Dos
artículos del quincenario Diagonal
EEUU se lanza al
control de los recursos energéticos de África
Bush
abre el frente africano en su guerra ‘contra el terror’
África
se ha transformado en los últimos meses en una de las prioridades del
presidente Bush. La invasión de Somalia por parte de Etiopía con el
apoyo marítimo, aéreo y logístico de EEUU
parece haberse convertido en otro capítulo de “la guerra
contra el terror”.
En la misma línea se inscribe la decisión estadounidense de crear
un mando unificado militar para África. Según la Administración
Bush, la intervención puede ser necesaria para “evitar la creación
de nuevos Afganistán”. Sin embargo, un vistazo a los recursos del
continente africano lleva a otras conclusiones. Un dato: de acuerdo
con las previsiones, el 25% del petróleo que consume EEUU vendrá de
África en 2015.
EEUU se lanza a controlar los puntos estratégicos de producción y
paso de recursos energéticos en África
Por
Martín Cúneo
Diagonal, 18/01/07
La
decisión de EEUU de crear un mando unificado militar para África
para “evitar la creación de nuevos Afganistán”, anunciada el 11
de enero por el Pentágono, a la espera de la firma del presidente,
confirma la inclusión del continente en las primeras prioridades de
la agenda Bush. La invasión de Somalia por parte de Etiopía, con el
apoyo marítimo, aéreo y logístico de EE UU, lleva camino de
convertirse en otro capítulo de la llamada “guerra contra el
terror” impulsada por Washington, en el que las fronteras entre la
“seguridad nacional” y la “seguridad energética” de las
principales potencias desaparecen.
El 11 de enero, dos días antes del quinto aniversario de la
apertura de la prisión de Guantánamo, los testimonios de uno de los
presos transferidos ilegalmente al campo desde una de las cárceles
secretas europeas promovían el bombardeo norteamericano en el que
murieron al menos 50 personas en el sur de Somalia.
El avión AC-130 responsable de las muertes de estos presuntos
“terroristas” -según los testimonios arrancados en los famosos
interrogatorios de Guantánamo- había partido de la base militar de
EEUU en Djibuti, que ha pasado de albergar 800 soldados a 2.000 en los
últimos dos años. El apoyo aéreo, naval, técnico y logístico de
EEUU a las tropas etíopes ha supuesto una escalada en la penetración
de la potencia en el continente.
El renovado interés norteamericano por África coincide con el
desembarco masivo de China en los países de mayor potencial
petrolero, en donde las compañías estatales chinas compiten con
empresas como Exxon-Mobil, Chevron-Texaco por el control de los
recursos. El ejemplo de Sudán y sus importantes reservas de petróleo
es revelador: China controla la mayoría del accionariado de la
empresa petrolera estatal sudanesa. EEUU no ha tardado en volcarse en
el país para convertirse en garante de una solución del conflicto de
Darfur.
Uno de los puntos vitales para la “seguridad” de Estados Unidos
es el Golfo de Aden, en el Cuerno de África: uno de los principales
pasos para el petróleo proveniente del Golfo Pérsico, y donde está
ubicada la base de Djibuti. Sin embargo, no es el único: el noroeste
de África y el Golfo de Guinea son los otros dos puntos en los que se
mezclan misteriosamente recursos energéticos y amenazas a la
“seguridad” estadounidense. El Golfo de Guinea proporciona el 10%
del petróleo que importa EE UU, y los nuevos yacimientos descubiertos
y la cercanía de las costas norteamericanas hacen especular que esa
cifra podría ascender al 25% en las próximas décadas. “Las
visitas del Ejército de Estados Unidos a la región han aumentado drásticamente,
cambiando de casi cero actividad en 2004 a visitas casi continuas por
parte de navíos de la Marina de Estados Unidos en 2006”, reseñaba
una nota del Departamento de Estado norteamericano el pasado 19 de
diciembre.
Una conferencia ministerial celebrada en Benin entre el 13 y el 15
de noviembre de 2006 se saldaba con el compromiso del Servicio de
Guardacostas de EEUU de ayudar a patrullar el Golfo de Guinea y la
instalación de equipos de radares marítimos para garantizar la
seguridad de las “líneas marítimas estratégicas”. Estos equipos
se instalarán en la Isla de Santo Tomé, donde Estados Unidos tiene
pensado crear una base desde donde centralizar las operaciones de la
región y ‘vigilar’ de cerca a Nigeria, la primera potencia
petrolera de África, aliada de Estados Unidos, pero con una creciente
influencia islamista e inseguridad para las inversiones, con
secuestros y sabotajes continuos contra las instalaciones petroleras.
“Lograr la seguridad costera en el Golfo de Guinea es de suma
importancia para el comercio de Estados Unidos y las oportunidades de
inversión en África, para nuestra seguridad de energía y contener
las amenazas transnacionales”, aseguró Jenday Frazer, secretario de
Estado adjunto para Asuntos Africanos, tras la conferencia de Benin.
El interés estadounidense en África no es algo nuevo. El 3 de
octubre de 1993, “el día de los rangers” (Maalinti Rangers para
los somalíes), 18 soldados de EEUU murieron emboscados por uno de los
numerosos señores de la guerra, a los que luego Estados Unidos terminó
apoyando frente al creciente poder de los Tribunales Islámicos. No
menos suerte tuvo EEUU tras los atentados contra sus embajadas en
Kenia y Tanzania, en 1998: una supuesta planta de fabricación de
armas químicas de Bin Laden en Sudán, bombardeada por orden de
Clinton (en problemas de popularidad por el affaire Lewinsky), resultó
ser nada menos que una fábrica de medicamentos.
Casi al mismo tiempo, el Gobierno de Clinton creaba un amplio
programa de cooperación y entrenamiento militar con numerosos países
africanos, bautizado como Iniciativa Estadounidense de Respuesta a las
Crisis Africanas (ACRI). Nacía con el objetivo inicial de formar a
unos 12.000 soldados y oficiales africanos y “estructurar batallones
y compañías de despliegue rápido”, según palabras de Marshall
McCallie, entonces coordinador especial de la iniciativa, en
“misiones humanitarias”, según la retórica clintoniana del
momento.
Con la llegada de George W. Bush el programa cambió de nombre y
duplicó el presupuesto. En 2005, la African Contingency Operations
Training and Assistance ya se planteaba la formación de 40.000
militares africanos en los cinco años siguientes, según un
comunicado de la Casa Blanca. Los entrenamientos incluyeron a países
como Uganda, Etiopía, Malawi, Ghana, Senegal, Costa de Marfil, Benin,
Mali o Kenia. En los dos últimos años, con el aumento del apoyo
popular a los movimientos islámicos en todo el mundo musulmán y la
ofensiva de los Tribunales Islámicos en Somalia, EEUU multiplicó la
asistencia militar a Etiopía, además de profundizar en su penetración
en el norte de África.
Sahel y Magreb, en la mira
Los informes del Pentágono que hablaban de un desplazamiento de
los grupos salafistas argelinos hacia el sur y el crecimiento de los
grupos integristas en el Magreb y en la región del Sahel llevaron a
un programa de operaciones conjuntas entre el Comando Europeo de EEUU
y tropas africanas. En la primera fase de este programa, conocida como
Iniciativa Pansaheliana, se realizaron ejercicios antiterroristas con
los ejércitos de Mali, Chad, Mauritania y Nigeria, con una inversión
de 8,4 millones de dólares, según el Real Instituto Elcano (RIE).
Una cifra ridícula comparada con la segunda fase de este programa, la
Iniciativa Transahariana Contra el Terrorismo, creada en 2005, con un
presupuesto de 500 millones de dólares para gastar en cinco años. En
este plan, que se amplió a Senegal, Argelia, Marruecos y Túnez,
también se incluía la instalación de una base estadounidense en el
sur de Argelia, cerca de Tamanrasset, con 400 soldados de las fuerzas
especiales, según el RIE.
La
“guerra contra el terror” en el Magreb y el Sahel tiene, como en
el resto de sus escenarios, la seguridad de las líneas estratégicas
de aprovisionamientos energéticos de fondo: Argelia proporciona el
30% del gas consumido en Europa y más del 15% en EE UU. A esto se le
suma el proyecto de construir un gaseoducto de 4.500 kilómetros que
una las riquezas gasíferas de la zona, desde Argelia hasta Nigeria, y
otro oleoducto desde Sudán y Chad hasta Camerún para dar salida a más
de 250.000 barriles de petróleo al día, proyectos impensables en un
contexto de estados más o menos inestables, de mayoría musulmana,
expuestos al sabotaje de grupos armados y posibles gobiernos de
tendencia antiestadounidense.
Somalia
y el paraguas de la “lucha antiterrorista”
Por Txente Rekondo (*)
Diagonal, 18/07/01
El control de los recursos energéticos africanos y la
intención de frenar la influencia en el continente de otros Estados,
como China, es el verdadero motivo de la cada vez mayor intervención
de EEUU en África.
La historia se repite, y Estados Unidos ha vuelto a utilizar el
viejo esquema de la llamada “guerra contra el terror” como
pretexto para intervenir en esta ocasión en Somalia, como
anteriormente lo ha hecho en Iraq, Afganistán o Sudán. Desde hace
algún tiempo, para los dirigentes de Washington el continente
africano se está volviendo una región muy importante para los
llamados “intereses estadounidenses”.
Si en los ‘80 y ‘90, bajo el manto de la excusa de operaciones
de ayuda humanitaria EEUU intervino en África, tras el 11-S el nuevo
manto que encubrirá sus actuaciones será esa “lucha contra el
terror”. Y detrás de ese manto argumental encontramos los
verdaderos motivos de intervención de Washington, el control de los
recursos energéticos y frenar el acceso de la influencia de China y
otros actores regionales en el continente.
Tras el 11-S ha desplegado todo un abanico de intervenciones, que
en su mayor parte han estado lideradas por los militares
estadounidenses, más concretamente por el Comando Central (CENTCOM) y
el Comando de Operaciones Especiales (SOCOM) en el Cuerno de África.
Además ha desarrollado paralelamente colaboraciones de inteligencia
con estados claves de la zona (Sudán, Kenia, Etiopía, Uganda o
Tanzania).
Finalmente hay que recordar la presencia en Djibuti de la Fuerza
Combinada de Acción Conjunta- Cuerno de África (CJTF-HOA), con cerca
de 2.000 militares, y que se encargaría de “la estabilidad de la
región y de prevenir el desarrollo de organizaciones terroristas”.
Los recientes acontecimientos en Somalia han puesto de manifiesto
nuevamente que la política de EEUU está condenada al fracaso y que
se produce a impulsos contradictorios. En febrero del año pasado, la
CIA y el Departamento de Estado elaboraron y ejecutaron sus planes
intervencionistas que se basaban en el apoyo (armas y dinero) a tres
de los señores de la guerra que operaban en Mogadiscio, considerando
que era la mejor fórmula para derrotar al ascendente movimiento
islamista articulado en torno a la Unión de Tribunales Islámicos (UTI).
Tras la victoria de éstos, EEUU pone en marcha el llamado Grupo de
Contacto de Somalia, donde la única participación africana era la de
Tanzania. Este movimiento también fracasó, y el triunfo de la UTI se
extendía por todo el país, lo que llevó a los dirigentes
norteamericanos a rescatar una baza anteriormente abandonada. Se volcó
su apoyo al desacreditado y frágil Gobierno Federal Transitorio (GFT),
para lo que utilizará a su vez a uno de sus aliados claves en la
zona, el Gobierno etíope. Tropas estadounidenses han estado
entrenando al Ejército de Etiopía y proporcionando apoyo logístico
y de inteligencia al mismo. En esta última invasión, los helicópteros
etíopes han contado con ayuda de la inteligencia norteamericana, ya
que no debemos olvidar que aviones de EE UU, con base en Omán, han
realizado innumerables vuelos de reconocimiento sobre Somalia, y que
los navíos de guerra de Washington están controlando el tráfico marítimo
en la zona.
En este escenario hemos podido observar en los últimos meses cómo
la estrategia “contra el terror” tiene consecuencias colaterales.
Así, si ya en febrero los señores de la guerra utilizaron el pomposo
nombre de la “Alianza para la Restauración de la paz y Contra el
Terrorismo”, los gobernantes etíopes han estado exagerando la
presencia de militantes extranjeros en Somalia para lograr el apoyo de
EEUU en su invasión. Estos aliados coyunturales utilizan la dialéctica
norteamericana para conseguir afianzar sus objetivos. Los primeros,
prolongando el caos de Somalia en beneficio propio, mientras que Etiopía
logra desviar la atención interna ante las graves crisis que la
asolan en los últimos tiempos, políticas y sociales. El lema parece
ser “llama terrorista a tu enemigo y EEUU lo destruirá por ti o te
ayudará a hacerlo”.
Los neoconservadores se han vuelto a equivocar, su apoyo al GFT y a
Etiopía ha permitido que las posturas más radicales de la UTI ganen
protagonismo y apoyo popular, al tiempo que el descrédito
norteamericano en la región y en el mundo sube un peldaño más.
(*) Del Gabinete Vasco de Análisis Internacional
(GAIN).
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