África y el poder
de las transnacionales
Por Hedelberto López
Blanch
Boletin Entorno, Año
5 Nº 49, 18/06/07
El agotamiento de
los recursos naturales en varias partes del orbe, la concentración de
capitales en las naciones desarrolladas con el surgimiento de grandes
monopolios industriales que necesitan inexorablemente de materias
primas y el desigual intercambio comercial entre países pobres y
ricos, entre otros factores, han motivado que gobiernos occidentales y
sus compañías transnacionales dirijan la vista hacia el continente
africano.
Un
artículo del profesor Silvio Baró, del Centro cubano de Estudios de
África y Medio Oriente (CEAMO), indica que África puede ser
considerada como un notable reservorio de una gran cantidad de
minerales y metales (se estima que más de 60) y constituye el
principal suministrador mundial de algunos de ellos como en los casos
del oro, minerales del grupo del platino, diamantes, uranio,
manganeso, cromo, níquel, bauxita y cobalto. Algunos economistas señalan
que en el continente se encuentra aproximadamente el 30 % de las
reservas de minerales y metales aún sin explotar a nivel mundial.
Durante
500 años de explotación colonial las capitales europeas, además de
dividir arbitrariamente los territorios en ese continente, también
los organizó de forma que de cada uno se pudieran obtener las
materias primas y los productos que necesitaban sus metrópolis.
Debido
al saqueo y a la explotación político-económica-social, tras la
descolonización, las economías Áfricanas han dependido
mayoritariamente de sus producciones agrícolas atrasadas y de la
explotación de algunos recursos minerales como diamantes, oro, cobre,
uranio y otros, los que además, han sido controlados por compañías
transnacionales.
De
esa forma, Zambia, la República Democrática del Congo y Sudáfrica
exportan la mayor cantidad del cobre existente en el mercado mundial;
Guinea y Ghana la bauxita; Sudáfrica y Namibia el uranio; Sudáfrica,
Zimbabwe y Botswana, el níquel y el cobalto; República Democrática
del Congo, Rwanda y Uganda, el molibdeno, tantalio y niobio; Sudáfrica,
Liberia y Mauritania, el hierro
En
África y en la zona de la antigua Unión Soviética se hallan las
reservas mundiales de minerales estratégicos para diferentes
industrias de los cuales Estados Unidos es completamente dependiente.
Pese
a los recursos que dispone África, sus producciones solo corresponden
al 2 % del comercio mundial, fundamentalmente porque sus materias
primas se venden a bajos precios mientras que las importaciones de
equipos industriales, de construcción, telecomunicaciones, etc, se
pagan a precios exorbitantes aunque sus componentes de fabricación
proceden casi todos del continente africano.
El
intercambio desigual es otra de las formas de neocolonización
impuestas por los organismos internacionales dominados por Estados
Unidos, Europa y Japón.
El
profesor Baró puntualiza en su trabajo que "en el caso del
cromo, Estados Unidos depende de las importaciones procedentes de Sudáfrica
y Zimbabwe, países que concentran el 98% de las reservas mundiales.
La República Democrática del Congo produce más del 60 % del cobalto
mundial, mineral del cual la principal potencia mundial importa el 65
% de sus necesidades. En el caso del manganeso, este país recibe el
39 % de sus importaciones tan sólo de Sudáfrica, nación que posee
el 75 % de las reservas mundiales.
La
situación se hace más peliaguda para la primera potencia mundial
pues Washington a finales de 1990 dependía de las importaciones de
unos 100 minerales, 67 de los cuales se utilizan en la producción de
material bélico, según indica Major G. Jackson en su libro Strategic
materials and U. S. vulnerability: 90 % para un conjunto de minerales
estratégicos; 98 % para el cobalto que se emplea en la fabricación
de motores de aviones; 82 % del cromo que se utiliza en las industrias
metalúrgica, química y otras de similar importancia; 73 % para los
metales del grupo del platino de significación para las industrias
electrónica, de telecomunicaciones y aeroespacial.
En
los últimos años, el descubrimiento de grandes yacimientos
petroleros en África ha motivado que Estados Unidos y las
transnacionales hayan acudido con mayor fuerza y presencia hacia ese
continente.
La
gran inestabilidad en el Medio Oriente, (principal suministrador de
petróleo hacia Occidente) provocada por las constantes agresiones de
Israel contra el mundo árabe y las guerras desatadas por Estados
Unidos contra Iraq y Afganistán, han motivado que Washington busque
otras zonas para adquirir el ansiado combustible.
El
ex subsecretario de Estado para África, Walter Kansteiner, al igual
que el vicepresidente Richard Cheney han expresado abiertamente que
"el petróleo africano es de interés estratégico nacional para
nosotros y lo será aún más en el futuro".
Datos
oficiales indican que la extracción petrolera en los países del
Golfo de Guinea (Nigeria, Congo, Gabón, Camerún y Guinea Ecuatorial)
sobrepasa los 4,5 millones de barriles diarios, sin contar Angola.
Estados Unidos importa el 15 % y Europa el 24 % de su consumo de petróleo
de esta región. Para el 2015 Washington cubrirá el 25 % de sus
necesidades del combustible procedente del Golfo de Guinea, una zona más
segura y alejada del convulso Medio Oriente, que cuenta con grandes
reservas de crudo de primera calidad y además, mucho más cercano a
sus costas.
Para
instrumentar todo este complejo plan de abastecimiento, Estados Unidos
cuenta con la presencia en ese Golfo de las transnacionales
norteamericanas Exxon Mobil, Chevron, Maraton Oil, Amerada Hess y
Ocean Energy.
La
falta de modernas tecnologías, financiamiento y especialistas
calificados han motivado que estos países firmaran contratos que no
favorecen al desarrollo económico y social de sus pueblos pero sí
son muy favorables para las compañías transnacionales.
Mientras
las grandes compañías extraen riquezas de África que van a parar a
los países desarrollados, estos últimos han recortado drásticamente
las contribuciones de ayudas ofrecidas a ese continente para paliar
las enormes dificultades que confrontan.
Según
African Monitor, una organización independiente creada en el 2005
para evaluar el cumplimiento de las promesas hechas por los países
industrializados, los ingresos reales por ayuda a ese continente han
caído del 0,7 % del Producto Interno Bruto de cada país a solo el
0.3 %.
De
la experiencia padecida por África se impone la necesidad de
incrementar las relaciones Sur-Sur en busca de formas que beneficien a
las naciones en desarrollo sin tener que padecer el saqueo
indiscriminado de sus riquezas naturales por parte de las
transnacionales y de los gobiernos occidentales.
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