La
piratería en Somalia
La
punta del iceberg
Por
Suyeni Díaz (*)
CEPRID,
01/09/09
A
finales del año pasado se agudizaron las posiciones de los
países desarrollados y de todos aquellos que fueron
afectados por el aumento de los casos de buques secuestrados
en el estratégico corredor naval de África oriental. La
respuesta inmediata fue presionar para emitir una resolución
que permitiera actuar sobre los responsables, al tiempo que
desplegar los mecanismos prácticos predeterminados para
casos similares. El balance de estos últimos meses ha
demostrado que el aumento de la presencia foránea en la
región, a través del consorcio multinacional Maritime
Security Patrol Area (1), no ha sido proporcional a la
disminución de los ataques efectivos de los piratas somalíes.
Por este motivo el reto fundamental al que se enfrentan los
injuriados es cómo solucionar la crisis de inseguridad en
la región.
Por
su parte, declaraciones de representantes del grupo somalí,
manifiestan que sus actividades son consecuencia de la
pobreza, expresando que sus esperanzas están en que con
estos ataques puedan atraer la atención respecto a la
pobreza y el conflicto en Somalia y el sufrimiento de la
población local (2). Esas declaraciones, no obstante poder
ser ciertas, no contradicen el hecho de que se han
revitalizado ciudades costeras que sirven como bases de
abastecimiento, dándole al mismo tiempo más dinamismo a la
región y mejores condiciones de vida a la población local,
ligada de alguna forma con los atacantes, ni contradicen el
hecho de que las sumas por concepto de rescates son
millonarias.
El
temor entre las compañías y los accionistas cuyos
intereses están en juego es cada vez más creciente, con
resquemores dentro de los países por las pérdidas que
pudieran traer el cambio en la ruta comercial hacia el sur o
el pago a compañías de seguridad para que garanticen el
paso de sus embarcaciones por el Golfo de Adén. El
incremento en los costos de transportación conllevaría
inevitablemente un aumento de los precios de los productos y
una determinada inestabilidad en un mercado bastante
complejo ya por la crisis económica mundial. La actitud,
por tanto, que han asumido los países, ha estado dirigida a
dos vertientes. Por un lado, aumentar la seguridad de la
región somalí, enviando buques de guerra; y, por otro
lado, presionar a las instituciones multilaterales para
promover un respaldo legal a la acción contra los piratas.
Como
parte de la respuesta dada en este sentido, en diciembre del
pasado año fue aprobado en el Consejo de Seguridad de la
ONU la Resolución 1851, que autorizaba operaciones
internacionales terrestres contra los piratas (3). En
consonancia con esto, sectores afines con la política
norteamericana, como los que escriben en Small War Journal,
expresan que:
“(…)
El mejor camino para frenar a los piratas somalíes no es a
través de convoy marítimos o el bloqueo (…) sino a través
de la detención y ocupación de las bases en las villas de
pescadores a todo lo largo de la costa norte de Somalia.”
(4)
Esta
dinámica respecto a la entrada de un nuevo actor en la región
pudiera implicar un cambio cualitativo, de índole negativa,
al conflicto en el Cuerno africano; como mismo sucedió
en los primeros años de la década de los 90 del
siglo pasado con la presencia de misiones, tanto de Estados
Unidos como de las Naciones Unidas. La intervención
anterior contribuyó al colapso que actualmente presenta
este Estado africano, principalmente por el intento de
reconstruir Somalia, según la imagen y las necesidades de
Occidente y por la vía militar utilizada para ello, que
exacerbó las diferencias y promovió la violencia interna.
Desde
el pasado año se están dando pasos a nivel interno para
lograr la pacificación del país. En este sentido los
mejores ejemplos son el acercamiento entre el Gobierno
Federal de Transición (TFG, siglas en inglés) y la Alianza
para la Reliberación de Somalia (ARS, siglas en inglés),
que llevó a la elección de un nuevo Presidente y Primer
Ministro. Unido a esto, el agotamiento de la población
debido a la guerra civil y el empeoramiento de sus
condiciones de vida, han actuado como factores de presión
para la búsqueda de una solución efectiva con arraigo en
las tradiciones de gobierno de la población somalí,
mayoritariamente musulmana.
Sin
embargo, al margen de los acuerdos de intención a los que
se haya comprometido el nuevo gobierno y las posiciones
convergentes de grupos de la sociedad civil somalí, el
proceso hacia la estabilización es todavía muy débil y
los estallidos siguen dándose, principalmente motivados por
el ala radical de las cortes islámicas, Al Shabaab. Por
tanto en esta coyuntura la incursión de fuerzas ajenas al
conflicto con intereses y prioridades alejadas de las somalíes,
pudiera retrotraer los pasos dados hasta ahora.
En
esta coyuntura, la piratería se erige como una importante
fuente de ingresos, proveyendo trabajos y oportunidades para
cientos (5), al tiempo que asegura los recursos financieros
para la adquisición de insumos para la guerra.
Estos
dos elementos fundamentalmente, permiten considerar que la
entrada de actores externos en la región podría complicar
la situación interna, pues la mera solución al problema de
la piratería, obviando el contexto que vive el país, dejaría
intactas las bases para la reaparición del fenómeno, y
adicionaría otra disyuntiva con la que tendría que
enfrentarse el joven gobierno. Sobre esta misma línea,
Laura Hammond, en un artículo colgado en el Real Instituto
Elcano plantea: (…) Descuidar las dinámicas de lo que está
sucediendo en tierra a favor de una estrategia de respuesta
de seguridad no solo no frenará el azote de los piratas
sino que exacerbará el conflicto dentro de Somalia. Muchos
somalíes pueden empezar a ver esta estrategia como una
prueba de que la comunidad internacional no está interesada
en resolver los problemas internos de Somalia sino solo
preocupada por sus propios intereses. (6)
La
solución al conflicto interno debe tener como punto de
partida una paz duradera entre las partes. Unido a esto la
recuperación de las estructuras económicas y la ayuda a la
población, que desde finales del siglo pasado presenta índices
alarmantes en alimentación y salud, con elevadas tasas de
migración por concepto de refugiados, se hace necesaria
para elaborar un mecanismo efectivo en la reducción de la
piratería.
Otro
aspecto que sobresale en esta coyuntura es el aumento del
interés por resolver un fenómeno que ha estado en la región
por tanto tiempo. Desde 1986, fecha en que comenzó a
monitorearse la piratería a nivel mundial, han ocurrido en
la zona 440 casos de este tipo (7), aunque ciertamente con
un aumento en los últimos años. Esta última manifestación
podría ser una excusa para una intervención donde subyacen
otro tipo de intereses.
Durante
los últimos años se ha visto un aumento de la lucha
mundial contra el terrorismo y Somalia podría convertirse
en uno de los puntos claves para poner en práctica las
medidas propugnadas por esta doctrina. Los factores recaen
en su importancia geoestratégica, en la ausencia de un
poder central, en el peso de la religión y la cultura
musulmana y por ser un Estado que ha mostrado un alto nivel
de ingobernabilidad.
En
estos momentos si bien la coyuntura interna se caracteriza
por su volatilidad e incertidumbre, no es de descartar la
creación de un gobierno con elementos de corte islamista,
que han probado funcionar con anterioridad y que podría ser
visto como un peligro para los intereses de los polos de
poder mundial. Un gobierno relativamente fuerte y estable en
el país, podría ir en contra de las expectativas y planes
de Occidente, que teme a la irrupción de otro Estado islámico
o a la creación de un gobierno fuerte en la región.
Por
estos aspectos no es desdeñable que la aparición actual
del tema de la piratería en las costas somalíes en la
mayoría de las cadenas noticiosas a nivel mundial, incluso
llegando a aspectos tales como la creación de videojuegos
con este tema, tengan la doble “virtud” de informar
sobre la inseguridad marítima, y desinformar sobre uno de
los más complejos conflictos del continente africano. Máxime
cuando la actuación de Occidente y de las instituciones
internacionales ha sido históricamente más que marginal en
la búsqueda de soluciones que respondan a las necesidades
somalíes.
Más
allá de la importancia que pueda tener para el comercio
mundial el fin de la piratería y la estabilidad de la región,
la verdadera solución de este flagelo pasa por la creación
de condiciones estructurales y superestructuras que
posibiliten la creación de un Estado sólido que pueda
emprender políticas en función de dar solución a las
necesidades de la población. Para ello primeramente, es
necesario respetar las estructuras tradicionales de
gobernabilidad somalíes, promover la cultura de consenso y
asegurar mecanismos que mitiguen las causas de la piratería
como solución más efectiva.
(*)
Suyeni Díaz es investigadora del Centro de Estudios sobre
África y Medio Oriente de La Habana (Cuba).
Notas:
(1)
Liss, C.:
“Privatising the fight against somali pirates”, Working
Paper 152, Asia Research Centre, November 2008, p. 5.
(2) Ibíd.
(3) AFP: Naciones
Unidas: “UN empower land operations against Somali pirates”,
17-11-08, p. 1, tomado del sitio www.google.com/hostednews
(4)
Anderson, G.:
“A multilateral solution to Somali piracy”, 16-03-09, p.
1, tomado del sitio www.smallwarjournal.com.
(5)
Kimani, M.: “Tackling piracy off African shores.
More regional cooperation needed for peace and security”,
UN: African Renewal Journal, Vol. 22, No. 4, 2009, p. 3.
(6)
Hammond, L.:
“Somali Piracy: A dangerous internal and external Threat”,
Real Instituto Elcano, 10-12-08, p. 5, tomado del sitio
www.rielcano.org.
(7)
Kimani, M.. art.
cit., p. 2.
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