Panamá

Una batalla inolvidable

Por Rodrigo Aybar (*)
Buscando Camino, Panamá, 04/07/05

La jornada de protesta social que vivimos en Panamá, como resultado del paro indefinido en rechazo a la aprobación de la Ley 17 por parte de la Asamblea de Diputados, sin duda ha sido una de las movilizaciones populares más importantes de los últimos años.

El poder ejecutivo se preparó meticulosamente para que la ley pasara de todas maneras. Realizó una campaña publicitaria millonaria en todos los medios de comunicación, meses antes de entregar la ley al parlamento. Previo a ello había suspendido de manera unilateral e inconsulta el diálogo que se realizaba con todos los sectores para lograr un proyecto consensuado. El ejecutivo utilizó además la mayoría parlamentaria para aplicar el madrugonazo y la plancha y aprobar la ley que cambiaba la vida de cientos de miles de personas en tiempo récord. El espectáculo brindado por los diputados de la República fue realmente lamentable.

El Ministerio de Gobierno y Justicia desplegó un operativo policial, como hace muchos años no veíamos en nuestro país. Desde la época de la presencia militar norteamericana no se utilizaban cámaras ocultas o policías dotados de modernas videocámaras para filmar directamente a los manifestantes. La Policía Nacional desplegó a miles de sus miembros dotados de armas automáticas y atuendos de combate para vigilar a los obreros y estudiantes.

En varias ocasiones infiltraron a sujetos ajenos al movimiento popular, como el tristemente célebre "fotógrafo del Canal 4 " en la Plaza Catedral, que terminó siendo un buhonero de Calidonia. Se realizó todo un despliegue, de viejos cuadros del partido gobernante así como una serie de abogados y "especialistas" del derecho, que virtualmente repletaban los canales de televisión y las emisoras para convencernos de las bondades de la ley y de las dificultades e impedimentos "legales" para suspenderla.

La represión injustificada arreció por todo el país con la detención de centenas de educadores, obreros y estudiantes.

El ejecutivo, con todo su poder y con apoyo irrestricto de la mayoría de los medios de comunicación masiva, realizó los mayores esfuerzos para dilatar y prolongar artificialmente el conflicto con la esperanza de agotar la paciencia de la ciudadanía y de los huelguistas y de esa manera terminar imponiendo de todos modos la Ley 17.

Frente a todo este panorama los trabajadores organizados, en especial los obreros de la construcción, los educadores, los médicos y otros sectores de asalariados, así como los estudiantes secundarios y universitarios respondieron de manera contundente. Su mensaje fue simple y claro. Tan claro fue, que encontró eco en la población. Ello fue una realidad desde el primer momento del paro, hasta el último día, en la capital y yo diría de manera más intensa aun en el interior del país. Las ciudades y carreteras del interior de la República vieron a los maestros y trabajadores movilizarse por sus calles y carreteras como pocas veces había ocurrido.

El apoyo al paro por parte de la población fue masivo. Solo la forma generosa, y espontánea en que la gente donó su dinero para los obreros de la construcción refleja dicha verdad.

Las movilizaciones que se sucedieron cada día, no sólo fueron muy concurridas, sino que además alegres y creativas. Desde murgas, teatralizaciones y mimos en las calles con todo el ingenio del arte popular marcaron la diferencia. La madurez de la dirigencia de los obreros, maestros y médicos felizmente estuvo en sintonía con la calidad de las movilizaciones populares. Hemos dado un enorme salto como país, y me atrevería a decir que desde ahora Panamá no será el mismo. Los gobernantes tendrán que caminar con cuidado. La población estará vigilante de sus actos, incluidos los intentos privatizadores de la seguridad social y el proyecto de ampliación del Canal.


(*) El autor es médico.