Los tres errores de Barack Obama en África
Autores: Emilie Tamadaho Atchaca,
presidente del CADD Benin;
Solange Koné, militante por los
derechos de a mujer en Costa de Marfil;
Jean Victor Lemvo
–Solidaire– Pointe Noire (Congo Brazzaville);
Damien
Millet, portavoz del CADTM France;
Luc Mukendi, coordinador
de AMSEL /CADTM LUBUMBASHI;
Victor Nzuzi, agricultor,
coordinador del GRAPR y NAD Kinshasa;
Sophie Perchellet,
investigadora del CADTM Belgique;
Aminata Barry Touré, pta. de CAD–Mali/Coord. del Forum de los
Pueblos;
Eric Toussaint, presidente del CADTM Belgique;
Ibrahim Yacouba, sindicalista de Níger (*)
Global Research, 21/07/09
Traducido por Caty R.
Después de la cumbre del G8 en Italia,
el presidente estadounidense Barack Obama voló a África
con un supuesto regalo: un sobre con 20.000 millones de dólares
a repartir durante 3 años, con el fin de que los «generosos»
donantes de los países ricos «ayuden» a reducir el hambre
en el mundo. Mientras que la promesa de erradicar el hambre
se hace regularmente desde 1970, la Organización de las
Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) ha publicado un
informe el mes pasado en el que indica que el número de
personas subalimentadas ha roto el techo de los mil
millones, es decir, 100 millones más durante el año
pasado. Al mismo tiempo, el Programa Alimentario mundial de
las Naciones Unidas (PAM) da la voz de alarma al anunciar
que tiene que reducir las raciones distribuidas en Ruanda,
Uganda, Etiopía, Corea del Norte y Kenia (país de origen
de la familia paterna de Obama), principalmente por la
reducción de la contribución de Estados Unidos, su
principal proveedor de fondos (1).
Más allá del efecto propagandístico
de Obama, que viene a añadirse a una larga lista de voces
piadosas que no han conseguido en absoluto mejorar la
situación hasta la fecha, conviene recordar que el montante
de la ayuda de 20.000 millones durante 3 años representa
menos del 2% de lo que Estados Unidos ha suministrado en
2008–2009 para salvar a los banqueros y aseguradores
responsables de la crisis.
Así, después de tender la mano a los
«amigos musulmanes» en el discurso de El Cairo (siempre
continuando entre bastidores con la desestabilización de
Oriente Próximo), después de tender la mano a los «amigos»
rusos (siempre manteniendo sus posiciones sobre el escudo
antimisiles en Europa del Este), Obama tiende la mano a los
«amigos africanos» (siempre con sus intenciones
neocoloniales bien afianzadas en la cabeza).
Obama libera de la
responsabilidad a los países ricos
A la larga alocución de Obama en Accra,
Ghana, siguió una serie de entrevistas con sus homólogos
extranjeros. Con el pretexto de renovar las relaciones
estadounidenses frente al resto del mundo, Obama, una vez más,
destacó en el arte de predicar la apertura y el
intercambio, mientras sigue aplicando las nefastas políticas
de sus predecesores (2).
Desde el principio declaró que «La
decisión del futuro de África vuelve a estar en manos de
los africanos» (3). Sin embargo, mientras que esa declaración
está marcada por la sensatez y pone a todo el mundo de
acuerdo, en absoluto es el caso en la realidad, y la actuación
de los países del G8 es decisiva, desde hace medio siglo,
para privar a los pueblos africanos de su soberanía. Obama
no olvida señalar que lleva «sangre africana en las venas»
como si eso, automáticamente, diese más fuerza y
legitimidad a su discurso. En todo caso, el mensaje se
establece claramente: el colonialismo del cual sus ancestros
fueron víctimas no debe ser una excusa para los africanos.
Aquí aparecen grandes similitudes con el discurso que
pronunció el presidente Nicolas Sarkozy en Dakar unos meses
después de su elección, discurso que levantó una ola de
merecidas protestas a la que Obama parece que ha escapado
milagrosamente de momento… ¡Pero nosotros pretendemos
reparar esta injusticia!
Con mucha rapidez, Obama libera a
Occidente de su responsabilidad en el estado actual del
desarrollo del continente. Al declarar que «el desarrollo
depende de la buena gobernanza» y que «es una
responsabilidad que sólo los africanos pueden solventar»,
parte del falso supuesto de que la pobreza que reina en África
se debe principalmente a la mala gobernanza y a las libres
opciones de los dirigentes africanos. En definitiva, la
culpa es de los africanos. ¡Nada más falso!
Con afirmaciones como «Occidente no es
responsable de la destrucción de la economía de Zimbabue
durante los últimos diez años, ni de las guerras en las
que se reclutan niños soldados», el presidente Obama
oculta el papel fundamental de los países ricos en la
evolución de África. Y especialmente el de las
instituciones financieras internacionales, con el FMI y el
Banco Mundial a la cabeza, esas herramientas de dominación
de las grandes potencias, que organizan el sometimiento de
los pueblos del Sur por medio de políticas de ajuste
estructural (abandono de las subvenciones a los productos de
primera necesidad, reducción drástica del gasto público,
privatización de empresas públicas, liberalización de los
mercados, etcétera), que impiden la satisfacción de las
necesidades fundamentales, expanden una miseria galopante,
multiplican las desigualdades y posibilitan los peores
horrores.
Obama compara lo
incomparable
Para apoyar sus afirmaciones, Obama
compara África con Corea del Sur. Primero explica que hace
cincuenta años, cuando su padre salió de Nairobi para
estudiar en Estados Unidos, Kenia tenía un PIB por
habitante superior al de Corea del Sur, antes de añadir: «Se
habla de herencia del colonialismo y otras políticas
llevadas a cabo por los países ricos. Sin querer minimizar
ese factor, mi opinión es que Corea del Sur, trabajando con
el sector privado y la sociedad civil, ha conseguido
establecer las instituciones que garantizan la transparencia
y la responsabilidad». ¡Quienes leen atentamente las
publicaciones del CADTM no pueden dejar de indignarse!
Porque el supuesto éxito económico de
Corea del Sur (4) se ha hecho contra las recomendaciones
impuestas por el Banco Mundial a la mayoría de los demás
países en desarrollo. Tras la Segunda Guerra Mundial, y
concretamente en 1961, la dictadura militar en el poder en
Corea del Sur se benefició de importantes donaciones de
Estados Unidos por un importe de 3.100 millones de dólares.
¡Más que el conjunto de los préstamos del Banco Mundial a
los demás países del Tercer Mundo durante el mismo período!
Gracias a esas donaciones, Corea del Sur no tuvo que
endeudarse durante 17 años (1945–1961). Los préstamos
exteriores sólo empezaron a ser importantes desde finales
de los años 70, una vez que la industrialización de Corea
estaba muy avanzada.
Así, todo empezó en Corea por una férrea
dictadura que aplicó una política estatal y muy
proteccionista. Esta dictadura se puso en marcha por
Washington después de la Segunda Guerra Mundial. El Estado
impuso una reforma agraria radical en la que se expropió,
sin indemnizaciones, a los grandes terratenientes japoneses.
Los campesinos se convirtieron en propietarios de pequeñas
parcelas de tierra (el equivalente a 3 hectáreas como máximo
por familia) y el Estado acaparó los excedentes agrícolas
que antes recaudaban los propietarios japoneses cuando Corea
era una colonia nipona. La reforma agraria sometió a los
campesinos a fuertes obligaciones. El Estado fijaba los
precios y las cuotas de producción sin permitir el libre
movimiento de las fuerzas del mercado.
Entre 1961 y 1979, la dictadura militar
de Park Chung Hee estuvo apoyada por el Banco Mundial,
aunque Corea se negó a seguir su modelo de desarrollo. En
aquel momento, el Estado planificó con mano de hierro el
desarrollo económico del país. La continuidad de la política
de industrialización para sustituir la importación y la
sobreexplotación de la clase obrera son dos de los
ingredientes del éxito económico del país. La dictadura
de de Chun Doo Hwan (1980–1987) también estuvo apoyada
por el Banco Mundial, incluso aunque no siempre se seguían
sus recomendaciones (concretamente en lo que se refería a
la reestructuración del sector del automóvil).
Así, cuando Barack Obama declaró que
«Corea del Sur, trabajando con el sector privado y la
sociedad civil, consiguió establecer las instituciones que
garantizan la transparencia y la responsabilidad», omitió
que el sector privado estaba claramente dirigido por el
Estado y que la dictadura coreana «dialogaba» con la
sociedad civil a punta de bayoneta: la historia de Corea del
Sur de 1945 a principios de los años 80 está plagada de
masacres y represiones brutales.
También es importante refrescar la
memoria de Barack Obama en lo que se refiere al ejemplo de
Zimbabue para ilustrar el fracaso de los africanos y el de
Corea del Sur como modelo. El año que Zimbabue accedió a
la independencia (1980) estuvo marcado por levantamientos
populares contra la dictadura militar en Corea del Sur.
Dichos levantamientos se reprimieron de forma sangrienta, más
de 500 civiles perecieron a manos de los militares con el
apoyo de Washington. En aquella época, y desde 1945, el ejército
surcoreano estaba bajo el mando conjunto
estadounidense–coreano, a su vez controlado por el
comandante en jefe de las fuerzas de Estados Unidos en Corea
del Sur. Las masacres perpetradas por el ejército
surcoreano en mayo de 1980 se completaron con una represión
masiva en los meses siguientes. Según un informe oficial
del 9 de febrero de 1981, se detuvo a más de 57.000
personas en la «campaña de depuración social» que se
llevó a cabo desde el verano de 1980. Más de 39.000
personas fueron enviadas a los campos militares para una «reeducación
física y psicológica». En febrero de 1981, el dictador
Chun Doo Hwan fue recibido en la Casa Blanca por el nuevo
presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan. ¿Éste es el
ejemplo que quiere ofrecer Obama al pueblo de Zimbabue y a
los demás países de África?
La posición geoestratégica de Corea
fue una de sus principales bazas hasta finales de los años
80, lo que le permitió no caer en las garras del FMI y el
Banco Mundial. Pero en los años 90, la situación geopolítica
se revirtió tras el hundimiento del bloque soviético.
Washington cambió paulatinamente de actitud hacia las
dictaduras aliadas y aceptó apoyar a los gobiernos civiles.
Entre 1945 y 1992, Corea del Sur estuvo bajo un régimen
militar con la bendición de Washington. El primer opositor
civil elegido a la presidencia en una elección abierta fue
Kim Youngsam, que aceptó el consenso de Washington y
estableció una agenda claramente neoliberal (supresión de
las barreras aduaneras, privatizaciones en cadena,
liberalización de los movimientos de capitales), que sumió
a Corea del Sur en la crisis económica del sudeste asiático
en 1997–1998. Mientras tanto, Corea del Sur pudo llevar a
cabo una industrialización que los países ricos han negado
a África. Se comprende entonces hasta qué punto el ejemplo
de Corea del Sur está muy lejos de ser convincente e
imitable.
Por añadidura, la pobreza de recursos
naturales ha favorecido, paradójicamente, el desarrollo de
Corea del Sur, ya que el país se ha librado de la codicia
de las multinacionales. Estados Unidos consideraba Corea
como una zona estratégica desde el punto de vista militar
frente al bloque soviético, no como una fuente crucial de
aprovisionamiento (como Nigeria, Angola o Congo Kinshasa).
Si Corea hubiera estado dotada de grandes reservas de petróleo
u otras materias primas estratégicas, no habría recibido
de Washington el mismo margen de maniobra para dotarse de un
poderoso aparato industrial. Estados Unidos no está
dispuesto a favorecer deliberadamente la emergencia de
competidores poderosos dotados al mismo tiempo de grandes
reservas naturales y de industrias diversificadas.
Obama exonera al
capitalismo de sus errores
A propósito de la actual crisis
mundial, Obama denuncia «Las acciones irresponsables de
algunos (que) han engendrado una recesión que ha arrasado
el planeta». Así, da a entender que esta crisis se debe a
la irresponsabilidad de un puñado de individuos cuyos
excesos habrían hundido al mundo en la recesión. De este
modo, eclipsa la responsabilidad de quienes impusieron la
desregulación financiera desde hace casi treinta años, con
Estados Unidos a la cabeza. Sería más exacto señalar al
modelo de desarrollo capitalista “productivista”,
impuesto a la fuerza por los países del Norte, como la
fuente de las múltiples crisis actuales que, lejos de ser sólo
económicas, son también de orden alimentario, migratorio,
social, medioambiental y climático.
Todas estas crisis tienen como origen
las decisiones tomadas por los gobiernos imperialistas del
Norte, y principalmente las de Estados Unidos que,
controlando a la vez al FMI y al Banco Mundial, imponen
condiciones favorables a sus intereses y a los de las
grandes empresas. Desde la «independencia» de los países
africanos, la mayoría en torno a los años 60, el FMI y el
Banco Mundial actuaron como caballos de Troya para favorecer
la apropiación de las riquezas naturales del Sur y defender
los intereses de los acreedores. Con el apoyo a las
dictaduras de todos los rincones del mundo (Mobutu en Zaire,
Suharto en Indonesia, Pinochet en Chile y muchos otros) y
después obligando a aplicar rigurosas políticas
antisociales, los sucesivos gobiernos occidentales nunca han
permitido que se garanticen los derechos humanos
fundamentales en todo el mundo. Las expresiones «derecho a
la autodeterminación», «democracia», «derechos económicos
y políticos» no son realidades en África, al contrario
que el peso aplastante de de la deuda y los lamentos de los
que pasan hambre.
¿Para cuándo la emancipación de
África?
El devastador sistema de la trata de
esclavos, en el marco del comercio internacional triangular
instaurado por Europa y sus colonos en las Américas del
siglo XVII al XIX, destrozó África. Después ha estado
totalmente bajo tutela del colonialismo europeo desde
finales del siglo XIX hasta las independencias. Luego se ha
mantenido a África dependiente por medio del mecanismo de
la deuda y de la ayuda pública al desarrollo. Tras las
independencias ha estado en manos de los potentados (Mobutu,
Bongo, Eyadema, Amin Dada, Bokassa, Biya…) quienes, la
mayoría del tiempo, estaban protegidos por las capitales
europeas y Washington. Varios altos dirigentes africanos que
pretendieron poner en marcha un desarrollo autónomo y
favorable para sus poblaciones fueron asesinados por orden
de París, Bruselas, Londres o Washington (Patrice Lumumba
en 1961, Sylvanus Olympio en 1963, Thomas Sankara en
1987…). Las clases dominantes africanas y los regímenes
políticos que establecen obviamente tienen su parte de
responsabilidad en la continuación de las desgracias de África.
El régimen de Mugabe en Zimbabue, por ejemplo. En la
actualidad, los pueblos de África están sufriendo
directamente el golpe de los efectos de la crisis mundial,
cuyo epicentro se encuentra en Washington y Wall Street, que
revela de hecho que el capitalismo conduce a un callejón
sin salida inaceptable para los pueblos. Los orígenes
africanos de Barack Obama son pan bendito para las empresas
de su país, que defienden intereses económicos muy
concretos en la explotación de las materias primas de África.
Una realidad que Obama borra de un plumazo para proseguir
con un discurso paternalista y moralizante con el fin de
convencer a los africanos de que no se comprometan en la
lucha por una independencia auténtica y un verdadero
desarrollo que garantice, por fin, la plena satisfacción de
los derechos humanos.
(*) Todos los
autores son miembros de la red internacional CADTM (Comité
pour l'Annulation de la Dette du Tiers Monde).
Notas:
(1) Ver el Financial Times (FT) del 12
de junio de 2009. Según FT, Burham Philbrook, el
subsecretario de Estado de Agricultura de Estados Unidos,
declaró que Washington no podía garantizar la financiación
del PAM a la altura del año 2008, durante el que Estados
Unidos aportó 2.000 millones de dólares. Siempre según el
FT, Philbrook sugería que el PAM debía reducir su ayuda
mientras que sabía perfectamente que el número de
hambrientos ha aumentado en 2009.
(2) Esta continuidad aparece también
en la pasividad de Obama frente al golpe de Estado en
honduras. Condena, pero deja hacer. Por otra parte, el Pentágono
está muy próximo a los golpistas, los cuales no permanecerían
en el poder si el Pentágono les diera la orden de
retirarse.
(3) Las citas de Obama se han extraído
del diario Le Monde, 11 de julio de 2009.
(4) Ver Eric Tousssaint, Banco mundial,
el golpe de estado permanente, El Viejo Topo, Barcelona,
Enero 2007; Editorial Abya–Yala, Quito, Julio 2007; CIM,
Caracas, Agosto 2007; Observatorio DESC, La Paz, Noviembre
2007, capitulo 11, “Corea del Sur: el milagro
desenmascarado”: http://www.cadtm.org/spip.php?article1869
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