América Latina

Perú hoy

Las dificultades de una nueva etapa que
no termina de nacer

Por Roberto Sáenz
Socialismo o Barbarie, periódico, 12/08/05

“Las actuales luchas que se dan a lo largo y ancho del territorio nacional son consecuencia directa de las contradicciones que ha ido acumulando la aplicación de la receta neoliberal en nuestro país en los últimos 15 años. El pensamiento globalizador de la economía de mercado se ha institucionalizado desde entones, se hizo hegemónico y se acostumbró a cantar con una sola voz que parecía inmutable y a la que desde entonces, le han hecho coro los grandes medios de comunicación.
La política peruana viene moviéndose a este ritmo desde 1990 en que se establece el “modelo de ajuste estructural”. A este modelo de libre mercado le sucedieron otras medidas: “modernización” del aparato estatal, de desacreditación de los movimientos sociales bajo el amparo de la lucha contra el “terrorismo”, de cooptación de los intelectuales apostatas, de privatización y desaforado entreguismo de los recursos naturales, junto con ello, de legitimación de una cultura de impunidad, del ‘coimeo’ que profundizaron la corrupción”
[1].

A mediados del mes de julio, Socialismo o Barbarie estuvo unos días en la ciudad de Cusco, Perú. Esta visita la hicimos por la invitación fraternal que nos hizo la “Liga Socialista”, un valioso grupo de dicha ciudad. Integrado mayormente por jóvenes compañeros de la Universidad Nacional del Cusco, es el único de la tradición trotskista en la misma y uno de los más importantes del Perú.

Desde estas líneas, queremos agradecer la invitación, así como dar cuenta de la importancia que tiene en el actual periodo el establecer relaciones abiertas y fraternales de conocimiento y eventualmente colaboración y acción común entre partidos y/o agrupamientos que vienen de trayectorias diversas.

En lo que sigue, haremos una especie de “resumen” del intercambio de ideas con los compañeros acerca de la actual situación en su país[2]. Desde ya que la responsabilidad de lo escrito es enteramente del autor de esta nota.

A modo de antecedente

Para entender la actual situación política del país, es necesario hacer un somero “raconto” histórico. Entre 1968 y 1975 gobernó Perú el general Velazco Alvarado. Asumió por intermedio de un golpe de Estado por el que desplazó al gobierno “constitucional” de Belaunde Terry, en el poder desde el año 1963.

Uno de los objetivos principales de Velazco fue intentar reabsorber las consecuencias revolucionarias de los acontecimientos del principio de la década del ’60 en la zona del Cusco (ver recuadro), llevando a cabo una reforma agraria desde arriba.

“La reformar agraria de Velazco, es totalmente diferente de la llevada a cabo en Chaupimayo[3]. El objetivo primario del régimen era mejorar el progreso general del capitalismo en el Perú. El bienestar de los obreros y campesinos era una preocupación secundaria (...). Blanco urgió a la población a tomar ventajas de estas reformas y presionar por su participación directa y su capacidad de decisión en la implementación de cada cambio. Esto, por supuesto, era inaceptable para el régimen de Velazco”[4].

Al mismo tiempo, Velazco tomó medidas nacionalizadoras de la minería, la pesca, del comercio exterior y la banca. Casi el 65% del capital empresarial quedó en manos del Estado. Ensayo una frustrada reforma educativa, que obtuvo el rechazo de los docentes. Estos, a lo largo de gran parte de la década del ’70 y agrupados en torno al SUTEP[5], expresaron una gran combatividad, realizando paros cada año de seis meses o más, llegando a cumplir un papel de importancia en la lucha de clases de la época. Al mismo tiempo, Velazco Alvarado firmó tratados internacionales con la ex URSS y logró el apoyo del PC domesticando a las centrales sindicales.

Los límites de Velazco, fueron los de toda la experiencia de nacionalismos burgués en la segunda posguerra, que pretendían resistir parcialmente al imperialismo, al tiempo que se jugaban con todo a impedir la acción independiente de los trabajadores y los campesinos, sin ir realmente –en ningún caso- mas allá del capitalismo y asumiendo cada vez más un carácter bonapartista.

Ante la encrucijada planteada por las contradicciones de esta situación, se abrió una crisis en el gobierno velazquista. Este terminó siendo derrocado por un golpe pro imperialista de otro militar, Morales Bermúdez. Pero duró poco, producto del ascenso de las luchas obreras y populares de los años 1977 y 1978 contra esta misma dictadura. Ascenso que dio lugar al conocido desarrollo de “asambleas populares” como órganos embrionarios de poder local en el marco de un agudo proceso revolucionario.

Este proceso buscó ser desviado con la Constituyente del año 1979. “La lucha radical contra la dictadura militar fue (...) tan profunda que tiró abajo los planes del gobierno de continuar en el poder y atemorizaron a las fuerzas de la burguesía, que creyó por un momento que el poder podía escapar de su control. Por eso (...) el APRA[6] y el PPC (Partido Popular Cristiano) pactaron una salida a la crisis convocando a una Asamblea Constituyente (...) garantizándole a los militares una retirada ‘en orden’ a los cuarteles”[7].

Para la Constituyente, el FOCEP[8], en una campaña histórica y levantando el planteo de “Asamblea Constituyente Soberana y con Poder” obtiene alrededor del 15% de los votos, colocando 12 constituyentes. Lamentablemente, muy rápidamente esta experiencia se frustra, comenzando allí mismo la crisis de las corrientes del trotskismo.

Al tiempo, en la Constituyente se termina imponiendo una constitución “liberal” y Belaunde Terry (de Acción Popular) llega al poder. En 1980 asume nuevamente la presidencia, intentando imponer un giro liberal que deje definitivamente atrás la fase “nacionalista”.

Un mes antes había hecho su aparición Sendero Luminoso. Ya con Belaunde, así como luego con Alan García y posteriormente Fujimori, comenzaron las matanzas de trabajadores y campesinos con la excusa de la lucha “contra el terrorismo”, llegándose a contabilizar casi 70.000 asesinados a lo largo de más de una década en la “guerra sucia”.

En el año 1985 asume Alan García del APRA en medio de una crisis política generalizada y del ascenso del fenómeno de Sendero. A lo largo de los años ’85, ’86, ’87 García tiene su particular cosecha de mas de 6.000 trabajadores y campesinos asesinados. Siguen abiertas aún hoy las causas por las masacres de penales como El Frontón y Lurigancho, donde fueron asesinados de un saque más de 200 presos políticos. Junto con esto, intenta llevar a cabo una gestión “populista” que busca oponer a los sectores más atrasados contra los trabajadores asalariados, presentados como “privilegiados”.

Al mismo tiempo, García hace el planteo de que pretende pagar solo el 10% de la deuda externa para permitir el “crecimiento del país”. Pero para el momento en que el APRA llegó al gobierno, ya tenía agotado su perfil “antiimperialista”. Cuando García intentó dar pasos en el sentido de la estatización de la banca (en parte, para salvar algunos de la bancarrota) enfrentó una oposición burguesa que se moviliza masivamente, retrocediendo sin pena ni gloria frente a la misma.

En medio de una crisis hiperinflacionaria se llegó al año ’89. En las elecciones que oponen a Vargas Llosa con Fujimori, finalmente se termina imponiendo este último en la segunda vuelta. Presentándose a sí mismo como un “outsider”, fue apoyado por parte muy importante de la “izquierda”, con el argumento del “mal menor”.

Se cerraba así, definitivamente, el ciclo burgués “nacionalista” y “antiimperialista”, utilizado como malla de contención a las luchas independientes de los trabajadores de la ciudad y el campo, que con idas y vueltas, había cruzado la vida política del país en las últimas décadas.

Entre Fujimori y Sendero

Con Fujimori Perú entró en la “era” neoliberal. A partir de allí se abre el período de los últimos 15 años donde se impone el neoliberalismo y una grave derrota a las masas. Es la etapa en la cual Sendero queda finalmente liquidado, luego de haber contribuido esta organización a la tremenda atomización y anomia de las organizaciones de masas y las clases trabajadoras del campo y la ciudad. Esto producto de su orientación, estrategia y métodos, llegaron a configurar el fenómeno de una de las guerrillas con rasgos más reaccionarios, antiobreros y antipopulares que se tenga memoria en América Latina[9]. Casi un Pol Pot latinoamericano[10].

A comienzos de la década del ’90 se hizo cargo de la dirección del país Alberto Fujimori. Es con este gobierno que se dio el giro al neoliberalismo, proceso que continua hoy bajo Toledo. Pero en este caso con una particular dureza: se hizo a sangre y fuego, con la excusa de Sendero. Para el año ’92 Sendero quedó derrotado (con Abimael Guzmán capturado en septiembre de ese año) y el parlamento disuelto mediante el golpe de Estado del 5 de abril de 1992. Luego, Fujimori impuso una “contra” reforma constitucional. O sea, totalmente reaccionaria y por intermedio de una “constituyente” viciada. Se le dio así rango constitucional a una versión de capitalismo neoliberal particularmente salvaje, con muy marcados rasgos reaccionarios tanto en el terreno económico-social como político; la mayoría de los cuales siguen vigentes hasta hoy.

En estas condiciones, la particularidad del Perú es que el proceso de dictaduras reaccionarias como las vividas en Argentina o Chile en la década del ’70, se “corrió” (aún cuando también el Perú vivió dictaduras militares a los largo de los ’70, aunque de signos diversos) y se expresó de hecho en un régimen como el de Fujimori, que a partir del ’92 asumió la característica de un régimen bonapartista con formas parlamentarias, mas allá de que hubieran elecciones generales en el ’95.

En conclusión: para imponer el neoliberalismo y estabilizar el país, aprovechándose de la circunstancia creada por la existencia de Sendero y su creciente repudio popular, se impuso un cambio de régimen político: de democrático burgués a bonapartista con formas parlamentarias, lo que configuró una especificidad en la década del ’90 respecto de prácticamente todo el resto de la región.

Un régimen que al lado de medidas paternalistas y populistas hacia sectores marginales, descargó una tremenda represión que no sólo asentó sus reales sobre Sendero, sino que fundamentalmente, tuvo entre sus principales objetivos la criminalización de todas las organizaciones sindicales y el asesinato de obreros, campesinos y estudiantes.

En este contexto, hay que dejar sentada una somera caracterización acerca del fenómeno Sendero. Se trató de la expresión de sectores campesinos en condiciones de un extremo atraso; llegando, en el caso de las ciudades, a hacerse de una “cabeza de playa” entre los “pueblos jóvenes” esto es, las zonas de asentamientos de población mayormente marginada o sin trabajo. Pero es sabido que nunca llegó a hacer pie entre sectores importantes de la clase obrera. Entre otras cosas, por su rotundo desprecio y ataque sectario a la organización democrática de base de los trabajadores, campesinos y capas populares. Cumplió, por el contrario, un rol disolvente, atomizador y profundamente reaccionario en este sentido, enemigo jurado y confeso de la democracia obrera.

La caída del “Chino”

Hacia fines de la década del ’90, el régimen de Fujimori fue cayendo en una crisis irreversible. Las guerras fraticidas con Ecuador de los años ’94 y ’97 no lograron parar esta decadencia. Tampoco el afamado ingreso a sangre y fuego en la embajada que había sido ocupada por la guerrilla del MRTA[11] y que se pudo ver por la TV en todo el mundo. Desde el año 1998, empieza entonces el “esmerilamiento” de su gobierno.

Es en este contexto que hace su aparición Alejandro Toledo, el actual presidente del Perú.

En las elecciones del ’95 éste se presenta polarizando populistamente con el perfil del “Cholo” (o sea, presentándose como originario) contra el “Chino” (Fujimori). O sea, aparece tratando de aprovechar el masivo sentimiento contra la opresión entre la población originaria urbana y campesina.

En el 2000, con esta ubicación, se monta en la movilización popular-democrática que se desencadena contra Fujimori, y en la cual la burguesía opositora logra imponer desviar todo al terreno democrático-burgués. Esto, por la vía de la concentración de la atención de la opinión publica en los sonados casos de corrupción de la mano derecha de Fujimori, Vladimiro Montesinos, y en los que está involucrado el mismo presidente.

Se realiza una elección que Fujimori gana por intermedio del fraude. Pero luego se desencadena la famosa marcha de “los 4 Suyos” (2001), hasta que finalmente Toledo gana en la nueva elección, aunque solo por un 4%.

La caída de Fujimori significó un nuevo cambio de régimen: la vuelta hacia la normalidad “democrático-burguesa”. Pero con un elemento específico en el caso peruano: la manutención de muy fuertes rasgos reaccionarios, heredados de Fujimori y de los cuales se sirve la burguesía y el imperialismo para imponer su dominación sobre las masas populares del país.

En este sentido, hay que tener en cuenta el importante elemento de que sigue vigente la constitución Fujimorista del ’92. Esto implica no solo medidas económicas, sino una serie de medidas políticas reaccionarias, como una legislación electoral completamente antidemocrática.

Un lento proceso de acumulación

“Ya anteriormente habíamos señalado que la situación social ‘tiene un dinámica creciente’, aunque esto no significa necesariamente que el país se encuentre o vaya a un gravísimo impasse. Además, esto lo decíamos debatiendo con el PST[12] que planteaba que el gobierno se encontraba ‘entrampado”[13].

Toda la región andina (Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela) vive desde comienzos del siglo XXI una etapa de gran convulsión. Pero si Bolivia, Venezuela y Ecuador se encuentran a la vanguardia de la región, el Perú comparte con Colombia, ser uno de los países que vienen mas atrás.

Hay que explicar las causas de la relativa “estabilidad” de Toledo a pesar de la ínfima aceptación popular que posee (de no más del 10%), cruzado, casi permanentemente, por escándalos de corrupción.

Pero vayamos por partes. En el 2002, la rebelión popular en Arequipa significó un tempranero golpe a Toledo. Fue un levantamiento de toda la población, de las características de la “guerra del agua” en Cochabamba. Sin embargo, no tuvo las mismas consecuencias desde el punto de vista de la acumulación de fuerzas y del proceso de recomposición de los explotados.

El “Arequipazo” se llevó a cabo contra el intento de privatización de la empresa eléctrica de la ciudad. En la práctica, se terminó tomando la ciudad. Coincidió con el asesinato de estudiantes universitarios, una movilización en Puno y Cusco y un paro regional de casi tres días; así como con la sucesión de otros levantamientos en Tambogrande, Cajamarca, Cerro del Pasco, Ilave y Azangaro. Pero como hemos señalado, no alcanzó para herir de muerte a Toledo.

En el 2003, se dio una serie de importantes luchas en otros sectores: profesores universitarios, docentes, la CGTP, construcción civil, estudiantes, desocupados; así como cocaleros del Cusco, Puno y Ayacucho. En el 2004, nuevamente dos estudiantes son asesinados por la represión en Puno, lo mismo que seis cocaleros; así como se dan luchas universitarias en las ciudades de Puno, Trujillo, en la facultad de Ingeniería de Lima, en Tacna y también salen a la lucha los médicos, personal no médico, poder judicial, nuevamente los cocaleros, docentes, etc.

A comienzos del 2005 hubo un hecho de importancia: el “levantamiento” del movimiento Etnocacerista[14]. El mismo consistió en la ocupación de una comisaría por cuatro días en la localidad de Andahuaylas y terminó con la entrega de sus integrantes. Mas allá de toda otra consideración (está claro que no se trató de un movimiento de clase, sino mesiánico), es importante dejar sentada una caracterización de que expresa este movimiento como síntoma:

“Este conjunto de hechos ha provocado una erosión del apoyo popular hacia la institucionalidad ‘democrática’, agravada por una ley electoral reaccionaria que viene de la dictadura Fujimorista, que cierra los espacios democráticos para las amplias mayorías nacionales (...). Hay que decirlo con todas las letras: la rebelión de los Etnocaceristas se justifica y las demandas que han presentado son perfectamente válidas desde el punto de vista de la democracia burguesa: el Congreso debería pronunciarse bancando a Toledo, convocar a elecciones para una Asamblea Constituyente que tendría que hacerse cargo del poder (...). Los hechos de Andahuaylas han desenmascarado a los representantes del sistema que exigían ahogar en sangre a los rebeldes (...). El fracaso de la política de concertación y oportunista de la izquierda tradicional, se ha demostrado también en la rebelión de Antauro Humala. Existe un gran vacío, una horfandad de liderazgo popular clamoroso (...). El levantamiento (...) pone al desnudo la falta de legitimidad social del gobierno, del régimen y de la izquierda electoralera”[15].

Las causas que explican el movimiento Etnocacerista nos dan pistas de por qué Toledo sigue gobernando (con un nivel de aceptación que no pasa del 10%). Y, sobre todo, cual es la razón de que sea tan lento el proceso de acumulación y recomposición entre los trabajadores y sectores populares.

Lo que ocurre es sencillo de explicar, salta de todo el “racconto” que hemos venido haciendo: conjuntamente con la “estabilidad” macroeconómica[16], pesa todavía tremendamente el factor desorganizador de la derrota impuesta por el terrorismo de Estado, la capitulación de toda la izquierda reformista y la acción disolvente de Sendero. Así como las medidas de “ajuste estructural” que golpearon durísimo a la clase obrera y dejaron un tendal de desocupados y marginados. O sea, también “objetivamente” la clase obrera quedó muy golpeada. Y recién está en curso el surgimiento de nuevos sectores de la clase, nuevas radicaciones laborales entre sectores y regiones del país, pero que tienen una menor tradición del lucha. Es el caso hoy de radicaciones laborales en el norte del país, hacia la zona de la selva. Pero este es un tema de importancia estratégica que creemos debe ser mejor estudiado.

Las consignas democráticas

Una de las discusiones en la vanguardia en el Perú, es acerca del actual valor de las consignas democráticas. Entre ellas, la de Asamblea Constituyente. Desde ya que es completamente comprensible que en los sectores más consecuentes se venga “marcados” por la experiencia fallida de la Constituyente del ’79 y la posterior crisis de las corrientes marxistas revolucionarias. Esta experiencia requeriría de un balance específico, pormenorizado, que aquí no podemos hacer ni conocemos a fondo en todos sus detalles.

Sin embargo, es un hecho que por diversas razones esta tarea de impulsar una Constituyente Revolucionaria está planteada en varios países de la región. Ya lo hemos señalado para las circunstancias actuales de Bolivia o el Paraguay.

En el caso de Bolivia, desde estas páginas hemos insistido varias veces en la importancia del problema originario. Esto, al mismo tiempo que denunciamos y luchamos en tiempo real contra la actual imposición de una falsa constituyente pactada desde arriba entre los restos de la “mega coalición” y el MAS de Morales para las próximas elecciones del 6 de julio del 2006 y por la puesta en pie de un instrumento político de clase.

En el caso del Perú (se trata de un país más mestizado que Bolivia, aunque de importante población originaria sobre todo en la región andina y la selva) hay fuertes tareas “democráticas”, pero no del mismo orden que las de Bolivia: remiten –sobre todo– a la continuidad de la Constitución de Fujimori, a la redoblada subordinación al imperialismo y a la permanencia de fuertísimos rasgos reaccionarios que cruzan la vida política del país.

Desde ya reiteramos que no somos conocedores del país. Que son los compañeros del mismo los que tendrán que saber resolver que combinación de tareas y consignas se plantea en cada caso. O sea, su articulación con la lucha contra el TLC[17], la entrega del gas y el agua a los pulpos imperialistas, la flexibilización laboral, la reducción del período de vacaciones y el aumento de las horas de trabajo, etc.

Sin embargo, nos da la impresión que el planteo de una “Constituyente Revolucionaria” que barra con la constitución de Fujimori defendida por las principales fuerzas burguesas (al tiempo que se coloca sobre la mesa el planteo de “Basta de Toledo” y la disolución del parlamento corrupto), es de gran importancia en el actual momento político. Momento, además, en el que se asiste a la ilegitimidad de un gobierno que no llega al 10% de adhesión. Que es sostenido por el APRA de Alan García (se prepara para ganar las elecciones del 2006) y por las principales direcciones del movimiento de masas y partidos de la izquierda “caviar” (o sea, reformista, vendida, corrupta, integrada al aparato del Estado).

Estas tareas, claro está, deben ser levantadas comprendiendo que siempre se las debe subordinar al impulso de las luchas y organización independiente de las masas trabajadoras y en la perspectiva del poder obrero y campesino.

Sin embargo, no levantarla y dejarla en las reformistas manos de las corrientes “estalinistas” o “maoístas” no sólo priva de una importante palanca de movilización, sino que –a la vez facilita el desvío de estas demandas dentro del régimen burgués y no de una manera independiente, democrática-revolucionaria contra el conjunto del régimen político y el sistema de partidos patronales.

Relanzar el marxismo revolucionario

“Los hechos de Andahuaylas han desenmascarado a los representantes del sistema que exigían ahogar en sangre a los rebeldes. Ahí están Unidad Nacional, la CONFIER, el APRA, Acción Popular, el PPC, Solidaridad Nacional, “Somos Perú”, además de los líderes y organizaciones de izquierda apoltronada en este régimen putrefacto. Nos referimos a Diez Canseco (PDD), Rolando Breña Pantoja (MNI, Patria Roja), y a los principales lideres sindicales”[18].

Como ya se ha señalado, la rebelión de los Etnocaceristas ha expresado la bancarrota política de la izquierda reformista. Al mismo tiempo y lamentablemente, entre la izquierda revolucionaria, es un hecho que prácticamente desde la experiencia del FOCEP (que no podemos balancear en estas páginas) la tradición marxista revolucionaria entró en el Perú en una aguda crisis. Se salió de la experiencia de la Constituyente muy mal y luego todo el panorama de la izquierda fue ocupado por Izquierda Unida (PC) y luego por Sendero.

Con la evolución de todas las expresiones “estalinistas” o “maoístas”, se llegó a un panorama que se denuncia como de “total descomposición e integración al régimen capitalista de la mayor parte de esta izquierda”, con muchos ex “izquierdistas” transformados en funcionarios del Estado.

Al mismo tiempo, hoy el Perú es otro país, en un mundo y una región que ha sufrido grandes transformaciones estructurales. Y cuando la caída del Muro de Berlín ha dejado planteada la necesidad de poner sobre la mesa un balance histórico de las revoluciones en el siglo XX. A estas condiciones generales –entonces se le agregan las propias del actual ciclo histórico regional y local.

En estas condiciones, los grupos trotskistas existentes en el país son, hoy por hoy, prácticamente ínfimos. Ahí está el valor de un grupo de compañeros jóvenes como los de la Liga Socialista, que pueden tener un futuro por delante en el sentido de poner sobre la mesa el relanzamiento de la tradición del marxismo revolucionario en el país. Esto, en dura lucha política y teórica contra el populismo y la conciliación de clase de los PC y maoístas, con la perspectiva hoy de unir sus destinos, internacionalistamente, al proceso en curso en el país hermano de Bolivia.


Notas:

1- Periódico “A Luchar”, N° 6. Cusco, Perú. Junio/julio 2005.

2- Resumen que inevitablemente será algo “general” debido a que no podemos dejar de señalar que recién comenzamos a conocer el país como corriente Socialismo o Barbarie Internacional.

3- Localidad central en la experiencia realizada por Hugo Blanco entre los años 1958 y 1963 de organización de sindicatos campesinos revolucionarios. Ver recuadro.

4- Hugo Blanco, idem, pagina 13.

5- “Sindicato Único de Trabajadores de la Educación del Perú”.

6-  “Alianza Popular Revolucionaria Americana”, fundada por el conocido caudillo Haya de la Torre en la década del ’20.

7-  “Sendero Luminoso y la libertad de los presos políticos”, Correo Internacional Nº 60.

8- “Frente Obrero, Campesino, Estudiantil y Popular”, agrupamiento que se presentó a las elecciones y que estaba hegemonizado por corrientes de tradición trotskista.

9- Sobre Sendero sería necesario dejar establecido un exhaustivo balance que no estamos en condiciones de hacer aquí. Hay textos y obras de importancia sobre el fenómeno y claro está, en el Perú el balance de esta frustrada y desastrosa experiencia es de enorme importancia estratégica.

10- Pol Pot fue el dirigente de los Khmer Rojo, organización que estuvo al frente del Estado en Camboya en la década del ’70 y que configuró un desastre de matanzas y retroceso de las fuerzas productivas de los más brutales que ha sido capaz de llevar a cabo la burocracia “estalinista -maoísta”.

11- “Movimiento Revolucionario Tupac Amaru”, de ascendencia no “maoísta” como Sendero, sino “guevarista” y con una base social mas urbana.

12- El “Partido Socialista de los Trabajadores”, es el grupo de la LIT (corriente internacional del PSTU) en Perú. Los compañeros de la LS critican las caracterizaciones objetivistas y exageradas de este grupo a la hora de la valoración de la situación política en el Perú., señalando que en el país “no hay una situación revolucionaria, sino pre-revolucionaria por el análisis social y de la correlación de fuerzas”.

13- Boletín pre-Congreso Nº 2 de los compañeros de la Liga Socialista.

14- El “Etnocacerismo” es un movimiento que proviene de sectores del ejército desplazados en la década del ’90. Han asumido un discurso nacionalista-antiimperialista al que le adosan un perfil originario. No es nada raro que ante el “vacío” dejado por la defección de la izquierda “caviar”, el Etnocacerismo tenga cierto predicamento entre los sectores mas pobres y explotados. Está claro que, al mismo tiempo, su programa no es anticapitalista y sus métodos no son los de la lucha de masas obreras y campesinas, sino de acciones minoritarias de estilo “puchista” y mesiánicas.

15-  “Socialismo o Barbarie”, periódico de la LS del Cusco, Nº 8.

16-  “El gobierno se siente fortalecido (...) porque en su línea de continuidad económica neoliberal, logró acuerdos económicos importantes (...): el acuerdo sobre la construcción de la ruta interoceánica Perú-Brasil; la firma de la explotación de Camisea, el Proyecto Bambas y el avance en las negociaciones del TLC”. Boletín precongreso Nº 2.

17- Tratado de Libre Comercio que Toledo pretenden firmar antes de dejar el gobierno.

18- Periódico de la Liga Socialista del Cusco,  “Socialismo o Barbarie” Nº 8.