Socialismo o Barbarie
N° 19

Chávez en la Cumbre de las Américas

¿Cómo alumbrar el socialismo del siglo XXI?

Por Roberto Sáenz

En el estadio de Mar del Plata, Chávez dio un discurso con conceptos que no se escuchaban desde hacía años. No sólo planteó que se estaba «enterrando el ALCA» (más allá de que esto no fuera así), sino que dijo que había que ir por más: «acabar con el modelo capitalista neoliberal» y abrirse el camino para «parir el socialismo del siglo XXI». Incluso fundamentó esto planteando –correctamente– que se trata de una necesidad de vida o muerte para la humanidad, porque se estaba ingresando en un período en el que la alternativa planteada por Rosa Luxemburgo, «socialismo o barbarie», se hace cada vez más presente y actual.

El retorno del debate sobre el socialismo

Estos planteos de Chávez tienen un costado –si se quiere– «progresivo»: instalan de una manera amplia y masiva un debate completamente ausente desde la caída del Muro de Berlín. Es decir, son un claro síntoma del cambio del ciclo histórico que estamos viviendo mundialmente y particularmente en América Latina. A través de una sola voz, pero que tiene sin embargo peso político y material por estar al frente de un Estado mediano como Venezuela, lo que se empieza a predicar no es la vieja cantinela de que «no hay alternativa» o que «el socialismo murió». Siquiera simplemente que hay que «humanizar el capitalismo» o «regularlo», como es la retórica centroizquierdista que llega –en el caso más «extremo» de Evo Morales– a hablar de «capitalismo de Estado» porque el socialismo sería «imposible». Por el contrario, Chávez en su discurso planteó, explícitamente, la necesidad de «alumbrar el socialismo del siglo XXI».

Se instala así un debate de inmensa importancia estratégica que hasta ahora seguía permaneciendo fuera de la agenda. Desde ya que esto tiene su costado inmediatamente negativo: generar una confusión que ya le está dando al chavismo mayor proyección continental y seguramente muchos seguidores entre sectores juveniles.

Porque existe un inmenso problema que muestra los tremendos límites e incluso trampas que encierra el discurso chavista. Ya en otras épocas gobiernos como el de Allende en Chile (década del 70) hablaron de «socialismo» y esto no significó ningún avance real en ese camino, sino lo contrario: llevar al movimiento obrero y de masas al callejón sin salida de la conciliación de clase, del reformismo, de la imposibilidad de un curso revolucionario consecuente y real. Lo que, para colmo, terminó en una tragedia.

¿Rosa Luxemburgo o Eva Perón?

Lo primero sobre lo que debe llamarse la atención respecto del discurso chavista es la contradicción entre los fines que se postulan y los medios para alcanzarlos.  Resalta, en una alocución en la que habló de todo lo humano y lo divino, que prácticamente no se hablara del único sujeto social que podría llevar a cabo esta empresa: la clase obrera, los trabajadores, los asalariados como centro de una alianza de explotados y oprimidos.

A esto mismo contribuyó la amalgama discursiva [1] que caracteriza a Chávez. ¿Cómo se puede poner en el mismo saco a Eva Perón [2] y Rosa Luxemburgo? Esto sólo es posible al servicio de la confusión y de una perspectiva que no es independiente de los explotados y oprimidos, sino que mezcla sin ton ni son y busca conciliar a explotados y explotadores.

Rosa Luxemburgo fue una heroica militante y dirigente socialista revolucionaria que encarnó la perspectiva del socialismo como autoemancipación de la clase obrera. Esto implicaba (como también lo expresaron Marx, Engels, Lenin, Trotsky y Gramsci) la destrucción del Estado burgués y la revolución social en manos de la clase obrera, actuando de manera independiente de todo sector capitalista.

Eva Perón expresó una perspectiva opuesta por el vértice: la cooptación de la clase obrera por parte del Estado burgués por intermedio de concesiones a los trabajadores, que aseguró la continuidad del sistema capitalista en la Argentina y ni siquiera logró sostener un desarrollo independiente.

Esta amalgama expresa una lógica política, estratégica: aunque Chávez hable de construir este socialismo «desde abajo», su gobierno no encarna esto. Expresa un nacionalismo burgués, un «capitalismo de Estado» que, desde arriba, apoyado en la renta petrolera, le hace una serie de concesiones a las masas, sobre todo a los sectores más empobrecidos. Pero que, tomado en su conjunto, no ha avanzado en ninguna verdadera medida de fondo anticapitalista y mucho menos socialista en su propio país.

Acuerdos de Estados

Hay un segundo problema: el camino que plantea Chávez «para la integración sudamericana» es un camino de acuerdos de estados; es decir, un camino por arriba que busca el acuerdo con los distintos gobiernos patronales de la región y no la perspectiva independiente de los explotados y oprimidos desde abajo.

Chávez apoya a Kirchner. Chávez apoya a Lula. Y no sólo eso: ha llegado incluso a expresarle su solidaridad a... Jacques Chirac ante la justa rebelión de los jóvenes excluidos de los suburbios franceses. Es decir, Chávez plantea imponer estos objetivos no por un proceso independiente que impulse la lucha obrera y campesina, sino por relaciones de Estado que eviten el aislamiento de su país.

Precisemos esto. Es completamente lícito que Chávez quiera evitar el aislamiento de su gobierno y de Venezuela ante el cerco imperialista. Lo que no es lícito es que a este objetivo se subordine la lucha de clases obrera de la región (y el mundo), que, partiendo del clásico criterio internacionalista, debe estar por encima de los intereses de cualquier Estado.

Esto llegó al colmo de llegar a proponer como modelo de integración la «Alianza Para el Progreso», impulsada por Kennedy en la década del 60 claramente como barrera y muro de contención contrarrevolucionario frente a la emergencia de la revolución anticapitalista en Cuba.

Cuba y Venezuela

Un costado de esto es dar una mirada a la particular relación de Chávez con Castro.

Más allá de que no aceptamos que Cuba sea un país «socialista» (ni siquiera un verdadero «estado obrero»), sí reconocemos su progresivo carácter independiente del imperialismo yanqui, junto con el hecho de que no parece claro que en este país ya se haya restaurado completamente el capitalismo. Todavía parecen pervivir (al menos en parte) las relaciones de autoexplotación no capitalistas que son administradas –en su beneficio– por parte de la burocracia castrista.

En estas condiciones, que Chávez le tienda una mano a Cuba mediante el aporte de petróleo a cambio de la brigada de médicos y alfabetizadores enviados a Venezuela, es progresivo y, a todas luces, atenúa los efectos del bloqueo yanqui y el aislamiento económico relativo de la isla. [3]

Pero la cosa no pasa de allí: hace décadas que Castro practica la misma política reaccionaria de acuerdos de estados y que de ninguna manera impulsa un curso desde abajo, anticapitalista, en los países de la región. Es más; en la última década venía impulsando una orientación abiertamente restauracionista del capitalismo, orientación sólo «atenuada» ahora (pero de ninguna manera revertida) dado el «cambio de aires» en la región, que le da mayores márgenes de maniobra para preservarse como burocracia bonapartista.

Es decir, los acuerdos de Chávez con Castro de ninguna manera configuran una perspectiva emancipadora, más allá de que a ambos los defendamos de eventuales ataques del imperialismo. No  hay que confundirse: ni Venezuela es un Estado no capitalista, ni Cuba es un Estado socialista u obrero: en ambos países hace falta construir una verdadera alternativa obrera y socialista, independiente del chavismo, de la burocracia castrista y sus políticas de Estado y cooptación de la clase obrera.

¿Y por casa cómo andamos?

Por ultimo, queda comprobar la realidad del discurso chavista en su propio país. Aquí las cosas son aún más contradictorias. Es decir, las palabras no son seguidas realmente de hechos.

Es cierto que Chávez expresa el fin del viejo sistema de partidos y una radical reforma del régimen de democracia de ricos (sin liquidarlo) que combina formas «representativas» y «participativas»; algo consagrado mediante la Asamblea Constituyente realizada años atrás. También lo es que debió enfrentar varias tentativas golpistas de las que fue rescatado, hay que decirlo, por el movimiento de masas, cuando Chávez se encontraba perdido y no había llamado a la movilización popular en su propia defensa. En las condiciones de haber recuperado el control de PDVSA de manos de su administración pro imperialista, ganó en autonomía con el control del recurso petróleo y el vuelco de parte de esta renta petrolera al encaminamiento de ciertas reformas populares.

Pero al mismo tiempo no hay que aceptar la «demagogia» ambiente. [4] Todas estas reformas no han adelantado un paso en una senda realmente anticapitalista y socialista: más bien, son concesiones para evitar esta posible vía. Si Chávez está llevando a cabo, incluso, una limitada reforma agraria, ésta tiene lugar, precisamente, sobre la base de tierras improductivas y no de la expropiación de la gran oligarquía del campo. Lo mismo sucede con los grandes monopolios nacionales y extranjeros capitalistas (e incluso los medios de comunicación), que no han sido expropiados.

El discurso «socialista» de Chávez en su país tiene mucho que ver con el apoyo a las cooperativas de producción [5] que han emergido: por ejemplo, en el caso de toda una serie de empresas quebradas y ocupadas por sus trabajadores. Formas que son progresivas (como hemos podido ver en la propia experiencia del Argentinazo, o en el caso de la mina de Huanuni en Bolivia), pero que no están exentas de contradicciones. [6] Es decir, de ninguna manera pueden resolver el problema de la expropiación de los capitalistas en las principales ramas de la producción; sin esto, son pan para hoy y hambre para mañana.

Conclusión: Chávez no pasa el test de la prueba de haber tomado medidas anticapitalistas y/o «socialistas» en su propio país. Esto debe ser muy tenido en cuenta a la hora de la justa valoración de la relación entre la retórica y el curso político real del chavismo.

Notas:


[1].- Sin ruborizarse, Chávez citó en su discurso a Mao Tse Tung, Eva Perón, Rosa Luxemburgo, Jesús, Karl Marx, J. F. Kennedy, San Martín, Bolívar, etc.

[2].- «Recordaba (...) a Eva Perón, cuando toda digna, toda libertaria [!], toda patriota, lanzó aquella frase (...) ‘La patria será libre o la bandera flameará sobre sus ruinas’». Discurso de Chávez en Mar del Plata, tomado del periódico del PC Nuestra Propuesta 751, 10-11-05.

[3].- Cuba, a lo largo de la segunda mitad de la década del 90, recibió fuertes inversiones españolas y de otros países imperialistas. Con Aznar al frente de España hubo una serie de cortocircuitos, pero luego, con Zapatero, la relación se restableció. Igualmente, en este artículo no pretendemos dar cuenta de los elementos y contradicciones de la situación cubana.

[4].- Demagogia que «compran» corrientes que se consideran de la izquierda socialista como el MST en la Argentina o la mayoría de la dirección del P-SOL en el Brasil, así como la LCR en Francia y otros.

[5].- Hay todo un debate en Venezuela acerca de la implementación de formas de «cogestión» de la producción en las empresas estatales. Esta cogestión no deber ser igualada al control o administración obrera de la industria, porque siempre puede implicar el comprometer la responsabilidad obrera en su propia explotación en función de garantizar «la marcha de la empresa».

[6].- Desde el debate de Marx con Proudhon sabemos que, en el marco capitalista, las cooperativas de producción dejan abolido al patrón pero no pueden liquidar la (auto) explotación subsistente.

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