Compartir el post "Argentina – Ni Macri ni los K: A las calles a instalar a la Izquierda al Frente por el Socialismo"
“El mercado había descontado que esa recategorización habría de ocurrir, así que no sorprende que haya caída de precios de acciones con la noticia de que eso no va a ocurrir. Me da la impresión de que hay un proceso de espera de parte de los analistas que deciden estas calificaciones, para ver si los cambios en la economía se van a consolidar en los próximos trimestres o va a haber algún problema”. (Jorge Vasconcelos, economista jefe de la Fundación Mediterránea, La Nación 22/06/17)
La campaña electoral sigue plagada de interrogantes. Al rechazo de Morgan Stanley a subir la nota de los bonos argentinos (que hizo derrapar a la Bolsa de Comercio días atrás como hace tiempo no se veía), se le suma las manifestaciones de rechazo que acumulan Macri y Vidal cada vez que ponen un pie en el Gran Buenos Aires.
Simultáneamente, Cristina Kirchner se lanzó en Arsenal sin confirmar si será candidata, cosa que a estas alturas todos los analistas descuentan, aunque aún debe ser confirmado.
En todo caso el cierre de las listas es lo que está dominando la semana; incluido en esto la escandalosa impugnación presentada por el FIT ante la justicia patronal contra la Izquierda al Frente por el Socialismo, un operativo sin principios que parece encaminarse a ser derrotado por nuestro frente.
Un triunfo que no está asegurado
En estas páginas venimos analizando los interrogantes con los que llega Macri a la elección. Esta semana fue muy dolorosa para nuestro partido por lo que en este editorial nos faltará seguramente “sintonía fina”.
De todas maneras, la situación electoral del gobierno no parece lo suficientemente favorable: nos animamos a decir que crecen las incertidumbres entre los mercados debido a que su triunfo electoral en octubre no luce asegurado, al menos no de momento.
Es verdad que hay estabilidad político-social; que los dirigentes sindicales han hecho su tarea de planchar la coyuntura cajoneando los reclamos. Además, el gobierno cuenta con herramientas para satisfacer su base electoral, como por ejemplo, la utilización del tema de la corrupción en su propio beneficio.
Pero el problema que tiene es que su base electoral es demasiado estrecha y que no se ve por ahora con qué herramientas podrá contar para ampliarla. Ocurre que las buenas noticias que deberían aparecer en materia económica, no se ven por ningún lado: el país continúa en un escenario de mediocridad en esta materia que no aparece próximo a modificarse.
Para colmo, muchas de las decisiones más duras del ajuste económico que se viene han sido postergadas para después de octubre, pero si el gobierno no se impone en las elecciones o sólo lo hace por un estrecho margen, la duda es si tendrá el suficiente volumen para llevar adelante medidas que se aventuran sin precedentes en las últimas décadas…
La cita que precede este editorial es una muestra más, por si hacía falta, de cómo los mercados están a la espera de que el gobierno confirme realmente que podrá sostener su agenda de libre mercado. Más bien las dudas parecen haber crecido respecto a meses atrás cuando se descontaba el triunfo electoral del oficialismo.
¿Cómo explicar, sino, esta decisión de Morgan Stanley, que ha decidido tomarse un año más para elevar la calificación de los bonos argentinos? Repitamos que las calificaciones expresan la confianza que tiene el mercado internacional respecto de que el Estado argentino pueda afrontar sus deudas.
Un operativo de “lavado de cara”
En este marco se inscribe el acto de Cristina Kirchner en el estadio de Arsenal el pasado martes. Cristina, después de un año y medio de ostracismo político (con breves apariciones esporádicas ligadas a su situación judicial), volvió al ruedo y delineó algunas de sus principales orientaciones electorales.
Lo primero que hay que decir es que hoy el kirchnerismo se circunscribe centralmente a la Provincia de Buenos Aires. En el resto de las provincias combina la integración con el PJ tradicional de los gobernadores (en algunos casos en listas comunes, en otros vía PASO) con la presentación de listas propias de dudosos resultados (en las recientes elecciones de La Rioja, el Frente para la Victoria obtuvo sólo el 2.5%).
Sin embargo, por el peso estructural de provincia de Buenos Aires, no es indistinto evidentemente lo que ocurra en la misma, donde se concentra el 40% del electorado nacional. Una buena elección podría catapultarla nuevamente como la principal líder de la oposición.
De eso se trató el acto en Arsenal: Cristina, aún sin confirmar su candidatura, se presentó como quien pudiera encarnar ese rol. Para esto, la escenificación y el propio discurso de la ex presidenta, mostró una serie de modificaciones de importancia.
Lo primero que salta a la vista es la puesta en escena, convenientemente aggiornada. En la misma brillaron por su ausencia las agrupaciones y las banderas políticas, que quedaron por fuera del estadio. Por pedido explícito de la organización, los concurrentes llegaron con banderas argentinas a un estadio “vestido” en la misma tesitura. La propia Cristina hizo su aparición con un poncho de los mismos colores.
El campo de juego fue resguardado para las “personas de a pie” (un sector de las clases medias progresista más otro importante proveniente del conurbano bonaerense), y los aparatos territoriales fueron distribuidos en las gradas, con identificaciones mínimas, disimulados.
Asimismo, faltaron todos los estandartes de la liturgia peronista: desde imágenes alusivas a Perón y Evita, a las propias del kirchnerismo.
El objetivo fue mostrar un espacio político más “abierto”. La propia Cristina habló de la crisis de los partidos tradicionales, sus roscas e intereses propios como obstáculos que impiden “empatizar” con los sentimientos más generales de la sociedad, todo con el objetivo evidente de soslayar todo balance de los 12 años de gestión K resaltando los males generados por el macrismo.
A diferencia de lo acostumbrado, Cristina hizo un discurso mínimo de sólo 40 minutos. Se incluyó “como una más” y sobre el final se rodeó de una veintena de “agredidos” por la política del gobierno: un arco variopinto que incluyó desde estudiantes, becarios del CONICET, docentes, hijos de desaparecidos, jubilados y pensionados, hasta cooperativistas, comerciantes y empresarios, en su mayoría PyMEs, brillando por su ausencia demasiado evidentemente los trabajadores como categoría social específica (¡recordemos que Cristina enfrenta la dura tarea de recobrar los favores de la gran patronal!).
Los tópicos pasaron por el desempleo, la flexibilización laboral, los bajos salarios, los tarifazos y la deuda externa, temáticas que no resolvió en sus 12 años de gestión. Ni podría haberlo hecho porque se trató de una gestión 100% capitalista donde las concesiones obligadas que se vieron obligados a hacer, Néstor y Cristina, nunca desbordaron ese marco.
De ahí que, no casualmente, el énfasis estuviera puesto menos en la defensa de sus 12 años de gobierno, que en señalar la “agresión neoliberal” que encarna Macri. También estuvieron ausentes las diatribas contra las corporaciones.
Cristina se ubicó como defensora de “los que perdieron” en este año y medio. Y llamó a agrupar en torno a “Unidad Ciudadana” a “los que sufren y necesitan”.
De esta manera, escondiendo al PJ y los intendentes que la siguen en pos de garantizar la gobernabilidad en sus municipios, Cristina hizo una puesta en escena con referencias a la “gente” y los “ciudadanos” donde se soslayó, por lo demás, cómo el kirchnerismo aportó durante el primer largo año de gestión de Macri a votarle en el Congreso las layes más importantes de su gobierno (atención que los K no son fundamentales en Diputados para hacer mayoría, pero sí en el Senado, de ahí que en la primera Cámara se mostraran más a “izquierda” y en la segunda más “institucionales”).
El objetivo de fondo es polarizar (juego simétrico tanto de Cristina como de Macri para excluir cualquiera tercera opción, más estratégicamente a la izquierda), ser la referencia de todos aquellos que se ven afectados por el gobierno de Macri.
Cristina estima que cuenta con un 30% de caudal electoral en la provincia. Su desafío pasa por lograr crecer en un amplio sector que no se identifica con ella, pero que eventualmente podría verla como una opción para derrotar a Macri. En la conquista de lo que falta se juegan sus chances electorales.
El FIT cruza la línea de los principios
En el seno de la izquierda esta semana hubo una novedad de envergadura. Ocurrió la circunstancia que el FIT apeló a la justicia patronal contra el nombre de nuestro frente. La gravedad del hecho refiere a dos cuestiones fundamentales.
La primera es el escándalo que significa recurrir a una instancia patronal, a una institución del régimen burgués, para “resolver” por una vía ajena a nuestros principios de clase lo que debe resolverse en la relación con los trabajadores. Es que son ellos, en definitiva, los que tienen que poder elegir libremente qué expresión de la izquierda quiere que los represente. Porque la hegemonía en el seno de las masas y la vanguardia se gana en una relación con los explotados y oprimidos y no apelando a que nuestra clase enemiga y sus instituciones meta la mano, arbitre, en lo que sólo los trabajadores deben resolver.
Lo segundo, también gravísimo, es la pretensión de que sólo una organización o frente de la izquierda monopolice nombres, expresiones identitarias, palabras que son monopolio común del conjunto de la izquierda: socialismo, trabajadores, frente, izquierda, etcétera, que son de todas las expresiones de la izquierda y que en todo caso será la lucha de clases, los trabajadores, los que deberán resolver en su experiencia qué frentes y/o partidos expresan estas representaciones de manera consecuente.
La realidad es que posiblemente sin que lo esperaran el PTS y el PO al llevar adelante esta verdadera capitulación ante las instituciones del régimen patronal, la mayoría de los sectores democráticos, de la vanguardia, del activismo, incluso de sectores del periodismo, etcétera, repudiaron este accionar del pretendido “único” frente de la izquierda al que si le surgió otro frente de la misma con enormes potencialidades electorales es por su sola responsabilidad (porque esa es la más pura verdad luego de que sobre todo nuestro partido, el Nuevo MAS, le lanzara llamado tras llamado para la integración en sus filas; así como también es un hecho cierto que la impugnación es sobre todo un ataque a nuestro partido porque el FIT sabe de nuestro prestigio entre crecientes sectores).
Y no sólo ocurrió este repudio: el ataque del FIT a nuestro frente, su pretensión de impugnarlo trascendió fronteras, llegó al periodismo y a la opinión pública y fue uno de los mayores impulsos para que más amplios sectores comiencen a saber que hoy en nuestro país existen dos frentes de la izquierda que se van a disputar la representación de los que rompen con el gobierno y los K.
Por lo pronto, la realidad es que la justicia patronal se está manifestando a la izquierda del FIT. El hecho extraordinario que viene ocurriendo en algunos juzgados es que se rechaza el intento de impugnación proscriptivo del FIT en beneficio del reconocimiento de nuestro frente y su nombre, cosa que de concretarse nacionalmente sería un enorme triunfo de la Izquierda al Frente y de nuestro partido y una derrota enorme del FIT.
Esto es lo que ha ocurrido en el día de la fecha en el Juzgado Nacional electoral de Servini de Cubría, el que suele dictar la pauta nacionalmente en esta materia; de ahí que, posiblemente, Izquierda al Frente por el Socialismo esté cerca de un gran triunfo si logra el reconocimiento en todos los distritos.
Pero este curso sin principios del FIT (¡que no puede tener ningún tipo de justificación!) está expresando otra cosa: preocupación. No nos interesa hacer aquí cualquier pronóstico electoral ni perder de vista, ni por un segundo, que romper el piso proscriptivo del 1.5%, sobre todo en la Provincia de Buenos Aires, es una tarea extremadamente difícil.
Sin embargo, el paso escandalosamente oportunista, sin principios, que dio el FIT, está expresando sin lugar a dudas su aprehensión a cómo avanza la instalación de Manuela Castañeira en la Provincia, como se está instalando nuestro nuevo frente en el seno de la amplia vanguardia; el temor a que la enorme campaña que comienza a desplegar nuestro partido y el frente de conjunto le esté recortando la distancia a las candidaturas del FIT de una manera que podría ser cualitativa si lográramos pasar el piso en varios distritos.
A las calles a instalar la Izquierda al Frente por el Socialismo
Los integrantes del FIT definieron vergonzosamente su frente como “un negocio”: el paso de ruptura de los principios dado por el FIT esta semana (no comparar con la junta electoral de un centro de estudiantes que es un sindicato estudiantil, nada que ver con una institución de la clase enemiga) muestra que se agota su monopolio artificial en la representación de la izquierda, que la Izquierda al Frente puede estar comenzando a aparecer como una alternativa, como una izquierda que renueva sus fuerzas.
Los reflejos de campaña se multiplican y son cada vez más alentadores. La vacancia política, los sectores que no quieren a Macri pero tampoco quieren volver a los K, se comienzan a hacer visibles en la actividad. Lo mismo que las personas que reconocen a Manuela en todas las actividades que realizamos en el Gran Buenos Aires, en CABA y más allá.
La campaña electoral de nuestro partido y de la Izquierda al Frente como un todo se multiplica cada día. La gran tarea de aquí al 13 de agosto es redoblarla en cada fábrica, cada facultad, cada colegio, cada estación, cada plaza, cada barrio obrero, para quebrar el piso proscriptivo y abrir una nueva historia en el seno de la izquierda argentina, replanteando realmente la unidad de todas sus expresiones independientes.
Editorial SoB 430, 23/6/17