Paraguay
Represión como única
respuesta del Estado a
la crisis del campo
Por
Ignacio González (*)
Pueblos, 01/02/05
Los últimos meses
del año 2004 fueron de profundización de la protesta campesina en
Paraguay. Los históricos reclamos de reforma agraria (tierra para los
pequeños productores y eliminación del latifundio), créditos y
apoyo técnico se levantaron una vez más por medio de acciones de
movilización, cortes de ruta y ocupaciones de latifundios
improductivos. Esta situación obligó al actual presidente paraguayo,
Nicanor Duarte Frutos (que asumió la presidencia en agosto del 2003),
a sacarse la careta popular que todavía intentaba sostener mediante
discursos populistas y alguna que otra medida asistencial sin atacar
las bases reales del problema rural en el país.
Podríamos afirmar
que el actual período de lucha campesina en el Paraguay se inicia con
la caída de la dictadura militar de Alfredo Stroessner (1954-1989).
Con el inicio del nuevo período, conocido como de “transición
democrática”, el movimiento campesino (al igual que otros
movimiento sociales como el obrero y el estudiantil) comenzaron a
ganar fuerza y mayor libertad de acción. Fueron formadas así dos
organizaciones campesinas a nivel nacional, las cuales siguen siendo
hasta la actualidad las más representativas: La Federación Nacional
Campesina(F.N.C.) y la Mesa Nacional de Organizaciones Campesinas (M.C.N.O.C).
Un nuevo gobierno con
viejos métodos
El presidente Nicanor
Duarte Frutos en su asunción al mando dio inicio a su gobierno con un
discurso de rotunda condena al neoliberalismo, culpable del hambre y
la miseria en América Latina. El mismo fue aplaudido por Fidel Castro
y Hugo Chávez, ambos invitados al acto de asunción. Candidato por el
Partido Colorado, en el poder de forma ininterrumpida desde 1947,
Nicanor Duarte Frutos parecía olvidar pertenecer al mismo partido que
sostuvo y avaló la dictadura militar en el Paraguay, diezmando a por
lo menos tres generaciones de militantes y dirigentes del campo
popular. Demostraba de esta manera que él también podía sumarse,
por lo menos de forma estética, a los nuevos vientos progresistas que
recorren la región.
Si bien las acciones
emprendidas por el nuevo gobierno no fueron dirigidas hacia la solución
de los problemas más acuciantes para la gran mayoría de la población,
sino que se centraron en satisfacer las demandas del FMI y desarrollar
políticas macroeconómicas para salvar a la economía de la inflación
(como la reforma impositiva que redujo los impuestos sobre las
ganancias de los empresarios trasladándolos a los consumidores), el
presidente continuó manteniendo un discurso de corte populista a la
hora de dirigirse al movimiento popular en general. Esto incluso le
valió, en repetidas ocasiones, la crítica de empresarios y
latifundistas.
Agudización de los
conflictos en el campo
Aunque las dos
grandes organizaciones campesinas desarrollaron acciones y defendieron
reivindicaciones de forma separada en lo que va del actual período
gubernamental (debido a diferencias políticas y reivindicativas
particulares), ambas mantuvieron una postura crítica con relación al
gobierno. Las ocupaciones se iniciaron con más fuerza en el primer
trimestre del 2004, luego de más de seis meses de gobierno sin
respuestas claras para el campesinado. Estas ocupaciones, emprendidas
por las dos grandes organizaciones de manera separada y en alianza con
otras organizaciones más pequeñas, desataron las primeras acciones
represivas, como los arrestos masivos (más de un centenar de
campesinos) y la instauración de campamentos militares en las cercanías
de las ocupaciones.
Tras meses de
conflicto y con la promesa de concesión de tierras, realización de
expropiaciones y la condición de parar los desalojos durante las
tratativas, el gobierno consiguió sentar a ambas organizaciones en
una mesa de diálogo que se extendió de mayo a agosto, pero sin
respuestas contundentes y con soluciones insuficientes para los
problemas del campesinado. En el mes de julio, con el objetivo de
desarrollar nuevas acciones, fueron iniciados trabajos de organización,
contactos y alianzas con otros sectores populares organizados (como el
obrero, el estudiantil y pobladores urbanos sin techo). Como fruto de
estas acciones, el 4 de julio del 2004, fue conformado el Frente
Nacional de Lucha por la Soberanía y la Vida (F.N.L.S.V.), del cual
forma parte la MCNOC; y reactivado, en el mismo mes, el Frente en
Defensa de los Bienes Públicos y el Patrimonio Nacional, del cual
forma parte la FNC. Ambos Frentes desarrollaron planes de lucha con
movilizaciones y ocupaciones que aunque planteaban reivindicaciones
para varios sectores, debido al peso y capacidad de movilización
jugado por las organizaciones campesinas, contemplaron las luchas
rurales con más fuerza.
Con el levantamiento
de las negociaciones, y partiendo de los nuevos planes de lucha, fue
desarrollada una nueva serie de movilizaciones entre los meses de
septiembre y noviembre, acompañada por ocupaciones simultáneas en
diversos departamentos del país. La represión durante esta nueva
serie de acciones se acentuó, las fuerzas militares que hasta
entonces sólo cumplían un papel de intimidación visual comenzaron a
intervenir de forma activa en los desalojos junto con los agentes de
la policía, aumentando así la violencia, el número de muertos y
heridos.
Para citar algunos de
los casos de represión podemos destacar el de los tres desalojos
masivos efectuados el día 21 de septiembre en el departamento de San
Pedro. Estos desalojos, desarrollados en tres distritos diferentes del
departamento, dejaron como saldo unos 118 campesinos detenidos. Uno de
los ocupantes detenidos declaró a la prensa, haciendo referencia al
predio de 400 hectáreas ocupado por su comunidad: “Lo necesitamos
para ampliar nuestra colonia. Esto es un latifundio, su propietario no
cultiva nada, tampoco tiene animales (...) somos gente sin tierra y
vamos a insistir para conseguirla” [1].
Pero la represión no
sólo estuvo presente en los desalojos, entre los días 16 y 23 de
noviembre el FNLSV desarrolló una serie de movilizaciones en demanda
de varías reivindicaciones, entre las que se destacaron la libertad
de los campesinos presos, el retorno de los militares a los cuarteles
y tierra para los campesinos. Con más de siete cierres de rutas en
seis departamentos del país la jornada de movilizaciones trajo más
de 30 detenidos sin mayores conquistas obtenidas del Estado.
El punto de inflexión
El domingo 28 de
noviembre, tras la toma por la fuerza de una comisaría del interior
del país (de la ciudad de San Juan Nepomuceno, departamento de
Caazapá)
por parte de unos 200 campesinos pertenecientes a la FNC con el
objetivo de rescatar a un dirigente que el día anterior había sido
detenido por orden fiscal, las medidas represivas alcanzaron un nivel
extremo hasta entonces no dado en el actual período de gobierno.
Mientras las fuerzas policiales sitiaron de forma inmediata el
asentamiento 11 de Mayo, al cual pertenecen la totalidad de los
campesinos involucrados, y apresaron a 48 de los 120 relacionados con
el hecho, los dirigentes campesinos salieron al paso en defensa de la
medida adoptada. Al respecto Odilón Espínola, secretario general de
la FNC, manifestó lo siguiente: “No hay otra salida, entonces donde
hay organización y fuerza no vamos a dejar tranquilamente a nuestros
compañeros (...) No podemos permitir que alguien vaya preso por
reclamar semillas e insecticidas para producir”, alegando que el
dirigente apresado y posteriormente liberado por sus compañeros fue
detenido debido a su participación en una de las movilizaciones de
septiembre en la que los campesinos sitiaron en el interior del país
una oficina del estado en reclamos de semillas e insecticidas. “En
esa ocasión, hubo 1.200 personas y por qué van a detenerlo a él”,
finalizó [2].
El 30 de noviembre
fue ordenada la captura del secretario general de la FNC (Odilón Espínola)
por orden fiscal, acusándolo de coacción, perturbación de la paz pública,
incitación a cometer hechos punibles e invasión de inmuebles ajenos.
Este hecho marcó una nueva radicalización de la represión en el
campo, que no sólo se centró en los responsables de la toma de la
comisaría sino que se expandió a los demás asentamientos en
conflicto. El mismo día que fue ordenada la captura de Espínola, un
desalojo efectuado en el departamento de San Pedro tuvo como saldo 312
detenidos y más de una veintena de heridos. La represión se extendió
también a los actos de solidaridad y protesta, como el caso de una
marcha de campesinos en le departamento de Caaguazú, en la cual
fueron brutalmente reprimidos por agentes de la policía antimotines,
dejando como saldo 46 detenidos y doce heridos por balas de goma. Con
esta nueva ola represiva del Estado los apresamientos masivos de
campesinos en diversas ciudades del interior del país llegaron al número
de 715 detenidos [3]. La respuesta de las organizaciones campesinas
fue insistir en las movilizaciones y ocupaciones, aunque para entonces
ya muy frenadas por la nueva ola represiva.
Pero esta nueva
radicalización de la represión ya no permitió discursos y poses
populistas al presidente y sus allegados, estos no ahorraron palabras
en defensa de la propiedad y el orden público. En una reunión de
grandes propietarios de tierra en el interior del país el presidente
manifestó, haciendo referencia a los invasores de propiedades
privadas: “les vamos a traer de las orejas y a los que tienen orejas
pequeñas, los traeremos del cabello” [4]. Esta posición nos
muestra una suerte de punto de inflexión en la acción y el discurso
del gobierno que evidencia hasta dónde es capaz de llegar el mismo
para proteger los intereses de las clases dominantes en Paraguay.
Una tregua más
Las movilizaciones,
ocupaciones y represiones siguieron durante gran parte del mes de
diciembre, a la par que las negociaciones impulsadas por el presidente
del congreso entre las organizaciones campesinas y el ejecutivo. El 23
de diciembre, tras el levantamiento de la orden de captura del
secretario general de la FNC y la liberación de casi la mayoría de
los campesinos presos, se abrió una nueva mesa de diálogo con el
gobierno en la cual éste, una vez más, prometió poner todos los
recursos y esfuerzos para dar solución al problema de la tierra en el
país. Mientras tanto las organizaciones campesinas ya dieron un nuevo
plazo al gobierno, marzo del 2005, mes en el que serán desarrolladas
nuevas acciones si no se ven cambios significativos. A esto el
presidente respondió: “El Estado va a seguir actuando”, “No hay
represión con cariño” [5].
Notas:
(*) Ignacio González
es miembro del Centro de Estudios y Educación Popular Germina de
Asunción, Paraguay.
[1] Diario Última
Hora (22/09/2004)
[2] Diario La Nación
(29/11/2004)
[3] Diario La Nación
(05/12/2004)
[4] Diario La Nación
(04/12/2004)
[5] Diario La Nación
(31/12/2004)
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