Ponencia
presentada para el III Coloquio de Economistas Políticos de América
Latina, Buenos Aires, octubre 2003
La
fragilidad económica de América Latina y las tendencias recesivas de
la década de los noventa
Por
Mtro. Rodolfo Iván González M.(*
El
propósito de este trabajo es demostrar
que no sólo no hay recuperación económica en los años noventa en
América Latina, sino que por el contrario, el área se hace más
vulnerable a los movimientos cíclicos de la economía internacional y
cada vez más dependiente de las Inversiones Extranjeras
Directas (IED) y los préstamos de la Banca Internacional, para
financiar la inversión doméstica, garantizar el empleo y la liquidez
de los gobiernos locales.
En
primer lugar hay que señalar,
que la economía de los Estados Unidos no se recuperó del todo de la
tendencia (que traía) de los números rojos, que había presentado el
PIB (Producto Interno Bruto)
en
los ochenta, alcanzando el 0.7
y 0.9% en 1990 y 1991
respectivamente, al 2.7 en 1992; 2.3 para
1993; 3.5% para
1994, 2.3 en 1995;
3.4% para 1996; 3.9 en 1997 y 1998, y cerró la década con un
crecimiento económico del 4% en 1999, tendencia que se pierde en el año
siguiente y se agrava para el 2001, se acentúa después del fatídico
11 de septiembre, para tocar fondo en el primer trimestre del 2002 y
las expectativas pronostican una ligera recuperación para el último
trimestre del presente año.
La
tasa de desempleo en Estados Unidos permaneció alrededor del 4%, el
nivel más bajo en los últimos 30 años. La inflación no se vio
afectada por los altos precios de los energéticos; en el año 2000,
alcanzó una tasa real de 4.5%. La falta de empleo se agrava en
el año siguiente, con una ligera recuperación para el 2002.
Hay
que tener presente, que en los años setenta se comienzan a eclipsar
los mecanismos de la regulación planteada en la posguerra (a través
de acuerdos como el de
Bretton Woods y el surgimiento del FMI (Fondo Monetario Internacional)
y el Banco Mundial. En la década de los ochenta, con el auge de los
mercados financieros y el impulso de la política económica del “neoliberalismo”,
éstos organismos han quedado cada vez más relegados, a entidades
avales de bancos y entidades financieras privadas que son las que
realmente están lucrando con la miseria de los países endeudados.
En
la década de los noventa no hay marcha atrás, los mercados son
realmente globales y no necesitan
intervención. En lo que respecta a la región latinoamericana,
las crisis financieras suelen ser más desastrosas, como la ocurrida en México, en los años 1994-1995 y
de la que todavía
no hay una completa recuperación.
La
otra que indiscutiblemente rompió todos los límites, es la actual
crisis de la Argentina, que aunque no se puede responsabilizar del
todo al modelo neoliberal,
a riesgo de olvidar la corrupción interna y la “fuga de
capitales”, lo que sí podemos afirmar es que Argentina era el
mejor alumno de las nuevas
tendencias neoliberales en la región, privatizó las empresas
estatales y la banca, desreguló el comercio exterior, permitió la
libre entrada de capitales especulativos, controló la inflación y
mantuvo una estricta paridad cambiaria, siendo un puntual pagador del
servicio de la deuda externa. Veamos de manera resumida, como Guillén
Romo, presentaba ésta crisis, desde el año 2000.
Argentina
adoptó en 1991 un régimen de consejo monetario con el fin de
controlar la hiperinflación, la cual alcanzó índices
de 3,084% en 1989 y 2,315% en 1990. El presidente Carlos Menem
impulsó una profunda reforma de corte neoliberal basada en la venta
masiva de activos estatales, la apertura comercial y financiera. Por
otro lado, la crisis mexicana de finales de 1994 puso a prueba a la
economía argentina. La Bolsa de Valores de Buenos Aires se desplomó
y el capital especulativo abandonó el país. En sólo tres meses
salieron alrededor de 20% de los depósitos bancarios.
La
economía argentina supo remontar los efectos de la crisis mexicana de
1994 y se reactivo en el marco de la consolidación del Mercosur. En
1996 y 1997 el PIB creció 4.4% y 8% respectivamente.
A
comienzos de 1998 los efectos de la crisis asiática llegaron a la
Argentina, mediante la caída de los precios de las exportaciones, lo
que provocó una caída de
los activos financieros y de la Bolsa de Valores. A pesar del consejo
monetario y de la baja inflación, las tasas de interés se
incrementaron y los bancos restringieron los créditos y sin embargo
se creció a 4.9% en 1998 , aunque ya se pronosticaban una caída
anualizada del producto del orden del 3.5%. El desempleo urbano alcanzó
14.5% de la PEA y no obstante del control férreo de la inflación,
con la devaluación del real brasileño afectó en forma directa el
comercio bilateral entre estas dos naciones, el cual cayó
25% en 1999, lo que significó la primera recesión comercial
entre los dos países fundadores del MERCOSUR. Las exportaciones al
mercado brasileño, más de la tercera parte del total de las ventas
argentinas al exterior, cayeron en más del 30%, mientras que las
exportaciones cariocas a
la Argentina cayeron 20%. Los sectores más afectados fueron:
automotores, siderurgia, lácteos, azúcar, calzado y textiles.
El
déficit argentino se incrementa en forma constante desde el inicio de
la crisis asiática, a pesar del mantenimiento de una política fiscal
ortodoxa, el gasto público se incrementó, tanto por la creciente
resistencia social, como por el peso asfixiante y la política
monetaria restrictiva en el presupuesto público.
Finalmente,
la emigración de capitales hacia Brasil, agravó los problemas de la
recesión y el desempleo argentinos. Más de 20 corporaciones
transnacionales habían suspendido sus proyectos de inversión en la
Argentina para trasladarse al Brasil.(Guillén, 2000)
Privatizaciones
latinoamericanas
De
acuerdo con datos del Banco Mundial, México se ha convertido en el
segundo país latinoamericano que más empresas públicas ha vendido a
los inversionistas privados, al transferir a particulares activos públicos
por 31 mil 458 millones de dólares. Los recursos obtenidos por el
fisco, en el segundo lustro de los años noventa, por la venta de
empresas paraestatales equivalen a 41.9 % de la deuda comprometida por
el gobierno del presidente Ernesto Zedillo para el rescate de los
bancos, monto que
asciende a 75 mil
millones de dólares, 19.5% del PIB.
El
reporte del Banco Mundial, indicó
que entre 1990 y 1998 las privatizaciones de las empresas públicas
alcanzaron un monto de 154 mil 225 millones de dólares, cantidad
apenas inferior al saldo de la deuda externa total de México, que fue
de 159 mil 959 millones de dólares en 1998.
Antes
que México, el país que ha realizado privatizaciones de empresas públicas
por el mayor monto de Latinoamérica, es Brasil, que efectuó entre
1990 y 1998 ventas por 66 mil 329 millones de dólares, cantidad que
equivale a 43.2% de la totalidad de las realizadas en la región
durante el período.
Como
ya lo señalaba, después estuvo México, cuyos gobiernos efectuaron
entre 1990 y 1998 privatizaciones de empresas públicas (incluidos los
bancos que se vendieron de 1991 a 1992) por 31 mil 458 millones de dólares,
una suma que representa 20.4% de la venta total de empresas públicas
en toda la región durante esos nueve años. Las privatizaciones
mexicanas alcanzaron un monto de 3 mil 160 millones de dólares en
1990, para aumentar a 11 mil 289 millones en 1991 y sumar 6 mil 924
millones de dólares en 1992. Para el año siguiente representaron 2
mil 131 millones de dólares, un año después fueron de 766 millones
y en 1995 (el año de la crisis) sólo alcanzaron 167 millones de dólares.
Las ventas más significativas fueron las distribuidoras de gas,
ferrocarriles, aeropuertos, puertos y almacenes.
En
cuanto a la deuda externa de América Latina, en los noventa alcanzó
los 735 mil millones de dólares. No obstante de las alternativas
de solución a este débito foráneo, a finales de los años
noventa, Ecuador incumplió con el pago de intereses de los “bonos
Brady” y de los réditos de otros compromisos con instituciones
privadas, a esta situación critica se le suma las crisis de Brasil,
Argentina y Colombia.
Esta
recesión en la región tiene que ver tanto con la disminución de los
flujos privados de capital, como con la caída de los precios agrícolas. En cuanto a los
flujos de capitales externos, éstos bajaron de 83,000 millones de dólares
en 1997 a 69,000 millones en 1998 y a 43,000 millones en 1999. También
habría que incluir la caída de
los precios como
el café, que perdió en 1999 un 25% de su valor promedio; en 1998, el
azúcar perdió un 30%; la harina de pescado 40%; la soya 20%; el
algodón y el trigo 15%; el banano 12%; el mineral de hierro 8% y los
camarones 7%. Además, bajaron de precio algunas materias primas que
exporta la región como son el acero y los fertilizantes en un
10%.(Guillen Romo, 2000)[1]
En
términos generales, el crecimiento económico de toda América Latina
sigue siendo muy frágil, aunque durante la última década del siglo
regresaron los números azules. El año 99 sólo se creció 0.5% y los
datos institucionales de la CEPAL (Comisión Económica para América
Latina) y de otras instituciones internacionales son de 3.18% para el año
2000, y para el año (2001) se creció 0.5%.
Analistas
internacionales, como el director de la CEPAL, opina que efectivamente
se redujo la inflación, hay un desarrollo exportador dinámico y una
capacidad para atraer inversión extranjera. Pero al mismo tiempo,
hubo en la región un crecimiento notable en algunos países, más sin
embargo, el crecimiento fue
relativamente escaso para el resto de los países. También se
debilitaron sectores productivos y cadenas industriales importantes.
El titular de la CEPAL expresó, que en general el modelo
“neoliberal” ha
tenido debilidades: en términos de equidad, donde la pobreza extrema
es cada día más manifiesta y en términos del crecimiento económico,
porque ha sido deficiente, con muy pocas excepciones, como es el caso
de Chile.
Las
cifras de la pobreza se encuentran resumidas de manera brillante por
Rolando Cordera, cuando afirma que : “A finales de 1997,
se estimaba que la población pobre de América Latina superaba
los 200 millones de personas, de los cuales
casi 90 millones eran calificados como indigentes. (204
millones en 1997, 201.4 millones en 1994, comparado con los 135.9
millones de pobres del año 1980)”(Cordera.2002).[2]
Proyecciones
econométricas
Para
medir las consecuencias y el peso cada vez mayor del exterior, he
recurrido a plantear dos modelos con las estadísticas macroeconómicas.
El
primero, que es un sistema de ecuaciones, que nos mide la dependencia
del Producto Interno Bruto del
consumo (de gobierno y privado), la inversión y el saldo de la
balanza de comercial (exportaciones menos importaciones). Después
cada variable toma el papel de dependiente y se buscó el mejor
ajuste.
PIB=
C + I + SBC
I=
C + PIB + SBC
C=
I + PIB +SBC
SBC=
C + I + PIB
El
segundo modelo, analiza el grado de vinculación o dependencia de las
importaciones con el consumo (total), más el servicio de la deuda
entre el PIB, más el saldo de la balanza de comercial. Los modelos
(igual que los anteriores) son formados por un sistema de cuatro
ecuaciones, con cuatro incógnitas, pretendiendo comparar las
correlaciones de cada variable, como dependientes de las demás.
M=
C +SD/PIB +SBC
C=
M + SD/PIB + SBC
SD/PIB=
C + M +SBC
SBC=
M +C + SD/PIB
Los
modelos están elaborados con una muestra de 19 países
latinoamericanos, en los años 1980-2000. Se analiza cada país en lo
individual a través de los últimos
años del siglo XX y se comparan entre ellos y con el total de
la región.
Los
modelos incluyen todo tipo de pruebas de hipótesis usadas en la
econometría moderna: T. Studens, Durbin Watson, las elasticidades de
las variables endógenas (en donde se puede apreciar la sensibilidad
de las variables endógenas por puntos porcentuales, con el requisito
de ser mayores que cero y menores que uno). También los modelos pasan
por las pruebas White (para ver la homocedasticidad, o la homogeneidad
de los datos, o en el caso contrario la heterocedasticidad) y la
respuesta de esta prueba es que de los diecinueve países en sólo
tres se rechaza la hipótesis negativa, es decir que son heterocedásticos
por las alteraciones que experimentan durante la crisis y no le ocurre
lo mismo a los dieciséis restantes. Lo que muestra econométricamente
la bondad del modelo aunque sea elaborado entre los años 1980 a 1990,
época de la gran crisis y la transformación estructural del
subcontinente. De todas maneras esto es lo que trata de demostrar el
segundo modelo que por cada unidad de incremento en las importaciones
(caso de Venezuela) el consumo total (de gobierno y privado) se reduce
en un 13% y el peso de la Deuda en el PIB sería de 25% o más, y el déficit
de la Balanza de Comercial podría alcanzar un 72%. El caso de Chile
que igualmente por una unidad de aumento de las importaciones, el
consumo aumentaría en 84%, el peso del Servicio de la Deuda entre el
PIB sería de más del 20% y el déficit de la Balanza Comercial de un
16%.
Para
los dos modelos y todos los países se incluyen la prueba de
normalidad de Jarque-Bera que muestra que la distribución de los
datos está debajo de la distribución normal y en sólo dos casos no
hay normalidad y en los 15 restantes se acepta la hipótesis pues hay
normalidad y los resultados son mayores de 0.05. También se presenta
la prueba Ramsey-Reset, para mostrar la linealidad, o no de los
modelos, y finalmente se incluyen las bases de datos de los diecinueve
países durante los veinte años en donde naturalmente no se puede
tomar los datos tal cual los elabora la CEPAL (que los agrupa por décadas),
hay que cambiar las bases y hacer encadenamientos para homogeneizar
las series.
En
pocas palabras sabemos que todos los modelos econométricos son
aleatorios, esquematizan las realidades y todo lo que se diga a través
de estos es muy relativo. Sin embargo el medir y correlacionar nos
permite concluir con estadísticas el alto grado de dependencia del
sector externo, no sólo para satisfacer la demanda interna (y todo lo
que esto significa: la desindustrialización, la pérdida de las
autosuficiencias), sino también en el aspecto financiero y crediticio
principalmente.
A
manera de síntesis
El
gran peso que todavía significan las deudas externas para el
crecimiento económico de América Latina y en consecuencia, la
impotencia de diseñar políticas económicas, sin tener en cuenta los
compromisos con las entidades financieras internacionales, o las
compras al mercado mundial de alimentos básicos, materias primas,
insumos, partes y repuestos, que condicionan a los países a mantener
constantes devaluaciones que permitan aumentar la demanda de sus
exportaciones. La desregulación del sector externo y los subsidios a
la IED, que permitan nuevos flujos de divisas para financiar el
consumo, la inversión y el servicio del endeudamiento galopante. Esto
nos condujo al
adelgazamiento del Estado y su reemplazo por la iniciativa privada y
el mercado; a la disminución del empleo estable, las prestaciones
sociales y contratos colectivos, a la privatización de los servicios,
el subempleo, la economía subterránea y el desempleo. La violencia,
la concentración del ingreso y el analfabetismo se imponen como
variables constantes del actual neoliberalismo. Teñido todo ello, por
la fuerza internacional del narcotráfico.
Observen
a continuación, como reitera este punto del envilecimiento de las
relaciones laborales, otro analista del caso latinoamericano…
“...la
aparición de nuevas ramas y producciones “de punta”, el
desarrollo de nuevas estrategias de colaboración,
asociación y competencia ínter capitalista, cambios en las
modalidades de gestión empresarial y de organización de procesos de
trabajo, y, de manera destacada, la continuidad y acentuación de los
procesos de “flexibilidad laboral”, eufemismo éste que en
realidad remite a una profunda redefinición de las relaciones
trabajo-capital, a favor de éste último y en contra de las
relaciones laborales, saláriales, de contratación y despido, de
sindicalización, etc, de los trabajadores.”(Estay . J. 2001)[3]
Finalmente,
hay que dejar constancia de aspectos novedosos: 1) los drásticos
impactos de los efectos cíclicos
o recesivos importados: efecto "tequila", "samba"
y "tango" en los países del área (efectos que se
transmiten por los rápidos movimientos bursátiles, afectando los
tipos de cambio, las tasas de interés, la inversión real y por lo
tanto, el empleo y el consumo interno); y 2) los acuerdos de
regionalización locales más relevantes como el TLCAN (Tratado de
Libre Comercio de América del Norte), MERCOSUR (Mercado Común del
Sur), y ALCA (Acuerdo de
Libre Comercio de las Américas),
que lejos de aminorar las recesiones, han hundido a los
sectores más frágiles, como la agricultura y las pequeñas y
medianas industrias, en una profunda e irreparable crisis. Los dos
primeros se han visto golpeados por las economías más fuertes, sus
políticas proteccionistas y la imposibilidad de competir con la
tecnología y la productividad de Estados Unidos como es el caso del
TLCAN; en el caso del MERCOSUR, la agricultura argentina
particularmente ha quedado en desventaja, al ser este país desplazado por la
entrada de países de Europa Oriental a la Unión Europea. En
consecuencia el Mercosur, en
un intento de contrarrestar el mercado norteamericano diversificó sus
exportaciones al mercado de la Unión Europea, y ahora se encuentra
ahogado en sus propias fronteras del “cono sur” empobrecido.
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Notas:
(*)
Profesor de Tiempo Completo de la Facultad de Economía de la UNAM
Guillen Arturo “Efectos de la crisis asiática en América
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Estay Jaime “ El
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