La
doctrina de la intervención
Por
Txente Rekondo (*)
La
Haine, 29/12/06
La
supuesta aplastante victoria del ejército etíope y sus marionetas
del Gobierno Federal Transitorio, provocando la retirada estratégica
de los partidarios de la Unión de Tribunales Islámicos, es una
repetición de historias similares vividas en otros lugares bajo la
doctrina del intervencionismo.
Las
lecciones de Estados Unidos en torno a la guerra "contra el
terror" y su consiguiente política intervencionista han creado
seguidores entre estados de todo el mundo. Países como Etiopía no
dudan en esconder sus miserias por medio de acciones militares contra
supuestas amenazas "terroristas", pero dentro de esa retórica
se ocultan realidades y temores más complejos y muy diferentes de los
que se exponen públicamente.
La
importancia geoestratégica de la región que conocemos como
"cuerno de África" también añade nuevos factores y
actores al complejo teatro de operaciones. Los intereses de Estados
Unidos, los temores de los países vecinos de Somalia (Kenya, Eritrea,
Etiopía.), la potencialidad de desestabilizar zonas relativamente
tranquilas de momento como Somaliland o Puntland, y en todo ello los
deseos de algunos por hacerse con el protagonismo central de la
escena, conforman un complicado cóctel que puede estallar en
cualquier momento.
La
impotencia de esa institución que cada día se asemeja más a un mero
jarrón decorativo o al portavoz oficioso de los mandatos de
Washington, Naciones Unidas, ha vuelto ha mostrar su incapacidad para
actuar con rapidez o para intentar encaminar por vías de la negociación
la peligrosa potencialidad de este tipo de conflictos.
Los
actuales dirigentes etíopes son conscientes que un gobierno somalí
presidido por la "Unión de Tribunales Islámicos" (UTI)
representa la peor alternativa para la defensa de sus propios
intereses en la zona. Por un lado un gobierno fuerte y estable en
Somalia pondría en dificultades el papel de actor principal en la
región, lo que debilitaría su posición ante su vecina Eritrea,
quien no dudaría en aprovecharse de esa ventajosa situación, como lo
está haciendo ahora apoyando a la UTI ante las agresión de Etiopía
y sus aliados locales del Gobierno Federal Transitorio (GFT).
La
situación interna etíope es una de las claves para entender también
la actitud de este país de cara a su intervención militare decidida
en Somalia. Los antecedentes de ataques guerrilleros en Etiopía,
algunos de corte islamista, junto a las demandas de algunas étnias, más
la presión de una oposición política en el exilio o en la cárcel,
confieren un grado relativo de posible inestabilidad a la actual
situación política del país, algo que los actuales dirigentes etíopes
tratan de evitar con sus maniobras intervensionistas.
Crisis
La
palabra que más se repite en esta situación es crisis, y normalmente
se asocia la misma a una especie de permanente crisis que asola a
Somalia desde hace décadas. "Somalia es un estado en permanente
colapso, la situación de pobreza va en aumento, las fronteras están
malamente controladas, la inestabilidad y el miedo se han apoderado de
muchos sectores de la población, que no han dudado, en su momento, en
volver sus ojos hacia el nuevo movimiento islamista como solución a
su desesperación, al vacío de poder existente, y a tantos años de
violencia y terror a cargo de los llamados señores de la
guerra".
La
apuesta de Etiopía por el GFT está condenada al fracaso a medio o
largo plazo. La mayoría de a población somalí no percibía ese
gobierno como una autoridad nacional, sino como una facción más en
la lucha por el poder, un sentimiento que se ha visto reforzado al
percibir con toda su crudeza el apoyo militar etíope. El declive de
los líderes de las diferentes facciones en torno a Mogadiscio, su
incapacidad para proveer a la población de las necesidades básicas y
de asegurar el cumplimiento de la ley, ha decantado a buena parte de
Somalia hacia el lado de la UTI, quien percibía además cómo los
enfrentamientos para controlar "los negocios" entre los
diferentes señores de la guerra acarreaban mayor sufrimiento a la
mayoría de la población civil.
Simplezas
Por
otro lado presentar, tal y como pretenden Etiopía y Estados Unidos, a
la coalición islamista como el paraguas de organizaciones como al
Qaeda en el "cuerno de África" o como la bandera bajo la
que se encuadran "cientos de jihadistas internacionales" es
una muestra más del profundo desconocimiento de la situación de
aquel país, o una interesada y maliciosa manipulación de la misma.
Aunque
el factor islamista tiene importancia (la población musulmana en
Etiopía es elevada y una desestabilización en esa zona de
importancia geoestratégica podría alentar a movimientos como al
Qaeda a probar fortuna en la zona), las raíces de la actual situación
de conflicto se encuentran en la lucha por el poder local, regional e
internacional, además de las históricas diferencias entre los clanes
y facciones de los países de la zona.
Somalia
ha visto alo largo de los últimos años que su país es ocupado
militarmente por tropas extranjeras, y todas ellas han tenido que
acabar abandonando el suelo somalí tras haber empeorado todavía más
la compleja situación que ya se vive en torno a la red de relacione
sociales y divisiones en todos los sectores de la población.
Si
para buena parte de Occidente Somalia "nació" el 3 de
octubre de 1993, cuando dos helicópteros estadounidenses fueron
derribados y murieron dieciocho soldados de EEUU, dando paso a una película
comercial que obvió la pérdida de las vidas humanas de cientos de
somalíes, en la memoria histórica de Somalia, ese día se recuerda
como "Malinti Rangers" (el día de los Rangers), un episodio
que no han olvidado, y que a los nuevos invasores del país convendría
que tampoco lo olvidasen.
Incertidumbres
La
supuesta aplastante victoria del ejército etíope y sus marionetas
del Gobierno Federal Transitorio, provocando la retirada estratégica
de los partidarios de la Unión de Tribunales Islámicos, es una
repetición de historias similares vividas en otros lugares bajo la
doctrina del intervencionismo. Sería un error presentar estos
acontecimientos como la derrota definitiva de la UTI, tal y como lo
fue en su día cuando nos vendieron la derrota de los Taliban y de la
resistencia iraquí. Tanto entonces como ahora se nos quiere hacer ver
que las retiradas estratégicas de los supuestos derrotados son en
realidad su derrota total, y probablemente el tiempo dirá que no es
así y pondrá a cada uno en su sito, como está ocurriendo ahora en
Iraq y en Afganistán, y probablemente ocurrirá también en Somalia.
El
soporte ideológico que aporta la tristemente "doctrina
intervencionista" de Washington no aporta más que sufrimiento y
dolor entre las oblaciones que la tiene que soportar. Aunque, eso sí,
los gobiernos y otros poderes fácticos de todo el mundo, recogen los
frutos de las matanzas en forma de consolidar su poder o hacerse con
el control de determinados intereses (energéticos, geoestratégicos,
comerciales.).
De
momento la situación en Somalia lejos de calmarse puede tornarse más
violenta y peligrosa para todos. Aunque a corto plazo la población
puede recibir el nuevo contexto como aceptable, en tanto que aleje los
enfrentamientos armados, en cuanto estos se reproduzcan, no dudarán
en volverse contra los ocupantes y sus aliados, tal y como está
sucediendo en otras partes del mundo.
La
clave podríamos encontrarla en una fórmula sencilla en su formulación,
aunque algo más compleja en su ejecución. Y ésta sería que Somalia
debería ser lo que la población somalí decida que sea, sin
injerencias externas y permitiendo que su libre voluntad se aplique
sin nuevos obstáculos. Esta solución puede pasar por un primer
acuerdo negociado entre las fuerzas del GFT y la UTI, que libres de
las presiones exteriores pueden formular la mejor solución para su país.
(*)
Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN).
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