República
Democrática del Congo
La
guerra invisible
Por
Amy Goodman (*)
La Jornada, 09/02/08
Traducción de Ramón Vera Herrera
Es
el conflicto más letal desde la Segunda Guerra Mundial. Más
de 5 millones de personas han muerto en los últimos 10 años,
y no obstante sigue virtualmente sin ser tomado en cuenta y
sin que se informe sobre ello en Estados Unidos. El
conflicto ocurre en la República Democrática del Congo, en
África central. El corazón de esta guerra son los recursos
naturales que posee el Congo y las corporaciones
multinacionales que los extraen. Las perspectivas de paz han
mejorado ligeramente: un acuerdo de paz fue firmado en las
provincias orientales del Congo, en Kivu. Pero sin un
proceso de reconciliación y veracidad que abarque a todo el
país, así como una renegociación de todos los contratos
mineros, sin duda alguna continuará el sufrimiento.
En
el informe más reciente de la mortalidad en el Congo,
International Rescue Committee encontró la inquietante
cifra de 5.4 millones de "muertes en exceso"
ocurridas desde 1998. Estas muertes van más allá de
aquellas que habrían ocurrido normalmente. En otras
palabras, una pérdida de vidas humanas en la escala de lo
ocurrido el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, pero
cada dos días, en un país que tiene la sexta parte de la
población de Estados Unidos.
Y
un poco de historia: después de respaldar a los aliados en
la Segunda Guerra Mundial, el Congo obtuvo su independencia
y en 1960 eligió como primer ministro a Patrice Lumumba, un
progresista, un panafricanista. Poco después fue asesinado
en un complot que implicó a la CIA. Estados Unidos instaló
y respaldó a Mobutu Sese Seko, que dominó tiránicamente y
saqueó la nación durante más de 30 años. Desde su
muerte, el Congo ha estado en guerra; de 1996 a 2002,
provocada por las invasiones de los vecinos Ruanda y Uganda,
y desde entonces el conflicto continúa.
Un
aspecto particularmente horripilante del conflicto es la
masiva violencia sexual utilizada como arma de guerra. La
activista de derechos humanos Christine Schuler Deschryver
me contó acerca de los cientos de miles de mujeres y niños
sujetos a la violación:
"Ya
no estamos hablando de las violaciones normales. Hablamos de
terrorismo sexual, porque han destruido (no se pueden
imaginar lo que ocurre en el Congo)... Hablamos de un nuevo
tipo de cirugía para reparar a las mujeres, porque están
totalmente destruidas". Ella describía el daño físico
perpetrado a las mujeres, a los niños: uno, dijo, tan bebé
que tenía 10 meses de edad. Son actos de violación que
implican la inserción de palos, pistolas y plástico
derretido. Deschryver estuvo en Estados Unidos como invitada
de V–Day, una campaña de Eve Ensler para poner fin a la
violencia contra las mujeres, en un intento por generar
conciencia pública de este genocidio y apoyar al hospital
Panzi en Bukavu, el pueblo de Deschryver.
Maurice
Carney, director ejecutivo de Amigos del Congo, en
Washington, afirma: "Básicamente son dos tipos de
violación los que ocurren en el Congo: uno es la violación
de mujeres y niños, y el otro es la violación de la
tierra, los recursos naturales. El Congo tiene tremendos
recursos naturales: 30 por ciento del cobalto del mundo, 10
por ciento del cobre, 80 por ciento de las reservas
mundiales de coltán. Uno tiene que entender la influencia
de las corporaciones en todo lo que ocurre en ahí".
Entre
las compañías a las que Carney culpa por avivar la
violencia están el OM Group, con sede en Cleveland, líder
mundial en producción de químicos especiales basados en el
cobalto y uno de los abastecedores principales de químicos
especiales con base de níquel. Está también el gigante de
la química Cabot Corp. Cabot produce coltán, conocido
también como tantalio, un componente difícil de extraer,
pero que es clave en todos los circuitos electrónicos,
sobre todo los de los teléfonos celulares y otros artículos
de ese tipo. Se afirma que la demanda masiva de coltán es
responsable de alimentar la segunda guerra del Congo, entre
1998 y 2002. Un antiguo director ejecutivo de Cabot es ni más
ni menos que el actual secretario de Energía del gobierno
de Bush, Samuel Bodman. Freeport McMoRan, con sede en
Phoenix, que absorbió la enorme concesión minera de Phelps
Dodge en el Congo, también está en el juego.
Naciones
Unidas ha publicado varios informes que son muy críticos
con la ilegal explotación que las corporaciones hacen de
los minerales del Congo. Una revisión realizada por el
gobierno congoleño de más de 60 contratos mineros hace un
llamado para que se renegocien o se cancelen de inmediato.
Dice Carney: "Ochenta por ciento de la población vive
con 30 centavos de dólar al día, o menos, mientras miles
de millones de dólares salen por la puerta trasera para
ingresar a la bolsa de las grandes compañías
mineras". Una cuestión importante para nosotros en
Estados Unidos es: ¿cómo pudieron morir en un país cerca
de 6 millones de personas en una guerra y sus enfermedades
asociadas, en menos de 10 años, y ser virtualmente
invisibles?
*
Amy Goodman es conductora de Democracy Now!, una hora diaria
de noticias por radio y televisión que se transmite en 650
estaciones de Estados Unidos.
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