Otra vez Ecuador

Cayó “el mejor aliado y amigo” de Bush en
América Latina

El ex coronel Lucio Gutiérrez comenzó su vida política luciendo como un Chávez. Luego se dijo imitador de Lula. Después, emulando lo de las “relaciones carnales” de Menem, se proclamó “el mejor aliado y amigo de EEUU”. Por último, acabó como de la Rúa, rajando en helicóptero.

Por Claudio Testa
Socialismo o Barbarie, periódico, 02/05/05

Una gigantesca rebelión popular con epicentro en Quito acaba de derribar otro presidente en Ecuador. En apenas ocho años, con las caídas previas de Abdala Bucaram en febrero de 1997 y de Jamil Mahuad en enero del 2000, Lucio Gutiérrez es el tercer presidente que termina así. [Ver más abajo, "Algunas fechas y hechos"]

La nueva gesta protagonizada por el pueblo de Quito tiene una inmensa importancia, que trasciende las fronteras nacionales. Al igual que las anteriores rebeliones ecuatorianas, el argentinazo del 20 de diciembre del 2001, el levantamiento popular que acabó con el golpe de abril del 2002 en Venezuela, el octubre boliviano del 2003 y en marzo de 2005 las renovadas movilizaciones en Bolivia son, por un lado, indicadores del verdadero “pulso” del continente latinoamericano; y, por el otro, constituyen experiencias de lucha en las que trabajosamente –con idas y vueltas, y muchas veces dando “palos de ciego”– se van sin embargo abriendo paso en América Latina los nuevos procesos revolucionarios del siglo XXI.

Aquí, desde este punto de vista continental, queremos analizar algunas conclusiones y problemas que nos plantea (o, más bien, replantea) este nuevo hito de las luchas revolucionarias latinoamericanas.

Un golpe en la mandíbula de Bush

Al tirar abajo a Lucio Gutiérrez  las masas populares ecuatorianas han dado al mismo tiempo un golpe en la mandíbula al imperialismo yanqui.

Cuando el ex presidente, al mes de haber asumido, viajó a Washington para besar la mano de Bush y proclamarse “el mejor aliado y amigo de EEUU” ,[1], no era sólo una declaración retórica para despejar “dudas” (sobre todo, por su participación en el efímero Triunvirato de la noche del 21 al 22 de 2000 [2] y por la cuota de demagogia desplegada como el “candidato de los indígenas y de la izquierda” en las elecciones presidenciales de octubre de 2002). Efectivamente, desde el gobierno Lucio Gutiérrez aplicó al pie de la letra ese programa de servidumbre plena e incondicional a Washington.

Así, a nivel económico mantuvo el desastre de la “dolarización” [3], cumplió con creces los planes y medidas dictadas por el FMI –recientemente, la privatización del sistema de retiro (jubilaciones)–, se aprestaba a suscribir el TLC (Tratado de Libre Comercio) impuesto por Washington ante el estancamiento las negociaciones del ALCA y admitía la imposición colonial de que los acreedores de la deuda externa se cobren sus vencimientos directamente de las entradas por exportaciones petroleras. Así, sólo las monedas que sobran de las ventas de petróleo, ingresan finalmente al país. Con esto, Gutiérrez logró la hazaña de que Ecuador sea el único país petrolero del mundo que no se ha beneficiado con la fenomenal escalada de los precios del crudo.

El reverso de esto es que las masas trabajadoras, gran parte de las clases medias y los campesinos en su mayoría indígenas –que habían votado mayoritariamente a Gutiérrez con la esperanza de mejorar su suerte– siguen hundidos en la miseria.

La sociedad ecuatoriana es una de las más ferozmente castigadas en América Latina por la globalización neoliberal. El capital imperialista y la miserable burguesía ecuatoriana –dividida en tres o cuatro facciones que se pelean a dentelladas por el botín, pero que se unen cuando se trata de entregar el país y reventar a las masas de la ciudad y el campo– han cumplido una tarea atroz de destrucción social. Basta decir que casi el 30% de los ecuatorianos se han visto obligados a emigrar para buscar empleo. Esto es un desastre para la clase trabajadora y la nación ecuatoriana. La clase trabajadora es la única clase productiva y creadora de la sociedad, y la emigración implica generalmente la pérdida de sus miembros más calificados y/o de más iniciativa.

Así, un tercio de los ecuatorianos viven como emigrantes en España, EEUU y otros países europeos y latinoamericanos. Las remesas a sus familias son hoy el mayor ingreso de divisas al país después del petróleo. La economía colonial de Ecuador no ha colapsado gracias esos envíos de los emigrados (la mayoría ilegales y en las peores condiciones de esclavitud laboral).

Pero los servicios prestado por Gutiérrez al imperialismo fueron aun mayores a nivel político y militar. Ecuador tiene asignado un papel central en el más siniestro mecanismo de dominación colonial de EEUU: el de la red de bases militares que Washington pretende extender en toda Sudamérica. En la costa ecuatoriana se encuentra la base de Manta, concedida hace unos 10 años a EEUU con el cuento del “combate al narcotráfico”. En verdad, hoy es la sub-sede del “Comando Sur” del Ejército yanqui en América Latina (la central está en Miami). Desde allí se implementa el llamado “Plan Colombia” para combatir a la guerrilla de ese país.

Lucio Gutiérrez tomó desde el primer momento la bandera de la “internacionalización del Plan Colombia”; es decir, comprometer al estado y las fuerzas armadas ecuatorianas en ese sucio asunto, que ahora además abarca las provocaciones militares contra Venezuela. [4] No es casual, entonces, que la retirada de la base de Manta sea desde hace tiempo una de las exigencias principales de las movilizaciones populares.

Continúa el proceso de crisis y rebeliones en América Latina

Otra conclusión importante es que en lo de Ecuador (como en los “temblores” de hace un mes en Bolivia) afloran las tendencias profundas de la situación latinoamericana (o, por lo menos, de Sudamérica).

Estas tendencias no son las de la estabilidad de los regímenes de “democracia” colonial,  ni la del desarrollo genuino y sostenido de sus economías y, a partir de allí, del amortiguamiento progresivo de la miseria y las desigualdades sociales... y con eso del descontento que tarde o temprano estalla en rebeliones...

El “veranito” de aumento de las exportaciones y el superávit comercial y de crecimiento del PBI por el que están pasando muchas economías latinoamericanas, no ha significado una mejoría de su inserción estructural en la economía mundial, ni menos aun se ha traducido en una mejora del nivel de vida y empleo, ni una disminución de la escandalosa desigualdad social que caracteriza al continente. Por el contrario, es esa “economía de la miseria” la que constituye la base de la actual coyuntura de “gran éxito” exportador y de crecimiento del PBI... que sólo beneficia a las multinacionales, a los acreedores de las deudas externas y a las burguesías nativas. [5] Los pobres siguen igual o peor, y la polarización social entre una minoría cada vez más rica y una mayoría cada vez más miserable crece como de costumbre.

Esto hace que en la profundidad de las calderas sociales la temperatura del descontento no baje substancialmente, aunque por supuesto eso no quiere decir que directa y mecánicamente estalle en luchas sociales y ni menos aun políticas. A partir de aquí, juegan complejas mediaciones; en primer lugar, de la conciencia política y social de las masas trabajadoras y populares, y de los niveles de organización, programas y direcciones derivados de ella. Y también, recíprocamente, del grado en que los mecanismos de dominación de las burguesías nativas y el imperialismo –principalmente el circo del régimen “democrático” colonial y sus payasos– logran atomizar, desarmar y confundir a las masas perjudicadas por el desastre del capitalismo neoliberal.

Estas mediaciones (hoy principalmente políticas pero que en caso necesario se complementan con el garrote policial y militar) actuaron sobre los procesos de crisis, de descontento y hasta en algunos países de rebeliones, que marcaron el inicio del siglo XXI en América Latina. Mostraron, por ejemplo, su efectividad para calmar –con Kirchner– procesos como el argentinazo y prevenir –con Lula– un estallido en Brasil.

Ahora lo de Ecuador está mostrando que estos “remedios” curativos y/o preventivos tienen sus límites. La cuerda no se extiende hasta el infinito.

Lucio, que subió a la presidencia al mismo tiempo que Lula, venía a cumplir un papel similar, aunque en su caso no era “preventivo”. A la cabeza de un frente “popular” y de “izquierda” vino con el propósito de cerrar la peligrosa etapa abierta con la rebelión indígena y popular de enero del 2000, que había derribado al gobierno de Jamil Mahuad. El frente entre su partido “Sociedad Patriótica 21 de Enero”, el Pachakutik (brazo político de la CONAIE–Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador) y el llamado “Movimiento Popular Democrático” (los maoístas y sus amigos), tuvo el apoyo de casi todas las organizaciones de izquierda, salvo algunas pequeñas pero honrosas excepciones.

Este crimen político tuvo consecuencias desastrosas, tanto para el movimiento indígena como para la izquierda.

Desde el gobierno, Lucio se dedicó a destruir el movimiento indígena mediante su división, y la cooptación y corrupción en masa de sus dirigentes (como el del ex presidente de la CONAIE, Antonio Vargas, que fue ministro hasta el último día de su gobierno). Aunque la mayoría de la CONAIE pasó finalmente a la oposición, la desmoralización y las divisiones parecen haber sido un factor importante para su debilitamiento. En esta ocasión, la CONAIE casi no jugó papel alguno ni logró movilizar a sectores masivos. A diferencia de enero del 2000, el levantamiento fue esta vez esencialmente urbano.

Para la izquierda, el fervoroso apoyo a Gutiérrez (a quien se ensalzaba por ejemplo como el “representante de las fuerzas democráticas y populares, los indígenas, la juventud y los sindicatos” o como el líder del “nacionalismo democrático popular” [6]) tuvo resultados no menos graves. A desmoralización de numerosos militantes se sumó el hecho que muchos de los que ahora salieron a la calle a derribar a Gutiérrez, ven a los partidos de izquierda (en primer lugar Pachakutik y MPD-PCML) como la misma basura que los politiqueros de centro o de derecha...

Pero aquí interesa volver a subrayar otra cosa. Como Lula, Kirchner o Mesa, Lucio Gutiérrez tuvo inicialmente éxito en “calmar” procesos “peligrosos” y/o prevenir nuevos estallidos. Sin embargo, esto no le duró eternamente. Por supuesto, Ecuador es un “eslabón” mucho más débil que Brasil o Argentina. Pero el centro de la cuestión, válida para el conjunto de América Latina, es que, sin soluciones materiales de fondo para el descontento de masas, llega un momento en que ni los mejores bufones del circo democrático pueden evitar que esto se exprese con estallidos como el de Quito.

“¡Que se vayan todos!”... pero ¿que venga quién?

Por último, como todo proceso revolucionario, lo que esta pasando en Ecuador replantea, bajo nuevas formas y combinaciones originales, los clásicos problemas estratégicos.

La insurrección de Quito se hizo bajo el mismo lema del argentinazo del 20 de diciembre del 2001: “¡que se vayan todos!”. Pero, a partir de allí, tanto el argentinazo como el octubre boliviano plantean la cuestión estratégica fundamental: si echamos a “todos”: presidente, parlamentarios, jueces, militares, etc., ¿a quién ponemos? ¿Quién debe asumir el poder y cómo debe gobernar?

La experiencia del argentinazo (de Bolivia y de otros mil procesos revolucionarios anteriores y posteriores) demuestra que si no se soluciona esta cuestión, el resultado es que tampoco “se van todos”. La gran mayoría se queda y sólo se van algunos (de la Rúa, Cavallo y otros requemados en Argentina, Sánchez de Losada en Bolivia, etc.). Los demás no sólo se quedan, sino que siguen gobernando tratando de que se calmen las aguas.

Este flanco débil de las rebeliones y procesos revolucionarios que se están desarrollando en el nuevo siglo en nuestro continente tiene que ver con varios problemas que se combinan, algunos a nivel social y otros a nivel político.

Socialmente, en mayor o menor medida, en esos movimientos participan amplios sectores de trabajadores, pero que no intervienen como clase, sino como individuos diluidos en “el pueblo” en general. Esto se debe a múltiples razones, entre ellas las graves derrotas sufridas por el movimiento obrero tradicional en la mayoría de los países latinoamericanos en los años 80 y 90, y las transformaciones estructurales de la clase trabajadora asalariada bajo el capitalismo neoliberal [7]. Otro factor que se combina suelen ser las políticas traidoras, la desastrosa trayectoria y el escaso prestigio de las direcciones de los organismos tradicionales, como los sindicatos, que además por lo general no organizan a la “nueva clase trabajadora” fragmentada por el capitalismo neoliberal.

Estos hechos reales dan pie a la extendida charlatanería sobre los “nuevos sujetos sociales”, las “multitudes” y el “fin del proletariado”, ¡cómo si todo lo que produce (y consume) la sociedad no siguiese siendo producido en un 99% por trabajadores asalariados!

La cuestión, por supuesto, es más compleja que esas interesadas simplificaciones. Pero lo importante es que en la rebelión de Quito, parece repetirse ese fenómeno que vimos en el argentinazo y el octubre boliviano: los trabajadores están presentes, pero ante todo como “ciudadanos” que integran la masa del “pueblo”, y no como clase conscientemente organizada. Esto es un serio problema para responder a esa cuestión central: quién debe gobernar para lograr “que se vayan todos”.

A diferencia de Bolivia, no hemos visto directamente lo de Quito. La mayoría de los relatos hablan de “movilización popular” y algunos de “movilización de las clases medias”. Como en otros casos, las palabras “pueblo” y  “clases medias” parecieran ser dos comodines para eludir análisis sociales precisos. Un relato más convincente es el que señala que, en efecto, inicialmente, la movilización que sale a la calle el 13 de abril por la noche está compuesta por unos 10.000 manifestantes de clase media. Pero lo que determina la caída de Gutiérrez es el vuelco en los días siguientes de hasta 100.000 manifestantes “del pueblo pobre y proletario de la periferia [de Quito], que comparece masivamente, con varios sindicatos que llevan a sus bases organizadas...” [8]

Si es así, se trata entonces de una insurrección urbana, que refleja la estructura social de Quito (que no es toda ni en su mayoría de “clases medias”), y cuya acción decisiva fue la movilización de un amplio sector “del pueblo pobre y proletario de la periferia”.

A nivel político, los problemas para dar respuesta a la cuestión de quién debe gobernar para lograr “que se vayan todos” no son menos complejos. El impulso inmediato de las masas populares que derrocaron a Gutiérrez (o probablemente de los sectores más a la vanguardia) parece ser el de organizarse en “asambleas populares”. Debe haber, efectivamente, un fuerte impulso al desarrollo de organismos de autodeterminación de los sectores en lucha, combinado con una santa desconfianza hacia los podridos políticos tradicionales (incluyendo los de “izquierda”).

Pero, junto a esos sanos impulsos, las noticias y declaraciones que llegan acerca de esos organismos reflejan también una fenomenal confusión e indefiniciones frente a problemas cruciales. Por ejemplo, qué hacer frente al sucesor de Gutiérrez, su vicepresidente Alfredo Palacio.

En esto son un tremendo obstáculo las viejas direcciones políticas “de izquierda” –como el Pachakutik y el MPD-PCML–. Son tan enemigos de la autodeterminación de las masas obreras y populares como devotos de la colaboración de clases, del régimen democrático-burgués y del parlamento. El Pachakutik primero rifó las posibilidades revolucionarios del movimiento de enero del 2000 que derrocó a Mahuad. Luego, fue el puntal del ascenso al poder de Lucio Gutiérrez, cuyo gobierno integró durante meses. Ahora, con el rabo entre las piernas, marcha detrás de Izquierda Democrática, un partido burgués socialdemócrata. La trayectoria del MPD-PCML no es menos siniestra. En medio de la caída de Gutiérrez, se oponía a la asunción de Palacio, pero para reclamar la constitución de “un gobierno popular” en el que participarían “representantes... de las Iglesias y de las Fuerzas Armadas...” [9]

Aunque desprestigiadas, estas direcciones siguen teniendo fuerza y son un factor importante que actúa contra los impulsos a la independencia y la autodeterminación de las masas trabajadoras y populares. Por otra parte, todas las experiencias revolucionarias de este nuevo siglo ratifican que la autodeterminación no se da “en el vacío”, ni en las masas nace espontáneamente de un repollo. Sin fuertes partidos, direcciones y programas revolucionarios, sin una amplia vanguardia con conciencia de clase e independencia frente a la burguesía, no hay autodeterminación de las masas trabajadoras y populares. Contra la charlatanería anarco-autonomista, todas las experiencias revolucionarias de este nuevo ciclo histórico ratifican eso.

Este flanco débil, que se repite en Ecuador, ha permitido reiterar la maniobra de Argentina y Bolivia. Caído de la Rúa (y su breve sucesor Rodríguez Saa), el Congreso nombró a Duhalde. En Bolivia, tras la huida del Goni, el Congreso ungió a Mesa. Alfredo Palacio, hombre ligado al socialcristianismo y la Iglesia, es el Duhalde-Mesa de Ecuador. Viene con la tarea de cerrar el proceso revolucionario abierto por la rebelión de Quito. Para eso, como el horno no está para bollos, debe comenzar por adoptar algunas poses “a la izquierda” del fugado ex presidente, haciendo algunas críticas a EEUU y al Plan Colombia.

En esta situación, es obvio que la política de los revolucionarios debe ser opuesta a la del Pachakutik, MPD-PCML y Cía. Junto a la más implacable denuncia de Palacio como continuador de Gutiérrez y servidor de la burguesía y de la dominación imperialista, la clave de la situación de Ecuador es el desarrollo y fortalecimiento de esos embrionarios organismos de autodeterminación –las asambleas populares u otros– en la perspectiva de que lleguen a erigirse en órganos de poder de los trabajadores y los sectores populares (los pobres de la ciudades, los indígenas, etc.). Sólo ese nuevo poder haría realidad la consigna revolucionaria de la insurrección de Quito: “¡que se vayan todos!

En otras palabras: el problema es cómo ir desde la rebelión popular a la revolución obrera y socialista.


Algunas fechas y hechos

Desde 1996, en algo menos de nueve años, se han sucedido en el Ecuador siete gobiernos (seis presidentes y un breve triunvirato). Tres de esos presidentes cayeron directa o indirectamente por las protestas y movilizaciones populares.

* 1996, 10 de agosto: Asume la presidencia Abdala Bucaram.

* 1997, 6 de febrero: Bajo la presión de movilizaciones populares, el Congreso destituye a Bucaram.

* 1997, febrero: Rosalía Arteaga: Vicepresidenta, permanece sólo unos días en el poder en reemplazo de Bucaram.

* 1997, 11 de febrero: Asume la presidencia interina Fabián Alarcón, presidente de la Cámara de Diputados.

* 1998, 10 de agosto: Jamil Mahuad sube a la presidencia.

* 2000, 9 de enero: Asesorado por técnicos argentinos que habían formado parte del equipo Cavallo, Mahuad impone la dolarización. La moneda ecuatoriana, el sucre, será reemplazada por el dólar. Ese mes los movimientos sociales hacen explosión. Sobre Quito marchan decenas de miles de indígenas.

* 2000, 21 de enero, Mahuad es derribado por grandes movilizaciones populares encabezadas por la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador). Los indígenas ocupan también el Palacio Legislativo.

* 2000, en la noche del 21 al 22 de enero se constituye en el Congreso la "Junta de Salvación Nacional", integrada por el hasta entonces desconocido coronel Lucio Gutiérrez, el presidente de la CONAIE, Antonio Vargas, y el ex presidente de la Corte Suprema, Dr. Carlos Solórzano. Este triunvirato dura sólo unas horas y se disuelve bajo presión de las Fuerzas Armadas. Pero con esa acción Lucio Gutiérrez ya ha sido lanzado al estrellato.

* 2000, 22 de enero: El vicepresidente Gustavo Noboa, apoyado por el alto mando de las fuerzas armadas, asume la presidencia y ratifica que continuará con la dolarización de la economía. Los dirigentes de la CONAIE, Lucio Gutiérrez y el sector militar que lo había sostenido, capitulan y desmovilizan, aunque según las encuestas más del 70% de la población apoyaba a la rebelión y a la Junta de Salvación Nacional.

* 2000, 13 de marzo: Gustavo Noboa promulga la ley por la cual se venden todas las empresas del estado.

* 2002, octubre: Lucio Gutiérrez triunfa en la primera y segunda vuelta de las elecciones presidenciales, apoyado por el Pachakutik, organismo político de la CONAIE, y el MPD, animado por el PCML maoísta, y derrotando al multimillonario Álvaro Noboa Pontón.

* 2003, 15 de enero: Lucio Gutiérrez asume la presidencia.

* 2003, 10 de febrero: Viaja a Washington para rendir vasallaje a Bush y proclamarse "el mejor aliado y amigo de EEUU" en América Latina.

* 2003, julio: El MPD se retira del gobierno de Gutiérrez, donde tenía dos ministros.

* 2003, agosto: La CONAIE y el Pachakutik rompen con Gutiérrez y se retiran del gobierno donde tenían tres ministros.

* 2004, octubre: El descontento popular se refleja en que los partidos ligados al gobierno pierden las elecciones municipales. La Izquierda Democrática, partido burgués socialdemócrata, gana en Quito y el Partido Social Cristiano (afín al vicepresidente Palacio, distanciado de Gutiérrez) en Guayaquil.

* 2004, noviembre: Los escándalos de corrupción se multiplican y algunos sectores de la oposición plantean un juicio político al presidente. 

* 2004, diciembre: Preventivamente, Gutiérrez reestructura la Corte Suprema de Justicia valiéndose de una mayoría parlamentaria, gracias al apoyo de los maoístas del MPD. El reemplazo de la Corte Suprema abre una crisis política en las alturas, que irá bajando progresivamente y abrirá las puertas al estallido de abril.

* 2005, 15 de marzo: Miles de trabajadores judiciales declaran un paro contra la decisión del gobierno de interferir en la Corte Suprema.

* 2005, 31 de marzo: La nueva Corte anula los juicios contra los ex presidentes Gustavo Noboa y Abdalá Bucaram, dos corruptos escandalosos y profundamente odiados, que estaban exiliados en Dominicana y Panamá. Con el regreso de los ex mandatarios recrudecen las protestas.

* 2005, 5 de abril: Unos mil funcionarios del Poder Judicial exigen la disolución del nuevo tribunal y la renuncia de Gutiérrez, protesta duramente reprimida con gases lacrimógenos.

* 2005, 13 de abril: En Quito comienza una jornada de manifestaciones por las renuncias de los miembros de la Corte y de Gutiérrez.

* 2005, 15 de abril: Gutiérrez instaura el estado de excepción en Quito y la provincia de Pichincha, y anuncia el cese por decreto de los 31 magistrados de la Corte.

* 2005, 16 a 19 de abril: Los manifestantes desafían en Quito el estado de excepción decretado por el presidente, y éste lo revoca tan sólo 19 horas después de declararlo. A partir de allí, en los siguientes días, el número de manifestantes crecerá vertiginosamente, hasta superar los 100.000 el martes 19, con violentos choques con la policía que asesina a un periodista chileno. Renuncia el jefe de Policía.

* 2005, 20 de abril: Ante la amenaza de ser linchado por los manifestantes que avanzaban hacia el Palacio presidencial, Lucio Gutiérrez huye en helicóptero al aeropuerto. Pero parte de los manifestantes se han adelantado e impiden el decolaje de su avión . Finalmente Gutiérrez logra asilarse en la Embajada de Brasil. Ese mismo día el Congreso destituye a Gutiérrez y posesiona al vicepresidente Alfredo Palacio. (Volver arriba)


Notas:

[1].- Declaraciones de Gutiérrez el 11/02/03 en Washington, después de su primera reunión con Bush (diario El Comercio de Quito, 12/02/03).

[2].- Ver aquí el recuadro “Algunas fechas y hechos”.

[3].- Ver: Pablo Ramos, Ecuador: el fracaso de la dolarización”, en Socialismo o Barbarie en la web, edición del 24/04/05 (www.socialismo-o-barbarie.org).

[4].- El corresponsal del diario La Jornada de México (21/04/05) describe así la cosa: “Con Gutiérrez, EEUU consiguió reforzar cinco oficinas de seguridad en el país (algunas ya existentes) enlazadas directamente al Comando Sur, con sede en Miami.

“Según el diario El Comercio de Quito (30/03/05), estas oficinas son: Agregaduría de Defensa (DAO, por sus siglas en inglés), Agencia de Control y Fiscalización de Drogas (DEA), Grupo Consultivo y de Ayuda Militar (MAAG), Departamento de Seguridad Interna (DHS) y Agencia Nacional de Seguridad (NAS).

“La más importante es el MAAG, grupo militar, destinado a «...apoyar la democracia en el Ecuador... así como los objetivos de la política estadounidense en el país» (sic). Así, el concepto de ayuda «para seguridad» implica la «...provisión de equipo militar, entrenamiento y servicios de EEUU al gobierno de Ecuador». La mayoría de los cientos de militares estadounidenses que circulan por territorio ecuatoriano se concentra en dos actividades coordinadas por el MAAG: campañas médicas y de seguridad (leáse, espionaje y organización de paramilitares).

“A ellos se suman los de la base de Manta, en el litoral pacífico, ocupada por el Comando Sur desde 1999, cuando se firmó un acuerdo bilateral por 10 años... El dinero que la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo (USAID) maneja en Ecuador también llega mediante el Comando Sur.”

[5].- Ver “De la «plata dulce» a la «economía de penuria»: El marco latinoamericano de los planes económicos del Sr. K”, Socialismo o Barbarie (periódico), 25/09/03.

[6].- Esta última –“nacionalismo popular democrático”– era la caracterización con que la Corriente Democracia Socialista-CDS (sección ecuatoriana del SU) justificaba su fervoroso apoyo a Gutiérrez (“Ecuador y la victoria de Lucio Gutiérrez”, CDS, Correo de Prensa de la IV Internacional, 29/10/02. El grupo de la UIT, afín al MST de Argentina, sostuvo al coronel con el mismo entusiasmo... y ceguera. Que sepamos, el único grupo trotskista que no entró en esas fue el MAS, afín a la LIT-PSTU.

[7].- En Ecuador esto se expresó concretamente en la derrota del FUT (Frente Unitario de Trabajadores, creado en 1981), que agrupó a las principales centrales. El FUT impulsó una serie de impactantes "huelgas nacionales", con apoyo popular. El régimen autoritario de Febres Cordero (presidente de 1984 al 88) logró derrotarlo. El giro al capitalismo neoliberal impulsado por ese gobierno afectó asimismo la estructura material de la clase trabajadora. Luego, la caída del Muro de Berlín y del “socialismo real” puso ideológicamente en crisis a muchos activistas. (Ver Juan J. Paz-y-Miño Cepeda, “El complejo proceso de la crisis constitucional en el Ecuador”, Historia a Debate, Quito, febrero de 2000.

[8].- David Cavalcante y Carla Badillo, “Victoriosa revolución popular en Ecuador”, Quito, 26/04/04, publicado en la edición del 01/05/05 de Socialismo o Barbarie en la web (www.socialismo-o-barbarie.org).

[9].- “Intensa agitación vive Ecuador”, editorial de En Marcha, órgano del PCML, 18/04/05.