Elecciones en Uruguay: entrevista con Ernesto Herrera (*), Corriente de
Izquierda del Frente Amplio
La izquierda radical a contramano de lo “posible”
Entrevista de Marxismo Revolucionario
Atual, 14/10/2004
Enviada por Correspondencia de Prensa
Uruguay se encuentra en vísperas de una elección
nacional decisiva. Tabaré Vázquez, derrotado en otras ocasiones,
esta vez se encuentra adelante en todas las encuestas y muy
probablemente sea el vencedor. Allá como aquí, la “izquierda ha
rebajado su programa y ampliado las alianzas hacia la derecha. Las
analogías posibles con la situación brasilera son muchas." La
revista Marxismo Revolucionario Atual buscando comprender un poco
mejor lo que ocurre en el subcontinente, entrevistó al compañero
Ernesto Herrera, militante uruguayo y dirigente de la Corriente de
Izquierda, una de las fuerzas que componen el Frente Amplio.
MRA: Todo indica que la victoria electoral está vez es
inevitable.
Es lo más probable. Las últimas encuestas le asignan al
Encuentro Progresista-Frente Amplio-Nueva Mayoría (así se presenta
la alianza electoral) una ventaja que puede ser decisiva para ganar ya
el 31 de octubre, es decir, en el primer turno. Tabaré Vázquez
(Encuentro Progresista) supera el 50% de la intención de voto; Jorge
Larrañaga (Partido Nacional) tiene un 32%; y Federico Stirling
(Partido Colorado) un 11%. Igualmente hay que manejarse con cierta
prudencia todavía, porque el tramo final de la campaña electoral
recién comienza y no se puede descartar un segundo turno donde las
cosas se complicarían.
MRA: De todas maneras y considerando la hipótesis más
probable, la izquierda alcanzaría luego de varios intentos
frustrados, el gobierno nacional.
Es cierto, nadie piensa que Tabaré Vázquez pueda
perder. Esa es la percepción general en el movimiento social, en las
organizaciones sindicales y estudiantiles, en los barrios populares,
en la clase media descontenta y, sobre todo, en la militancia de los
partidos de izquierda. También entre las clases propietarias y los
medios de comunicación controlados por los poderes económicos.
Incluso instituciones financieras internacionales como el FMI y el BID
asumen esta realidad, por eso ya se ha realizado varias reuniones con
los asesores económicos de Tabaré Vázquez.
Ahora, se debe matizar lo de izquierda, las palabras
tienen su significado y es mejor no entreverlas. Toda la propuesta
programática del “cambio posible” se presenta bajo el signo
progresista y a la alianza político-electoral como de
centroizquierda. El discurso de las figuras principales del Encuentro
Progresista y el Frente Amplio ha sido el de diferenciarse de lo que
entendemos por izquierda en el más estricto sentido del término, y
de tomar distancia de todo aquello que pueda identificarse con
protesta y rebeldía social, lucha de clases y manifestación de anti-imperialismo.
MRA: Pero un triunfo de Tabaré Vázquez tendrá un
impacto fuerte sobre el sistema político.
Derrotar a la derecha y alcanzar el gobierno nacional es
un acontecimiento trascendente, porque será un golpe letal para un
bipartidismo burgués en pleno proceso de descomposición y esto tendrá
consecuencias sobre los puestos de mando ejecutivo del Estado
capitalista.
Por ejemplo, que se anuncie que un dirigente histórico
de los tupamaros (como el senador José Mujica) pueda ser el ministro
de Producción y Desarrollo, o que algunos dirigentes socialistas,
comunistas, y hasta sindicalistas, ocupen funciones de gobierno o
asuman parte de los 3 mil “cargos de confianza” que hay en el
Estado, son señales que un cambio en el sistema político va a
ocurrir.
Pero todo esto se inscribe en la idea de un recambio sin
ruptura. La campaña electoral -prácticamente sin movilizaciones de
masas- anticipa el tipo de gobierno que se propone. El “cambio
posible” está vinculado a la “superación de la pobreza”, a
revertir “el estancamiento del país”, al “tránsito pacífico”,
y a la identificación con las “tradiciones democráticas y
progresistas” que impactan sobre todo en el “ciudadano de
centro”.
No se pueden confundir las cosas: nada de esto modifica
lo esencial de la naturaleza del régimen de dominación, aún si
aceptamos la tesis que un triunfo progresista puede abrir una fase de
relativa inestabilidad en términos políticos como consecuencia del
propio recambio en el personal gobernante del Estado capitalista.
MRA: Entonces no coincides con otras opiniones de la
izquierda de que un gobierno progresista podría concebirse como
“una derrota histórica” de la derecha política y el
neoliberalismo.
En el Frente Amplio se acuño el concepto de “lealtad
institucional” (en su momento, la Corriente de Izquierda fue la única
organización frentista que se opuso a esto). La conclusión es muy
simple; el “respeto irrestricto” a todas las reglas de juego de la
“democracia representativa”. El eje central de la propuesta
progresista es asegurar que ese “cambio posible” se realice en un
cuadro de “gobernabilidad democrática” que sea capaz de encauzar
eventuales desbordes sociales, reducir las demandas de tipo
“corporativista”, y desarticular cualquier movimiento de superación
de la democracia liberal.
Es cierto que los políticos más conservadores y
reaccionarios quedarán afuera del gobierno. Pero la estrategia del
progresismo incluye la formación de un gobierno de coalición con
fracciones y dirigentes de los partidos burgueses, con capas
significativas de las clases propietarias. Y la estrategia de alianza
con fracciones de la burguesía es vital para sostener el proyecto de
“Uruguay productivo” que está basado en la idea de una amplia
“concertación para el crecimiento”. Por eso, se aceleran los
pasos para establecer mecanismos de negociación que aseguren la paz
social entre patrones y trabajadores.
Si a esto le agregamos la crisis política de los
partidos de la derecha, se puede entender mejor por qué ya no existe
un veto de las elites burguesas, ni de los militares, ni del
imperialismo, a un eventual progresista.
Entonces, de ninguna manera se puede hablar de una
“derrota histórica” de la derecha, es una exageración.
MRA: ¿Tampoco se puede hablar de una victoria popular
entonces?
En un aspecto sí, porque la inmensa mayoría del
movimiento popular, de los trabajadores, los desempleados, los
militantes de la izquierda, los jóvenes, las organizaciones de
derechos humanos, lo sentirán como un triunfo político propio, lo
asumirán como el resultado de una larga historia de acumulación de
luchas obreras, estudiantiles, de movilizaciones democráticas, de
resistencias antineoliberales.
Pero no sería responsable decir que estamos ante un paso
adelante en la conciencia democrática radical, antiimperialista o
anticapitalista, menos todavía que se han modificado las relaciones
de fuerzas entre trabajo y capital. Y es muy discutible afirmar que
una victoria del Frente Amplio puede abrir una dinámica en dirección
a la agudización de la lucha de clases.
Hay que tratar de distinguir. Es verdad que hay una capa
de militantes y luchadores sociales que sienten que llegó “la hora
del pueblo”, de las trasformaciones, y que ven la conquista del
gobierno como una vía de aproximación al poder como en la estrategia
de revolución por etapas en los años ´60 y ´70. Esta idea está
presente todavía y atraviesa a las diferentes organizaciones
frentistas incluso muchos militantes tupamaros creen que la
derechización de sus principales dirigentes y la propuesta de alianza
con la “burguesía nacional” es una simple operación de
maquillaje para ganar las elecciones.
Sin embargo, hay otras cuestiones a considerar, como por
ejemplo, que casi el 40% del actual electorado del Frente Amplio se
considera “demócrata de centroizquierda”, que el componente
obrero, clasista, es mucho menor en la estructura frentista, y que las
posiciones “moderadas” se impusieron ampliamente en el último
Congreso del Frente Amplio (diciembre 2003). Todo ello favorece la
estrategia del “cambio posible”.
MRA: En términos de programa de gobierno ¿se proponen
cambios sustanciales?
El carácter de centroizquierda de la alianza EP-FA-NM,
sepulta toda relación con el programa fundacional del Frente Amplio
en 1971. Un programa democrático, antioligárquico y
antiimperialista, que sin definirse socialista adquiría (en el cuadro
de una coyuntura pre-revolucionaria nacional y regional) una dinámica
anticapitalista. Las 30 medidas de gobierno del ´71 tenían, en ese
sentido, el mismo carácter que las 40 medidas de la Unidad Popular en
el Chile de Allende.
La reforma agraria, la nacionalización de la banca, el
monopolio estatal del comercio exterior, el no pago de la deuda
externa, por ejemplo, fueron borrados del mapa. Hoy, ni siquiera está
planteada la eliminación del secreto bancario, ni una reforma
tributaria radical que metan la mano en las ganancias capitalistas y
las grandes fortunas, y tase el movimiento del capital
financiero-especulativo. No se plantea una ruptura con el núcleo duro
de la matriz neoliberal, ni con los condicionamientos que vienen de
las instituciones financieras internacionales. Se van a seguir
respetando los compromisos que imponen las Cartas de Intención y el
superávit primario del FMI, el pago de los intereses de la deuda
externa (que significan el 35% de lo que el país exporta), el
mantenimiento de las AFPS (fondos de pensión privados) y la
“reforma” del Estado.
Hay que tener en cuenta, además, que el anuncio sobre
quien será el ministro de Economía (Danilo Astori, senador y
economista del ala social-liberal del FA) se hizo nada menos que en
Washington.
El programa del progresismo no es una amenaza para los
capitalistas. El impuesto a la renta de los ricos como mecanismo de
“redistribución de la riqueza” se piensa aplicar tan gradualmente
que probablemente no tenga ningún resultado; no habrá un
“salariazo” para recuperar el ingreso confiscado, y ni siquiera se
propone eliminar los impuestos a los salarios y jubilaciones o rebajar
el IVA (que hoy es del 23%). Incluso, unas semanas atrás, la dirección
del Frente Amplio se negó a votar un porcentaje de aumento del
salario mínimo (actualmente de 75 dólares) para el caso de ganar el
gobierno.
La únicas medidas que aparecen como distintas en el
libreto, son un Plan de Emergencia Social, y la de utilizar parte de
las voluminosas ganancias de las AFAPs para un plan de viviendas como
forma de reactivar el empleo. Hay planteos de aumentar la inversión
en salud y en educación, pero no se arriesgan medidas concretas.
Tanto las resoluciones políticas del II como del III
Congreso de la Corriente de Izquierda (2001 y 2002) definieron la
naturaleza del programa frentista como un “reformismo sin
reformas”: es decir, sin las reformas estructurales necesarias para
revertir el proceso de desnacionalización y privatización de la
economía. Esa definición es más válida que nunca.
MRA: De esto que tú dices ¿se puede concluir en que
habrá un continuismo neoliberal como en el gobierno Lula, y que el
proceso privatizador se profundizará?
Habrá como un neoliberalismo mitigado, donde la
“justicia distributiva” se focalizará en los “sectores
vulnerables” penalizados y excluidos. El Plan de Emergencia Social,
por ejemplo, apunta a “reorientar las prioridades sociales” en un
sentido compensatorio y asistencialista. Y ese Plan se piensa
financiar con parte de la renta que dejan las empresas públicas y con
“préstamos sociales” que el BID ya se comprometió a conceder.
Pero insisto, no habrá ruptura con un modelo que cobija
la guerra social del capital contra el trabajo, destruyendo conquistas
y derechos, desestabilizando a los que tienen empleo estable,
enfrentando a los “privilegiados” (trabajadores públicos) con
trabajadores del sector privado y/o “informales”, fracturando
cohesiones y lazos sociales colectivos.
Se habla mucho de recuperar el rol “regulador” del
Estado, de “retomar el control soberano de las decisiones” y
restablecer el papel social y “protector” del Estado, pero esto
choca con la barrera de la mundialización capitalista, con las
condiciones que imponen las instituciones financieras internacionales.
Y un gobierno progresista no se plantea interpelar ninguna de esas
condiciones.
En cuanto al proceso privatizador, creo que habrá
algunas diferencias respecto a lo que ocurre en Brasil. Los gobiernos
del Partido Colorado y del Partido Nacional no consiguieron aplicar
una agenda neoliberal en términos de privatizaciones como en otros países
de América del Sur, entonces no tenemos una “herencia maldita” en
este terreno. Hubo tercerizaciones, concesiones, flexibilización
laboral, pero el proceso de grandes privatizaciones ha sido más
lento. Y en esto jugó un papel central la resistencia y la movilización
popular.
Hay que recordar que se organizaron y se ganaron dos
Referéndum (diciembre de 1992 y diciembre de 2003) que impidieron las
privatizaciones de las grandes empresas públicas (telecomunicaciones,
electricidad, petrolera), y que el próximo 31 de octubre también se
vota un Plebiscito que incorpora a la Constitución un artículo
prohibiendo la privatización del agua o cualquier tipo de concesión
a empresas privadas en esa área.
Esto pone un límite a cualquier intento de avanzar en el
desmantelamiento de las empresas estatales. En este sentido, la
resistencia social ha sido muy radical y la conciencia popular es muy
fuerte: bastaría decir que Uruguay (junto con Argentina) es el país
de América del Sur donde las privatizaciones tienen un índice de
rechazo más elevado.
Evidente, no se puede descartar a priori absolutamente
nada, ni siquiera un curso tan descaradamente neoliberal como el de
Lula, pero lo que digo es que aquí existen algunos límites difíciles
de franquear. Tanto Tabaré Vázquez como algunos de sus asesores económicos
contemplan la posibilidad de “asociar” a las empresas públicas
con capitales privados (sobre todo extranjeros), incluso Danilo Astori
y otros dirigentes del Encuentro Progresista son partidarios de
eliminar el status de inamovilidad de los funcionarios públicos, pero
eso no podrán hacerlo sin tener que enfrentar una gran resistencia
con los trabajadores. Es más, una iniciativa de esa naturaleza
generaría un conflicto con las direcciones sindicales y de la central
obrera (PIT-CNT) porque casi un 65% de los afiliados sindicales son
empleados públicos, y la alianza con las direcciones sindicales
colaboracionistas es decisiva para garantizar la paz social.
MRA: Los gobiernos de Argentina y Brasil ven con simpatía
la posibilidad de un gobierno de Tabaré Vázquez.
Sin duda. Un gobierno progresista tendrá los flancos
bien cubiertos en la medida que los gobiernos de Kirchner y Lula son
afines por razones ideológicas, y por razones de geopolítica
regional. Un gobierno del Encuentro Progresista, refuerza la percepción
de mucha gente sobre un Mercosur “antineoliberal” en condiciones más
favorables para negociar con Estados Unidos el ALCA y con la Unión
Europea aunque el reciente acuerdo comercial firmado entre el Mercosur
y la Unión Europea es tan malo como el ALCA. Pero se trata de
negociar los términos de la dependencia, no más.
MRA: Uno de los rasgos distintivos del Frente Amplio, era
el de su organización de base territorial, participativa, que ejercía
un control sobre la dirección ¿eso se mantiene?
Todo el reciclaje ideológico-programático vino acompañado
por un elemento clave: el vaciamiento y la desnaturalización de los
Comités de Base. Esos Comités, instalados en barrios, obras, fábricas,
centros de estudios y círculos intelectuales, fueron en su inicio la
verdadera columna vertebral del Frente. Actuaron como organizadores,
agitadores y propagandistas; como la incipiente experiencia de una
democracia participativa desde abajo, donde la reflexión y los
debates en estado de asamblea no paralizaban sino, por el contrario,
fortalecían una acción política y social de confrontación. En tal
sentido, los Comités de Base del Frente Amplio fueron hermanos
gemelos de los Comités de Unidad Popular en Chile.
Nada de eso existe hoy. Tanto los Comités de Base, las
Coordinadoras y el Plenario Nacional, son una caricatura funcional a
lo que ya viene cocinado desde la cúpula cerrada que manejan Tabaré
Vázquez y la bancada parlamentaria. La estructura orgánica es un
pesado aparato burocrático, donde la democracia brilla por su
ausencia y en la cual la militancia más dinámica, joven, combativa e
involucrada con las luchas sociales, directamente no participa.
MRA: ¿Cuáles son las fuerzas mayoritarias hoy en el
Frente Amplio?
El Movimiento de Participación Popular (una alianza de
los tupamaros con sectores de izquierda nacionalista y fracciones
burguesas que rompieron con los partidos tradicionales de la derecha),
y el Partido Socialista (que integra la socialdemocracia internacional
y que se referencia con el PSOE y el PS francés). Luego vienen
Asamblea Uruguay y la Vertiente Artiguista (que son una mezcla de
social-liberalismo, tercera vía y socialdemocracia).
MRA: ¿El Partido Comunista continúa teniendo un peso
importante?
Está muy debilitado. Mantiene una implantación
considerable en los sindicatos y en algunos barrios populares.
Recientemente, tuvo una crisis interna que llevó a la escisión de su
organización juvenil que hoy vacila entre apoyar a la izquierda
radical o directamente no participar en las elecciones. La escisión
respondió a que el PC ha venido acompañando la estrategia de las
fuerzas mayoritarias del Frente Amplio.
En este cuadro que tú describes, me imagino que la
situación de la izquierda radical será muy difícil.
La izquierda radical se encuentra a la defensiva, en
abierta dispersión, y enfrenta un escenario donde la acumulación
revolucionaria –como eje de delimitación en el campo de la lucha de
clases- debe ser (re)pensada
y (re)organizada. Está en un verdadero laberinto. A contramano de lo
“posible”.
Y existen dos tipos de peligros: adaptarse a la presión
triunfalista del progresismo (para no quedar a la intemperie) o por el
contrario, replegarse a la espera del “desengaño” que generaría
una experiencia “reformista” en el gobierno.
Además su visibilidad electoral es mínima; si contamos
al 26 de Marzo (castrista, marxista-leninista) y a la Corriente de
Izquierda como las fuerzas más expresivas de la izquierda radical,
alcanzan el 3% de la votación del Frente Amplio. Eso ni siquiera
asegura la elección de un diputado nacional.
MRA: ¿Existe una coordinación o acuerdos programáticos
unitarios de esta izquierda radical en el Frente Amplio?
Muy poco. Apenas un acuerdo puntual en lo que aquí se
llama “acuerdo técnico” para acumular votos que, bajo el lema
“Por un país soberano”, se incluyen la moratoria y la auditoría
de la deuda externa, la eliminación del secreto bancario, la
eliminación de las AFPs, y la derogación de la Ley de Impunidad al
terrorismo de Estado bajo la dictadura militar (ley que un gobierno
del Encuentro Progresista piensa mantener). La Corriente de Izquierda
por su parte, propone una Ley de Iniciativa Popular donde se
establecen derechos económicos, sociales y democráticos para los
trabajadores. Pero no se puede decir que haya una coordinación ni un
acuerdo programático claro, por ejemplo, en la Convención Nacional
del Encuentro Progresista (junio 2004), la Corriente de Izquierda votó
en completa soledad contra la propuesta de programa de gobierno.
MRA: ¿Y el momento de la Corriente de Izquierda?
Hay que poner las cosas en su justo término. La
Corriente de Izquierda es una pequeña organización, con varios
centenares de militantes implantados en todo el país y en los
principales movimientos. Es una fuerza política muy activa en todas
las luchas sociales. Pero no deja de ser una fuerza muy minoritaria.
Inclusive a un escala electoral, donde puede tener un techo de 10 mil
votos…poco más, poco menos. Al mismo tiempo, sufre de los dos
peligros que antes te señalaba. En tal sentido, no se puede ocultar
que atravesamos por una crisis en la perspectiva de acumulación y de
incertidumbres en cómo orientarnos en esa necesidad de reorganizar a
las fuerzas revolucionarias.
MRA: Por fuera del Frente Amplio ¿existen fuerzas
significativas de izquierda radical?
Sobre todo en movimientos sociales como el de los
derechos humanos, ollas populares, organizaciones juveniles, y algunos
sindicatos clasistas. Allí se amplifican las prácticas contestarias
y de críticas a la izquierda institucionalizada. Se trata de sectores
que toman como referencia -aún de manera confusa- otras experiencias
latinoamericanas: el zapatismo, los piqueteros, las asambleas
barriales, los movimientos insurrecciónales bolivianos, los sin
tierra de Brasil. Muchos de estos militantes han participado junto a
la izquierda frentista de los Foros Sociales Mundiales en Porto Alegre
y en los Foros Regionales, en las campañas antiimperialistas contra
la guerra, contra el pago de la deuda externa y el ALCA, en los
movimientos de solidaridad con Cuba y Venezuela, contra el Plan
Colombia.
MRA: Todos los análisis e informaciones sobre la situación
económica, coinciden en que hay una cierta recuperación, pero que la
crisis social es muy grave.
La “recuperación” está basada, en lo fundamental,
en una coyuntura internacional favorable para los precios de las
exportaciones de carne, lana, lácteos. El sector agro-exportador
viene acumulando ganancias cada vez mayores. Esto da la sensación que
la crisis económico-financiera de 2002 fue superada. Pero no es
verdad, y no solo porque el “efecto derrame” nadie lo percibe.
La crisis socio-económica es de una brutalidad
aplastante. Más de 850 mil personas
viven en la pobreza (la población total del país es 3 millones 200
mil); el 54% de los niños viven en hogares pobres, y la indigencia se
ha multiplicado por tres desde 2002. Los desempleados son 200 mil y
los trabajadores precarios 550 mil, en una población económicamente
activa de poco más de 1 millón 300 mil. Mientras que el salario real
cayó casi un 30% en dos años.
Es evidente que en este cuadro desolador, el Plan de
Emergencia Social del progresismo no resuelve el problema del
empobrecimiento general de la población. Y que apenas se trata de
llevar un paliativo a los sectores “más cadenciados”.
MRA: ¿Esta situación de crisis ha generado una
respuesta, una resistencia social?
En este proceso de crisis, la resistencia popular ha sido
muy amplia, prolongada, desarrollando una multiplicidad de luchas,
demandas, y formas de organización y auto-organización. Desde los
sindicatos, las cooperativas de vivienda, los desempleados,
estudiantes de los liceos, y los movimientos barriales. Pero ha sido
una resistencia fragmentada. De todas maneras, si bien atravesamos un
período de lucha defensiva, la brutalidad de la ofensiva burguesa y
el desastre socio-económico causado, genera condiciones para
desarrollar una potencialidad revolucionaria en capas significativas
del movimiento obrero, popular, juvenil.
Capas de luchadoras y luchadores sociales que asumen
concientemente, la necesidad de romper con la lógica del pacto
social, del “país productivo” y, en definitiva, con la lógica de
reducir la protesta social a la defensa de las “conquistas
parciales” tal cual lo pregona el reformismo.
Seguramente, la mayoría de estas y estos luchadores
sociales votarán al progresismo como una forma combinada de voto
castigo-voto útil para desalojar a la derecha burguesa del gobierno.
Pero esto no significa una aprobación de la política progresista, ni
un cheque en blanco, ni ilusiones sobre cambios sustanciales bajo un
gobierno de Tabaré Vázquez. Por el contrario, esta capa de
militantes y organizadores populares, agitadores sociales, y cuadros
políticos radicales, inscriben su voto castigo-voto útil en el marco
de una continuidad y profundización del proceso de resistencia y
acumulación revolucionaria.
Es en estas capas de luchadores y luchadoras sociales que
una izquierda radical debe actuar. No para imponer elaboraciones o
“línea” desde fuera, ni para constituirse en una espacie de
estados mayores que conducen a las tropas al combate. Porque es
decisivo el respeto de las fuerzas socialistas revolucionarias de la
autonomía de los movimientos sociales en lo que se refiere a su
capacidad de definir los pasos y los objetivos del enfrentamiento con
las clases propietarias y el programa neoliberal.
MRA: ¿Se discute la posibilidad de una ruptura de la
izquierda radical con el Frente Amplio?
En voz baja por ahora. En algunas franjas de militantes
empieza a mirarse con más atención la experiencia que dio origen a
la constitución del P-SOL en Brasil, luego de la capitulación de
Lula y la debacle de la “izquierda” petista. Otros dicen: “nos
quedamos hasta que nos echen”. Pero sí, indudablemente, el
horizonte de una ruptura está colocado y no como algo de largo plazo.
En la Corriente de Izquierda, por ejemplo, muchos compañeros ya
coincidimos en que la dirección del Frente Amplio es irrecuperable
(desde hace bastante tiempo), no ya para un programa anticapitalista,
sino para uno de reformas más o menos profundas, y que el proceso de
derechización responde, entre otras razones, a la ausencia de una
alternativa fuerte por izquierda. Es decir, a la incapacidad de tomar
iniciativas y disputar relaciones de fuerza. Esta cuestión estará en
la agenda de nuestro IV Congreso Nacional cuya fecha será fijada
luego de las elecciones.
Montevideo 1º de octubre 2004
(*) Miembro de la dirección nacional de la Corriente de
Izquierda (CI), reagrupamiento radical en el Frente Amplio. Editor del
boletín electrónico Correspondencia de Prensa.
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