Irak

 

ˇBasta de ocupación imperialista!

 

El momento político internacional y el imperialismo hoy

 

Socialismo o Barbarie, revista, Septiembre 2003

 

El desenlace inmediato de la guerra en Iraq, con la indignante y humillante ocupación del país por las tropas de EE.UU. y sus escasos aliados, pudo haber generado desazón y confusión en las filas de los opositores al asalto imperialista. Pero, transcurridos algunos meses, corresponde poner en perspectiva algunos de los elementos de la situación mundial, ubicándolos en su debido marco y sopesando las tendencias contradictorias, de modo de trazar una composición equilibrada. Es importante discernir y no mezclar los aspectos más estructurales por un lado y los vaivenes políticos y coyunturales por el otro, si se pretende no ceder la brújula del análisis internacional a los titulares espectaculares de los medios de comunicación.

Desde estas páginas, hemos insistido en que con el cambio de siglo asistimos también a un cambio general, a un "giro" en las condiciones de la política internacional, que marcan el fin de un largo período signado esencialmente por la ofensiva del capitalismo mundializado y el retroceso político e ideológico de la contestación social desde la clase trabajadora y el movimiento de masas en general. La aparición de un movimiento internacional contra el neoliberalismo o contra el capitalismo global fue, a fin del siglo, el emergente de un reverdecer de la resistencia a un ataque sin precedentes del sistema capitalista contra el conjunto de la humanidad y la naturaleza. En este marco hizo su aparición también un cuestionamiento general a las formas ideológicas más panegiristas del capitalismo de libre mercado.

Por otra parte, la experiencia de amplios sectores populares en regiones enteras del mundo (con el ejemplo cercano de América Latina) con las recetas neoliberales fue dando lugar a una creciente oposición social y política a gobiernos nacidos bajo ese signo. Seguramente, la expresión más saliente de ese proceso fue en nuestro continente el Argentinazo de diciembre de 2001, pero cabe recordar que las convulsiones sociales y la inestabilidad política que produce la implementación de "reformas" neoliberales atraviesan toda la región desde hace varios años.

Al mismo tiempo, no dejábamos de constatar una evidente ofensiva económica, política, ideológica y sobre todo militar que desató el imperialismo estadounidense, en particular desde (y con la excusa de) el atentado a las Torres Gemelas. Sin embargo, creemos que a la hora de caracterizar esa escalada lo más equilibrado es eludir dos variantes unilaterales del análisis.

Una es la que considera el proyecto claramente hegemonista de "nueva centuria americana" como una simple aventura de un gobierno irresponsable, el de George W. Bush y ciertos sectores corporativos a los que sin duda remite. Esta consideración deja de lado la existencia de elementos de continuidad político-estratégica de conjunto del imperialismo estadounidense, que se sostienen en el tiempo más allá de las diferencias de administración.

Sin embargo, es justamente este aspecto el que resulta excesivamente enfatizado en otra línea de análisis, la que sostiene que todo el actual tramado estratégico internacional yanqui es el resultado de "políticas de Estado" cuya implementación trasciende todo matiz en el seno de la burguesía imperialista de EE.UU. En este caso, lo que se pierde es la especificidad de la administración Bush y de los intereses particulares que lo sostienen. Este enfoque es tanto más gravoso para el análisis cuanto que en este momento están aflorando muy serias discrepancias internas en el imperialismo yanqui en cuanto a la conducción de la política internacional, de cara a la crisis que afronta la ocupación en Iraq. Ya volveremos sobre esto.

En el terreno económico, en tanto, y aun reconociendo lo complejo del tema para no caer en un catastrofismo superficial, parece bastante claro que al menos una de las perspectivas que se plantearon durante la década del 90, la del comienzo eventual de una nueva "fase ascendente" o "fase A" del ciclo económico largo para el capitalismo mundial, está lejos de haberse verificado. De hecho, la nota dominante de la economía mundial en el último lustro ha sido la de un relativo estancamiento o crecimiento débil, en particular en Europa y Japón. Por su parte, la economía estadounidense, tras el fiasco de las promesas de la "nueva economía" basada en las tecnologías informáticas y de comunicación, no termina de afianzar un rumbo de crecimiento sostenido, y ahora agrega a sus problemas un inédito déficit fiscal, producto de los desaguisados impositivos de la administración Bush.

Por otro lado, en el terreno propiamente político, es un hecho que la irrupción de importantes sectores del movimiento de masas que se movilizaron contra la guerra en Iraq ha pasado a formar parte del escenario de la lucha de clases como un factor insoslayable. La realización de la histórica jornada internacional contra la guerra el pasado 15 de febrero, con el resultado de más de 15 millones de personas manifestándose en las principales ciudades del mundo, sobre todo en Europa, marcó un hito político e ideológico.

En particular, resultó significativo que el movimiento antimundialización, cuyo futuro era una incógnita tras el 11 de setiembre, haya podido reorientarse y politizarse en el sentido de dar una respuesta al principal problema político global: frenar la acción militarista del imperialismo yanqui. En este contexto, resultó de enorme importancia la aportación efectuada por corrientes políticas del marxismo revolucionario que participaban del movimiento, ya que este cambio de enfoque desde una postura "anticapitalista general" hacia un antiimperialismo concreto no fue puramente espontáneo, sino que requirió librar duros combates político-ideológicos en el seno del movimiento mismo.

Con todo lo valioso que fue y sigue siendo este proceso, hay que observar, con todo, que sufrió de dos límites importantes. Uno es, obviamente, que el esfuerzo de organización y lucha realizado no fue suficiente para detener la decisión del imperialismo yanqui de atacar (ni la decisión del imperialismo británico de secundarlo). El segundo es que las masivas movilizaciones en Europa no han logrado todavía, salvo de manera aislada y/o parcial, contar con el respaldo orgánico y masivo de la clase trabajadora y sus organizaciones. De todos modos, este movimiento, con sus logros y sus límites, es uno de los elementos más dinámicos de la respuesta del movimiento de masas mundial a la acción imperialista, por lo que corresponde seguir atentamente su evolución.

En cuanto a la posguerra en Iraq, y tal como era previsto por varios analistas que hemos recogido en estas páginas, la paz está demostrando ser mucho más difícil de ganar que la guerra. De hecho, el imperialismo yanqui está empantanado en Iraq, sin lograr cumplir sus objetivos prioritarios: no ha conseguido estabilidad política, militar ni social; la resistencia se revela como una causa nacional y no meramente ligada al ex dictador Saddam Hussein; la repentina libertad de que gozan los musulmanes shiítas aparece como un factor de amenaza al invasor (el reciente entierro de un líder religioso en Najaf, con 400 mil iraquíes enardecidos contra la ocupación, es el ejemplo más reciente de esto); las autoridades yanquis y sus aliados locales siguen sin poder hacer pleno usufructo de los recursos petroleros iraquíes, y la situación militar se hace muy delicada, con atentados diarios, un permanente "goteo" de bajas y una moral de la tropa en caída libre. Está a la vista que la supuesta "reconstrucción" económica e institucional de Iraq es una camisa de once varas para una fuerza de ocupación cuyos mandos no parecen haber estado preparados para una estadía a largo plazo.

Esta incómoda situación es la que está generando, como ya hemos dicho, un áspero debate en el seno del propio imperialismo, con crecientes sectores que argumentan a favor de retirarse de Iraq y/o compartir la ocupación con la antes ignorada, despreciada y humillada ONU. Por supuesto, esto no dejará de generar un "pase de facturas" por parte del imperialismo europeo (en particular Francia y Alemania). En todo caso, si en EE.UU. se discuten ahora caminos alternativos a los trazados por Bush en Iraq es porque los problemas de la ocupación (sumados a otros fracasos de política exterior, como la "hoja de ruta" en Palestina, y a las dificultades con la economía doméstica) están empezando a abrir una crisis política para el gobierno. Por primera vez desde el 11 de setiembre, aparecen encuestas que dan perdidoso a Bush contra su contrincante demócrata, y las principales cartas de la oposición parecen ser, precisamente, las promesas de retirarse del pantano en que se ha transformado Iraq y de prestar la debida atención a los problemas internos como el nivel de empleo y el déficit fiscal.

Mucho más seria, en la medida en que no se dirimiría en el terreno puramente electoral, es la crisis política del principal aliado de Bush, el gobierno de Tony Blair en Gran Bretaña. El escándalo que estalló por las evidentes mentiras de altos funcionarios y el propio Blair con relación al supuesto potencial bélico iraquí (usado como excusa para apoyar a EE.UU. en la invasión) tomó ribetes delictivos tras la muy sospechosa muerte de un alto funcionario, cuyo testimonio podía derribar los argumentos del gabinete como un castillo de naipes. La propia BBC dejó en evidencia al gobierno de Blair, cuyo índice de credibilidad cayó en picada. Ya renunciaron varios funcionarios, entre ellos Alastair Campbell, mano derecha de Blair, y el puesto del propio Primer Ministro está en la cuerda floja. Por supuesto, todo este cuadro habría sido muy diferente de no haber sido el Reino Unido el lugar donde mayor fuerza tuvo el movimiento antiguerra, que llegó a dividir filas dentro del Partido Laborista gobernante. No se trata sólo de una "crisis en las alturas", sino que incide de manera directa o indirecta una "opinión pública" que simpatizó o participó de las inéditamente masivas marchas organizadas por la Stop the War Coalition.

Es en este convulsionado y expectante mapa político internacional donde, entre las fuerzas de la izquierda y el marxismo revolucionario, vuelven con renovados bríos los problemas de debate estratégico que parecían terminados o en sordina durante los 80 y, sobre todo, durante los 90. Desde estas páginas hemos tratado de dar cuenta de y opinar sobre las discusiones alrededor de reforma y revolución, los nuevos movimientos, el rol del partido y otros temas. Aquí presentamos dos textos que atañen a otro de los debates en el seno de la izquierda: la naturaleza, definición y características del imperialismo a comienzos del siglo XXI. El trabajo de Roberto Ramírez hace una detallada exposición y una valoración crítica de uno de los intelectuales marxistas más conocidos que han escrito sobre el tema, Robert Brenner. Claudio Katz, por su parte, analiza las distintas posiciones que hay en la actualidad sobre el carácter del imperialismo desde un punto de vista que se apoya en la tradición clásica marxista sin caer en el dogmatismo.

 

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