Las
guerras de los diamantes
Por
José Lucas
Del
Comité de Solidaridad con el África Negra (Madrid)
Periódico
Diagonal, Madrid, 07/02/08
El juicio al ex presidente de
Liberia, Charles Taylor, ha vuelto a señalar la
responsabilidad de Occidente en la rapiña de los recursos
naturales africanos, con millones de muertos como resultado.
En
los primeros días de enero, el Tribunal Especial para
Sierra Leona ha reanudado en La Haya el juicio contra Charles Taylor, ex presidente de Liberia, a quien se acusa
de crímenes de guerra y contra la humanidad, cuando entre
1997 y 2002 apoyó a la guerrilla del Frente Unido
Revolucionario (RUF), que participó en la guerra que
ensangrentó Sierra Leona y dejó un saldo de 50.000
muertos. Este conflicto sería llevado al celuloide en la
película Diamantes de sangre, protagonizada por Leonardo Di
Caprio.
La
relación entre diamantes y guerras africanas parece
innegable, así lo afirman los especialistas en África,
como Ark Doyle, experto en asuntos internacionales de la
BBC, quien señala que no es coincidencia que tres de las
guerras más sangrientas de África: Angola, Sierra Leona y
R. D. del Congo, hayan tenido lugar en países productores
de diamantes. Esto mismo fue reconocido en el año 2000 por
la Asamblea General de las Naciones Unidas, que aprobó una
resolución donde se reconocía que los diamantes en zonas
de conflicto son un factor de importancia crucial en la
prolongación de las brutales guerras de algunas partes de
África.
El
continente africano ostenta actualmente un 66% de la
producción mundial de diamantes (sobre todo en Botswana y
R.D. del Congo. Igualmente Sudáfrica, Angola y Namibia). Sólo
el 10% del beneficio queda en manos africanas. El resto pasa
a las naciones industrializadas, que devuelven la materia
prima procesada en costosísimas joyas que multiplican por
diez el precio de adquisición. El 90% de los diamantes
africanos son vendidos en Amberes (Bélgica). Una parte de
los diamantes vendidos por las guerrillas africanas, como la
UNITA de Angola, era transportada en vuelos directos y periódicos
a Amberes desde los mismos yacimientos bajo sus dominios.
La
historia del acusado por crímenes de guerra, Charles
Taylor, resulta bastante rocambolesca. Se sabe que cursó
estudios de economía en , donde pasó más de una
temporada en prisión por temas financieros. En 1985 huye de
la cárcel llega a Libia y pasa a ser el protegido de
Muammar al-Gaddafi. Algunos han dicho que en realidad era un
agente doble de la CIA, aunque resulta imposible saberlo.
Con guerrillas entrenadas en Libia inicia una guerra en su
país, Liberia, que dejaría entre 50.000 y 200.000 muertos.
Finalizada la guerra asume la presidencia del país después
de unas elecciones que le dieron el 75% de los votos.
Algunos comentaristas llegarían a afirmar que muchas
poblaciones le votaron masivamente como una forma de
protegerse de las matanzas tan frecuentes por aquel
entonces. Se sabe que tuvo negocios con el telepredicador
evangelista Pat Robertson, a quien concedió licencias de
minas de diamantes que este último había pagado con los
beneficios obtenidos de sus organizaciones caritativas, según
los tribunales del Virginia ().
Charles
Taylor parece encajar perfectamente en el esquema
actualmente promocionado para explicar muchas de las guerras
africanas cuyo trasfondo económico es imposible de ocultar,
que consistiría en iniciativas de señores de la guerra o
mafias locales que se alían con poderes sin escrúpulos o
con multinacionales mineras, con quienes intercambian
minerales por armas y dinero. Es una fórmula que permite
además eludir la responsabilidad de las potencias
occidentales, cuya actuación sería en todo caso muy
secundaria. Ésta es también la fórmula que parece que ha
elegido la Administración Bush, cuando hace unos meses puso
en la lista negra a varias multinacionales mineras
occidentales por alentar el conflicto del Congo. Si este
esquema es posible que encaje en el conflicto vivido en
Sierra Leona, resulta imposible que se pueda aplicar a países
de mayor importancia minera y geoestratégica, como es el
caso de Angola o la R.D. del Congo, que poseen no sólo una
considerablemente mayor producción de diamantes, sino que
éstos son secundarios frente a otras riquezas: petróleo
(Angola) y cobre, uranio, estaño, cobalto, oro, coltán,
petróleo, maderas preciosas y un largo etcétera (Congo).
El brazo largo de EEUU
En
los conflictos de países como Angola o R.D. del Congo (un
millón de muertos en Angola en 20 años y unos cinco
millones en Congo en cinco años), la creación de
guerrillas como UNITA, FNLA (Angola) o RCD, MLC, etc.
(Congo), las movilización de ejércitos de países vecinos,
las estrategias militares, mediáticas, estrategias de
impunidad para aliados, son indudablemente una iniciativa de
en su objetivo de sustituir a unos presidentes por
otros más acordes con sus intereses económicos. Así se
hizo en Angola contra Dos Santos, y en el Congo contra
Mobutu Sese Seko (primera guerra del Congo del año 1996), y
contra Laurent Kabila (segunda guerra del Congo 1998- 2003).
Contra el ex aliado de EEUU, Mobutu, con el objetivo de
sustituir en el Congo el dominio francés, y contra Laurent
Kabila, cuando se retractó de los contratos firmados con la
American Mineral Field Inc.
Si
los tribunales de justicia internacional no han tenido el
menor problema a la hora de juzgar la guerra de Sierra
Leona, no ha ocurrido lo mismo en los otros países de mayor
importancia geoestratégica. En estos últimos casos, la
actuación de los tribunales internacionales de justicia o
bien ha sido impedida, o bien está fuertemente presionada y
se limita a juzgar a señores de la guerra muy secundarios,
como Thomas Lubanga en el conflicto congoleño. Algo de esto
acaba de declarar la jurista Florence Hartmann, autora del
libro Paix et Châtiment, y ex portavoz del TPIR (Tribunal
Penal Internacional para Ruanda): EEUU, en su objetivo de
proteger a Paul Kagame de Ruanda (aliado de en la
guerra del Congo) utilizó toda su fuerza para obtener la
expulsión de la magistrada italiana del TPIR, Carla Di
Ponte, quien había intentado la realización de encuestas
para juzgar el genocidio contra los hutus por parte del Ejército
de Kagame.
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