El PRD
en su hora más difícil
Por
José
Luis Hernández Ayala y Víctor Álvarez Gibanel
Colectivo
Socialista (*)
Correspondencia
de Prensa Nº
359, 16/03/04
La
exhibición de sendos videos en donde aparecen dos integrantes del
primer círculo que rodea al jefe de gobierno del Distrito Federal,
Andrés Manuel López Obrador --el secretario de finanzas, Gustavo
Ponce, dilapidando miles de dólares en Las Vegas y otro en donde René
Bejarano, coordinador de la Asamblea de Representantes y su ex-secretario
particular, recibe una gruesa suma de billetes verdes de manos del
empresario Carlos Ahumada--, son el fiel reflejo de la podredumbre y
degradación de la más importante referencia de la izquierda
mexicana, así como de un eficiente intento de la derecha para
destruir a este partido y a su carta más fuerte para las elecciones
presidenciales del año 2006, el mismo Andrés Manuel López Obrador.
En este
momento es difícil predecir cual será el desenlace de este sainete y
cuál será el porvenir político de López Obrador, lo que es casi
seguro es que el PRD, aún después de una severa purga, difícilmente
podrá sobreponerse a este golpe. La consecuencia más grave será,
sin embargo, el fortalecimiento de la desconfianza del ciudadano hacia
lo político, los partidos y la participación electoral. Factores
que, sin duda, en última instancia favorecerán a la derecha en las
próximas elecciones.
La
corrupción y degradación de la vida interna del PRD no es un asunto
que sorprenda a los militantes de la izquierda radical que existen al
interior y por fuera de este partido, lo nuevo es la forma inesperada
y espectacular en la que ha sido expuesta. Su efecto inmediato será
el de un catalizador que acelerará la larga crisis que vive este partido.
El
porqué
Hasta
ahora las explicaciones que nos brinda la dirección del PRD van de lo
psicológico (la “debilidad humana”), a lo policiaco (la
conspiración). En nuestra opinión la explicación es más bien política.
Este fenómeno no es diferente de la degradación que han sufrido
agrupaciones afines al PRD, como es el caso del laborismo británico,
el PSOE español y, más recientemente, del PT brasileño.
El PRD es
el producto de la ruptura de sectores nacionalistas del PRI con el
curso neo liberal adoptado por los tecnócratas que dirigían este
instituto y del surgimiento de un poderoso movimiento social que vio
en la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, a la presidencia de la república
en 1988, la mejor opción para terminar con el antidemocrático
sistema de partido de estado que durante sesenta años había dominado
el escenario político nacional.
La irrupción
del neocardenismo y del huracán social que desató, fueron un
acontecimiento que la izquierda socialista mexicana estuvo lejos de
comprender y que significó su casi desaparición. Tiene razón el
camarada Adolfo Gilly cuando señala que lo peor que puede hacer una
organización revolucionaria, ante un movimiento de estas características,
es enfrentarlo en nombre de la pureza ideológica. Pero comete el
error contrario cuando él, al igual que otros compañeros del PRT y
de otras organizaciones revolucionarias, renuncia, en los hechos, a
sus postulados y se integra a este movimiento sin un proyecto propio y
sin resolver muchas de las contradicciones
relacionadas con su practica politica.
Veamos los
acontecimientos con mayor detenimiento. El nacimiento del PRD se dio
en un marco en el cuál lo importante era dar un cause político a un
movimiento social, cada vez mas radicalizado, antes que elaborar una
estrategia de lucha y una plataforma programática capaz de darle
coherencia. Ante el fraude electoral y los crímenes perpetrados por
la usurpación salinista, la cúpula del Frente Democrático Nacional
(FDN) sacrificó a un movimiento dispuesto a enfrentar tales hechos y
optó por la desmovilización y una retirada lo mas ordenada posible.
El PRD surgió entonces como un partido que antepuso la negociación y
la institucionalidad, a la acción directa y la movilización social.
Aún en los días más negros de la represión salinista, que a este
partido le costó más de 650 muertos, la respuesta de su dirección
no fue más allá de la denuncia pública.
La
organización y movilización de los sectores sociales, que
originalmente le dieron sustancia al FDN, quedo en un distante segundo
plano en beneficio de una
estructura orientada a la participación electoral. El único sector
social que se preservó fue el movimiento urbano-popular, que por su
propia naturaleza se adaptó fácilmente a esta circunstancia, pero
que al convertirse en reserva natural de votos pagó el precio con la
generalización de prácticas clientelares y corporativas.
La
unificación de un amplio abanico de la izquierda mexicana con el
neocardenismo, no se tradujo en la revitalización de un proyecto de
izquierda ó del propio nacionalismo, sino de un híbrido que apenas
puede calificarse de izquierda. Carente de una plataforma política
suficientemente precisa, por el afán de mantener la precaria unidad
de actores tan diversos, el PRD termina por convertirse en una
federación de grupos en conflicto permanente por espacios o cuotas de
poder. Grupos que generalmente sobreponen su propia conveniencia al
partido y a cualquier proyecto político.
En este
punto es indispensable reconocer que aunque la admisión de varios
personajes, de dudosa trayectoria provenientes del priísmo, tuvo
mucho que ver en este resultado, la contribución de los militantes de
la izquierda social y politica no es menos importante. Sacudida por el
colapso del llamado socialismo real, la izquierda mexicana enfrentaba
a finales de la década de los 80 un proceso de reacomodos y
reflexión sobre su propuesta política y de revisión de los métodos
y prácticas que hasta entonces la caracterizaban. Dicho proceso, que
incluyo fusiones y rupturas de diversas agrupaciones, estaba lejos de
estar concluido cuando surgió la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas. En este contexto se puede afirmar que
la decisión de integrarse al naciente PRD fue, para muchos militantes
de la izquierda, una especie de fuga colectiva hacia delante, una
manera de escapar de la incertidumbre politica e ideológica y del
posible aislamiento, sin resolver los problemas de fondo que habían
generado tal condición.
La
incorporación al PRD de miembros de partidos como el PMS, la ACNR, la
OIR o del PRT, poco ayudo a definir un perfil más claro de esta
organización como opción de izquierda o por lo menos como un partido
de oposición consecuente al neoliberalismo. Para algunos esta
indefinición se convirtió inclusive en una oportunidad inmejorable
par profundizar el curso derechista o francamente oportunista que habían
iniciado en sus organizaciones de origen.
La falta
de una definición politica vino acompañada, naturalmente, por un
pragmatismo desenfrenado. El objetivo de alcanzar el mayor número de
puestos de elección popular, para su respectiva corriente o tribu, lo
justificó todo: el bloqueo de iniciativas progresistas como la ley de
sociedades de convivencia, la actitud incierta ante la ley de cultura
indígena, las actitudes antisindicales del gobierno del Distrito
Federal, la admisión indiscriminada de tránsfugas del priísmo; las
alianzas “coyunturales” con el PAN; el recurrir al acarreo, el
clientelismo y el voto corporativo de las organizaciones de colonos y
de vendedores ambulantes (actividad en la cual Bejarano es un maestro
consumado); una permanente guerra interna para controlar el aparato
partidario (con sus fraudes electorales, chantajes e inclusive el uso
de la violencia) y, como lo demuestran los recientes acontecimientos,
recurrir a ilegales e inmorales financiamientos.
Esta
realidad es bien conocida por todos los dirigentes del PRD, sí, hasta
ahora, no lo han enfrentado, se debe a que todos se han
beneficiado de estas prácticas. Es un mal al que consideran una
necesidad para poder ampliar sus cuotas de poder. Alcanzar el objetivo
sin importar los medios, tal es su divisa. Dentro de esta fiebre pragmática
es, hasta cierto punto, normal el que sean los ex representantes de la
izquierda radical (Rosario
Robles, Bejarano, Imaz, Batres, Peñaloza, Pascoe, René Arce, y un
largo etc.) los peores ejemplos del oportunismo. Su falta de oficio en
estos menesteres y el vertiginoso ascenso dentro de la vieja “clase
política”, les hizo perder más rápidamente el piso que a los
miembros provenientes de sectores más conservadores.
La penosa
situación en la que se encuentra actualmente el PRD en nada se
diferencia de anteriores y actuales intentos de la izquierda
“moderna y realista” para reformar al capitalismo y hacerlo más
humano. Ante el inmenso poder corruptor del capitalismo, las buenas
intenciones se confunden con el oportunismo. Recientemente Michael
Husson, miembro de la Liga Comunista Revolucionaria de Francia,
escribió “El capitalismo contemporáneo también es profundamente
corrupto. Para justificar las ‘reformas’, invoca a la competencia
mundializada que haría ineluctables las reestructuraciones y el
cuestionamiento de los derechos sociales. Pero detrás del oropel de
la modernidad high tech se descubre cada día lo que se hace
comúnmente en el capitalismo: cuentas trucadas; turbios gabinetes
contables, paraísos fiscales discretos; bancos con negocios poco
interesantes; patrones que se endulzan abundantemente. Los casos en
cascada (Enron en Estados Unidos, Parmalat en Italia, Adecco en Suiza
o Manesmann en Alemania) muestran que ya no se puede razonar como si
se tratara de algunas ovejas descarriadas aisladas: es todo el sistema
el que aparece como gangrenado, y este fenómeno no excluye al
capitalismo ‘renano’ con reputación de ‘más civilizado’”.
En
momentos como este es indispensable recordar que, a diferencia de los
Jesuitas, los que provenimos de la tradición cultural y politica de
la izquierda no creemos que el fin justifique los medios. Sostenemos,
en cambio, que existe un vínculo dialéctico entre los objetivos y
los métodos que utilizamos para alcanzarlos.
La única
forma de evitar que una organización de izquierda se desnaturalice,
es contar con un programa claro y con una ética y una practica políticas
congruentes con dicho proyecto.
Para la
izquierda radical mexicana, los recientes acontecimientos representan
el momento de realizar un balance a fondo del periodo que se cierra y
analizar las perspectivas que se abren. Ciertamente, en nuestra opinión,
los que desde la izquierda revolucionaria desafiamos al movimiento
social representado por el cardenismo, nos equivocamos, pero también
aquellos que quemaron sus naves para embarcarse en ese curso.
Finalmente
creemos que el esfuerzo que diversas organizaciones de la izquierda
radical y activistas independientes, incluyendo a miembros del PRD,
venimos realizando para unificarnos y levantar una propuesta
anticapitalista, revolucionaria, radical, antimperialista y socialista
es, hoy, más válida que nunca
(*)
Colectivo Socialista junto con organizaciones como el PRT, la LUS,
UNIOS, Convergencia Socialista, colectivos de ex-militantes del MRP y
de la OIR-LM, así como militantes socialistas en lo individual están
convocando al II Encuentro de Izquierda Anticapitalista el próximo 27
de marzo en el Centro Médico Nacional, en la Ciudad de México, para
constituir una Alianza Socialista.(ver Correspondencia de Prensa Nº
333, 10-3-04)
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