Las
raíces de la crisis en Chad
Por
Txente Rekondo (*)
La Haine, 06/02/08
Chad
es un estado africano que para muchos representa el puente
entre el norte y oeste africano con África Central. Sin
embargo, esa ubicación geográfica no ha estado exenta de
conflictos desde que alcanzó la independencia en 1960. La
sucesión de guerras civiles, las interferencias de actores
extranjeros, como sus vecinos Libia o Sudán, o Francia y
EEUU desde Occidente, así como los violentos cambios de régimen
han dejado “al país destruido y devastado” en numerosas
ocasiones.
Este
estado africano, fruto una vez más de la aleatoria y
caprichosa “arquitectura estatal” del colonialismo, es
el quinto país más grande del continente africano, con más
de doscientos grupos étnicos y más de cien lenguas, y
sobre todo un
mosaico étnico y religioso. Si bien es cierto que históricamente,
Chad ha sido dividido en dos zonas, una principalmente
dedicada al pastoreo, con población musulmana y árabe–parlante
en el norte y este (algunos lo agrupan en la llamada zona
“norte”), mientras que la otra es fundamentalmente agrícola,
con africanos animistas o cristianos, y conocido como “el
sur”.
Esa
división ha dado lugar a erróneas interpretaciones en
torno a las raíces de los sucesivos conflictos que han
alterado la vida del país. Es cierto que esa división ha
existido, prueba de ello eran los ataques de las tribus del
norte para hacerse con esclavos en el sur. La organización
centralizada de los grandes imperios del norte no tenían
dificultades para imponerse a unos grupos sociales menos
estructurados del sur. La aparición del colonialismo francés
marcará un nuevo rumbo en el contexto del país.
Si
bien se acaba oficialmente con el tráfico de esclavos, los
franceses “traerán consigo otro sistema de explotación”
que aprovechará los antagonismos existentes. Así llevará
a clasificar las fértiles tierras del sur como “Chad útil”,
en contraposición al norte que se percibirá como “inútil”.
La aplicación de la ideología colonialista de “divide y
gobierna” será puesta en escena, y los cambios sociales
generados por el colonialismo “exacerbará la polaridad norte–sur”.
Si
ese enfrentamiento es importante para comprender los
acontecimientos de Chad, sería simplista atribuir todos los
males a esa situación. La complejidad de Chad y sobre todo
la fragmentación social también deben ser tenidas en
cuenta. Y aquí surge lo que algunos analistas africanos
definen como “el faccionalismo” de la sociedad chadiana,
que tendrá importantes repercusiones en el sistema político.
Unido a ello además está también el carácter netamente
militarista de las diferentes facciones.
El
uso de la violencia y el formular armado como fórmula para
hacerse con el poder o para mantenerlo es uno de los pilares
básicos de la realidad chadiana. Un académico africano señala
que “el faccionalismo más que la etnicidad es la fuerza
que configura la lucha de poder en Chad. Las facciones minan
la capacidad del estado para regular el orden social, ello
hace que el estado sea incapaz de proveer a la población
con las necesidades básicas, lo que a su vez dispara los
cleavages étnicos, que llevan finalmente hacia el
faccionalismo”.
Por
eso más allá de la dicotomía norte–sur, ese círculo
vicioso será en buena medida el responsable de la violencia
y caos que asola Chad desde hace décadas. Pero al mismo
tiempo, esa potencialidad del faccionalismo para condicionar
la vida del país no se podría entender sin la fragilidad
de las instituciones estatales y la militarización misma de
la confrontación política. Así, al enfrentamiento
norte–sur había que añadir el enfrentamiento entre Saras
y no Saras, entre árabes y Toubou, entre los propios Saras
(como la mayoría de grupos, éstos también se dividen en
clanes y subclanes, y en muchas ocasiones surgen los
enfrentamientos por motivos jerárquicos, y en ocasiones están
enfrentados, pero en otras pueden unirse para enfrentarse a
un enemigo común), o los Toubou..
Un
ejemplo lo encontramos en los acontecimientos desarrollados
a partir del 2005, cuando el presidente Idriss Deby decidió
cambiar la constitución para poder repetir un tercer
mandato. Esa medida generó un importante número de
deserciones de su círculo cercano, y “consecuentemente,
la configuración de los grupos armados ha cambiado drásticamente
con la llegada de antiguos colaboradores presidenciales que
han formado sus propios movimientos”. El caso de los
hermanos Erdini, Tom y Timane, es una muestra. Ambos
pertenecen a la misma étnia que el presidente Deby, los
Zaghawa, y ahora se enfrentan al mismo.
El
tercer factor, tras las diferencias étnicas y el
faccionalismo armado lo encontramos en la intervención
extranjera. Si ésta ya se producía en el pasado, la
aparición de reservas energéticas, petróleo sobre todo,
en Chad ha incrementado el papel interesado de esos actores.
La interrelación entre los conflictos de Chad, Sudán y la
República Centroafricana generan en ocasiones causas
estructurales en los tres casos. Ataques fronterizos entre
grupos de esos estados, apoyo de los gobiernos a grupos
insurgentes de otros estados y sobre todo “las existencia
de gobiernos excluyentes” en los tres casos aportan
inestabilidad al conjunto de la región.
Sudán
y Chad son una prueba más de la arbitraria e interesada
actuación de los poderes coloniales, dividiendo grupos en
dos fronteras anteriormente inexistentes. La zona oeste
sudanesa y el este de Chad fueron separados y alterados con
esas medidas. Los apoyos de los gobiernos de eso países a
grupos armados que desde su propio territorio atacaban al
vecino ha sido la tónica general de las últimas décadas y
base del enfrentamiento entre ambos gobiernos.
Libia
también ha mantenido su influencia en Chad, las disputas en
torno a la franja de Aouzou marcaron los enfrentamientos de
hace años. Entonces las potencias occidentales se
enfrentaron a Libia, apoyando a Chad, era el período
pan–arabista de Qaddafi, quien apoyaba a los grupos
rebeldes chadianos. Tras el giro panafricano del líder
libio, el papel de éste se presenta en la actualidad como
mediador en la resolución de los conflictos.
Un
actor protagonista lo ocupa también el estado francés, que
de desde su papel colonizador hasta la fecha ha utilizado su
presencia militar para intervenir ininterrumpidamente en
Chad apoyando a unos u otros en función de los intereses de
París. La influencia francesa se mantiene en el país,
aunque en los últimos tiempos la aparición de EUU y China
han debilitado en parte su posición.
Estados
Unidos apoyó militarmente a los diferentes gobiernos en
Chad con el objetivo de frenar el papel de Qaddafi en la
región. Posteriormente, la aparición de petróleo añadió
a ese interés la defensa de acuerdos empresariales en torno
a la explotación energética de Chad y al papel del
gobierno en la “guerra contra el terror” en la cada vez
más volátil región del Sahel. En esta coyuntura ni
Francia ni EEUU desean un cambio brusco de la situación,
los primeros por el temor a las consecuencias de ello en
Darfur, y Washington porque podría suponer un campo abonado
para la intervención de movimientos islamistas
radicalizados.
Finalmente,
en este puzzle aparece China, quien ha logrado que el
gobierno de Chad rompa sus relaciones con Taiwán, socio
aventajado hasta entonces, y que a partir de entonces, 2006,
Beijing ocupe ese lugar privilegiado. El gobierno chadiano
busca con esa maniobra contrarrestar el apoyo chino a Sudán
u aprovecharse al mismo tiempo de la política africana del
gigante asiático.
Sobre
esta región del mapa coexisten diferentes intereses y
realidad que hacen que la inestabilidad local pueda alcanzar
parámetros regionales e internacionales. La fragmentación
social de algunos países, el legado colonial, la
militarización de la vida política, la lucha por el poder
más allá de fidelidades étnicas, y la presencia e
intervención de actores extranjeros conforman el peligroso
cóctel que está provocando el sufrimiento de pueblos
enteros, y que a la vista de los últimos acontecimientos,
de seguir las mismas pautas, difícilmente pueden encontrar
una solución a corto o medio plazo.
(*)
Txente Rekondo.– Gabinete Vasco de Análisis Internacional
(GAIN).
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