La maldita herencia liberal en América Latina
Por
Emir Sader
Carta Maior, Brasil, 06/06/04
Traducido
por PVP, reproducido por Rebelión, 20/06/04
Más
de la mitad de los 400 millones de latinoamericanos no consiguen
satisfacer sus necesidades básicas. 102 millones son indigentes, no
consiguiendo siquiera dar qué comer a sus hijos. Ese es el balance
sintético de la aplicación de las políticas liberales en el
continente en las dos últimas décadas y media.
En
los últimos 20 años, casi 91 millones de personas se volvían pobres
en América Latina. 226 millones viven con menos de dos dólares por día.
Aumentó el número de pobres e indigentes. Hay 40 millones más de
indigentes hoy que hace 20 años.
Uno
de los aspectos nuevos es el surgimiento de los “nuevos pobres”,
sectores de clase media que se proletarizan –en Argentina es el caso
más dramático. En los últimos seis años, 23 millones de
latinoamericanos dejarán de pertenecer a la clase media para pasar a
la categoría de pobres.
En
Argentina, la tasa de pobreza se duplicó entre 1999 y 2003, pasando
de 19,7% a 41,5%, en tanto la indigencia se multiplicó casi por
cuatro, subiendo de 4,8% a 18,6%. Cerca de 7 millones de personas
dejarán de ser de la clase media para transformarse en pobres.
Los
datos están en el documento “Desigualdad en América Latina y el
Caribe: ¿ruptura con la historia?”, escrito por el Banco Mundial
(BID). Como resultado de las políticas liberales, el país más
equitativo de América Latina en términos de renta es más desigual
que el país más injusto de Europa –incluida Europa del Este, también
asolada por el liberalismo- es solamente comparable con algunas zonas
de Africa y con algunos países surgidos del desmembramiento de la Unión
Soviética. En tanto en Suiza la clase media representa el 60% de la
población, en varios países de nuestro continente no llega a 20%.
Los
sectores más vulnerables en este vendaval de miseria que el
liberalismo promovió en el continente son los adultos mayores, las
mujeres, los indígenas y sobre todo los niños. La precarización de
las relaciones de trabajo se extendieron a niveles sin precedentes,
junto con el desempleo, que batió su record histórico en el
continente en el 2003.
La
concentración de la renta, bajo los efectos de la financierización
de sus economías, hizo que el segmento más rico tenga una renta 20
veces superior al que reciben quienes están en el 40% más pobre. La
perspectiva es desalentadora, porque la desigualdad es muy alta. Sin
programas económicos centrados en la distribución de la renta, y no
en la estabilidad monetaria y en el ajuste fiscal, esta situación
aterradora tiende a empeorar. Según el BID, la proliferación de la
violencia está asociada al aumento de la miseria y de la indigencia
en el continente.
Uno
de cada tres niños tiene hambre y el 60% de ellos son pobres en América
Latina, a pesar de la enorme capacidad del continente para producir
alimentos. Cada año 190 mil niños latinoamericanos muere por males
ligados a la pobreza, que podrían ser evitados. Actualmente cerca de
40 millones de niños viven o trabajan en las calles de América
Latina. Solamente en América Central más de dos millones de niños
están en el mercado de trabajo. La cifra de niños es igual a la de
los adultos desempleados, lo que significa que en caso que se evitara
que esos niños trabajasen, esos adultos tendrían acceso a los
empleos. Por lo tanto, los empleadores prefieren a los niños,
porque estos no gozan de derechos laborales y acaban siendo
remunerados mucho más abajo que los más viejos.
Solamente
en las favelas brasileras residen 6,5 millones de personas, más del
doble de que la población de Uruguay. En Buenos Aires y en sus
suburbios, las villas miseria abrigan 1,3 millones de habitantes.
Entre
1999 y 2002, la tasa de pobreza aumentó de 43% a 44% y la indigencia
llegó a 19,4%. De ahí que la mayoría de la población
latinoamericana rechaza el sistema político, económico y social
existente, que los analistas confunden con rechazo a la democracia. La
pregunta de las investigaciones no debería ser si gustan de la
democracia, sino si gustan del tipo de sistema en que viven: este es
el rechazo de la mayoría de los latinoamericanos.
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