La rebelión de Quito
(I parte)
El pueblo es el poder
Por Marcelo Larrea (*)
El
Sucre, Quito, 18/04/05
Reproducido
por Red Voltaire
Después
del fracaso del paro del miércoles 13 de abril 2005, el presidente
ecuatoriano Lucio Gutiérrez ha sufrido una cadena de derrotas
sucesivas por la emergencia en la superficie del repudio heroico del
pueblo a su gobierno y al conjunto del establecimiento político,
articulado por la valiente convocatoria de radio La Luna a que la
gente se exprese por sí misma. Decenas de miles se manifiestan pacíficamente
gritando: “¡Fuera Lucio! ¡Qué se vayan todos!” El pueblo está
descubriendo en los hechos, con el asombro que provoca la simpleza de
lo profundo que, él, el pueblo mismo es el poder.
Era
el miércoles 13 de abril, avanzaba la tarde en un ambiente
frustrante. La gente no había salido a participar en el Paro
promovido por la Asamblea de Quito dirigida por la Izquierda Democrática
(ID), con el propósito de demandar que se cese a los magistrados de
la Corte Suprema de Justicia nombrados el pasado diciembre.
Tampoco
respondió a la convocatoria de la Asamblea de los Pueblos, propuesta
por el liderazgo de la CONAIE, para calentar el ambiente un día
antes, aunque su programa se dirigía a repudiar el TLC, la presencia
del Comando Sur en la base de Manta y el Plan Colombia.
En
una y otra, el pueblo instintivamente no sentía autenticidad, es de
dominio público que Pachakutik, el brazo político de la CONAIE,
luego de su separación de Lucio, ha caminado abiertamente tras la ID
y su alianza con el Partido Socialcristiano. La gente no quería ser
carne de cañón de nuevos amarres y acuerdos tras bastidores.
La
ciudad había trabajado a medio pulmón. El paro no había obtenido
nada, no había sido siquiera una demostración de fuerza, sino por el
contrario había expuesto la debilidad de su dirección, realmente había
fracasado.
Una
inquietud inquiría a todos: ¿Esto significaba que Quito está con
Lucio? El gobierno de Lucio pretendía interpretar que sí. Un nuevo
éxito en su maniobra de apoyarse en la alianza con la oligarquía de
Álvaro Noboa, en el PRE de Bucaram y en los acuerdos con el
Movimiento Popular Democrático y el Partido Socialista y sobre todo,
en el fracaso repetido de la «oposición» liderada por el partido
socialcristiano y la ID que jala a Pachakutik. Las marchas realizadas
no contaron con la presencia masiva que esperaron y la represión
policial con gases lacrimógenos pudo detenerlas y disolverlas.
La
gente del pueblo que asistió a la convocatoria se quejó que fue a un
paro sin dirigentes y sin camino, que les expusieron a la violenta
represión policial, que ocurrió lo mismo que el 16 de febrero,
cuando decenas de miles marcharon al centro de Quito para que el
Alcalde Paco Moncayo dijese un violento y corto discurso contra Lucio
y luego les pidiera regresar a sus casas ... con un Lucio que paso el
susto de que el pueblo vaya al palacio de gobierno a expulsarlo, una
«oposición» que se vanagloriaba de su capacidad de movilización y
el pueblo que se quedaba otra vez con las manos vacías y lo que es
peor, con Lucio encima.
Se
enciende la chispa
En
las ondas de radio La Luna, que había realizado una cobertura atenta
segundo a segundo a los acontecimientos, se escuchaba al pueblo. En
sus intervenciones se sentía una extraña combinación de frustración
e indignación, pero no de escepticismo.
Paco
Velasco, que había consecuentemente llamado todo el día a salir y
manifestarse, y no se resignaba a ese confuso escenario, conversaba
con las personas que llamaban y entre diálogo y diálogo salieron las
propuestas de hacer un cacerolazo, que la gente se reúna, se fijo
lugar y hora en la Tribuna de la Avenida de los Shyris. Con su pasión
habitual, Velasco, continuó la agitación.
A
la radio pronto se sumaron las cadenas de internet y los mensajes en
los celulares, frente a la indiferencia cómplice de los medios de
comunicación. Una nueva forma de hacer política se empezó a
inventar, como instintivamente emulando la auto convocatoria del
pueblo venezolano que tres años atrás, dio al traste con el golpe
fascista armado por la CIA y la oligarquía venezolana contra el
Presidente Chávez o, la movilización masiva en España tras el
atentado del 11 de marzo del 2004, que fue clave para derrotar la
pretensión de Aznar a reelegirse.
Y
se encendió la chispa que empezó a concentrar a miles y miles de
personas, ahora si, auto convocadas, sin los dirigentes y los partidos
que desde hace más de 25 años vienen secuestrando sus derechos políticos.
Llegaban con globos, banderas, cacerolas, música y humor. La gente
empezó a gritar: !Fuera Lucio!, !Que se vayan todos!
«Que
se vayan todos»
Como
recordando los sucesos de la insurrección popular del 21 de enero del
2000, cuando el Parlamento de los Pueblos cesó a los tres poderes del
estado, bajo la consigna: que se vayan todos, la gente se agrupó y se
fue a expresar su repudio a la Corte y sus ilegales resoluciones que
anulan los juicios por peculado contra tres ex-mandatarios.
El
primero se inició en 1995 al Vicepresidente Alberto Dahik, el
exponente político más destacado del neoliberalismo, envuelto en el
manejo ilegal de fondos reservados, que constituyó un punto de viraje
en la historia jurídica del país, por primera vez un juez, Carlos
Solórzano, dictó la orden de prisión de un mandatario por un delito
penal, en oposición a la protección que le ofreció el gobierno y el
congreso.
Dos
juicios al ex-presidente, Abdalá Bucaram, el primero que se inició
cuando ejercía el poder por peculado en un programa de mochilas
escolares y el segundo, también de peculado, por llevarse ingentes
sumas de dinero del Banco Central, la fecha en la que abandonó el
poder en 1997, los dos incoados por el Presidente de la Corte, Carlos
Solórzano, antes de ser ilegalmente cesado en sus funciones con la
Corte en pleno, en una franca violación de la Constitución y de la
Consulta Popular que le había prohibido al congreso hacerlo.
Y
un último juicio al ex-Presidente Gustavo Noboa, por una renegociación
de la deuda externa que habría ocasionado pérdidas millonarias a la
economía del país, iniciado el 2003. Luego fueron a la casa de Lucio
a expresarle su repudio. Su familia pudo sentir las tempestades que ha
sembrado. El pueblo no sólo quiere que la Corte se vaya, quiere que
se vaya Lucio, que se vayan todos.
El
jueves 14 de abril, Lucio respondió a los manifestantes espontáneos,
acusándoles de «forajidos» por atentar contra la “privacidad de
su familia” y amenazándolos con enjuiciarlos.
Las
llamadas a radio La Luna se fueron incrementando. Todos los ciudadanos
se asumieron a sí mismos como «forajidos», frente a un Presidente
que protege a malhechores y los libera de la persecución de la
justicia.
Nuevamente
el pueblo se convocó a ir a la avenida los Shyris y empezaron a
multiplicarse los sitios de convergencia por el sur, el norte y el
este de Quito en los valles de Los Chillos y Tumbaco. La noche se
caracterizó por una movilización que se generalizaba, la gente
tocaba cacerolas, tablas, las bocinas de los autos y los gritos
replicaban: !Fuera Lucio! !Que se vayan todos!
Los
políticos y dirigentes empresariales que quisieron participar para
apropiarse de protagonismo y de la manifestación popular
absolutamente independiente de ellos y en contra de ellos, fueron
tratados con desprecio e indiferencia, cuando no se les obligo a que
guarden las banderas de la ID o a que se vayan. Esta es una
manifestación del pueblo no de los políticos, de sus partidos ni de
los oligarcas, insistía la gente.
El
viernes 15 de abril, todo el día, La Luna, recibió la visita espontánea
del pueblo que asistía a expresar su apoyo a su valiente cobertura.
Llevaron 3.000 diplomas para certificar a «los forajidos» y,
empezaron a hacer colas para obtenerlos.
Niñas,
niños, mujeres, ancianos, hombres, jóvenes, estudiantes,
trabajadores, continuaban hablando en la radio. Expresaron su amor a
su país, a sus familias, a su gente y su repudio a Lucio, en todos
los términos y formas y al establecimiento político en su conjunto.
La tensión crecía. La solitaria voz de La Luna, había opacado el
raiting de las demás estaciones de radio y de la televisión, su
sintonía rompía records. Se especulaba que el gobierno declararía
el estado de emergencia.
El
pueblo fijaba más y más puntos de concentración y los comunicaba
por el dial de La Luna. La gente caminaba por la calles golpeando sus
tablas y cacerolas, el tráfico se interrumpía, el pueblo se
encontraba alegre consigo mismo, los pitos de los autos sonaban:
!Fuera Lucio! !Que se vayan todos!
Estado
de emergencia, Lucio dictador
En
las inmediaciones de La Luna, llegó un grupo de 40 personas armadas,
con canecas de gasolina, aparentemente con la intención de asaltar la
estación, agredir a sus periodistas e incendiarla. El pueblo
vigilante los detectó, los denunció, detuvo a algunos miembros de la
banda.
El
Coronel (r) Jorge Brito denunció que el Teniente (r) Edy Sánchez,
representante del Presidente en el Instituto de Seguridad Social (IEES),
dirigía la banda. Descubiertos y débiles frente al repudio de la
gente, fugaron. Habían fracasado en la pretensión de desencadenar
una provocación que justifique la declaración de emergencia.
Lucio
apareció en cadena de radio y televisión. Peinado con gomina. Su ojo
derecho gacho. Demacrado. Junto a él sus ministros de gobierno y
defensa y el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, con la ausencia
visible del General Luis Aguas, Comandante General del Ejército, el
arma más poderosa. Lucio, lucía su banda presidencial: «Mi poder en
la Constitución», al anunciar que emitía un decreto que viola la
Constitución.
Sin
que existan las causales previstas declara el estado de emergencia en
Quito, con la suspensión de los derechos a libertad de expresión,
reunión, y a la vez faculta requisiciones, detenciones y otras
acciones propias de un estado de fuerza, sin tener tampoco el apoyo de
la fuerza de la fuerza, el ejército.
Además
cesa a los magistrados de la Corte Suprema, violando la independencia
de los poderes, sin que el poder ejecutivo tenga facultad alguna de
hacerlo. Lucio de hecho se había declarado dictador.
Se
deshace el estado de emergencia
El
pueblo de Quito respondió enardecido. Miles fueron a La Luna a
proteger la estación, impedir su clausura y cualquier agresión. La
protesta e indignación se extendió por toda la ciudad, las
manifestaciones se radicalizaron y fortalecieron. El estado de
emergencia no podía ser aplicado, el poder del poder ejecutivo, había
sido vencido antes de ser usado.
El
sábado 16 de abril, el pueblo continuaba hablando en La Luna,
demandando la salida de Lucio y de todos. Las fibras más profundas de
su sensibilidad empezaron a hablar, defendiendo a su Patria y a su
dignidad. La gente cuestionó los abusos de los poderes que han
destruido miles de puestos de empleo, nuestra moneda «el Sucre», símbolo
de la independencia de la nación y órgano de su soberanía
monetaria, los negocios con el petróleo, el TLC, las bases militares
yanquis, el Plan Colombia, la pobreza, el desmantelamiento de la
educación y salud públicas, de la seguridad social.
Su
dolor se sentía en cada palabra y su amor en las voces de los niños
y niñas pedían sólo el respeto a la vida en su patria, pedían
ternura, frente a la declaración de guerra de Lucio.
Los
defensores de derechos humanos Galo Chiriboga, Alexis Ponce y Gustavo
Larrea, interpusieron un recurso de amparo constitucional en contra
del decreto dictatorial de Lucio, pero antes de que el juez comunique
al presidente la suspensión de sus efectos, ya él tenía listo su
decreto para anular el precedente que apenas duró 18 horas, sin
aplicarse efectivamente, derrotado por el poder popular.
En
la noche continuaron las manifestaciones. En todos los rincones de la
ciudad resonaban los pitos, las cacerolas, los tablazos, los
indignados grito: !Lucio Fuera! !Que se vayan todos! Ahora cientos de
miles, los dos millones de habitantes de Quito, ya estaban envueltos
en el drama. Y más allá en Cuenca, al sur del país, la gente ha
empezado a movilizarse masivamente.
El
pueblo es el poder
Con
el ejemplo de Quito, como ayer el 10 de agosto de 1809, el país ha
sido estremecido por la realidad, que está tras las máscaras mediáticas.
El
poder y sus instrumentos, el gobierno, el congreso, la corte, los
partidos, han quedado desenmascarados. Representan como autores, cómplices,
encubridores y beneficiarios, a un establecimiento político y económico
que oprime a la sociedad, a sus sentidos, a sus sentimientos, a sus
amores, a su arte y su cultura, a su educación y salud, a su
alimentación, a su bienestar.
El
poder en manos de las clases dominantes ha quedado además también
desmitificado, en tanto ellos buscan la forma de encontrar una puerta
de salida a la crisis que proteja su control del poder, el pueblo está
descubriendo en los hechos, con el asombro que provoca la simpleza de
lo profundo que él, el pueblo mismo es el poder.
Para
cumplir su propuestas de que se vayan Lucio y todos, el pueblo
enfrenta la tarea de inventar o reinventar sus propios órganos de
poder a través de los cuales disolver los poderes del establecimiento
y efectivamente asumir el ejercicio de la soberanía: asambleas,
comunas, parlamentos, consejos de auténticos diputados del pueblo, en
cada barrio, en cada parroquia, en cada cantón, en cada provincia.
(*) Periodista y escritor, es director de la
revista El Sucre de Quito, corresponsal de Adital en Ecuador,
colaborador de Question en Venezuela y autor de varios libros
entre ellos: “La historia no termina”, “Hablar a través
del tiempo” y “La triple victoria de Chávez o la guerra
por otros medios”.
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