Etiopía
monta al tigre
Por
Immanuel Wallerstein
La
Jornada, 20/01/07
El
primer ministro de Etiopía, Meles Zenawi, debe haber estado
estudiando los magníficos logros de la invasión preventiva de Irak
por parte de Estados Unidos y la reciente invasión de Líbano
emprendida por los israelíes. Es claro que ha decidido emularlos. Sus
argumentos son exactamente los que expresaron George W. Bush y Ehud
Olmert. Debemos atacar a nuestro vecino porque tenemos que evitar que
los terroristas islamitas prosigan con su jihad y nos ataquen.
En
cada uno de estos casos, el invasor estaba seguro de su superioridad
militar y del hecho de que la mayoría de la población saludaría a
los atacantes como libertadores. Zenawi asevera que está cooperando
con la lucha mundial que Estados Unidos emprende contra el terrorismo.
Y de hecho, Washington no solamente ha ofrecido sus servicios de
inteligencia sino que envió su fuerza aérea y unidades de tropas
especiales para respaldar a los soldados etíopes. No obstante, cada
situación local es un tanto diferente. Y vale la pena revisar la
historia reciente de lo que se conoce como el cuerno de Africa, donde
con mucha facilidad los países han intercambiado bandos geopolíticos
durante los últimos 40 años.
A
lo largo de la primera mitad del siglo XX, Etiopía era el símbolo de
la resistencia africana ante el imperialismo europeo. Los etíopes
derrotaron a las tropas coloniales italianas en Adowa, en 1896, y el
país mantuvo su independencia. Cuando en 1935 Italia intentó de
nuevo, el emperador Haile Selassie fue a la Liga de las Naciones e
hizo un llamado en favor de la seguridad colectiva contra la invasión.
No recibió ayuda. Etiopía se volvió entonces el símbolo de Africa
en todo el mundo negro. Los colores de su bandera se volvieron los
colores de Africa. Y al final de la Segunda Guerra Mundial, se restauró
la independencia etíope.
En
1963, en la difícil génesis de la Organización de la Unidad
Africana (OUA), Haile Selassie utilizó su prestigio para jugar un
papel clave como intermediario entre los divergentes estados
africanos. La OUA estableció su cuartel general en la capital de
Etiopía, Addis Abeba. Pero si Etiopía jugó su papel simbólico por
toda Africa, tuvo también una maquinaria de Estado aristocrática y
opresiva. Y cuando las agudas hambrunas comenzaron a plagar el país
en los años 70, el descontento interno escaló con rapidez. En 1974,
un oficial del ejército, Mengistu Haile Mariam, condujo una revolución
contra la monarquía “feudal” y estableció un gobierno militar
que pronto se declaró a sí mismo marxista–leninista.
Antes
de Mengistu, las relaciones entre Estados Unidos y Etiopía eran cálidas.
Somalia, su vecino, tenía tensas relaciones con Estados Unidos. Su régimen,
bajo el control de Siad Barre, era también militar. Sin embargo, se
proclamó “socialista científico” y tenía relaciones bastante
cercanas con la Unión Soviética, a la que le ofreció una base
naval. Después del golpe de 1974, cuando Mengistu proclamó marxista
leninista a su gobierno, la Unión Soviética hizo a un lado a Somalia
y le tendió los brazos a Etiopía, más grande y más importante. Así
que Estados Unidos, a su vez, abrazó a Somalia y se apoderó de la
base naval.
Para
entender lo que pasó luego, son necesarias algunas palabras de análisis
étnico en ambos países. Etiopía es un antiguo reino cristiano,
dominado por mucho tiempo por los aristócratas amharas. Existe otro
grupo cristiano grande, el tigré, que habla un idioma diferente. Hay
otros dos grupos bastante grandes: los oromos (de los cuales la mitad
son musulmanes) y los somalíes musulmanes. Además, al finalizar la
Segunda Guerra Mundial, Etiopía absorbió la colonia italiana costera
de Eritrea. En el reinado de Haile Selassie, sólo contaban los
amharas, y Eritrea emprendió una guerra por su independencia. Sin
Eritrea, Etiopía no tiene salida al mar.
Somalia
era muy diferente. Había dos colonias: la Somalilandia italiana y la
Somalilandia británica (a veces referidas como Somalia italiana y
Somalia británica). Somalilandia italiana se independizó en 1960, en
el curso de liquidar a las colonias italianas y Somalilandia británica
se adhirió a ella. En los 60, cuando los conflictos étnicos
comenzaron a apoderarse de muchos estados africanos, era común
escuchar que el único país africano que nunca podría padecer
conflictos étnicos era Somalia, pues casi todos allí eran étnicamente
somalíes, hablaban somalí y eran musulmanes.
En
ambos países, la gente estaba furiosa con sus respectivas dictaduras.
Y cuando terminó la guerra fría, ninguno de esos gobiernos sobrevivió.
Tanto Mengistu como Barre fueron derrocados en 1991. Lo que remplazó
a Mengistu fue un movimiento de liberación tigré, que al principio
hablaba un lenguaje “maoísta” nacionalista. Para distinguirse del
régimen de Mengistu, accedió a la independencia de Eritrea, sólo
para arrepentirse después. La dominación cristiana (si no amhara)
pronto se tornó un asunto importante y empezaron los levantamientos
oromos y somalíes. Los activistas de derechos humanos no consideran
el gobierno de Zenawi algo mejor que el de Mengistu.
En
Somalia, el Estado étnico “perfecto” se hizo pedazos conforme los
clanes somalíes comenzaron a pelear, unos con otros, por el poder.
Después de 1991, Estados Unidos comenzó a tenderle los brazos al
nuevo líder de Etiopía, Meles Zenawi, que abandonó totalmente el
“maoísmo”. Somalia quedó abandonada. Cuando Estados Unidos envió
tropas en misión “humanitaria” para poner fin a los disturbios,
recibió una paliza brutal, que conocemos como Blackhawk down (el
incidente del helicóptero Blackhawk derribado, conocido como “la caída
del Halcón Negro”), y retiró sus tropas. Prosiguió una prolongada
guerra civil con múltiples bandos. En 2006, un grupo denominado Unión
de Cortes Islámicas (UIC, por sus siglas en inglés) tomó la
capital, Mogadiscio, expulsó a los líderes de los clanes en disputa
y restauró una paz relativa por primera vez en más de 10 años.
Estados
Unidos vio en la UIC una réplica del talibán y aliados de Al Qaeda.
También así pensó Zenawi. Entonces Etiopía decidió invadir,
derrocar a la UIC y darle impulso al gobierno central sin poder que ha
existido en el papel desde 2004, que nunca había podido entrar a la
capital. Y ahí vamos de nuevo. Por supuesto, Etiopía (con Estados
Unidos) ha ganado la primera ronda. La UIC abandonó Mogadiscio. Pero
los somalíes no reciben a los etíopes como libertadores. Los líderes
de los clanes entraron en conflicto de nuevo y Mogadiscio se halla
otra vez envuelto en disturbios. El gobierno etíope no sólo enfrenta
problemas en Somalia sino también, cada vez más, en casa.
Así
como Israel se retiró de Líbano y Estados Unidos tendrá que irse de
Irak, así también Etiopía tendrá que salir pronto de Somalia. La
situación en Somalia no habrá mejorado debido a este ataque
preventivo. Los ataques preventivos son siempre un búmerang
potencial. Si no se gana avasalladoramente se pierde estrepitosamente.
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