Chile
Pinochet +
concertación = Bachelet
Por José Steinsleger
La Jornada, México, 01/02/06
So pretexto del
"pragmatismo" y el "no regreso a lo anterior", la
Concertación de Partidos por la Democracia (CPD) proyectó a Chile al
futuro social cavernícola: el ciudadano credit card, ideológicamente
homogeneizado y políticamente pendiente de pequeños ajustes o
cambios que no comprometen la dinámica de superexplotación del
modelo.
En la noche de la
victoria, entre globos y serpentinas, Michelle Bachelet ponderó la
"economía vibrante" del modelo. A Ricardo Lagos, gobernante
ubicado en el segundo lugar de los más derechistas de América Latina
luego del colombiano Alvaro Uribe, la presidenta regaló hermoso
cumplido: "Es el mejor estadista que ha conocido Chile en toda su
historia".
¿Qué dirían los
familiares del líder sindical Tucapel Jiménez, baleado y acuchillado
en febrero de 1982? El 18 de agosto pasado, en tanto repartía
condecoraciones y premios a escritores de izquierda, Lagos indultaba a
Manuel Contreras Donaire, autor material del asesinato.
El político de
"estatura ética sin igual" justificó la decisión alegando
"razones de Estado" a favor del "bien superior del país"
y señaló que Contreras Donaire cumplió "órdenes
superiores". Asimismo, Lagos impulsó la incorporación a la
Corte Suprema del juez pinochetista Rubén Ballesteros, quien en
distintas causas siempre votó a favor de la impunidad del tirano.
Por su lado, el
ministro Juan Eduardo Fuentes aplicaba la prescripción de la causa
que investigaba la exhumación y posterior lanzamiento al mar de
cuerpos de personas muertas en el palacio de La Moneda en septiembre
de 1973. Fuentes consideró que el hecho constituía una infracción
al artículo 144 del Código Sanitario y que, por tanto, "... no
procede darle carácter de crimen o delito de lesa humanidad".
Con motivo de la
Operación Puerto Montt (nombre clave que la Dirección Nacional de
Inteligencia daba a los operativos de exhumación y posterior
lanzamiento al mar de más de 400 cadáveres de 1974 hasta fines de la
década), Lagos declaró: "Siempre es importante ver en qué
medida damos pasos para una agenda de futuro, en qué medida vamos
cerrando heridas" (ver ampliación de estos casos en Proceso,
11/9/05).
Podemos entender el
regocijo de Estados Unidos y de los tartufos de la "izquierda en
libertad" ante la llegada de Michelle Bachelet a la presidencia
de Chile. ¿Pero a cuento de qué el imperialismo y las oligarquías
nativas festejan el triunfo democrático de la primera gobernante
socialista de América?
Hemos visto que en 1973
Chile fue precursor y país probeta de ensayo del modelo ideológico y
socioeconómico neoliberal. ¿Por qué más de 30 años después el
modelo guarda notable aceptación en distintas capas de la sociedad y
no sólo entre las más privilegiadas?
El olvidado Pedro
Vuskovic, ex ministro de economía de Allende, decía: "... lo
que empuja a la pequeñoburguesía al enemigo es no presentarle a éste
batalla, es decir, la inexistencia de una verdadera alternativa
popular" (América Latina: ¿qué sigue al fascismo? Ed. Pueblo
Nuevo, México 1976, p. 43).
Sin embargo, el
agotamiento del dogma neoliberal y la ausencia de alternativas de
cambio real hicieron que la mayoría de los chilenos votasen a
conciencia por lo "menos peor". Pero cuidado: sólo medio
millón de votos hacen la diferencia entre el Chile antipinochetista
(no necesariamente antimperialista) y el Chile pinochetista.
Con vuelo profético,
Vuskovic escribió: "Entendida la dominación fascista como
esfuerzo extremo y último de preservación y desarrollo del
capitalismo dependiente, carecería de sentido que a su derrota
siguiera un proyecto de reconstitución de los mismos términos que
agotaron su eficacia..." (ídem, p. 40)
En eso consistió la
"militancia" de la señora Bachelet, burócrata de un
"socialismo" que en 1988 optó por marchar en dirección
contraria a las advertencias de Vuskovic, colaborando en "... la
reconstrucción de la misma institucionalidad que forjó históricamente
la burguesía y que no vaciló en arrasar cuando se le hizo
insuficiente para asegurar su dominación" (ídem).
A 15 años de su traición
a la resistencia popular, la CPD puso la cereza roja sobre el pastel
pinochetista: una presidenta "socialista" que del discurso
borra cualquier connotación o vocablo asociado a las categorías de
explotación, alienación, dominación, soberanía popular, etcétera.
En tal sentido, el
"socialismo" de la señora Bachelet sería al socialismo lo
que el "humanismo cristiano" a la democracia cristiana, el
"comunismo" al gobierno de China Popular, o el "libre
mercado" al comercio justo y equitativo.
Con perfiles estudiados
y gestos pulidos, el socialismo hello, Kitty de Bachelet fue pensado
para simular acuerdos y "consensos" en un mundo de
divisiones reales y activas. Y su cometido apunta a perfeccionar la
despolitización en las tomas de decisiones, preservando al sistema de
las incertidumbres y avatares de la democracia auténtica y real.
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