América
Latina-EEUU:
La militarización del vínculo
Por Jim Lobe
Inter Press Service (IPS), 05/10/04
Washington. Menos de 15 años después
del fin de la guerra fría, el gobierno de Estados Unidos retoma la
tendencia de militarizar su relación con América Latina y el Caribe.
La ayuda militar a la región
aumentó significativamente desde 2000, según un informe elaborado
por las organizaciones académicas no gubernamentales Oficina sobre América
Latina en Washington (WOLA), el Grupo de Trabajo América Latina (LAWG)
y el Centro para la Política Internacional (CIP).
Incluso en los años más calientes
de la guerra fría, la asistencia militar nunca llegó a superar un
tercio de la ayuda económica de Washington a la región, agrega el
estudio, titulado ”Borroneando las líneas: Tendencias de los
programas militares de Estados Unidos en América Latina”.
Pero la asistencia militar de 2003
ascendió a 860 millones de dólares, poco menos de los 921 millones
en ayuda económica y humanitaria asignada a la misma región ese
mismo año. Si la tendencia se mantiene, la asistencia militar superará
a la económica, según los autores del informe.
Doctrinas vagas del Comando Sur
estadounidense, como la ”soberanía efectiva” --según la cual la
seguridad de este país está amenazada por la falta de control sobre
vastas ”áreas sin gobierno” en América Latina--, aportan nuevos
argumentos para que los militares de la región reafirmen su poder
sobre las autoridades civiles, según el estudio.
Y, con recursos mucho más
considerables que el Departamento de Estado (cancillería) y otras
oficinas gubernamentales estadounidenses, el Comando Sur define con
creciente intensidad el rol de Washington en América Latina,
advirtieron los autores del estudio.
El título ”Borroneando las líneas”
se refiere a la división de roles supuestamente vigente entre las
fuerzas armadas y las instituciones civiles. Una preocupación
presente en el informe es el aparente hecho de que Washington alienta
a los militares latinoamericanos a asumir funciones que corresponden
al poder civil.
”Esta no es una cuestión académica.
Apunta al corazón de la democracia, en particular la de países en
que la transición de brutales dictaduras militares a gobiernos
civiles está lejos de haberse terminado”, dijo la directora
ejecutiva de WOLA, Joy Olson.
”Los programas militares
estadounidenses alientan fuertemente a los militares latinoamericanos
a desempeñar funciones internas que pueden cumplir los civiles, como
la lucha contra la delincuencia, la construcción de carreteras y la
protección del ambiente”, agregó Olson.
El jefe del Comando Sur, general
James Hill, presentó a comienzos de año en su informe anual una
lista de amenazas emergentes en América Latina que iban mucho más
allá de un enfoque restringido a las preocupaciones militares, como
el ”populismo radical” y las pandillas callejeras.
En ese informe, Hill sugirió que
los militares, más que la policía y otras instituciones civiles,
tienen una función que cumplir contra esas amenazas.
”Existe el riesgo de que se
politicen las fuerzas armadas”, dijo el director de programas del
CIP, Adam Isacson. ”Con demasiada frecuencia, en América Latina,
cuando los ejércitos se concentran en lo interno, la definición del
enemigo incluye a los opositores del régimen en el poder, aun aquéllos
que trabajan dentro del sistema político.”
El informe considera que la
identificación de Hill del ”populismo radical” entre las amenazas
es ”particularmente perturbadora”, dados los antecedentes de los
militares latinoamericanos en la represión de izquierdistas y
populistas en nombre de la ”seguridad nacional”, doctrina que
Washington promovió en la región en los años 60.
Los autores del estudio también
indicaron que el Comando Sur aplica el término ”guerra contra el
terrorismo” a una amplia gama de problemas. ”Los terroristas en el
área de responsabilidad del Comando arrojan bombas, asesinan,
secuestran, trafican drogas, armas y seres humanos y lavan dinero”,
según Hill.
Según el informe ”Borroneando
las líneas”, si bien ”ésa puede ser una descripción adecuada de
la situación en Colombia y en sus fronteras, no puede aplicarse al
resto de América Latina”, acota el informe ”Borroneando las líneas”.
De hecho, agrega, el aumento de la
asistencia en entrenamiento y equipos a la región se ha dirigido
desde 2001 a amenazas como la que representa la red terrorista Al
Qaeda, a la que se atribuyen los atentados que dejaron 3.000 muertos
el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington.
Sin embargo, indican los expertos,
esa justificación puede ser eficaz para que el Departamento
(ministerio) de Defensa obtenga mejoras de presupuesto en la Casa
Blanca y en el Congreso legislativo.
”Apenas una tajada de la
asistencia en seguridad se dirige a programas antiterroristas, como
los de seguridad en puertos, aeropuertos y fronteras”, explicó la
directora de LAWG, Lisa Haugaard.
”Lo que vemos son los mismos
viejos programas de lucha contra las drogas y contra las guerrillas
reempaquetadas como parte de la guerra contra el terror”, agregó.
De los 22.855 latinoamericanos
entrenados por militares estadounidenses en 2003 --50 por ciento más
que en 2002--, la mayor parte, 5.506, asistieron a cursos sobre
maniobras de infantería ligera en los que se enseña sobre tácticas
en pequeñas unidades, operaciones en terreno difícil y camuflaje.
Y 1.650 policías bolivianos
tomaron cursos sobre acción cívica, y 1.243 soldados de varios países,
adiestramiento antidrogas y contrainsurgente, según el informe.
La mayoría de la asistencia
antiterrorista se aplicó en programas contra el secuestro en Colombia
y de seguridad fronteriza en México.
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