Lo
que deja el neoliberalismo:
el fracaso de la dolarización
Desde
2000 Ecuador tiene la economía dolarizada. En su momento se presentó
como la panacea. Hoy demostró que no pudo cumplir con ninguno de sus
postulados.
Por
Pablo Ramos
APM
(Agencia Periodística del Mercosur), 21/04/05
Mientras
la población se preparaba para festejar la llegada del Siglo XXI y
del Tercer Milenio, a nivel de debate económico algunas sociedades
latinoamericanas habían puesto la mira en la dolarización de sus
economías. Aunque –nobleza obliga– sólo en dos naciones esta
discusión alcanzó niveles tales que se vislumbraba su implementación
como algo muy plausible.
Estos
dos países fueron Argentina y Ecuador. En el primero, y durante la
presidencia de Carlos Menem (1989–1999) en algún momento se
pretendió instalar el tema, aunque por entonces la sociedad convenía
en mantener la convertibilidad de la moneda. Luego, tras la severísima
crisis económica y política que dejó cuatro presidentes en dos
semanas, el debate volvió con fuerza. Con la asunción de Eduardo
Duhalde (2001–2003), que devaluó la moneda, y la moratoria de pagos
de la deuda externa en que había incurrido la Nación, el tema se fue
diluyendo. Y desapareció por completo cuando el mismo Menem
–convertido en candidato a presidente e impulsor de la dolarización–
perdió las elecciones en manos del actual mandatario Néstor Kirchner.
La
otra nación mencionada, Ecuador, sí adoptó la moneda norteamericana
en su territorio. El domingo 9 de enero de 2000, el entonces
Presidente de la República, Jamil Mahuad, anunció su decisión de
dolarizar la economía, después de anclar el precio de la divisa
local en un nivel de 25.000 sucres.
En
ese entonces Mahuad sentenció: "El sistema de dolarización de
la economía es la única salida que ahora tenemos, y es el camino por
donde debemos transitar".
Se
buscaba con esta drástica medida desterrar la inestabilidad macroeconómica,
superar el ínfimo desarrollo de los mercados financieros, dejar atrás
la falta de credibilidad en los programas propios de estabilización,
integrarse en forma correcta a la globalización, enterrar un
historial de alta inflación, y demás factores.
Pero,
¿Qué significa la Dolarización? Según la definición que se adoptó
en la nación andina "es simplemente un proceso mediante el cual
la moneda de uso corriente en el Ecuador deja de ser el sucre y pasa a
ser el dólar. En consecuencia, todo tiene que ser expresado en la
nueva moneda: salarios, precios, cuentas bancarias".
A
cinco años de ese experimento macroeconómico, ¿se alcanzaron esos
objetivos?
En
primera instancia, se puede apreciar un pobre desempeño de la economía.
En el 2003 creció apenas en 3 por ciento, a pesar de tener tantos
elementos externos a favor: los precios de petróleo más altos de los
17 últimos años, el mayor monto histórico de remesas de los
emigrantes, las bajas tasas de interés en el mercado internacional,
la recuperación de la economía de los Estados Unidos, la devaluación
del dólar, la construcción del nuevo oleoducto, los narcodólares.
Este
incremento fue menor al crecimiento vegetativo de la población, y se
debió por obra y gracia de la expansión de la actividad petrolera.
No obstante, representa una tendencia declinante luego del 5,1 por
ciento alcanzado en el 2001, que fue seguido de un crecimiento del 3,5
por ciento en el 2002. De acuerdo a la CEPAL, la economía ecuatoriana
fue una de las seis economías regionales que menos creció en el
2003.
Además,
hay una luz roja de alerta: por primera vez la economía ecuatoriana
presenta un déficit comercial cuando hay elevados precios del petróleo.
La
inflación de un dígito, al cabo de los cuatro primeros años de
dolarización, no se corresponde con las expectativas anunciadas.
La
inflación de 6,1 por ciento en diciembre del 2003 representa un valor
tres veces superior a la inflación en los Estados Unidos. El nivel de
precios de la economía ecuatoriana, que ahora "gozaría" de
un índice inflacionario de un solo dígito, es de los más altos de
la región; además, su inflación es superior a la de economías
vecinas sin dolarización, como Perú, Colombia, Chile y la misma
Argentina.
En
términos de estabilización, este proceso implicó una acumulación
de más 150 puntos de inflación frente a 11 puntos acumulados en
Estados Unidos. durante el mismo período. La evolución de los
precios de los bienes transables se reducen a través de las
importaciones baratas, mientras que los de los bienes no transables
(servicios) se mantienen elevados, en una combinación que demuele aún
más la competitividad del aparato productivo.
La
"calma" conseguida por la imposibilidad de devaluación
tampoco se refleja en una caída sustantiva de las tasas de interés
en dólares, que superan para la mayoría del aparato productivo el 18
por ciento, más del 40 por ciento para los empresarios pequeños, aún
el 80 por ciento en compras que se realizan en establecimientos
comerciales y sobre el 100 por ciento en dólares a nivel de los
prestamistas informales.
La
tasa de interés activa es superior a las tasas también en dólares
en varios de sus vecinos –Colombia, Perú, Bolivia, Costa Rica–,
que no han dolarizado sus economías; mientras que, los banqueros,
principales promotores de la propaganda estabilizadora, tienen más de
mil millones de dólares depositados fuera del país y en el interior
no dejan de obtener enormes utilidades.
Aunque
aumentaron los depósitos en la banca en los últimos años, el grueso
de los créditos se les otorgan al comercio y a las importaciones,
tras lo cual sólo que menos del 25 por ciento para la industria y la
agricultura. E incluso se dio la paradoja de que en 2003 las
captaciones superen a los depósitos, algo verdaderamente sui géneris,
y pese a todo ello, aumentan las utilidades.
La
dolarización tampoco garantiza el equilibrio fiscal, basta ver la errática
evolución mensual del saldo de las cuentas fiscales, sobre todo en el
2003. En efecto, se puede apreciar que desde que asumió como
presidente Lucio Gutiérrez, la evolución del saldo fiscal fue más
inestable, aumentaron los déficits mensuales y se amplió el rango
entre superávit y déficit.
Un
aspecto importante en los tres años de vigencia de la dolarización
es la magnitud de los pagos por servicio de la deuda externa que ha
debido realizar el país. Este rubro ha significado pagos efectivos
por 2.106 millones de dólares en el 2000, por 1622.9 millones en 2001
y 1407 millones en el 2002.
Como
consecuencia, los resultados sociales de esta economía política
fueron los previsibles. El 41,4% de la población urbana (3,2 millones
de personas) vive en la pobreza en las ciudades ecuatorianas, según
revela una encuesta del Instituto de Estadísticas y Censos (INEC). El
sondeo refleja que cuatro de cada 10 personas sobreviven con menos de
2,7 dólares al día en las zonas urbanas, mientras 586.000 ciudadanos
son indigentes.
El
coordinador de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de Hogares
Urbanos, Cofre Calderón, resaltó que durante los cuatro años de la
dolarización el nivel de pobreza apenas ha cambiado.
La
miseria afectaba en 1999 al 41,9 por ciento de la población y sólo
ha bajado décimas hasta 2004, mientras que el índice de indigencia,
del 8,9 por ciento hace cinco años, se ha reducido al 7,6 por ciento
en la actualidad. En Ecuador el 20% de la población más pobre recibe
apenas el 5 por ciento del ingreso nacional; en cambio el sector más
rico acapara el 48 por ciento de la riqueza.
Según
datos oficiales, más que la dolarización, la miseria no ha crecido
de manera alarmante en el país gracias a las remesas de dinero que
envían los emigrantes ecuatorianos desde el exterior. Con ingresos
anuales de 1.500 millones de dólares, las remesas se han convertido
en la segunda fuente de recursos para el territorio, sólo superado
por las exportaciones petroleras.
La
economía de Ecuador, como la mayoría de las latinoamericanas,
depende de los productos primarios. En este caso, del petróleo, las
frutas y el pescado.
Las
exportaciones de petróleo representan más del 40 por ciento de las
ventas externas. Además, este país es miembro de la Organización de
Países Exportadores de Petróleo (OPEP) aunque el sector es incapaz
de generar valor agregado. Para muestra sólo falta un botón: sólo
el nueve por ciento del total de las exportaciones petrolíferas son
productos procesados o refinados.
Las
frutas representan más del 20 por ciento de las exportaciones del país.
Sin embargo, la cadena de valor no está integrada en el Ecuador,
puesto que tan sólo el 8% de las exportaciones contienen algún tipo
de procesamiento que agregue valor. Esto contrasta con los altos
niveles de procesamiento del Brasil (78 por ciento), México (23 por
ciento) y Chile (19 por ciento).
En
2001, los productos del mar representaron casi el 14 por ciento de las
exportaciones del país, con una contribución del 3.7 por ciento al
valor agregado nacional. Este sector sí representa una clara
tendencia de mejora competitiva a través del incremento de valor en
la cadena productiva. Los productos elaborados del mar representan el
27,3 por ciento de todas las ventas manufactureras del país, y el
nivel de procesamiento es muy superior al de Chile y México.
Retornando
a la Argentina, en estos días el economista Guillermo Mondino, quien
formó parte del equipo de asesores argentinos durante el proceso de
dolarización ecuatoriano, sostuvo que la receta "ayudó muy
poquito" a la solución de los problemas de ése país.
La
dolarización de la economía ecuatoriana resultó un rotundo fracaso.
Y nuestras naciones se encaminan a nuevos fracasos cada vez que se
pretende con una medida de política económica cambiar la economía
política. Esta esperanza en que una medida concreta nos convierta en
países desarrollados de la noche a la mañana, a pesar de los golpes,
la seguimos manteniendo. Cuando el camino al desarrollo no es
precisamente un lecho de rosas, sino la consagración de hechos económicos,
políticos e institucionales bien concretos, sostenidos en el tiempo y
que benefician desde el principio a todos sus habitantes.
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