Inmigración
y refugiados
El
muro que separa las dos Américas
Por
Miguel Otero
AIS (Agencia de Información Solidaria), 07/12/05
En
las últimas tres décadas, Estados Unidos se han llenado de hispanos.
Uno sólo tiene que dar un paseo por las calles del centro de Nueva
York, Washington DC, Miami, Austin o Los Ángeles, por poner unos
ejemplos, y la lengua que más se escucha, después del inglés, es el
español. El "Aquí se habla español" se encuentra por
todas partes. En las tiendas, en los autobuses, en las oficinas públicas,
en la radio, en la televisión, en los bancos. El castellano está tan
presente en el día a día estadounidense que se puede llegar a
escuchar a turistas suizos decir que "sería bueno saber español
para conocer mejor a los Estados Unidos".
Como
el flujo de ilegales por la frontera es imparable, nadie sabe cuántos
inmigrantes hispanohablantes hay actualmente en el país, pero las últimas
estimaciones apuntan a que ya son más de 20 millones, y eso sin
contar los nacionalizados. La comunidad hispana es la minoría étnica
que más rápido crece en los Estados Unidos y eso se hace notar en
ciudades como Los Ángeles. A las ocho de la mañana de cualquier día
de trabajo, el centro de Los Ángeles se parece más a México D.F.
que a cualquier ciudad estadounidense. En esta metrópolis
californiana la influencia del mundo hispano es tan grande que el
propio alcalde de la ciudad, Antonio Villaraigosa, es también un
latino. Parece como si los hispanos, y concretamente los mexicanos,
estuviesen reconquistando las tierras perdidas en su día. No hay que
olvidarse de que Texas, Arizona, Nuevo México, California y partes de
Nevada, Utah y Colorado pertenecían a la Nueva España, que
posteriormente se convirtió en la República de México.
La
invasión hispana es de tal magnitud que muchos ciudadanos
estadounidenses han empezado a organizarse para contrarrestar esta
avalancha humana. Hace pocas semanas se ha presentado una propuesta
ante el Congreso de Washington para que el inglés se convierta en el
único idioma oficial del país, ya que no puede ser que los hispanos
vayan a las oficinas públicas y puedan hacer todas sus gestiones en
español.
Los
Minutemen de la independencia
El
gobernador de Nuevo México, Bill Richardson, ha declarado el estado
de emergencia en los municipios fronterizos de su Estado ante la
ineficacia de la guardia federal fronteriza en la aprehensión de los
inmigrantes ilegales que saltan a diario el muro que separa la América
rica de la América pobre. La cuestión de la inmigración hispana se
ha convertido en los últimos años en un tema de 'seguridad nacional'
hasta el punto de que han aparecido grupos civiles patrióticos, como
los Minutemen, que han decidido tomar la justicia por su mano.
El
nombre de los Minutemen viene de la época de la independencia de los
Estados Unidos. Los milicianos americanos que vigilaban la costa de
Boston recibían el nombre de Minutemen (hombres minuto) porque en el
momento que divisaban a las chaquetas rojas inglesas en el horizonte sólo
tardaban un minuto en preparase para la batalla. Los Minutemen de
aquellos tiempos eran unos auténticos patriotas, ya que eran los
primeros en arriesgar su vida para impedir la entrada del invasor. Los
Minutemen actuales se creen lo mismo. Piensan que son unos héroes
nacionales por perseguir con sus fusiles a los inmigrantes que, después
de varios días de camino por el desierto, intentan saltar el muro
entre las dos Américas. La mayoría de estos individuos son veteranos
de guerra que están cansados de ver como las autoridades fronterizas
no tienen los suficientes medios para proteger los 3.200 Km. de
frontera que separan México de los Estados Unidos, y han decidido
crear una especie de grupos paramilitares, cuyo objetivo es 'salvar' a
la madre patria de la invasión del sur.
Pero
no todos los estadounidenses piensan que los Minutemen del siglo XXI
son unos héroes nacionales. Miles de ciudadanos americanos
comprometidos con los derechos humanos de los inmigrantes también se
han organizado en las zonas fronterizas de California, Nuevo México y
Texas para hacerle el trabajo imposible a los Minutemen. ¿Quién lo
diría? La frontera que cruza el desierto entre Estados Unidos y México
está ahora llena de actividad. Se trata de un espectáculo único en
el mundo que raya lo ridículo, pero que demuestra la esquizofrenia
existente en la zona.
Primero
están los jeep patrulla del Border Patrol, la guardia fronteriza
federal, cuya misión es proteger la frontera de intrusos y
traficantes. Después están los coches de los paramilitares que
intentan cazar algún inmigrante ilegal. Delante de ellos, o al lado,
o detrás, están los grupos pro derechos humanos que intentan desviar
la atención de los Minutemen con insultos de todo tipo y bailando con
focos de luces al son de un Techno estridente. Y en medio de todo este
jaleo están los inmigrantes ilegales que, en principio, no dan crédito
a lo que ven, pero que no pierden el tiempo y aprovechan el caos para
desaparecer en la oscuridad del desierto.
Overbooking
fronterizo
La
presencia de los Minutemen en las zonas fronterizas no ha mejorado en
nada la situación, más bien la ha empeorado, ya que el estado de
tensión es ahora mayor. Muchos temen que se produzca alguna muerte y
que la situación se agrave aún más. No hay sólo el peligro de que
los Minutemen utilicen sus armas para detener a algún inmigrante. La
zona fronteriza es también el área de trabajo natural de muchos
traficantes de drogas y de personas, y toda esa gente no ve nada bien
que todas las noches unos cuantos paramilitares se dediquen a
patrullar las inmediaciones del muro. "Los narcotraficantes ya
han ofrecido 10.000 dólares por cada Minutemen", declara Eduardo
Burciaga, un residente de Mexicali.
Está
claro que ni el muro de 3.200 Km. de largo y tres metros de alto ni
los Border Patrol ni los Minutemen pueden parar la avalancha de
inmigrantes. Según comentan los mexicanos que ya están al otro lado
de la frontera trabajando de ilegales en las granjas de California,
saltar el muro no es muy difícil. La mayoría de ellos ha entrado al
país por este método. "Te metes por el desierto, caminas tres días,
saltas el muro, y ya está", comenta un sonriente Cruz, natural
de la región mexicana de Oaxaca y con más de tres años de ilegal en
los Estados Unidos. Pero tan fácil no es. Según las autoridades
fronterizas estadounidenses, en los últimos doce meses, 459
inmigrantes perdieron la vida en el desierto. Es triste, pero el muro
natural parece que es más efectivo que el muro construido por el
hombre.
Pese
a todo, esas muertes no minan el deseo de miles y miles de
latinoamericanos de poder algún día escapar de la pobreza y abrazar
el sueño americano. Una encuesta realizada en México por el Pew
Hispanic Centre de Washington indica que el 46% de la población
mexicana reconoce que le gustaría vivir en Estados Unidos, y que el
21% lo haría incluso con el estatus de ilegal. Esta noticia no debería
sorprender a nadie que viva al otro lado de la frontera. Las políticas
neoliberales introducidas en los años 90 en casi toda Latinoamérica,
bajo recomendación o presión de la Casa Blanca, son la causa
principal de que hoy millones de hispanos huyan hacia el norte del
Continente.
Las
privatizaciones masivas, la desregulación y la apertura de los
mercados nacionales y la libre competencia han hecho que aumenten las
diferencias entre pobres y ricos y que muchos tengan que emigrar
porque en sus respectivos países ya no tienen donde trabajar o, si
tienen donde, los salarios son tan bajos que incluso vale la pena
arriesgar la vida por el desierto para salir de la miseria. Cuando uno
pregunta: "¿Por qué quieres ir a los Estados Unidos?" La
respuesta es casi siempre la misma: "Es que en casa la situación
está muy mal, no hay trabajo". Esto es lo que dice también
Marbi, un hondureño que está esperando a que algún traficante le
ayude a pasar por encima del muro, o por debajo, por los cientos de túneles
subterráneos que hay entre Estados Unidos y México.
Salarios
inmigrantes
Por
ahora en el norte hay trabajo de sobra para los hispanos. Justo aquel
trabajo que muchos estadounidenses ya no quieren hacer. Los hispanos
trabajan en las cocinas, de camareros, en la construcción, en la
limpieza, de niñeras, en los establecimientos de comida rápida, en
la recogida de fruta y en las escuelas de los barrios marginales. Ocho
dólares la hora por recoger tomates, 10 dólares la hora por trabajar
en la construcción, siete dólares la hora por trabajar de
lavaplatos. Los hispanos trabajan por poco dinero y, como son
ilegales, no hay que pagarles seguro social, con lo cual los más
beneficiados son los empresarios estadounidenses. "Por la llegada
de inmigrantes los salarios de la construcción no han subido desde
hace años", comenta Rolando, un salvadoreño que lleva en Austin
(Texas) más de una década.
Es
así, por culpa de la llegada de los inmigrantes ilegales: el obrero
estadounidense que no tiene estudios gana hoy relativamente menos que
hace diez años. Es por eso que los obreros nacionales que no han
podido subir de escala social están furiosos. Es por eso que crece el
racismo y aparecen personajes como los Minutemen. Las políticas
neoliberales no sólo afectan a la América pobre, también hacen
estragos en la América rica. No sólo hay un muro físico que separa
la América del Norte de la América Latina. Incluso en los mismos
Estados Unidos hay muros que separan a la gente rica de la gente
pobre. Sólo hay que ver la cantidad de urbanizaciones amuralladas (gated
communities) que hay en ese país para darse cuenta de esta
circunstancia.
Muchos
opinan que el tema de la inmigración masiva y la consecuente bajada
en picado de los salarios, se solucionaría con una buena regularización.
De esta manera, los inmigrantes trabajarían legalmente, contribuirían
con sus impuestos a la hacienda pública y se eliminaría el mercado
negro que tanto hace bajar a los salarios. Otros, en cambio, piensan
que esa idea es una locura. Alexis Chadwick, una chica de Santa Cruz
(California), explica por qué. Sus palabras son un buen reflejo del
pensamiento de una gran parte de la población. "Los que piden
que se abran las puertas a los inmigrantes son unos ingenuos. Es
imposible acoger a todo el mundo. Los inmigrantes no van a dejar de
llegar. Vienen a nuestro país porque es un país rico y sólo van a
dejar de venir cuando nosotros estemos peor que ellos." Mejor no
se podría describir. Las palabras de Alexis son la cruda realidad de
las Américas de hoy.
Libre
comercio para las Américas
Pero
hay otra realidad. Las migraciones masivas hacia los países del norte
que vivimos hoy en día no se van a poder parar mientras imperen las
políticas neoliberales en el mundo. Los países del norte han
abrazado el libre mercado como modelo socioeconómico y ahora tienen
que atenerse a las consecuencias. Las diferencias entre regiones ricas
y pobres son ahora tan grandes que muchos abandonan a sus mujeres e
hijos arriesgando sus vidas para mandar dinero a casa, y no hay muros
que los puedan frenar. Hay que ser consecuentes. Si hay un libre flujo
de dinero y de mercancías, debería haber también un libre
movimiento de personas. La posición del Gobierno de Estados Unidos es
ciertamente oportunista. La Casa Blanca aboga por tratados de libre
comercio con México, con Centro América y hasta con toda Latino América,
pero cuando se propone un libre movimiento de personas, la respuesta
es siempre negativa. La razón es que las desigualdades económicas
son tan grandes que el país se vería literalmente invadido de la
noche a la mañana de mexicanos, guatemaltecos, hondureños, salvadoreños
y nicaragüenses.
Pero
eso tampoco es que sea tan malo, como lo pintan muchos. El choque
entre diferentes culturas puede que traiga tensiones y roces en las
primeras décadas. Pero a medida que la nueva cultura se va asentando
en el país receptor, empiezan a surgir fusiones y mestizajes que
demuestran como, a través de la migración, el ser humano se adapta a
nuevas circunstancias, se enriquece, evoluciona y crea nuevas
culturas. La inmigración hispana de las últimas décadas ha hecho
que hoy muchos estadounidenses anglosajones hablen español, se
interesen por el mundo latino, tomen comida mexicana y bailen al son
de música hispana. En Estados Unidos de hoy en día hay múltiples
proyectos culturales, sociales y académicos que entrelazan la cultura
anglosajona y la latina. La aleación está tan evolucionada que ha
surgido incluso un nuevo pueblo, los chicanos, y un nuevo idioma, el
spanglish.
Estados
Unidos, quieran o no, son una víctima de su pasado. Durante décadas
los americanos del norte estuvieron apoyando a dictadores y políticos
corruptos sin preocuparse mucho por la cohesión social de Latinoamérica.
Sólo les interesaba proteger los intereses económicos que tenían en
la zona, y poco más. Poco les importó que las políticas
neoliberales aumentasen las diferencias entre la América rica y la América
pobre. Pero todo tiene un coste en el libre mercado, y esas políticas
han tenido un precio: la progresiva españolización de la sociedad
estadounidense. No se puede estar jugando durante años a introducir
políticas neoliberales perjudiciales para gran parte de la población
de los países del sur y ahora construir un muro de miles de kilómetros
para impedir la llegada de los pobres. Eso va en contra de las reglas
de la naturaleza, de la historia y de la humanidad. Como dijo en su día
el sabio indio Heinmot Tooyakalet, también conocido como Jefe Joseph,
de la tribu de los Nez Percés: "La tierra fue creada con la
ayuda del sol y debería dejarse como estaba… El campo fue hecho sin
líneas de demarcación, y no es asunto de hombre alguno
dividirlo".
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