África

República Democrática del Congo–Ruanda

Los misterios de una reconciliación

Le Faso.net, 29/01/09
Rebelión,30/01/09
Traducido por Caty R.

Nkunda, ¿chivo expiatorio o ardid de guerra? Estrategia o no, el general rebelde congoleño parece que ha sido abandonado por los suyos: por sus compañeros de lucha e incluso por sus padrinos ruandeses. Estos últimos parecen enfadados por la tenacidad del esbelto líder cuyo bastón recuerda la imagen del «Rey Leopardo» Mobutu, de El Zaire. Después de años de lucha encarnizada sin un éxito real, han decidido deshacerse del guerrero a quien la comunidad internacional pretende juzgar por crímenes contra la humanidad.

Parece que Kigali quiere rehabilitarse. Durante mucho tiempo, la crisis entre Ruanda y La RDC ha permitido a Paul Kagame, el jefe del Estado ruandés, jugar al despiste. Buena excusa para que se olviden los problemas internos. Pero la justicia internacional le acosa constantemente. Se ha comprobado recientemente con la orden de detención (y el posterior arresto en Alemania en noviembre de 2008, N. de T.) por parte de la magistratura francesa, de Rose Kabuye, jefa de protocolo del Estado ruandés. Además, las víctimas de la subida al poder del presidente Kagame intentan tomar su revancha sobre aquellos a quienes acusan de haber asesinado a los dos jefes de Estado de Ruanda y Burundi. Un doble drama en el origen del genocidio ruandés. Y si los genocidas siguen siendo perseguidos, los partidarios del antiguo régimen no tardarán mucho: La justicia internacional debe pedir cuentas al presidente Kagame. Y a los opositores, en la selva congoleña y en todo el mundo. Hay que sacar a la luz su actuación en el asunto. Otros, además, exigen más democracia interna.

Por otra parte, las cosas cambian rápidamente en el plano internacional. Los aliados también. En Washington, Barack Obama se presenta como un «Don Limpio» ávido de más transparencia, democracia, progreso y justicia, jugando la carta del apaciguamiento. Y para muchos es un Mesías que ha llegado para salvar a los pobres, los oprimidos y los desesperados. Los gobernantes tétricos, en particular en el continente africano, no podrán mantenerse en pie.

Obama, adoptado por todo el planeta, también ha perturbado la somnolencia de numerosos dirigentes occidentales. No es sorprendente verlos correr de un lado a otro del mundo. Podría parecer que han recuperado las virtudes de la apertura de espíritu, el diálogo y, sobre todo, los principios republicanos torpedeados durante mucho tiempo sobre el altar de los intereses partidistas. Así, al estilo de los antiguos colonizadores europeos. Ellos también temen la borrasca del cambio procedente de Estados Unidos. Durante mucho tiempo se han beneficiado de los excesos de Bush el beligerante para ponerse a la altura de la Casa Blanca por todas partes donde podían. Sin ningún escrúpulo, el ex jefe del ejecutivo estadounidense ha pasado su tiempo destrozando la imagen de EEUU. Actualmente, las cosas se presentan de forma distinta con Obama el afroestadounidense. Más que George Bush–Condoleezza Rice, el dúo Barack Obama–Hillary Clinton querrá devolver a Estados Unidos su posición en el tablero internacional. Pero tiene que hacerlo deprisa.

África, la cuna del padre del nuevo inquilino de la Casa Blanca, sin duda no será descuidada. Al menos eso es lo que desean profundamente los pueblos de este continente, martirizados durante tanto tiempo. El tornado Obama anuncia tiempos difíciles para los dictadores y antidemócratas incorregibles. Estén en el poder o no. También perturba la somnolencia de quienes siempre han sido aliados y cómplices; y de todos los pescadores en ríos revueltos.

Sarkozy lo ha comprendido rápidamente. Como si quisiera romper con su «ruptura» que nunca ha existido, el patrón del Elíseo ha decidido actuar sobre el terreno y dar un empujoncito a la reconciliación entre Ruanda y la RDC. No se trata de generosidad. Sus iniciativas son otras tantas cornadas asestadas en el cuerpo del ex colonizador belga. Este último, tras un letargo debido a los problemas internos, se despierta poco a poco y busca febrilmente rehabilitarse a los ojos de los protagonistas políticos congoleños. Las recientes negociaciones con Kinshasa lo confirman: Bruselas, refugio de miles de congoleños y ruandeses, intenta reafirmar su presencia en el tratamiento de los asuntos relativos a la región. Así, el final de las tensiones no parece muy cercano.

Las cruzadas repentinas no son nada inocentes: la República Democrática del Congo, antigua posesión de la familia real belga, es inmensamente rica. El drama ruandés se combina con el encerramiento en un territorio exiguo de una población cuya densidad siempre es un problema. ¿Estarán buscando una nueva configuración del mapa de la región? ¿Qué pasa entonces con los principios defendidos por la Organización de la Unión Africana (OUA) –después la Unión Africana (UA)–, especialmente en cuanto al respeto de las fronteras heredadas de la colonización? Bush también intentó hacer una operación similar en Oriente Próximo. Una aventura sin pies ni cabeza que ha fracasado estrepitosamente.

Infiltrándose entre Kigali y Kinshasa París querría, sin duda, demostrar su devoción por la región. Eso, mucho tiempo después de la muerte de sus dos aliados incondicionales: el presidente Habyarimana, predecesor de Kagame, y el mariscal Mobutu de El Zaire. Francia quiere devolver al redil francófono al rebelde Kagame, que quiere hacer de Ruanda un país bilingüe si no puede convertirlo en una entidad exclusivamente anglófona. En contrapartida, el plan Sarkozy apoyaría la explotación conjunta de las riquezas locales por ambos países, aparentemente decididos a acabar con los rebeldes ruandeses radicados en la selva congoleña. Pero en Kinshasa esos reencuentros no son del agrado de todos los actores políticos. Resulta inquietante ver a Ruanda, considerada ayer como agresora, instalarse de forma permanente en el territorio congoleño.

Las cuestiones se plantean también en cuanto a la suerte que espera a los rebeldes y los refugiados ruandeses que no tienen nada que ver con el genocidio. Entre otras: ¿Qué seguridad si regresan? ¿Qué eventual reintegro en el paisaje político ruandés, que está lejos de ser un ejemplo de democracia? ¿Y habrá una división del este de la RDC a favor de Ruanda? En ese tipo de escenario, ¿cuál será el pago y para qué sectores de ciudadanos de las poblaciones autóctonas que también están necesitados? ¿Qué pasa con las gestiones de la misión Obasandjo (Olusegun Obasanjo, ex presidente de Nigeria enviado especial de la ONU para el conflicto del este de la RDC, N. de T.), enviada por la UA pero duramente criticada por ambas partes?

¿Qué ocurrirá con Nkunda? ¿Kigali ha decidido sacrificarlo para salvar su cabeza, o más bien pretende librarse de todos los enjuiciamientos? ¿Realmente ha sido abandonado por Kagame? ¿Le abandonarán después de todos los servicios prestados al gran hermano ruandés? Aunque incómodo, Nkunda también es muy valioso en manos de Kagame: cómplice de ayer, testigo de hoy, tendrá un gran peso en las negociaciones en curso. El vuelco de la situación a la que asistimos lo demuestra claramente: el embrollo congoleño–ruandés está lejos de haber dicho su última palabra.