yanqui –como el presidente mexicano Peña Nieto, Temer de Brasil o Macri de Argentina– Trump no tiene piedad de América Latina. Como la parte más débil, pretende que los costos del proteccionismo los paguen los pueblos del sur… y también los migrantes que han ido a Estados Unidos con esperanzas de progreso.
Trump, que llega a la presidencia con una campaña abiertamente racista antilatina, está dando los pasos para iniciar la construcción del ya famoso Muro con México. Con toda razón, ve en Peña Nieto un sirviente que nunca va a desafiar a su amo.
Lo mismo debe pensar de Macri, Temer y demás gobiernos neoliberales. Es que las primeras medidas en serio para cerrar el mercado estadounidense a la competencia del mercado mundial, comienza a aplicarla a esos países latinoamericanos. Tal es el caso de Argentina, con el cierre de la importación de limones y otros productos, a pesar del servilismo incondicional de su gobierno.
Además de incentivar la bomba de tiempo que constituye México, esto implica objetivamente un aliento peligroso del antiimperialismo en todo el sur. El bajón de los gobiernos “progresistas” latinoamericanos –con el caso más vergonzoso de Venezuela– abrió a EEUU oportunidades para recuperar terreno. Pero ahora, con un presidente yanqui abanderado del racismo anti-latino, se podría entrar en una nueva situación.
Negacionismo del cambio climático, una política genocida
Como corresponde a un gobierno sustentado en las petroleras y en el lobby negacionista del cambio climático, entre las primeras medidas de Trump figura la construcción de los repudiados oleoductos a Canadá.
Pero lo más grave es que ahora EEUU reniega de todo compromiso ecológico internacional, como los Acuerdos de París, firmados en abril del año pasado. ¡Y esto en momentos en que los desastres naturales se multiplican en el planeta! ¡Cuando se anuncia que el 2016 ha sido el tercer año consecutivo de aumento del calentamiento global y el Polo Sur va derritiéndose cada vez más aceleradamente!
«Buy American, hire American» (Compre norteamericano, contrate a norteamericanos)
Pero dejamos para el final otra consigna fundamental de Trump, que se instrumentaría desde el interior de EEUU, pero que tiene alcances mundiales. Comprar productos fabricados en EEUU y que los patrones contraten sólo a trabajadores estadounidenses (y mejor si no son negros ni de origen latino).
Si se la aplicase rigurosamente y al pie de la letra –lo que es muy dudoso– significaría un giro proteccionista que podría desencadenar respuestas en represalia. En anteriores crisis –como la iniciada en 1929-30–, las reacciones en cadena de medidas proteccionistas llevaron a depresiones de la economía mundial.
Este es un gran signo de interrogación. En primer lugar, el grado de globalización de la producción es cualitativamente mayor. Hoy se trata de cadenas de producción mundiales, no nacionales. Por ejemplo, un automóvil puede armarse en México, pero sus autopartes vienen de decenas de países. Lo mismo con computadores, electrodomésticos e infinidad de productos.
Las automotrices, por ejemplo, podrían armar ese automóvil en EEUU… pero esto no lo convierte en 100% norteamericano, si sus componentes vienen del resto del planeta. Asimismo, el costo de ese vehículo armado en EEUU no sería el mismo que el armado en México…
De todos modos, si el “buy american” se detiene allí, no sería un cambio de fondo ni tampoco llevaría a una multiplicación notable del empleo industrial.
Claro que si se quisiera llevar hasta las últimas consecuencias la “norteamericanización” de la producción industrial, esto podría abrir una crisis de fragmentación del mercado mundial… que ya viene sin mayor crecimiento en los últimos años.
En resumen…
Trump inicia un gobierno con diversos proyectos que, si se llevasen adelante, implicarían no sólo cambios mundiales importantes, sino también una exasperación de todos los conflictos, incluyendo genocidios como los que predica en relación a Medio Oriente.
Aunque se presente (relativamente) como “anti-globalización”, los contenidos proteccionistas de su política son archi-reaccionarios. Como todo “proteccionismo” de los Estados imperialistas, está dirigido a pisotear a los trabajadores y los pueblos sometidos.
Asimismo, Trump esboza abiertamente políticas agresivas para que EEUU recupere el trono de la hegemonía mundial. Este puede llevar a guerras de incalculables consecuencias, como la que amenaza contra China.
Por último, la demagogia del «Buy American, hire American» difícilmente logre regresar a los trabajadores de EEUU al “sueño americano” de la última posguerra. La mejor prueba de eso es la euforia de Wall Street. El índice Dow Jones de la Bolsa de Nueva York, ha batido todos los records, superando los 20.000 puntos.
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1.- Michael Klare, “El mundo según Trump – Primero, Estados Unidos”, Le Monde Diplomatique, enero 2017.
2.- Citado en: “Is Tillerson’s bluster just a bluff for Senate?”, Global Times, 13/01/2017.
3.- cit. Global Times, 13/01/2017.
4.- Recordemos, sin embargo, que esto se debilitó brevemente con las aventuras bélicas de George W. Bush en Afganistán e Irak. EEUU se permitió despreciar las opiniones críticas de sus principales aliados de Europa continental, en especial, Francia, y descartar militarmente a la OTAN. Sus estruendosos fracasos lo obligaron a rectificarse.
Por Claudio Testa, SoB 412, 26/1/17