Los compañeros de Juventud Capital despedimos un compañero, un amigo y un referente
Ale Bustamante: hasta el socialismo siempre
Es uno de los desafíos más grandes que se puede enfrentar, tratar de transmitirles todo lo que fue Alejandro Bustamante para cada uno de sus compañeras y compañeros de nuestra regional y del partido. Pero en este momento triste, hace falta intentar transmitir algunas de las cosas que él nos supo aportar.
Para toda una generación de militantes partidarios, Ale fue un referente gigante. Estamos hablando del año 2009 y los posteriores en secundarios y luego en la UBA en la Facultad de Ciencias Sociales.
Los que militamos con él en el equipo de Secundarios, ahora somos conscientes de que pasaron ya 8 años y tanto él como cualquiera de nosotros no éramos más que unos nenes de entre 15 y 18 años.
Sin embargo, nos apasionamos por la construcción de una agrupación que peleara hasta el final, que no entregara las luchas. Una agrupación combativa. También feminista y revolucionaria. Y luego por un partido rojo que le hiciera honor a nuestra combatividad juvenil.
Ahora, entre esos nenes que se dieron a esa tarea, había uno que tenía algo distinto. Le interesaba la política, la teoría. Era un obsesivo con la construcción partidaria. Ale nos tiraba para adelante, para salir a pelear en las asambleas, para salir a organizar al activismo, para enfrentar al gobierno y para construir el partido. Todo en la misma conversación a veces.
Con la paciencia de los optimistas y con la alegría de los convencidos, te explicaba cómo vender un periódico, qué argumento iba a ser el más preciso para usar en una asamblea. También te discutía hasta la muerte que si vos eras un revolucionario y querías cambiarlo todo no te podías quedar libre del secundario ni repetir. Y si te descuidabas, se instalaba en tu casa hasta que aprobaras las materias, como le sucedió a más de uno.
Ale tenía una sensibilidad fuera de serie y lo demostraba todos los días. Tenía interés por la música, por el estudio, por la revolución. Y temblaba de indignación cada vez que se cometía una injusticia en el mundo. Era marxista porque quería con pasión a la humanidad y odiaba con firmeza la injusticia. Y siendo un adolescente iniciaba discusiones tanto sobre la situación en el colegio, el golpe de Estado en Honduras o incluso sobre el amor y sobre el tiempo libre que tendrá la humanidad en el socialismo para dedicarse a ser feliz. Cualquier pibe que se acercaba a nuestra agrupación o al partido, comprendía que los troskos esos que hablaban de la lucha todo el día también peleaban por transformarlo todo, para toda la humanidad.
Preguntar a los compañeros de esa camada sobre lo que Ale dejó, lleva a una conversación interminable, a una serie de anécdotas que nunca dejan de surgir. ¿Cómo puede ser si Ale no militó en la Argentina más de 4 años?
Primero, porque fue un gran amigo, un gran compañero y un excelente ranchero. Cualquiera que se sentara con Ale un rato en las escalinatas del colegio se iba a llevar un par de risas, dos o tres recomendaciones musicales, y muy probablemente el último número del periódico Socialismo o Barbarie.
Segundo, porque las cosas que transmitió Ale fueron con tanta pasión, entusiasmo, consecuencia y dedicación, que nos quedaron impregnadas en el cuerpo. Y eso es lo más importante: cuando una persona dedica tanto tiempo a la transformación de la humanidad y para eso dedica también, tanta energía a cada compañero para que pueda avanzar, ese compañero es parte de la fuerza de todos los que tiramos para donde él también quería llegar.
Te vamos a sentir presente en cada tirón que hacemos para acercarnos a la revolución. Y vamos a luchar por el socialismo hasta que choque China con África, querido Ale.
Tus compañeros de la Juventud Capital
Primo
ALE, HASTA EL SOCIALISMO SIEMPRE
“Se ha muerto como del rayo”
Aun no puedo creer que estas líneas sean escritas.
Estaba el martes a la tarde en mi casa con Diego, cuando leí el mensaje que informaba la tragedia. Faltaba la confirmación, y esa larga espera nos dejaba aferrarnos a una débil esperanza que al final nos destrozó al chocarse con la realidad.
Con Ale, compartimos mucho durante los primeros años de su militancia. No llegamos a ser amigos, la diferencia de edad y mi parquedad no lo permitió. Yo lo conocí cuando regresé de Neuquén; él había ingresado al Partido unos meses antes de la mano de Sergio y Ale K… era un nene. La primera referencia que tuve de Ale me la hizo Sergio: “ganamos un pibe que es una masa, hay que cuidarlo como el oro”… tenía razón.
Esos años fueron una escuela enorme, para mí y para él. Con Ale K nos pusimos a la tarea de guiarlos a él y al equipo que estaban formando, en la labor de poner en pie una organización estudiantil socialista en el Nacional Buenos Aires. Fueron meses de difíciles discusiones políticas entre amigos, luchas y tomas del colegio en defensa de los derechos de los estudiantes. Ale daba las peleas como si estuviera en el Soviet de Petrogrado, pensaba argumentos y tácticas para convencer a los compañeros. Siempre tomaba toda tarea con la mayor seriedad… y tenía razón.
Era un chico de 17 años que quería absorber de un solo trago toda la teoría y tradición del marxismo, parecía una esponja. Nos exigía cursos y charlas permanentemente; se devoraba las revistas SoB y el periódico. El periódico en él era una pasión: en esos meses el Partido había lanzado una campaña para instalar la venta del periódico. La militancia estaba volcada a una “competencia” por ver quiénes vendían más ejemplares por número (“emulación” lo llamábamos). La regional hacia unos esfuerzos enormes por estar a la altura del conjunto, pero teníamos un as en la manga: el equipo del Nacional con Ale a la cabeza rompían semana a semana todos los techos. En este momento recuerdo la anécdota cuando en una “fiesta de la toga”, a altas horas de la madrugada, Ale y Martín pasaron siete periódicos en condiciones que es mejor no mencionar.
La anécdota puede dar lugar a la idea que era un “aparato”, un “trosquito” fanático. Nada que ver, todos los que conocieron a Ale saben que él no era un robot, no sabía serlo: las maquinas son grises y a él le brillaban todos los colores de la vida. Ale era un apasionado en todo lo que hacía, no sabía hacer las cosas a medias.
Después vino su “promoción” a la mesa de dirección de la regional, su paso a la compleja facultad de Sociales de la UBA. Luego el salto; con apenas veinte años asumió una tarea enorme: viajar a Francia con el objetivo de instalar en Europa el primer mojón de nuestra Corriente. Era una decisión profunda, significaba entrelazar su futuro con el destino de la clase obrera y nuestro Partido. No era una decisión simple ni fácil. En ese momento, empezó a sacar una conclusión profundísima que años más tarde se plasmaría en una frase que le dijo a Santiago en París: “ya elegimos la trinchera y vamos a pelar hasta el final”.
No es un panegírico lo que él se merece, pero es lo único que me sale sinceramente. Sé, me consta y no tengo duda que fue un ejemplo para mucho de los compañeros y amigos de la Juventud que lo conocieron personalmente. Sé, me consta y no tengo ninguna duda que su compromiso y alegría son una fuerza que nos fortalecerá a todos nosotros.
Escribo estas líneas sentado en el bar Relax en la esquina del Nacional Buenos Aires, donde tantas veces nos juntamos para hablar de tantas cosas. Es apabullante leer la inmensidad de saludos, cartas y mensajes que llegan de tantos lados. Ale a sus 25 años consiguió que durante estos días corran lágrimas en Francia, España, Costa Rica, Honduras, Brasil y en la Argentina. Esas lágrimas inundan Buenos Aires como era de esperar. Su familia, sus compañeros, y amigos lo lloraremos, pero Ale es así, entre lágrima y lágrima nos intercalará alguna sonrisa que brote de su recuerdo. No hay forma de pensar en Ale sin sonreír, aun cuando se nos aneguen los ojos.
Ale, en poco tiempo, nos dejaste una huella profunda. Ahora, mal y tarde, quiero decir que te admiraba profundamente… nunca pensé que no iba a tener oportunidad de decírtelo. Ale sos un compañero sin pliegues ni medias tintas.
Ya te estamos extrañando “compañero del alma, compañero”.
Sergio Revelli
“La tragedia nos llevó a una verdadera joya”
Se me hace muy difícil, como a todos los compañeros y compañeras que han escrito muy emotivos recuerdos a través de las redes sociales, comenzar a escribir estas líneas sobre la inesperada partida de Ale Bustamante. Un joven brillante que abrazó las banderas del socialismo y el internacionalismo y estaba haciendo una experiencia destacada en toda la corriente internacional Socialismo o Barbarie.
En mi caso en particular, me tocó compartir con él sus primeros pasos en la militancia revolucionaria.
Cuando Ale se acercó al partido, no había Tinta Roja ni ninguna agrupación estudiantil nuestra en secundarios, éramos apenas un puñado de compañeros intentando hacer pie en esa estructura: un compañero (Alexis) del Nacional Buenos Aires que se había vinculado al partido vía email, junto a Ale Kur y a mí haciendo diversos esfuerzos por hacer pie en los preuniversitarios.
Un día Alexis me dice «tengo un pibe del colegio para presentarte: es copado y estuvimos hablando de todo en la plaza», junto a una serie graciosas de anécdotas. Ese pibe, que iba a aparecer junto a Alexis y otro compañero más en el local de Chile para juntarnos a charlar, era Ale.
Las citas para acercarlo al partido estaban cargadas de millones de inquietudes, dudas, sorpresas… ¡eran de esas citas políticas que daban gusto tenerlas! Ese pibe del Nacional con anteojitos, morrudo y con una personalidad impactante, se iba lentamente considerando como militante del partido.
Pero hay algo que lo hacía distinto a Ale, y una vez me lo confesó así al pasar, charlando a las carcajadas vaya a saber sobre qué cosa: ese día me dijo que lo que lo había enamorado del partido fue cuando charlando sobre el movimiento obrero le habíamos contado sobre la experiencia de FATE y cómo habían echado a la burocracia a las trompadas limpias, como el acta de renuncia de los delegados de la burocracia tenía manchas de sangre por la paliza recibida. A Ale le fascinó el rol del Nuevo MAS en esa experiencia y fue cuando dijo «yo quiero estar en este partido». Muy llamativo para un joven inmerso en un ambiente de tipo intelectual, definirse por una corriente por su postura ante un hecho de la lucha de clases, del movimiento obrero, algo que para esa edad suena muy ajeno. Ale tenía una sensibilidad aparte que a futuro se expresaría en múltiples facetas de su vida política.
Ale B siempre demostró cosas de «distinto», debatiendo las posiciones con una madurez muy llamativa para su edad. A su vez, era una persona muy respetada dentro del Nacional por el conjunto del activismo. Ya siendo parte del partido, una agrupación estudiantil independiente le ofrece un cargo de Vocal en la lista a Centro de Estudiantes. La agrupación era la CEBA, y era demasiado «amplia» en su composición. Debatimos junto a «los dos Ale» (recuerdo que fue en la Filo de la UBA esta conversación) sobre qué hacer frente a esta invitación. Y nos propusimos un objetivo táctico y uno estratégico al mismo tiempo, aprovechar la oportunidad de conseguir una vocalía pero para usarla de resorte para la construcción partidaria. El objetivo de fondo era ganar la dirección de la CEBA o a su sector más de izquierda para nuestro partido. Esa tarea requería mucha firmeza, visión política y acción: no dejarse ahogar por las presiones del sindicalismo estudiantil y apuntar a algo mucho más profundo. ¿Hace falta, a la luz de los hechos, decir que Ale resolvió esto de una manera brillante? Los frutos de esto se empezaban a ver rápidamente y el rol de Ale ya dejaba de ser el de «un pibe con inquietudes» para construirse en un joven cuadro con mucho futuro.
Para el comienzo del año siguiente, quien escribe estas líneas continuaría su militancia en tierras neuquinas, agarrando nuevas tareas, y nuestro eterno Ale integraría nuevos equipos de militancia y tomando cada vez más responsabilidades y desafíos en sus manos.
La tragedia nos llevó una verdadera joya, él tenía unas características increíbles. Pero Ale va a vivir siempre que se mantenga en alto esa bandera roja que él tomó en sus manos y la levantó hasta el infinito.
Ale Kur
Un recuerdo de un compañero gigante
De mis años de militancia en el partido, sin duda alguna los mejores, los más intensos, los más felices, los que dejaron un saldo más abrumadoramente positivo, fueron los que milité junto al compañero Ale B.
Ale se acercó en el Nacional a través de otro compañero, pero siempre con una fuerte iniciativa de su lado. Es de esas pocas personas, esos casos raros, que caen prácticamente diciendo «quiero militar» (y el «prácticamente» es porque no recuerdo si fue literal, pero es muy probable que haya sido así).
Las primeras reuniones de Ale fueron las preparatorias para la conferencia internacional de 2008. El capitalismo acababa de tener una de sus mayores crisis en el último siglo. Recuerdo que el afiche de dicha conferencia, que sintetizaba el espíritu de época, era la estatua de la libertad cayéndose. Esa crisis abría una enorme perspectiva política, y Ale lo entendió a la perfección. Poco tiempo después (o antes, no recuerdo exactamente) estalló la primera rebelión popular en Grecia. Luego vinieron los acontecimientos en Honduras (con el golpe de Estado), y más tarde vendría la Primavera Árabe, los indignados en España, el ciclo de rebeliones populares en el mundo. A Ale le apasionaban profundamente esos episodios donde las masas irrumpían a la vida política.
A mí me tocó dirigir políticamente la experiencia que comenzó Ale al acercarse. Armamos el equipo de secundarios y comenzamos a reunirnos todas las semanas. El equipo fue un éxito absoluto. Ale se encargaba de traer cada semana a alguien nuevo. Era un constructor excepcional, de lejos de los mejores del partido.
Pero no era sólo un constructor. Era un militante y un dirigente excepcional. En el Nacional lo conocía todo el mundo. Recuerdo las asambleas de 2009, que prácticamente las codirigía él: era «el chico de la remera de Sumo», y era sinónimo de la moción más combativa, la que proponía seguir las luchas hasta ganarlas.
Además de ser un militante enorme, era una persona muy, muy divertida. Me acuerdo cuando en esas mismas asambleas, los pibes organizaron para caer con cotillón: había que hacer ruido. Además de ser una asamblea emocionante, era imposible no reírse a carcajadas.
Ale además empezó cosas mucho más profundas. Me atrevo a decir que fue él el que inició la «revolución del periódico»: en el Nacional se vendía una cantidad enorme de periódicos Socialismo o Barbarie, y casi siempre era por Ale, o como consecuencia de Ale. Ese mismo año 2009, en parte con esa experiencia en caliente, votamos en el congreso del partido pasar al periódico semanal (antes era quincenal), y Ale intervino entusiastamente para socializar su experiencia.
En ese congreso, Ale también dijo palabras muy profundas y muy poéticas. Dijo: «tenemos que invitar a la gente a sumarse, no al partido que somos, sino al partido que seremos». Ale intuyó (en gran parte porque fue protagonista de eso) que el partido estaba por dar un salto, que íbamos a otro partido mucho más grande, mucho más real, mucho más influyente. Hoy estamos dando esos pasos, y él estuvo en la primera línea.
Ale no sólo dijo estas palabras: las llevó a cabo. Él ganó, formó y dirigió a buena parte de nuestra regional, y en especial de su dirección.
Completar el balance sería una tarea interminable. Su paso por Sociales, su experiencia en Francia, la construcción de la Corriente. Ser parte de la dirección regional de la UBA, haciéndose cargo de muchísimas tareas. Me extendí en las primeras no porque fueran necesariamente las más importantes, pero sí son las que me tocó vivir junto a él. Fue nuestro momento de mayor cercanía.
Además de eso, y por si lo otro fuera poco, Ale fue mi amigo. Era un tipo con el que te podías reír infinitamente. Su característica más destacada era el humor. Y el gusto por la música. Donde estabas con Ale, te cagabas de risa, y conocías alguna banda, algún tema nuevo.
Ale fue un tipo gigante. Vivió 26 años, lo cual es injustamente poco. Se merecía vivir muchísimos más. Tenía muchísimo más para aportar, y eso redobla la bronca y el dolor. Pero me quedo tranquilo sabiendo que, en esos 26 años, le aportó al mundo muchísimo más que la enorme mayoría de la gente en toda su vida. Cumplió una enorme cantidad de metas personales. Tengo que confesar que lo admiro y envidio profundamente por recibirse nada menos que en París, la meca de la izquierda y de los cientistas sociales. Siempre admiré la capacidad de Ale para llevar hasta el final todas las cosas que se planteaba, por difíciles que fueran. Ninguna tarea le quedaba grande.
En fin, con la tristeza, con el dolor, con la impotencia que genera que se vayan los mejores, en un mundo de mierda. Pero también con la alegría de que dejó una marca gigante en este mundo, en cientos de personas (sin exagerar, es impresionante la cantidad de gente que lo conoció y en la que dejó huella).
Compañero y amigo Ale B, hasta el socialismo siempre. Toda una generación tomará en sus manos tu legado y completará tu tarea.
Los compañeros de Tinta Roja – Corriente Nacional de Estudiantes Secundarios, despedimos a un gran compañero.
Ale Bustamante fue uno de los fundadores de nuestra corriente de estudiantes secundarios, que hoy se ha esparcido por distintos colegios de distintas partes del país.
Nos quedamos con la impronta de luchador incansable, constructor genial y gran amigo que nos transmiten los compañeros que disfrutaron militar y aprender de él en los colegios secundarios.
Hoy nos comprometemos a llevar adelante la lucha que nos toca en los secundarios, con Ale en nuestras banderas, nuestros volantes y nuestros debates. Esperamos poder estar a la altura para que Tinta Roja, la agrupación que Ale fue parte de fundar continúe firme como él peleó: una agrupación luchadora, combativa, feminista, de pibes revolucionarios.
Compañero Ale B: hasta el socialismo siempre!
Tofi Mazú
“Estuvo dispuesto a vivir lejos de todos los que amaba con tal de que la humanidad pudiera disfrutar de la vida”
La primera vez que hablé con Ale yo tenía 13 años y él 15. Estábamos en una reunión de la comisión de cultura del colegio, haciendo instrumentos de percusión con material descartable. Hablamos de música y me hizo conocer The Clash, que hoy en día es una de mis bandas favoritas. Dos años después, compartimos nuestra primera lucha juntos: una toma de colegio, por el derecho que teníamos los estudiantes a organizarnos, para defender nuestra participación en la marcha del 16 de septiembre. Nos unió una misma lógica: esos pibes de la noche de los lápices querían cambiar el mundo y es una hipocresía que las autoridades del colegio hagan un acto en su memoria y nos prohíban a nosotros recordarles luchando por la educación, como ellos hubieran querido. Pero a partir de esa experiencia, Ale me enseñó que esa lógica solo la compartíamos los que creíamos que el mundo era injusto, que había intereses contrapuestos, desigualdades, opresión. Y que los que éramos capaces de sentir cada una de esas injusticias como propias, éramos los más valiosos y debíamos abrazar, como él, la tarea de construir el socialismo. Yo fui una de las tantas personas a las que Ale, siendo casi un nene, convenció de que había que organizarse para hacer la revolución. Dos o tres años después, sacamos esta foto. Junto con otros compañeros, pintamos una torre Eiffel rodeada de masas proletarias, nos vestimos a rayas, nos pusimos boinas y le cantamos su propia versión del León Santillán, tema que amaba. Ese día no había dormido, porque me había quedado hasta la madrugada haciéndole dos tortas para ese mismo evento. No. No era su cumpleaños. Era su despedida. Teniendo 20 años se iba a Francia a construir la corriente. Porque eso era Ale, un nene que se transformó tan rápido en un cuadro del trotskismo que ni nos dimos cuenta y a eso iba a dedicar su vida y su tiempo. Si tenía que hacer el ridículo en un escenario y no dormir al calor del horno para expresarle lo que valía para mí lo iba a hacer. Era él, quien me había dado a conocer mi vocación. Era él el que me había enseñado que ser socialista es una profesión y un modo de vida, algo por lo que se vive y se muere. Pero también me había enseñado que la risa, la amistad, la música, el placer, son iguales de importantes. Por eso habíamos elegido despedirlo así, con muchas carcajadas y poca solemnidad. Así era Ale, te emocionaba con su pasión revolucionaria, hasta te hacía llorar; pero después te tomabas un vino y era todo risa. Trotsky dijo en su testamento «la vida es hermosa. Que las futuras generaciones la libren de todo mal y opresión y la vivan plenamente». Ese parecía ser el lema de su vida. Un tipo que amaba tanto vivir y revivir todo, que estuvo dispuesto a vivir lejos de todos los que amaba con tal de que la humanidad pudiera disfrutar de la vida. Era un gran dirigente, un gran amigo, un gran estudiante, un gran comediante de la cotidianidad, un gran hijo y hermano. Los que no lo conocieron, pensarán que exagero. Los que lo conocieron, saben que es cierto. Hoy me gustaría despedirme de vos de aquella misma forma, con tortas, canciones y dibujos, con discursos sobre la importancia de dar vuelta la tortilla de este mundo de explotación y opresión, con toda la seriedad y la jocosidad que hubieras querido. El problema, Ale querido, es que no sé si algún día podré despedirme de vos. Tu fuerza revolucionaria y tu amor por la vida vivirá por siempre en mí y en todos aquellos a los que convenciste de que la solución es la revolución.
Agus Mead
“Espero haberte demostrado aunque sea un poco de todo lo que fuiste para mí”
No hay palabras para este día, solo un dolor inmenso e inevitablemente pensar en todo lo que quedó por vivir. Te me cruzaste un ratito por la vida y me encandilaste para siempre. Solo puedo pensar en hacer lo mismo que hice desde la primera vez que me dijiste «hola»: quererte y extrañarte cada día de mi vida. Gracias por tus audios eternos en los que incluso me contabas que ricas eran las naranjas que te habías comprado, por mirar el recorrido de mi Uber a ver si llegaba bien a mi casa, por las fotos de París a toda hora, por mostrarme tu música, tu vida, por empujarme a volver a estudiar francés, por acompañarme en los días malos y alegrarte mucho cuando las cosas me salían bien y, sobre todo, por darme más ganas de cambiar el mundo. Espero haberte demostrado aunque sea un poco de todo lo que fuiste para mí. Te voy a extrañar mucho.
Charlie Rot
El amanecer está rosado, se parece al atardecer de ayer.
Otra vez tratando de entender.
No entiendo.
Mi mente se rehúsa a las razones porque solo se alimenta de pasiones.
La pasión de vivir, luchando, por mí, por vos, por nosotros, por todas, por todos.
Aunque intenten dividirnos, separarnos, enemistarnos.
Luchamos por todas, luchamos por todos.
Luchamos por los que están, por los que vendrán, por los que se fueron pero dejaron su pasión de vivir luchando en nuestros cuerpos.
El amanecer está rosado, quizá el atardecer también lo esté.
Tal vez me encuentre en calma, tal vez me encuentre agotada, cansada, enojada.
Quizá me encuentre así por no entender.
Vivimos luchando y luchamos para vivir.
Espero encontrarte, seguro lo haga.
Te encontraré en cada paso de esta batalla, en el abrazo con cada compañera y con cada compañero, en el bombo, en el redo, en la calle, en el fuego.
No te conocí pero te siento.
El amanecer está rosado otra vez.
Seguiremos creciendo.
Seguiremos luchando.
Seguiremos venciendo.
Emei
“Hasta el socialismo que logremos conseguir”
Cuando los conocí en el 2011, su nombre y fama le precedían por mucho. Ale B. visitaba la casa de la calle, no en vano, Combate -de los Pozos, esa vez- donde un grupo de compañeros vivían y yo a veces dormía. Ahí, el nombre de Ale B. sonaba siempre asociado con el de Ale K. y al verlos los pensé como Narciso y Golmundo -versión intelectual de Hesse, o Batman y Robin, variante chasco-. En ‘combate’ del 2011 se encontraban también los sábados -Primo incluido- y los oía bajo mi altillo jugar no sé qué divertido juego que los hacia carcajearse hasta llegar el domingo. Ese año y en ese lugar se estrecharon relaciones amistosas, amorosas y sociales entre varios militantes que las tenían en principio partidarias. Al conocer la REGIONAL UBA y su extensión cotidiana de ‘combate’ me estudie las SoB (periódicos y revistas) de cabo a rabo como para no desentonar y así renovar mi apuesta q concretaría al organizarme post-último Congreso -al entender las diferencias entre el Nuevo MAS con el viejo MAS y las otras organizaciones (esto es, la centralidad de la clase obrera, sus luchas, conciencia, programas, organizaciones y partidos). La última vez q intercambié con Ale B. (todavía yo en el borde de sus organismos como cercana simpatizante) fue en un Plenario de Cuadros o Congreso – no recuerdo- en el Bauen, cuando habiendo leído sus informes sobre el NPA y su arribo le di mi parecer y… jaja le tiré línea. Al ratito le oí saludar a compañeros que estaban delante mío y decirles que estaba haciendo exactamente lo que acababa de sugerirle. Me estaría tomando el pelo….?.
Las mejores notas de Ale B. (Ale VINET: veni/vidi/vici?) fueron durante el alza francesa contra la ley El Khomri, que al perderse le quitaría a los franceses históricas conquistas del ‘Estado de Bienestar’. Particularmente una nota de la semana que él vuelve a Francia en ese contexto de reciente explosión y que comienza saludando a su «bien amada Paris». Es la nota de un revolucionario, -descontracturado y poeta- entregado a la potencia y entusiasmo de los movilizados, y que impulsará el agite de sus compañeros de Nanterre a las asambleas de obreros. Esa nota la leímos en voz alta en Chacabuco con los compañeros mientras esperábamos el bondi que nos llevaría a ese Plenario de Cuadros. Las últimas notas de Ale B. de este mismo mes de junio son correctas y su escritura muestra el derrotero de la salida electoralista de la burguesía donde ya no hay mucho por festejar. Estimado joven revolucionario trotskista: hasta el socialismo que logremos conseguir!
Joaquín, Tinta Roja Sur
“Aun sin conocerlo, uno lo siente cercano”
No conocí a Ale B. Leer sus notas sobre Francia y su intervención en la JPS me resultaron algo más que interesante. Así sin conocerlo, uno lo siente como cercano, ese enlace con un compañero que llevaba la convicción revolucionaria como el motor de su vida. No me habría acercado a estas convicciones de no ser por la agrupación Tinta Roja, en la cual, hoy día, milito y construyo. Es un shock saber que uno de los principales responsables de la aparición de esta corriente sea Ale B., aún no llego a preguntarme si hubiera yo logrado acercarme al partido de no ser por su acción. Son esas cosas que te hacen sentir unido a todos y cada uno de los compañeros, por el simple hecho en común de llevar como bandera una convicción firme, luchadora y revolucionaria para dar vuelta la tortilla de este mundo, y poner a cocción la barbarie capitalista, dando una emancipación final a todos los oprimidos de este sistema. Ale puede estar tranquilo, porque estoy seguro, por los compañeros con los que comparto espacio, de que la lucha sigue y hay fuerza para rato, y es una lucha que no se va a callar nunca, es el mundo sin opresores ni oprimidos.
¡Hasta el Socialismo siempre, Compañero!
Mar Rivero
Cuando un soñador muere
la primavera reduce sus días,
el aleteo de los pájaros
que huyen del invierno
dejan el aire lleno de cenizas.
Cuando un poeta de la utopía
desaparece
las montañas se desprenden
desterrando a las viejas aldeas,
haciéndole sentir al mundo
la lava que hierve en sus entrañas.
Cuando un profeta de lo desconocido
calla
mil puertas se cierran a la vez
y nosotros,
como plumas,
giramos en el viento sostenido
intentando explicar de una vez
lo absoluto de la crueldad,
lo absurdo de la fatalidad.
–
-En memoria de mi compañero de militancia Ale B.
Socialista, luchador y revolucionario.
Sol Atta
“Me quedo con todo lo lindo que construyó a su alrededor y tomo la posta”
La única foto juntos que tengo, que ahora pasa a ser el escrache preadolescente más lindo de la vida. Y no es ni en una marcha, ni en un Congreso, ni en una pepijoda. Es en el viaje de egresados de séptimo grado y él está todo lookeado muy churro con camperita y pollera elastizada. Todos hablaban de disfrazarse de mujer, pero al final casi ninguno se animó a salir así. Ale dejó que lo pintemos con brillitos.
Nunca estudiaba, se mataba de risa todo el día y las seños no le podían decir nada porque igual se sacaba todo Sobresaliente. Iba a las olimpíadas matemáticas del ñandú ese, llevaba su propia guitarra a Música y aprovechaba para aprender a tocar, mientras el resto robábamos con el silasol en la flauta dulce. Escuchaba Zeppelin y escribía sus canciones. Y no era ñoño, ni chupamedias, ni un bully malote, ni un creído. Era un kpo, los pibitos lo seguíamos. Y a esa edad hay muchos pequeños líderes carismáticos, pero casi ninguno buena leche y abiertamente sensible.
En el secundario me lo perdí, cuando entró al Nacional y al partido y desapareció (nunca del todo) de las juntadas del Alva, me enojé, lo encaré, le pregunté cuál flasheaba y me contestó «Yo quiero hacer la revolución, lo demás me da más o menos igual». Y me enojé más, porque claro, «ESTE EGOOOÍSTAAA PIENSA EN ‘LA REVOLUCIÓN’ Y NO EN SU AMIGA?!»… Agradezco que siempre pudo ver más allá de mi inmadurez y no dejó de invitarme a tomar una birra y a militar. Agradezco que cada vez que le dije que este mundo era una mierda no se haya cansado de contestarme que justamente por eso había que cambiarlo y que si yo no me iba a comprometer a nada, al menos no me queje. Lo agradezco, aunque todas esas veces me enojé, y aunque recién me pegué un rescate (nunca sin más ayuda) cuando él ya había ido y venido y vuelto otra vez… Literalmente, a Francia. Agradezco que haya viajado, que haya sido consecuente y entregado su vida a esta causa, a cambiar el mundo, a la revolución, al socialismo.
Y ahora… Es muy difícil. La verdad es que Solchu de séptimo A me grita que el mundo es una mierda y encima no hay más Ale. Y es muy difícil.
Pero me quedo con las palabras y abrazos y fotos de sus amigos y compañeros de lucha, que desde hace tiempo son también mis compañeros, e intento con esto aportar y hacer carne y acompañarlos también, compartiendo un pedacito de lo que fue este chabón tan pero tan especial. Me quedo con todo lo lindo que construyó a su alrededor y tomo la posta.
«… Amar la vida con el afecto superficial del deleitante, no es mucho mérito.
Amar la vida con los ojos abiertos, con un sentido crítico cabal, sin ilusiones, sin adornos, tal como se nos aparece con lo que ofrece, ésa es la proeza.
La proeza también es realizar un apasionado esfuerzo por sacudir a aquellos que están embotados por la rutina, obligarles a abrir los ojos y hacerles ver lo que se aproxima.»
Sol Mac
Pequeño homenaje a nuestro compañero que no está:
No te conozco
No sé quién sos
No se tu rostro
No se tu voz
Sólo se tu nombre
Y el valor de tu convicción
Pero te lloré
Te lloré compañero, te juro que te llore
Porque te leí
Porque compartimos
Porque somos lo mismo
Estamos por lo mismo
Siento una cercanía
Casi íntima
Casi hermana
Casi místicamente humana
Yo no hablo
Tampoco escribo bien
Pero quiero, necesito
Contar tu lucha
La muerte lleva directamente
A pensar en la vida
En mi vida
En lo que hago y lo que no
La muerte te lleva
Directamente
A pensar en la vida
En toda la vida
En la del obrero
La mujer
El joven
De todo explotado y oprimido
La muerte y la vida desembocan
En la lucha eterna
Por la emancipación
Por poder arrancarle la alegría al futuro
¡Hasta el socialismo siempre Ale!
Tu lucha nos construyó a cada compañero y compañera como los revolucionarios que somos hoy, eternas gracias.
Topa Vé
Llorar a alguien que no conocí.
Los revolucionarios somos así. Estamos acá para cambiar el mundo.
Y no vamos a parar hasta conseguirlo.
Y sí, somos obstinados.
Los troskos, en especial.
Somos gritones, en la facultad dicen que siempre ‘estamos enojados’
o que nuestros carteles gritan por estar pintados en letra mayúscula.
Cortamos calles,
hacemos piquetes,
asambleas, movilizaciones.
Tomamos facultades, fábricas y colegios.
Gritamos nuestra consigna con un megáfono bajo el brazo.
Probablemente hayas escuchado alguna vez a la troska gritona.
Hablamos hasta el hartazgo del clasismo,
de la independencia de clase,
del internacionalismo.
Unos pocos, en nombre de unos muchos,
crecen a pasos agigantados, casi dando zancadas,
zancadas tan grandes que son capaces de cruzar el Atlántico.
Y así, en un abrir y cerrar de ojos, sentar campamento
y clavar bandera en nombre de la revolución socialista internacional.
Aprendemos a hablar otro idioma,
convivimos con otras costumbres,
y otros grupos oprimidos.
“¿Ocio o trabajo?”
“Construir un partido revolucionario”.
Nos desvelamos pensando,
en Francia, en España, en Honduras, en Argentina,
en un rincón del conurbano, en Córdoba, en Santa Cruz,
tomando el tren en Constitución o un café frente a la Torre Eiffel
en cómo cambiar el mundo.
Hay revolucionarios que pareciera que tienen en su ADN
las ganas y la convicción de cambiar el mundo.
Y así, la más tierna adolescencia,
la edad del pavo,
y las hormonas,
se empapan de lucha, de asambleas, de reuniones del Centro de Estudiantes.
Y la edad del pavo deja de ser la edad del pavo,
pero el pibe no deja de ser pibe
y como quien no quiere la cosa,
él se convierte en un pequeño pero enorme dirigente secundario.
Protagoniza una toma en el 2008 junto a sus compañeros,
vive, jode, ríe, disfruta, crece,
quizás, en ese interín, lava la remera de su banda favorita.
Si la burguesía edulcora a los mártires, a los cuadros y a las figuras de nuestra clase,
los revolucionarios nos encargamos de endulzarlos.
O mejor: nos encargamos de mantener prendida su llama.
De avivar su fuego para que crezca,
para que siga brillando con la misma luz,
para que siga quemando con la misma intensidad.
Y las generaciones venideras, los más jóvenes e inexpertos,
recordarán así tal cual fueron a los camaradas que ya no están:
como cuadros revolucionarios, entrañables -y extrañables-
militantes férreos a sus convicciones.
Los revolucionarios no nos conocemos todos con todos,
menos conocemos a cada miembro de nuestra clase.
Más tenemos una cualidad única:
si hay dos o tres de nosotros del otro lado del mundo,
cruzando el gran charco,
en el viejo continente,
lo vamos a sentir como un compañero,
y lo vamos a llorar como un compañero.
Porque compartir la causa revolucionaria
no encuentra sus límites en el tiempo,
en las distancias,
en las camadas nuevas o viejas de militantes.
Compartir la causa revolucionaria une,
en un abrazo tan estrecho y cálido,
a todo aquel que quiere cambiar el mundo de raíz
porque LA VIDA es HERMOSA
y queremos las futuras generaciones la disfruten plenamente.
Y aunque a veces no parezca,
los troskos que gritan en la facultad,
que cortan la calle,
que te pelean el voto en un esquina
o te venden la prensa a las 5 a.m en una fábrica con -5 grados,
además de resignar muchas cosas -y personas-,
además de ordenar su vida alrededor del partido,
también son personas.
Aman con intensidad,
ríen hasta las lágrimas,
lloran hasta la risa,
caminan descalzos por el pasto de verano,
pisan las hojas de otoño,
saltan los charcos de invierno,
se refugian en la sombra de primavera,
disfrutan de una cerveza bien fría,
y de un guiso bien caliente.
Los revolucionarios sienten una empatía tan fuerte
que cualquier palabra que pretenda explicarla,
se queda corta.
Esa empatía, que se traduce como amor a la humanidad,
está cargada de solidaridad de clase,
de lazos nuevos,
de vida.
Somos así, disfrutamos la vida y queremos vivirla intensamente
cada minuto, cada segundo. No queremos perder tiempo.
Decimos las cosas claras, plantamos bandera:
en la vida no hay tiempo para eufemismos.
Y la cualidad más hermosa, quizás, de un revolucionario
es entristecerse hasta las lágrimas,
por otro compañero revolucionario que no conoció.
Porque este sistema,
de indiferencia y frivolidad imperante,
de desorganización organizada,
de muerte y opresión,
nos quiere solos, separados, enemistados si es posible.
Y la causa revolucionaria,
el amor por la verdadera causa revolucionaria,
nos une de una manera tan estrecha
que nos sentimos y nos lloramos como hermanos.
Y nos hace entender que además de cuadros revolucionarios,
de militantes que quieren cambiarlo todo,
de personas que ponen primero al partido,
somos hijos, hermanos, novios, y amigos también.
Sentimos,
en cada fibra de nuestro cuerpo,
las injusticias que nos hermanan para cambiar el mundo.
Los sepultureros de la sociedad vieja,
los que abrirán paso a la libertad,
los que lloran las injusticias,
los que tienen un colchón preparado siempre que un compañero lo necesite,
los que sacrifican todo por la causa, hasta lo más preciado,
hoy tenemos la tarea de construir el partido que somos
y el que, por Ale y todos los compañeros, seremos.
Compañero Ale: hasta que todo sea
como lo soñamos.
23/6/17