Cayó
“el mejor aliado y amigo” de Bush en
América Latina
El
ex coronel Lucio Gutiérrez comenzó su vida política luciendo como
un Chávez. Luego se dijo imitador de Lula. Después, emulando lo de
las “relaciones carnales” de Menem, se proclamó “el mejor
aliado y amigo de EEUU”. Por último, acabó como de la Rúa,
rajando en helicóptero.
Por
Claudio Testa
Socialismo
o Barbarie, periódico, 02/05/05
Una
gigantesca rebelión popular con epicentro en Quito acaba de derribar
otro presidente en Ecuador. En apenas ocho años, con las caídas
previas de Abdala Bucaram en febrero de 1997 y de Jamil Mahuad en
enero del 2000, Lucio Gutiérrez es el tercer presidente
que termina así. [Ver más abajo, "Algunas
fechas y hechos"]
La
nueva gesta protagonizada por el pueblo de Quito tiene una inmensa
importancia, que trasciende las fronteras nacionales. Al igual que las
anteriores rebeliones ecuatorianas, el argentinazo del 20 de diciembre
del 2001, el levantamiento popular que acabó con el golpe de abril
del 2002 en Venezuela, el octubre boliviano del 2003 y en marzo de
2005 las renovadas movilizaciones en Bolivia son, por un lado,
indicadores del verdadero “pulso” del continente latinoamericano;
y, por el otro, constituyen experiencias de lucha en las que
trabajosamente –con idas y vueltas, y muchas veces dando “palos de
ciego”– se van sin embargo abriendo paso en América Latina los nuevos
procesos revolucionarios del siglo XXI.
Aquí,
desde este punto de vista continental, queremos analizar algunas
conclusiones y problemas que nos plantea (o, más bien, replantea)
este nuevo hito de las luchas revolucionarias latinoamericanas.
Un
golpe en la mandíbula de Bush
Al
tirar abajo a Lucio Gutiérrez las
masas populares ecuatorianas han dado al mismo tiempo un golpe en la
mandíbula al imperialismo yanqui.
Cuando
el ex presidente, al mes de haber asumido, viajó a Washington para
besar la mano de Bush y proclamarse “el mejor aliado y amigo de
EEUU” ,,
no era sólo una declaración retórica para despejar “dudas”
(sobre todo, por su participación en el efímero Triunvirato de la
noche del 21 al 22 de 2000
y por la cuota de demagogia desplegada como el “candidato de los indígenas
y de la izquierda” en las elecciones presidenciales de octubre de
2002). Efectivamente, desde el gobierno Lucio Gutiérrez aplicó al
pie de la letra ese programa de servidumbre plena e incondicional a
Washington.
Así,
a nivel económico mantuvo el desastre de la “dolarización”
,
cumplió con creces los planes y medidas dictadas por el FMI
–recientemente, la privatización del sistema de retiro
(jubilaciones)–, se aprestaba a suscribir el TLC (Tratado de Libre
Comercio) impuesto por Washington ante el estancamiento las
negociaciones del ALCA y admitía la imposición colonial de que los
acreedores de la deuda externa se cobren sus vencimientos directamente
de las entradas por exportaciones petroleras. Así, sólo las monedas
que sobran de las ventas de petróleo, ingresan finalmente al país.
Con esto, Gutiérrez logró la hazaña de que Ecuador sea el único
país petrolero del mundo que no se ha beneficiado con la fenomenal
escalada de los precios del crudo.
El
reverso de esto es que las masas trabajadoras, gran parte de las
clases medias y los campesinos en su mayoría indígenas –que habían
votado mayoritariamente a Gutiérrez con la esperanza de mejorar su
suerte– siguen hundidos en la miseria.
La
sociedad ecuatoriana es una de las más ferozmente castigadas en América
Latina por la globalización neoliberal. El capital imperialista y la
miserable burguesía ecuatoriana –dividida en tres o cuatro
facciones que se pelean a dentelladas por el botín, pero que se unen
cuando se trata de entregar el país y reventar a las masas de la
ciudad y el campo– han cumplido una tarea atroz de destrucción
social. Basta decir que casi el 30% de los ecuatorianos se han
visto obligados a emigrar para buscar empleo. Esto es un desastre
para la clase trabajadora y la nación ecuatoriana. La clase
trabajadora es la única clase productiva y creadora de la sociedad, y
la emigración implica generalmente la pérdida de sus miembros más
calificados y/o de más iniciativa.
Así,
un tercio de los ecuatorianos viven como emigrantes en España, EEUU y
otros países europeos y latinoamericanos. Las remesas a sus familias
son hoy el mayor ingreso de divisas al país después del petróleo.
La economía colonial de Ecuador no ha colapsado gracias esos envíos
de los emigrados (la mayoría ilegales y en las peores condiciones de
esclavitud laboral).
Pero
los servicios prestado por Gutiérrez al imperialismo fueron aun
mayores a nivel político y militar. Ecuador tiene asignado un
papel central en el más siniestro mecanismo de dominación colonial
de EEUU: el de la red de bases militares que Washington pretende
extender en toda Sudamérica. En la costa ecuatoriana se encuentra la
base de Manta, concedida hace unos 10 años a EEUU con el cuento del
“combate al narcotráfico”. En verdad, hoy es la sub-sede del
“Comando Sur” del Ejército yanqui en América Latina (la central
está en Miami). Desde allí se implementa el llamado “Plan
Colombia” para combatir a la guerrilla de ese país.
Lucio
Gutiérrez tomó desde el primer momento la bandera de la
“internacionalización del Plan Colombia”; es decir, comprometer
al estado y las fuerzas armadas ecuatorianas en ese sucio asunto, que
ahora además abarca las provocaciones militares contra Venezuela.
No es casual, entonces, que la retirada de la base de Manta sea desde
hace tiempo una de las exigencias principales de las movilizaciones
populares.
Continúa
el proceso de crisis y rebeliones en América Latina
Otra
conclusión importante es que en lo de Ecuador (como en los
“temblores” de hace un mes en Bolivia) afloran las tendencias
profundas de la situación latinoamericana (o, por lo menos, de
Sudamérica).
Estas
tendencias no son las de la estabilidad de los regímenes de
“democracia” colonial, ni
la del desarrollo genuino y sostenido de sus economías y, a partir de
allí, del amortiguamiento progresivo de la miseria y las
desigualdades sociales... y con eso del descontento que tarde o
temprano estalla en rebeliones...
El
“veranito” de aumento de las exportaciones y el superávit
comercial y de crecimiento del PBI por el que están pasando muchas
economías latinoamericanas, no ha significado una mejoría de su
inserción estructural en la economía mundial, ni menos aun se ha
traducido en una mejora del nivel de vida y empleo, ni una disminución
de la escandalosa desigualdad social que caracteriza al continente.
Por el contrario, es esa “economía de la miseria” la que
constituye la base de la actual coyuntura de “gran éxito”
exportador y de crecimiento del PBI... que sólo beneficia a las
multinacionales, a los acreedores de las deudas externas y a las
burguesías nativas.
Los pobres siguen igual o peor, y la polarización social entre una
minoría cada vez más rica y una mayoría cada vez más miserable
crece como de costumbre.
Esto
hace que en la profundidad de las calderas sociales la temperatura del
descontento no baje substancialmente, aunque por supuesto eso no
quiere decir que directa y mecánicamente estalle en luchas sociales y
ni menos aun políticas. A partir de aquí, juegan complejas mediaciones;
en primer lugar, de la conciencia política y social de las
masas trabajadoras y populares, y de los niveles de organización,
programas y direcciones derivados de ella. Y también,
recíprocamente, del grado en que los mecanismos de dominación de las
burguesías nativas y el imperialismo –principalmente el circo del régimen
“democrático” colonial y sus payasos– logran atomizar, desarmar
y confundir a las masas perjudicadas por el desastre del
capitalismo neoliberal.
Estas
mediaciones (hoy principalmente políticas pero que en caso
necesario se complementan con el garrote policial y militar) actuaron
sobre los procesos de crisis, de descontento y hasta en algunos países
de rebeliones, que marcaron el inicio del siglo XXI en América
Latina. Mostraron, por ejemplo, su efectividad para calmar –con
Kirchner– procesos como el argentinazo y prevenir –con Lula– un
estallido en Brasil.
Ahora
lo de Ecuador está mostrando que estos “remedios” curativos
y/o preventivos tienen sus límites. La cuerda no se extiende
hasta el infinito.
Lucio,
que subió a la presidencia al mismo tiempo que Lula, venía a cumplir
un papel similar, aunque en su caso no era “preventivo”. A la
cabeza de un frente “popular” y de “izquierda” vino con el
propósito de cerrar la peligrosa etapa abierta con la rebelión indígena
y popular de enero del 2000, que había derribado al gobierno de Jamil
Mahuad. El frente entre su partido “Sociedad
Patriótica 21 de Enero”, el Pachakutik (brazo político de la
CONAIE–Confederación de Nacionalidades
Indígenas de Ecuador)
y el llamado “Movimiento Popular Democrático” (los maoístas y
sus amigos), tuvo el apoyo de casi todas las organizaciones de
izquierda, salvo algunas pequeñas pero honrosas excepciones.
Este
crimen político tuvo consecuencias desastrosas, tanto para el
movimiento indígena como para la izquierda.
Desde
el gobierno, Lucio se dedicó a destruir el movimiento indígena
mediante su división, y la cooptación y corrupción en masa de sus
dirigentes (como el del ex presidente de la CONAIE, Antonio Vargas,
que fue ministro hasta el último día de su gobierno). Aunque la
mayoría de la CONAIE pasó finalmente a la oposición, la
desmoralización y las divisiones parecen haber sido un factor
importante para su debilitamiento. En esta ocasión, la CONAIE casi no
jugó papel alguno ni logró movilizar a sectores masivos. A
diferencia de enero del 2000, el levantamiento fue esta vez
esencialmente urbano.
Para
la izquierda, el fervoroso apoyo a Gutiérrez (a quien se ensalzaba
por ejemplo como el “representante de las fuerzas democráticas y
populares, los indígenas, la juventud y los sindicatos” o como el líder
del “nacionalismo democrático popular” )
tuvo resultados no menos graves. A desmoralización de numerosos
militantes se sumó el hecho que muchos de los que ahora salieron a la
calle a derribar a Gutiérrez, ven a los partidos de izquierda (en
primer lugar Pachakutik y MPD-PCML) como la misma basura que los
politiqueros de centro o de derecha...
Pero
aquí interesa volver a subrayar otra cosa. Como Lula, Kirchner o
Mesa, Lucio Gutiérrez tuvo inicialmente éxito en “calmar”
procesos “peligrosos” y/o prevenir nuevos estallidos. Sin embargo,
esto no le duró eternamente. Por supuesto, Ecuador es un
“eslabón” mucho más débil que Brasil o Argentina. Pero el
centro de la cuestión, válida para el conjunto de América Latina,
es que, sin soluciones materiales de fondo para el descontento de
masas, llega un momento en que ni los mejores bufones del circo democrático
pueden evitar que esto se exprese con estallidos como el de Quito.
“¡Que
se vayan todos!”... pero ¿que venga quién?
Por
último, como todo proceso revolucionario, lo que esta pasando en
Ecuador replantea, bajo nuevas formas y combinaciones originales, los
clásicos problemas estratégicos.
La
insurrección de Quito se hizo bajo el mismo lema del argentinazo del
20 de diciembre del 2001: “¡que se vayan todos!”. Pero, a partir
de allí, tanto el argentinazo como el octubre boliviano plantean la
cuestión estratégica fundamental: si echamos a “todos”:
presidente, parlamentarios, jueces, militares, etc., ¿a quién
ponemos? ¿Quién debe asumir el poder y cómo debe gobernar?
La
experiencia del argentinazo (de Bolivia y de otros mil procesos
revolucionarios anteriores y posteriores) demuestra que si no se
soluciona esta cuestión, el resultado es que tampoco “se van
todos”. La gran mayoría se queda y sólo se van algunos (de la Rúa,
Cavallo y otros requemados en Argentina, Sánchez de Losada en
Bolivia, etc.). Los demás no sólo se quedan, sino que siguen
gobernando tratando de que se calmen las aguas.
Este
flanco débil de las rebeliones y procesos revolucionarios que se están
desarrollando en el nuevo siglo en nuestro continente tiene que ver
con varios problemas que se combinan, algunos a nivel social
y otros a nivel político.
Socialmente,
en mayor o menor medida, en esos movimientos participan amplios
sectores de trabajadores, pero que no intervienen como clase, sino
como individuos diluidos en “el pueblo” en general. Esto se
debe a múltiples razones, entre ellas las graves derrotas sufridas
por el movimiento obrero tradicional en la mayoría de los países
latinoamericanos en los años 80 y 90, y las transformaciones
estructurales de la clase trabajadora asalariada bajo el capitalismo
neoliberal .
Otro factor que se combina suelen ser las políticas traidoras, la
desastrosa trayectoria y el escaso prestigio de las direcciones de los
organismos tradicionales, como los sindicatos, que además por lo
general no organizan a la “nueva clase trabajadora” fragmentada
por el capitalismo neoliberal.
Estos
hechos reales dan pie a la extendida charlatanería sobre los
“nuevos sujetos sociales”, las “multitudes” y el “fin del
proletariado”, ¡cómo si todo lo que produce (y consume) la
sociedad no siguiese siendo producido en un 99% por trabajadores
asalariados!
La
cuestión, por supuesto, es más compleja que esas interesadas
simplificaciones. Pero lo importante es que en la rebelión de Quito,
parece repetirse ese fenómeno que vimos en el argentinazo y el
octubre boliviano: los trabajadores están presentes, pero ante todo
como “ciudadanos” que integran la masa del “pueblo”, y no como
clase conscientemente organizada. Esto es un serio problema para
responder a esa cuestión central: quién debe gobernar para lograr
“que se vayan todos”.
A
diferencia de Bolivia, no hemos visto directamente lo de Quito. La
mayoría de los relatos hablan de “movilización popular” y
algunos de “movilización de las clases medias”. Como en otros
casos, las palabras “pueblo” y “clases medias” parecieran ser dos comodines para eludir
análisis sociales precisos. Un relato más convincente es el que señala
que, en efecto, inicialmente, la movilización que sale a la calle el
13 de abril por la noche está compuesta por unos 10.000 manifestantes
de clase media. Pero lo que determina la caída de Gutiérrez es el
vuelco en los días siguientes de hasta 100.000 manifestantes “del
pueblo pobre y proletario de la periferia [de Quito], que comparece
masivamente, con varios sindicatos que llevan a sus bases
organizadas...”
Si
es así, se trata entonces de una insurrección urbana, que refleja la
estructura social de Quito (que no es toda ni en su mayoría de
“clases medias”), y cuya acción decisiva fue la movilización de
un amplio sector “del pueblo pobre y proletario de la periferia”.
A
nivel político, los problemas para dar respuesta a la cuestión
de quién debe gobernar para lograr “que se vayan todos” no
son menos complejos. El impulso inmediato de las masas populares que
derrocaron a Gutiérrez (o probablemente de los sectores más a la
vanguardia) parece ser el de organizarse en “asambleas populares”.
Debe haber, efectivamente, un fuerte impulso al desarrollo de organismos
de autodeterminación de los sectores en lucha, combinado con una
santa desconfianza hacia los podridos políticos tradicionales
(incluyendo los de “izquierda”).
Pero,
junto a esos sanos impulsos, las noticias y declaraciones que llegan
acerca de esos organismos reflejan también una fenomenal confusión e
indefiniciones frente a problemas cruciales. Por ejemplo, qué hacer
frente al sucesor de Gutiérrez, su vicepresidente Alfredo Palacio.
En
esto son un tremendo obstáculo las viejas direcciones políticas
“de izquierda” –como el Pachakutik y el MPD-PCML–. Son tan
enemigos de la autodeterminación de las masas obreras y populares
como devotos de la colaboración de clases, del régimen democrático-burgués
y del parlamento. El Pachakutik primero rifó las posibilidades
revolucionarios del movimiento de enero del 2000 que derrocó a Mahuad.
Luego, fue el puntal del ascenso al poder de Lucio Gutiérrez, cuyo
gobierno integró durante meses. Ahora, con el rabo entre las piernas,
marcha detrás de Izquierda Democrática, un partido burgués
socialdemócrata. La trayectoria del MPD-PCML no es menos siniestra.
En medio de la caída de Gutiérrez, se oponía a la asunción de
Palacio, pero para reclamar la constitución de “un gobierno
popular” en el que participarían “representantes... de las
Iglesias y de las Fuerzas Armadas...”
Aunque
desprestigiadas, estas direcciones siguen teniendo fuerza y son un
factor importante que actúa contra los impulsos a la independencia y
la autodeterminación de las masas trabajadoras y populares. Por otra
parte, todas las experiencias revolucionarias de este nuevo siglo
ratifican que la autodeterminación no se da “en el vacío”, ni en
las masas nace espontáneamente de un repollo. Sin fuertes partidos,
direcciones y programas revolucionarios, sin una amplia vanguardia con
conciencia de clase e independencia frente a la burguesía, no hay
autodeterminación de las masas trabajadoras y populares. Contra la
charlatanería anarco-autonomista, todas las experiencias
revolucionarias de este nuevo ciclo histórico ratifican eso.
Este
flanco débil, que se repite en Ecuador, ha permitido reiterar la
maniobra de Argentina y Bolivia. Caído de la Rúa (y su breve sucesor
Rodríguez Saa), el Congreso nombró a Duhalde. En Bolivia, tras la
huida del Goni, el Congreso ungió a Mesa. Alfredo Palacio, hombre
ligado al socialcristianismo y la Iglesia, es el Duhalde-Mesa de
Ecuador. Viene con la tarea de cerrar el proceso revolucionario
abierto por la rebelión de Quito. Para eso, como el horno no está
para bollos, debe comenzar por adoptar algunas poses “a la
izquierda” del fugado ex presidente, haciendo algunas críticas a
EEUU y al Plan Colombia.
En
esta situación, es obvio que la política de los revolucionarios debe
ser opuesta a la del Pachakutik, MPD-PCML y Cía. Junto a la más
implacable denuncia de Palacio como continuador de Gutiérrez y
servidor de la burguesía y de la dominación imperialista, la clave
de la situación de Ecuador es el desarrollo y fortalecimiento de
esos embrionarios organismos de autodeterminación –las
asambleas populares u otros– en la perspectiva de que lleguen a
erigirse en órganos de poder de los trabajadores y los sectores
populares (los pobres de la ciudades, los indígenas, etc.). Sólo ese
nuevo poder haría realidad la consigna revolucionaria de la
insurrección de Quito: “¡que se vayan todos!
En
otras palabras: el problema es cómo ir desde la rebelión popular
a la revolución obrera y socialista.
Algunas
fechas y hechos
Desde
1996, en algo menos de nueve años, se han sucedido en el Ecuador
siete gobiernos (seis presidentes y un breve triunvirato). Tres de
esos presidentes cayeron directa o indirectamente por las protestas y
movilizaciones populares.
*
1996, 10 de agosto: Asume la presidencia Abdala Bucaram.
*
1997, 6 de febrero: Bajo la presión de movilizaciones populares, el
Congreso destituye a Bucaram.
*
1997, febrero: Rosalía Arteaga: Vicepresidenta, permanece sólo unos
días en el poder en reemplazo de Bucaram.
*
1997, 11 de febrero: Asume la presidencia interina Fabián Alarcón,
presidente de la Cámara de Diputados.
*
1998, 10 de agosto: Jamil Mahuad sube a la presidencia.
*
2000, 9 de enero: Asesorado por técnicos argentinos que habían
formado parte del equipo Cavallo, Mahuad impone la dolarización. La
moneda ecuatoriana, el sucre, será reemplazada por el dólar. Ese mes
los movimientos sociales hacen explosión. Sobre Quito marchan decenas
de miles de indígenas.
*
2000, 21 de enero, Mahuad es derribado por grandes movilizaciones
populares encabezadas por la CONAIE (Confederación de Nacionalidades
Indígenas de Ecuador). Los indígenas ocupan también el Palacio
Legislativo.
*
2000, en la noche del 21 al 22 de enero se constituye en el Congreso
la "Junta de Salvación Nacional", integrada por el hasta
entonces desconocido coronel Lucio Gutiérrez, el presidente de la
CONAIE, Antonio Vargas, y el ex presidente de la Corte Suprema, Dr.
Carlos Solórzano. Este triunvirato dura sólo unas horas y se
disuelve bajo presión de las Fuerzas Armadas. Pero con esa acción
Lucio Gutiérrez ya ha sido lanzado al estrellato.
*
2000, 22 de enero: El vicepresidente Gustavo Noboa, apoyado por el
alto mando de las fuerzas armadas, asume la presidencia y ratifica que
continuará con la dolarización de la economía. Los dirigentes de la
CONAIE, Lucio Gutiérrez y el sector militar que lo había sostenido,
capitulan y desmovilizan, aunque según las encuestas más del 70% de
la población apoyaba a la rebelión y a la Junta de Salvación
Nacional.
*
2000, 13 de marzo: Gustavo Noboa promulga la ley por la cual se venden
todas las empresas del estado.
*
2002, octubre: Lucio Gutiérrez triunfa en la primera y segunda vuelta
de las elecciones presidenciales, apoyado por el Pachakutik, organismo
político de la CONAIE, y el MPD, animado por el PCML maoísta, y
derrotando al multimillonario Álvaro Noboa Pontón.
*
2003, 15 de enero: Lucio Gutiérrez asume la presidencia.
*
2003, 10 de febrero: Viaja a Washington para rendir vasallaje a Bush y
proclamarse "el mejor aliado y amigo de EEUU" en América
Latina.
*
2003, julio: El MPD se retira del gobierno de Gutiérrez, donde tenía
dos ministros.
*
2003, agosto: La CONAIE y el Pachakutik rompen con Gutiérrez y se
retiran del gobierno donde tenían tres ministros.
*
2004, octubre: El descontento popular se refleja en que los partidos
ligados al gobierno pierden las elecciones municipales. La Izquierda
Democrática, partido burgués socialdemócrata, gana en Quito y el
Partido Social Cristiano (afín al vicepresidente Palacio, distanciado
de Gutiérrez) en Guayaquil.
*
2004, noviembre: Los escándalos de corrupción se multiplican y
algunos sectores de la oposición plantean un juicio político al
presidente.
*
2004, diciembre: Preventivamente, Gutiérrez reestructura la Corte
Suprema de Justicia valiéndose de una mayoría parlamentaria, gracias
al apoyo de los maoístas del MPD. El reemplazo de la Corte Suprema
abre una crisis política en las alturas, que irá bajando
progresivamente y abrirá las puertas al estallido de abril.
*
2005, 15 de marzo: Miles de trabajadores judiciales declaran un paro
contra la decisión del gobierno de interferir en la Corte Suprema.
*
2005, 31 de marzo: La nueva Corte anula los juicios contra los ex
presidentes Gustavo Noboa y Abdalá Bucaram, dos corruptos
escandalosos y profundamente odiados, que estaban exiliados en
Dominicana y Panamá. Con el regreso de los ex mandatarios recrudecen
las protestas.
*
2005, 5 de abril: Unos mil funcionarios del Poder Judicial exigen la
disolución del nuevo tribunal y la renuncia de Gutiérrez, protesta
duramente reprimida con gases lacrimógenos.
*
2005, 13 de abril: En Quito comienza una jornada de manifestaciones
por las renuncias de los miembros de la Corte y de Gutiérrez.
*
2005, 15 de abril: Gutiérrez instaura el estado de excepción en
Quito y la provincia de Pichincha, y anuncia el cese por decreto de
los 31 magistrados de la Corte.
*
2005, 16 a 19 de abril: Los manifestantes desafían en Quito el estado
de excepción decretado por el presidente, y éste lo revoca tan sólo
19 horas después de declararlo. A partir de allí, en los siguientes
días, el número de manifestantes crecerá vertiginosamente, hasta
superar los 100.000 el martes 19, con violentos choques con la policía
que asesina a un periodista chileno. Renuncia el jefe de Policía.
*
2005, 20 de abril: Ante la amenaza de ser linchado por los
manifestantes que avanzaban hacia el Palacio presidencial, Lucio Gutiérrez
huye en helicóptero al aeropuerto. Pero parte de los manifestantes se
han adelantado e impiden el decolaje de su avión . Finalmente Gutiérrez
logra asilarse en la Embajada de Brasil. Ese mismo día el Congreso
destituye a Gutiérrez y posesiona al vicepresidente Alfredo Palacio. (Volver
arriba)
Notas:
.-
Declaraciones de Gutiérrez el 11/02/03 en Washington, después de
su primera reunión con Bush (diario El Comercio de Quito,
12/02/03).
.-
Ver aquí el recuadro “Algunas fechas y hechos”.
.-
Ver: Pablo Ramos, “Ecuador:
el fracaso de la dolarización”,
en Socialismo o Barbarie en la web, edición del 24/04/05 (www.socialismo-o-barbarie.org).
.-
El
corresponsal del diario La Jornada de México (21/04/05)
describe así la cosa: “Con Gutiérrez, EEUU consiguió reforzar
cinco oficinas de seguridad en el país (algunas ya existentes)
enlazadas directamente al Comando Sur, con sede en Miami.
“Según
el diario El Comercio de Quito (30/03/05), estas oficinas
son: Agregaduría de Defensa (DAO, por sus siglas en inglés),
Agencia de Control y Fiscalización de Drogas (DEA), Grupo
Consultivo y de Ayuda Militar (MAAG), Departamento de
Seguridad Interna (DHS) y Agencia Nacional de Seguridad
(NAS).
“La
más importante es el MAAG, grupo militar, destinado a «...apoyar
la democracia en el Ecuador... así como los objetivos de la política
estadounidense en el país» (sic). Así, el concepto de ayuda «para
seguridad» implica la «...provisión de equipo militar,
entrenamiento y servicios de EEUU al gobierno de Ecuador». La
mayoría de los cientos de militares estadounidenses que circulan
por territorio ecuatoriano se concentra en dos actividades
coordinadas por el MAAG: campañas médicas y de seguridad (leáse,
espionaje y organización de paramilitares).
“A ellos se suman los de la base de Manta, en el
litoral pacífico, ocupada por el Comando Sur desde 1999, cuando
se firmó un acuerdo bilateral por 10 años... El dinero que la
Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo (USAID) maneja en
Ecuador también llega mediante el Comando Sur.”
.-
Ver “De la «plata dulce» a la «economía de penuria»: El
marco latinoamericano de los planes económicos del Sr. K”,
Socialismo o Barbarie (periódico), 25/09/03.
.-
Esta última –“nacionalismo popular democrático”– era la
caracterización con que la Corriente Democracia Socialista-CDS (sección ecuatoriana
del SU) justificaba su fervoroso apoyo a Gutiérrez (“Ecuador
y la victoria de Lucio Gutiérrez”, CDS, Correo de Prensa de
la IV Internacional, 29/10/02. El grupo de la UIT, afín al MST de
Argentina, sostuvo al coronel con el mismo entusiasmo... y
ceguera. Que sepamos, el único grupo trotskista que no entró en
esas fue el MAS, afín a la LIT-PSTU.
.-
En
Ecuador esto se expresó concretamente en la derrota del FUT
(Frente Unitario de Trabajadores, creado en 1981), que agrupó a
las principales centrales. El FUT impulsó una serie de
impactantes "huelgas nacionales", con apoyo popular. El
régimen autoritario de Febres Cordero (presidente de 1984 al 88)
logró derrotarlo. El giro al capitalismo neoliberal impulsado por
ese gobierno afectó asimismo la estructura material de la clase
trabajadora. Luego, la caída del Muro de Berlín y del
“socialismo real” puso ideológicamente en crisis a muchos
activistas. (Ver Juan J. Paz-y-Miño Cepeda, “El complejo
proceso de la crisis constitucional en el Ecuador”, Historia
a Debate, Quito, febrero de 2000.
.-
David
Cavalcante y Carla Badillo, “Victoriosa revolución popular
en Ecuador”, Quito, 26/04/04, publicado en la edición del
01/05/05 de Socialismo o Barbarie en la web (www.socialismo-o-barbarie.org).
.-
“Intensa agitación vive Ecuador”,
editorial de En Marcha, órgano del PCML, 18/04/05.
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