Lula,
Kirchner, Tabaré, Evo...
¿Nuevos
vientos desde la izquierda o
aire caliente desde una nueva derecha?
Por
James Petras
La
Haine, 13/03/06
Los
regímenes de "centro–izquierda" en América Latina hacen
gestos simbólicos de oposición frente a las exigencias del régimen
de extrema derecha imperialista de Bush. Sería sin embargo un error
considerar éstos gestos como una señal de reavivamiento de la
izquierda cuando de hecho el crédito es debido a los movimientos de
masas de esos países que piden algo más que gratificación simbólica
y un giro acusado hacia transformaciones socio–económicas
sustanciales.
Introducción
Hace
varios años le pregunté al editor de un importante periódico de
negocios estadounidense (Forbes) sobre un presidente mexicano
(Echeverría) que estaba hablando en una conferencia de izquierdas que
conmemoraba al presidente chileno, Allende. Me contestó:"Le
habla a la izquierda y trabaja para la derecha."
Una
revisión real de la actuación reciente de los presidentes de
"centro–izquierda" de América Latina, se ajusta muy bien
al comentario de ese editor del Forbes, y que es contraria a mucha de
la opinión de la izquierda europea y estadounidense.
¿Qué
es la "izquierda"?: Método
Antes
de cualquier discusión de los regímenes de
"centro–izquierda" en América Latina hoy, es importante
repasar lo que quiere significa exactamente ser de izquierdas desde
una perspectiva histórica, teórica y práctica. El método para
determinar "qué es la izquierda" está basado en analizar
la esencia y no los símbolos o la retórica de un régimen o un político.
Las medidas prácticas incluyen los presupuestos, la propiedad, los
beneficios, el empleo, la legislación laboral y las prioridades en el
gasto y la renta. La clave está en centrarse en los actuales
referentes sociales, en las configuraciones sociales de poder y de
alianzas – no el pasado – dada la cambiante dinámica del poder y
de las clases políticas. El tercer problema metodológico es
diferenciar entre una campaña política y las políticas de un
partido político en el poder, puesto que hay una conocida gran
diferencia entre ellos.
Qué
es izquierda: Criterios
Histórica
y empíricamente hay un acuerdo general entre académicos y activistas
acerca de lo que constituye el criterio y los indicadores para definir
a una política de izquierdas. Éstos incluyen:
1.
Disminución de las desigualdades sociales, 2. Incremento de los estándares
de vida, 3. El interés general y la propiedad nacional por encima de
la propiedad privada y extranjera, 4. Los impuestos progresivos (
rentas / empresariales) por encima de los regresivos (IVA, consumo),
5. Prioridades presupuestarias que favorezcan los principales gastos
sociales e inversiones públicas en trabajo en lugar de subsidios a
los explotadores y al pago de la deuda externa, 6. Promoción y
protección de la propiedad nacional de las materias primas por encima
de la explotación extranjera, 7. Diversificación de la producción
para valorar productos añadidos como oposición a vender materias
primas sin procesar, 8. Subordinación de la producción para la
exportación al desarrollo del mercado interno, 9. Participación y
poder popular en las tomas de decisión como oposición a las
decisiones de la élite hechas a través de negocios, la banca
internacional (FMI) y las élites políticas, 10. Consulta con los
movimientos de masas en la selección de ministros claves en los
gabinetes de gobierno en lugar de con las élites de los negocios
locales y extranjeras, 11. Adopción de una política exterior
antiimperialista contra el apoyo a los libre–mercados, a las bases
militares y a las guerras imperiales y de ocupación, 12. Revocar
privatizaciones perjudiciales, y oponerse a su ampliación y
consolidación 13. Aumentando del salario mínimo en contra del exceso
de pagos de la deuda externa y 14. Promoción de una legislación
laboral que facilite la organización sindical, una educación y
servicios de salud públicos gratuitos y universales.
Con
estos criterios en mente podemos proceder a analizar y evaluar a los
regímenes de "centro izquierda" contemporáneos para
determinar si "los Nuevos Vientos de la Izquierda" están
barriendo América Latina.
Brasil
– Presidente Lula 2003–2006
Lula,
incluso antes de su elección, firmó una carta de entendimiento con
el FMI ( junio del 2002) para pagar la deuda externa, para mantener un
excedente presupuestario del 4% (con posterioridad superior al 4,5%),
para mantener la estabilidad macroeconómica y continuar con reformas
neo–liberales. Encima de las elecciones, recortó drásticamente las
pensiones de los empleados públicos en un 30% (y presumió de que él
tenía el "valor" para llevar a cabo las
"reformas" del FMI, en las que anteriores presidentes de
derechas fracasaron). La política agraria se dirigió hacia financiar
y subvencionar exportaciones del agro–negocio, mientras el programa
de la reforma agraria se estancó e incluso retrocedió. La promesa de
Lula a su "aliado", el Movimiento de Trabajadores sin Tierra
(MST), para distribuir tierra a 100.000 familias cada año fue
totalmente dejada de lado. Bajo el anterior régimen de
centro–derecha del presidente Cardoso, 48.000 familias recibieron
tierra cada año, en comparación a las 25.000 al año bajo Lula,
quedando más de 200.000 familias acampadas junto a las carreteras
bajo tiendas de plástico y 4,5 millones de familias sin tierra sin
esperanza.
Para
"promover" la inversión de capitales, Lula introdujo una
legislación laboral aumentando el poder de los patronos para despedir
a los obreros y bajó el costo de la indemnización por despido. Los
programas sociales de salud y educación fueron severamente reducidos
en más de un 5% durante los primeros tres años, mientras que los
acreedores de la deuda externa recibieron puntual (e incluso
anticipadamente) los pagos de los 150.000 mil millones de dólares;
haciendo de Brasil un "modelo" de deudor. Las anteriores
privatizaciones, de dudosa legalidad, de la lucrativa petrolera (Petrobras), la minería (Vale del Rio Doce), se ampliaron a bancos, a
la infraestructura pública y a los servicios y telecomunicaciones –
invirtiendo setenta años de historia – haciendo Brasil más
vulnerable a la producción deslocalizada de propiedad extranjera.
Las
exportaciones de Brasil asumieron cada vez más el perfil de productor
primario; las exportaciones de hierro, soja, azúcar, zumo de cítrico,
y madera crecieron mientras que su sector industrial se estancó
debido a los tipos de interés más altos del mundo, 18.5%, y a la
bajada de los aranceles. Más de 25.000 obreros del calzado perdieron
sus empleos debido a baratas importaciones chinas. Brasil, después de
Guatemala, seguía siendo el país con las más grandes desigualdades
de América Latina. La política de Lula en pro de la agro–exportación
llevó a la explotación acelerada del bosque de lluvia del Amazonas y
a profundas incursiones en el territorio indio brasileño, gracias a
los recortes del presupuesto de las Agencias de Medioambiente y de
Asuntos Indígenas.
Lula,
en política exterior, envió tropas y funcionarios a que ocuparan
Haití, para defender el régimen títere, resultado de la invasión
orquestada por EE.UU. y la deposición del presidente electo, Aristide. Las diferencias de Lula con los EE.UU. sobre el ALCA eran
claramente sobre la complacencia norteamericana con el "libre
comercio" y no sobre defensa alguna de los intereses nacionales.
Cuando Lula declaró, "el comercio libre es el sistema mejor,
proporcionado a quien lo practica" – significaba su oposición
a la protección y a los subsidios estadounidenses a la agricultura.
Los
importantes ministerios económicos de Lula y los cargos en la banca
central fueron dominados por banqueros de derechas, los ejecutivos
corporativos y los ideólogos neo–liberales se unieron al FMI y las
corporaciones multinacionales ocuparon los ministerios de Finanzas,
Economía, Comercio y Agricultura; y el Banco Central.
Mientras
Lula se opuso al golpe contra Venezuela en abril del 2002, patrocinado
por los EE.UU., así como a otras medidas extremistas y habló a favor
de una mayor interacción latinoamericana vía MERCOSUR, en la práctica
sus principales políticas de comercio se centraron en ahondar sus
lazos fuera de la región; con Asia, Europa y América del Norte.
Los
datos empíricos en todos los indicadores importantes demuestran que
Lula encaja más cerca del perfil de un político neo–liberal de
derechas que de un presidente de "centro–izquierda". Los
intelectuales y periodistas que clasifican a Lula como un izquierdista
se apoyan en su bagaje social, sindical y ocupacional, de veinte a
treinta años atrás y en sus teatrales gestos simbólicos populistas.
Argentina
– Presidente Kirchner (2003– al presente)
Bajo
el presidente Kirchner, Argentina ha crecido a una velocidad del 8.5%
al año, incrementando sustancialmente los beneficios de la exportación,
el desempleo se ha reducido de un 20% a aproximadamente un 15%, han
aumentado las pensiones y los sueldos, se ha renegociado una porción
de la deuda externa privada y se han revocado las leyes que les concedían
impunidad a los verdugos militares. Comparado a las políticas
liberales en extremo de Lula, Kirchner parece un líder progresista.
Visto desde una perspectiva de izquierdas, sin embargo, el régimen
queda bien lejos. Kirchner no ha revocado ninguna de las fraudulentas
privatizaciones estratégicas de la energía de Argentina; petróleo e
industrias eléctricas. Bajo su régimen los beneficios de las
principales empresas de sectores agro–industriales y del petróleo
han subido como un cohete sin los correspondientes aumentos de los
sueldos. En otras palabras, las desigualdades o han aumentado, o han
seguido siendo las mismas dependiendo de sectores. Mientras Kirchner
ha financiado y subvencionado la revitalización de la industria y la
promoción de las agro–exportaciones, los sueldos han alcanzado
apenas el nivel de 1998, el último año antes de la crisis económica.
Es más, mientras que los niveles de pobreza han decrecido de su
cresta de más del 50% en el 2001, aún están cerca del 40%; para un
país que produce bastante grano y carne para suministrar a una
población seis veces el tamaño de Argentina. Los ministerios económicos,
de finanzas y los banqueros centrales de Kirchner tienen lazos a largo
plazo con el capital internacional y los bancos. Mientras el
crecimiento económico y alguna mejora social han tenido lugar, mucho
de lo cuál puede atribuirse a los favorables precios mundiales para
la carne, el grano, el petróleo y otras materias primas. En política
exterior Kirchner, como Lula, se opone al ALCA porque los EE.UU. se
han negado a la reciprocidad bajando sus aranceles aduaneros.
La
política exterior de Kirchner es escasamente antiimperialista: Las
tropas Argentinas ocupan Haití a petición de los EE.UU. y se
comprometen en maniobras conjuntas con los EE.UU.. Si bien Kirchner
repudió la ley de impunidad, ningún nuevo juicio ni castigo han sido
impartidos todavía. Al tiempo que Kirchner se opone a los ataques
estadounidenses, apoya la propuesta estadounidense de llevar a Irán
ante el Consejo de Seguridad de la ONU. Mientras que el desempleo ha
descendido, uno de cada seis argentinos está todavía sin trabajo. La
ayuda por desempleo permanece en los 50 dólares por familia al mes.
Aunque los sueldos nominalmente han aumentado, la creciente inflación
de más del 10% ha reducido los ingresos reales para la mayoría de
empleados públicos. Las estructuras del poder socio–económico
permanecen en su lugar; de hecho Kirchner ha jugado un importante
papel restaurando y consolidando la hegemonía capitalista después de
los masivos levantamientos populares de diciembre del 2000. Él ni ha
redistribuido la propiedad, ni la renta ni el poder, excepto entre los
diferentes segmentos de la clase capitalista.
Su
crítica a Washington sólo se extiende a las medidas del
intervencionismo más extremo que buscan perjudicar los grandes
negocios argentinos y convertirlos en un cliente impotente: de aquí
la oposición de Argentina al intento del Departamento de Estado de
formar un bloque anti–Chávez. El rechazo de Kirchner está basado
casi exclusivamente en el hecho de que Argentina recibe gasolina y
petróleo a precios subvencionados, ha afianzado un importante
contrato de construcción naval y ha firmado lucrativos acuerdos de
comercio con Venezuela para comercializar sus productos agrícolas y
manufacturados. Con respecto a Cuba, Kirchner abrió relaciones diplomáticas
pero ha mantenido su distancia. Si bien las relaciones diplomáticas
son excelentes con Chávez, no comparte ninguna de sus políticas
redistributivas.
En
conclusión, en Kirchner no se halla ninguno de nuestros criterios
como izquierdista. Es más claramente un conservador pragmático que
disentirá de los EE.UU. cuando sea beneficioso para su agro–negocio
y para la base social capitalista e industrial. En ningún punto, ha
cambiado Kirchner nada del excedente presupuestario, empleado ahora
para pagar la deuda externa, para financiar las deterioradas
instalaciones de salud y educación y proveer de sueldos mejores al
personal de esos vitales sectores públicos.
Uruguay
– presidente Tabare Vázquez
Tabare
Vázquez fue elegido por una coalición electoral (El Frente Amplio y
Encuentro Progresista) que incluía a Tupamaros, comunistas,
socialistas y un surtido de democristianos y liberal–demócratas.
Sin embargo sus nombramientos claves en el Banco Central y el
Ministerio de Economía (Danilo Astori) son neo–liberales de la línea
dura y defensores de continuar el anterior constreñimiento del
presupuesto hacia el gasto social al tiempo que se financia
generosamente a las élites de la agro–exportación.
Durante
la Cumbre Económica del Mar del Plata (Argentina) en noviembre de
2005, mientras decenas de miles protestaban contra Bush y Chávez
declaraba la muerte del ALCA, Tabare Vázquez y Astori firmaron un
amplio acuerdo alcanzando sobre " protección de
inversiones" con los EE.UU. que abrazaba los más importantes
principios del mercado libre incluidos en el ALCA. Astori, con el
apoyo de Tabare Vázquez, no sólo ha rechazado la re–nacionalización
de empresas, sino que ha propuesto proceder a privatizar las
principales empresas del estado incluso una compañía de agua, a
pesar del voto en referéndum popular que sobrepasó el 65% a favor de
mantener la propiedad estatal. El régimen de Tabare Vázquez no ha
tomado ninguna medida para disminuir las desigualdades y ha puesto en
su lugar una vil "creación del trabajo" y un programa de
ayuda y comida de emergencia que cubre a una pequeña porción de
pobres, uruguayos indigente y desempleados.
Mientras
el gobierno ha extendido la alfombra real a los pies de una factoría
celulosa de propiedad finlandesa, altamente contaminante que
perjudicará a las comunidades pesqueras y quizás incluso a
importantes instalaciones turísticas aguas abajo. La firma unilateral
de Tabare Vázquez y Astori con la polémica fábrica ha producido un
importante conflicto con Argentina que hace frontera con el Río
Uruguay donde la planta se establecerá.
El
régimen de Tabare Vázquez ha rechazado cada posición programática
importante abrazada por el Frente Amplio en sus 30 años de
existencia: desde enviar tropas en apoyo de la ocupación de Haití,
hasta privatizar propiedades públicas, abrazando el comercio libre,
dando la bienvenida a la inversión extranjera e imponiendo austeridad
a los sueldos y control sobre la clase trabajadora. Tabare Vázquez,
como Kirchner, restableció relaciones diplomáticas con Cuba, pero
evita cualquier relación cercana con Venezuela.
Es
probable que los aspectos más extraños del gobierno del Frente
Amplio son la conducta de los Tupamaros, el antiguo grupo de guerrilla
urbana convertido en senadores y ministros. El ministro de
Agricultura, Mújica, apoya el agro–negocio y la inversión
extranjera en la agricultura mientras da firmeza a la ley de
desahuciar a los ocupantes sin tierra en el interior. El senador
Eleuterio Huidobro ataca a los grupos de derechos humanos que exigen
investigaciones judiciales contra los oficiales militares implicados
en los asesinatos y desapariciones de prisioneros políticos. Según
Huidobro, el "pasado es mejor olvidarlo". Él abraza al ejército
y vuelve la espalda al recuento de sus anteriores camaradas que fueron
torturados, asesinados y enterrados en tumbas anónimas.
Bolivia
– Evo Morales
Probablemente
el ejemplo más llamativo de los regímenes de
"centro–izquierda" que han abrazado la agenda
neo–liberal es el régimen de Morales en Bolivia.
Entre
octubre del 2003 y julio del 2005, gran cantidad de obreros de fábricas
y trabajadores urbanos desempleados y campesinos indios fueron muertos
en la lucha por la nacionalización del petróleo y el gas, el sector
económico más lucrativo de Bolivia. Dos presidentes fueron
derrocados por levantamientos en masa en dos años y medio por
defender la propiedad extranjera de los recursos de energía. Evo
Morales no participó en ninguno de estos levantamientos, de hecho él
apoyó al presidente, neo–liberal Carlos Mesa apresuradamente
nombrado hasta que, también, fue desalojado del poder.
Como
presidente, Evo Morales ha rechazado total y categóricamente la
expropiación del gas y el petróleo y ha proporcionando a largo plazo
explicitas garantías a gran escala de que todas las principales
infraestructuras de las corporaciones multinacionales se reconocerán,
respetarán y protegerán por el estado. Como consecuencia, las
empresas multinacionales no sólo han expresado su apoyo por Morales
sino que se han alineado para ampliar y ahondar su control y explotación
de estos recursos energéticos no–renovables.
Morales,
a través de una manipulación semántica no demasiado diestra, afirma
que "nacionalización" no es expropiación y cambio de
propiedad al estado. Según la "nueva" definición de
Morales, la propiedad estatal minoritaria de acciones, los aumentos de
impuestos y la promesa de "industrializar" las materias
primas son equivalentes a la nacionalización. Mientras los términos
exactos de los nuevos contratos tienen que ser publicados todavía,
toda las principales multinacionales están por completo de acuerdo
con las políticas de Morales. La prueba es que Petrobras, el
principal gigante brasileño de propiedad privada del petróleo y el
gas, se prepara para invertir 5 mil millones de dólares durante los
próximos 6 años en la explotación de gas y petróleo y en la
construcción de un complejo petro–químico. Repsol (la
multinacional española), promete invertir 150 millones de dólares,
Total (francesa), BP (británica) y cada una de las otras principales
multinacionales de la energía y la minería han dispuesto ampliar las
inversiones y cosechar billones en ganancias bajo el paraguas
proteccionista de Morales y su régimen del MAS (Movimiento al
Socialismo).
Ningún
régimen anterior en la historia boliviana ha abierto el país a la
explotación mineral a tantas multinacionales en esos campos
lucrativos en semejante corto periodo de tiempo. Además de la venta
general del petróleo y el gas, Morales ha declarado que procederá a
privatizar los campos de hierro de Mutun (60 kilómetros cuadrados con
una estimación de más de 40 mil millones de toneladas con un valor
estimado de más de 30 mil millones de dólares), siguiendo a sus
predecesores neo–liberales. Los únicos cambios que Morales
introducirá en el orden son aumentar la porción de impuestos que
Bolivia recibirá de 0.50 centavos estadounidenses por tonelada a una
cantidad no desvelada "pero razonable" (según las
multinacionales).
Contrariamente
a sus promesas, Morales se ha negado a triplicar el salario mínimo.
Su Ministro de Economía ha prometido mantener las políticas de
austeridad fiscal del régimen anterior y de "estabilidad
macroeconómica" mientras que el aumento del salario mínimo
sumará menos del 10%. El gobierno de Morales incrementó el sueldo
base de los maestros un magro 7%, pero que 0en términos reales es
menos del 2%. El sueldo base de los maestros es de 75 dólares al mes,
así que su aumento neto bajo el nuevo "revolucionario"
presidente indio es menos de 2 dólares al mes (y esto en un momento
de precios record para las exportaciones de las materias primas
bolivianas)... en un tiempo de superávit presupuestario, nada menos.
Evo
Morales, el líder cocalero, declaró su apoyo por la presencia
continuada de la base militar estadounidense de Chapare, y a la
intrusiva presencia de la agencia estadounidense contra el narcotráfico,
DEA, al tiempo que reducía las áreas de producción de la coca a
menos de medio acre para uso médico doméstico, siguiendo las
exigencias de la política estadounidense.
Los
nombramientos de Morales en los ministerios económicos, de defensa y
otros han estado vinculados al FMI, al Banco Mundial y a los regímenes
neo–liberales anteriores.
Se
opone Morales y su Ministro de Agricultura a expropiación alguna de
cualquier gran terrateniente, "sean dueños de...5.000, 10.000,
25.000 o más acres con tal de que sean productivos". Esto ha
acabado eficazmente con las esperanzas de millones de campesinos
indios sin tierra para una "reforma agraria profunda" como
fue prometido por el presidente indio. En cambio Morales está
promoviendo la agricultura de la agro–exportación con subsidios
generosos e incentivos fiscales.
Lo
más indicativo de las políticas comerciales en pro de los grandes
hombres de negocios de Morales, fue la firma en febrero de 2006 de un
pacto con la Confederación de Hombres de Negocios Privados de Bolivia
en la que él prometió mantener la "estabilidad macroeconómica"
y la "credibilidad internacional" del país. Esto, en
efecto, significó reducir el gasto social y promover la inversión
extranjera, priorizando las exportaciones, manteniendo la estabilidad
monetaria y sobre todo promover los inversores privados. El servilismo
abyecto de Morales antes de la élite capitalista boliviana fue
evidente en su decisión reactivar el Consejo Comercial Nacional que
analizará y tomará decisiones sobre problemas económicos y políticos.
Morales dijo, "estoy pidiéndoles a los hombres de negocios que
me apoyen con su experiencia". (Olvidándose de añadir, su
experiencia en aprovecharse de la mano de obra.) Les vino a pedir a
los hombres de negocios que le aconsejaran sobre el "ALCA,
MERCOSUR... sobre los acuerdos con China, con EE.UU. ...así como sus
beneficios para el país". El presidente de la Confederación
Comercial, Guillermo Morales, dio énfasis a la importancia de firmar
inmediatamente el acuerdo de libre comercio (ALCA).
Mientras
Morales estaba firmando un pacto comercial se negó a encontrarse con
los líderes del FEJUVE (La Federación de Consejos de Barrio de El
Alto), la organización urbana más grande, más activa y democrática
de Bolivia que fue muy activa liderando la lucha en el derrocamiento
de los anteriores presidentes neo–liberales y en reclamar la
nacionalización del gas y el petróleo. Morales recibió el 88% de
los votos en El Alto, que sufrió cifras importantes de muertes y
lesiones en la concurrencia a su elección. Morales nombró a 2
ministros del FEJUVE, Mamani (Ministro de Agua) y Patzi (Ministro de
Educación) sin llamar a consulta al FEJUVE que toma todas las
decisiones vía asambleas populares. Se obligó a ambos ministros a
que dimitieran del FEJUVE en parte porque Patzi rechazó la exigencia,
desde mucho tiempo, de crear una universidad de maestros para los
800.000 residentes de El Alto, afirmando que era un "costo
inaceptable para el sistema" (dado el presupuesto de austeridad
selectiva de Morales). Igualmente reprensible, Mamani se ha negado a
expulsar a la multinacional extranjera Aguas del Illimani que
sobrecarga a los consumidores y no proporciona los servicios
adecuados.
Según
el FEJUVE, el régimen de Morales ha fracasado en tratar con el
problema más elemental como son las exorbitantes tarifas eléctricas,
la ausencia de cualquier plan para proporcionar y conectar las casas
con el gas de calefacción y las líneas de agua. Las confederaciones
y federaciones de los principales sindicatos (ZURO, Mineros y otros)
han protestado por la negativa de Morales a abrogar las anteriores
leyes laborales reaccionarias de sus predecesores que
"flexibilizaron a los obreros"; autorizando a los patronos a
contratar y despedir a los obreros con impunidad. En premio a sus políticas
en pro de los negocios, Japón, España y el Banco Mundial han
"perdonado" la deuda externa de Bolivia.
Morales
ha sobresalido en el "teatro público" adoptando un estilo
"populista" y folklórico que les es simpático a las clases
bajas. Pronunció parte de su Discurso Presidencial al Congreso en
lengua Aymara; baila con las multitudes durante el carnaval; declara
una reducción de su sueldo presidencial... como parte de un programa
de austeridad que baja los estándares de vida a millones de
bolivianos pobres. Anuncia un "complot" contra él por compañías
petroleras no especificadas para reunir apoyo entre sus seguidores,
mientras firma la cesión de recursos energéticos del país... a las
compañías petroleras. Es innecesario decir, que ni los ministerios
de Defensa o Interior eran conscientes del "complot", ni
nunca fue presentada prueba alguna. Pero el "complot"
inexistente sirvió para distraer la atención de su traición energética.
Mientras Morales hablaba de su estimado amigo Hugo Chávez y abrazaba
a Fidel Castro, le concedía bases al ejército estadounidense y
oficinas a la DEA y transfería muchos miles de millones de dólares
de la energía y minería de Bolivia a los EE.UU. y a las
multinacionales europeas y brasileñas. Morales ha mejorado las
relaciones diplomáticas con Cuba y Venezuela y ha asegurado la ayuda
social y económica pero las bases económicas de sus políticas y las
instituciones económicas dominantes se orientan hacia la integración
con los países imperiales occidentales.
Los
análisis empíricos demuestran que el régimen de las Morales está
siguiendo los pasos de sus predecesores neo–liberales en términos
de su gran perspectiva comercial y su obediencia a las políticas
fiscales , monetarias y presupuestarias del FMI. Sus políticas,
nombramientos, lazos institucionales y grandes beneficios comerciales
se acercan más al centro–derecha que a cualquier
"izquierda."
Una
Nota sobre Perú y Ecuador
En
un primer momento en el cargo, la izquierda saludó la elección de
Toledo en Perú y Gutiérrez en Ecuador, citando sus plebeyos
principios, sus alianzas con organizaciones indias (como CONAIE en
Ecuador) o los orígenes indios (Toledo hablaba Quechua y llevó
poncho durante su campaña electoral). A pesar del hecho que Toledo
fue diplomado del programa graduado neo–liberal de Stanford y un
funcionario del Banco Mundial, la izquierda aclamó su oposición a la
dictadura de Fujimori (con el apoyo de los EE.UU.) como una señal de
que el "cambio vendría."
De
hecho el cambio entró en forma de privatizaciones intensificadas de
la minería, el agua y la energía, subsidios para los exportadores
agro–mineros, levantamiento de los aranceles aduaneros al comercio y
deteriorando las condiciones de vida de los pobres y de la clase
media. Durante los últimos 3 años las encuestas de opinión de
Toledo nunca pasaron del 15% y mayormente rondaron por debajo del 10%.
Gutiérrez
abrazó las doctrinas del FMI una vez en el cargo, respaldó
ampliamente el Plan Colombia de los EE.UU., apoyando la base militar
norteamericana de Manta, propuso la privatización del petróleo
estatal y de las compañías eléctricas, encarceló a los líderes
sindicales que protestaban, dividió el movimiento indio a través de
la financiación selectiva ligada a los líderes evangélicos de
derechas y, con el tiempo, fue desalojado por un levantamiento popular
en el 2005. El legado de Gutiérrez fue un movimiento social indio muy
debilitado (CONAIE), la desacreditación de Pachacutik, su partido
fraternal, y un movimiento sindical decapitado.
Sólo
después de que el daño político fuera un hecho consumado, tardíamente,
la izquierda reconoció la naturaleza reaccionaria de los regímenes
de Gutiérrez y Toledo, se disociaron de ellos y dejaron de referirse
a los mismos como parte de los "Nuevos Vientos de la
Izquierda."
La
infortunada historia de la izquierda intelectual
Las
grandes mayorías de América Latina; obreros, campesinos,
desempleados y pobres han sufrido las graves consecuencias del apoyo
de sus movimientos a los partidos y coaliciones de
"centro–izquierda". Muchos reproches deben recaer sobre
sus líderes inmediatos, algunos de los cuales fueron co–optados,
otros decepcionados, manipulados o auto–engañados. Pero parte del
fracaso reside en los intelectuales de izquierdas, periodistas, gente
de las ONGs, y académicos que escribieron y hablaron a favor de políticos
y partidos de "centro–izquierda". Ellos promovieron sus
virtudes, sus historias y sus promesas; ellos loaron sus
oportunidades, sus fundamentos plebeyos, y su honestidad; de una forma
superficial, inmensamente ignorante y acrítica.
La
lista de intelectuales izquierdistas cubre los tres continentes y se
lee como un 'quién es quién' de la izquierda: Emir Sader, Michel
Lowy, Heinz Dietrich, Perry Anderson, Atilio Boron, Raul Zibechi, Frei
Betto, Noam Chomsky, Ignacio Ramonet entre otros. Todos en uno u otro
grado, durante un tiempo más largo o más corto cantaron a coro que
"los Nuevos Vientos de la Izquierda están soplando en América
Latina". Una lectura de cerca de sus escritos revela que los
intelectuales de izquierdas fueron influenciados más por el texto y
la retórica de las personalidades y partidos de
"centro–izquierda" y menos por sus prácticas de clase,
políticas económicas, nombramientos políticos estratégicos y sus
vinculaciones con las élites antes y después de ser elegidos.
En
general, los intelectuales de izquierdas fueron seducidos por símbolos
políticos, formas políticas y políticas de identidad (sobre todo la
presencia de "indios" y mujeres en posiciones de poder) y no
por el contenido socio–económico y por la naturaleza de clase de
sus políticas. Generaron mucho de la identidad étnica
"india" o de los orígenes sociales del partido o
personalidad a expensas de su transformación neo–liberal, de su
referencia a los grupos de la élite de los negocios, de su actual
asociación a la élite socio–económica. Jugaron dentro de los
gestos políticos y el teatro: las promesas de reducir los sueldos
presidenciales (Morales), ceremonias rindiendo homenaje a las luchas
del pasado (Tupamaros), llorando o "sintiendo" por los
pobres (Lula) en lugar de en la venta de las materias primas estratégicas
a las corporaciones multinacionales extranjeras.
En
parte los juicios de los intelectuales de izquierda fueron dañados
por un recuerdo nostálgico de años pasados; cuando conocieron a Lula
como un líder sindical (hace 25 años), al Frente Amplio (resistiendo
a la dictadura militar de Uruguay en los años setenta), Evo (como el
líder militante de agricultores de coca en los años noventa),
Kirchner (como un simpatizante de los montoneros en los años
setenta). Escribiendo sobre la base de identidades fuera de tiempo,
los intelectuales de izquierdas no intuyeron, analizaron o entendieron
la inmensa transformación de la izquierda hacia la derecha. En cambio
inventaron un inexistente pero hospitalario
"centro–izquierda" que se ajustara a anhelos y deseos de
estar "contra" el sistema mientras se era parte del mismo.
No
pocos intelectuales de izquierdas fueron impresionados por los gestos
diplomáticos del "centro–izquierda" de amistad hacia Cuba
y Venezuela, la recepción calurosa de Hugo Chávez, incluso el abrazo
ocasional de líderes progresistas. No cabe ninguna duda que ellos
confundieron los gestos diplomáticos favorables de Cuba y Venezuela
hacia los regímenes de "centro–izquierda" (comprensible
desde el punto de vista de las políticas estatales con el objeto de
oponerse a las presiones estadounidenses) con un apoyo general a sus
políticas interiores. Independientemente de las razones para el apoyo
cubano y venezolano, los intelectuales de izquierdas inventaron un
"propósito" común con "el centro izquierda",
alguno incluso fantaseó con un nuevo "bloque de izquierdas"
(Dietrich) basado presumible en las políticas que ahondan en la
propiedad extranjera de materias estratégicas, que ensanchan las
desigualdades sociales y promueven el comercio libre...
La
política simbólica es visualmente accesible en las portadas de los
medios de comunicación de masas; no requiere una capacidad de
investigar, recopilar y analizar datos. En la medida en que cuando los
intelectuales de izquierda sustituyeron "la Izquierda Simbólica"
por la existente y real se convirtieron al neo–liberalismo, están a
gusto aceptando invitaciones a las inauguraciones presidenciales,
bebiendo combinados en las recepciones y seducidos por su oportunidad
de estar cerca del poder; para muchos una nueva experiencia. Los
"Vientos de la Izquierda" soplan a través del espacio vacío
entre sus orejas...
Conclusión
Hay
poderosas fuerzas de izquierdas en América Latina y más tarde o más
temprano disputarán y desafiarán el poder a los conversos al
neo–liberalismo así como a sus aliados en Washington y en las
corporaciones multinacionales. Más pronto, en el caso de Bolivia,
donde el grado y alcance de las promesas rotas de Morales y el abrazo
a la élite de los negocios ya han provocado la movilización de los
sindicatos de clase, las organizaciones urbanas de masas y los
campesinos sin tierra. Los movimientos insurrectos, sobre cuyas
espaldas Morales llegó al cargo, están completamente intactos y sus
líderes co–optados han sido reemplazados por nuevos militantes. Los
"gestos" populistas y el teatro "folclórico"
tiene sólo un palmo de tiempo limitado para la diversión ante la
moliente pobreza de mineros con conciencia de clase y de los
militantes indios de El Alto. Las fuerzas insurgentes que llevaron a
Morales al poder también pueden derrumbarlo.
En
los últimos 4 años, más de 3 mil millones dólares de ayuda militar
de los EE.UU. han sido gastados en Plan Colombia por el régimen
terrorista de Uribe que incluye 1.500 "consejeros" de las
Fuerzas Especiales Estadounidenses y todavía no sólo no han
derrotado a las FARC (Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia), sino que han sufrido importantes derrotas en la última
ofensiva guerrillera del 2005–2006. Uribe puede ganar la reelección
a presidente pero gobernará en el mejor de los casos sólo la mitad
del país.
En
Brasil, el régimen de Lula y su control y co–optación de la clase
colaboracionista de la confederación obrera (CORTE) ha llevado a la
formación de una nueva confederación militante, ConLuta (fundada en
mayo del 2006). La colaboración crítica del MST con el régimen de
Lula ha llevado a un impás político, debates intensos y un marcado
declive en el apoyo dentro y fuera de la organización, llevan
esperanzadamente a una rectificación política y a una reorientación
hacia la política de clase. La izquierda brasileña se enfrenta a una
"larga marcha" hacia la recuperación de su formidable
presencia. El caso es similar en Uruguay y Argentina: el nuevo
"centro–izquierda" neo–liberal a diferencia de la vieja
derecha ha co–optado a muchos de los líderes de los principales
sindicatos y a algunos de los grupos de obreros desempleado a través
de cargos en el gobierno, inclusión en las listas electorales al
congreso y generosos estipendios.
Venezuela
bajo el presidente Chávez permanece en pie como la más importante
figura política que representa realmente un desafío gubernamental al
imperialismo estadounidense. Ha llevado la lucha contra el ALCA y la
invasión estadounidense de Haití; derrotó un intento de golpe de
estado patrocinado por los EE.UU. y ha demostrado que bienestar
social, nacionalismo e independencia política es viable en el
Hemisferio. Pero como en Cuba, Chávez, no sólo se enfrenta a la
agresión estadounidense del exterior sino a contradicciones internas.
Muchos funcionarios de su partido (La Quinta República), del aparato
estatal y sectores del ejército no están a favor de su propuesta de
Socialismo para el Siglo Veintiuno. Entre Chávez y los 10 millones de
votantes que lo apoyan hay un aparato político de credenciales políticas
dudosas con excepciones notables.
Igualmente
Fidel Castro ha hablado de una amenaza interior profunda de una nueva
"clase" de ricos emergiendo de la escasez del Periodo
Especial (1992–2000) y de la apertura al turismo. Ha convocado a una
nueva revolución dentro de la revolución. Si hay ' Nuevos Vientos de
la Izquierda soplando en América Latina' estos vienen del llamamiento
de Fidel para una nueva revolución dentro de la izquierda, de la
insistencia de Chávez en que el socialismo es la única alternativa
al capitalismo, de los nuevos líderes de masas de Bolivia, Brasil y
en otras partes así como del avance de los 25.000 miembros del
movimiento guerrillero de Colombia.
Los
regímenes de "centro izquierda" y sus partidarios
intelectuales de izquierdas representan un epitafio triste a la
generación radical de los años setenta y ochenta: son una fuerza
gastada, falta de ideas críticas y de propuestas audaces para
desafiar al imperialismo y al orden capitalista. No tardarán en
desvanecerse; tienen demasiado de una estaca en el sistema actual. Una
nueva generación de líderes populares, intelectual–militantes
auto–didactas, y jóvenes está surgiendo en los consejos urbanos de
El Alto, en los nuevos sindicatos de orientación de clase en Brasil,
entre los estudiantes que se unen a los combatientes campesinos en las
selvas de Colombia. Ellos son los "Vientos de la Izquierda"
en América Latina.
Por
el criterio normalmente entendido de izquierda, los regímenes de
"centro izquierda" latinoamericanos saludados por muchos
intelectuales como "los Nuevos Vientos de la Izquierda"
fracasan al pasar la prueba: ninguno sigue políticas redistributivas;
la mayoría ha llevado a cabo políticas presupuestarias regresivas,
han subvencionado a los grandes negocios y reducido los gastos para
política social; han aplicado selectivos programas de austeridad por
clases, perjudiciales para los trabajadores que perciben el salario mínimo
y para los empleados públicos de bajos sueldos en servicios de salud
y educación; las privatizaciones – legales e ilegales – han
estado ampliadas y ahondadas, incluso las de minas lucartivas de
propiedad pública y de sectores de la energía; se ha dado un acceso
privilegiado a los inversores extranjeros a los mercados locales, a
mano de obra barata, a empresas privatizadas y a los bancos.
Mientras
ninguno de los llamados regímenes de "centro–izquierda"
puede considerarse de "izquierdas" hay algunas variaciones
en el grado de conformidad con el modelo neo–liberal. Kirchner ha
encauzado algo del excedente económico para financiar el desarrollo
capitalista nacional y apoyar algunos controles del precio de algunos
artículos de alimentos básicos y las tarifas de la electricidad,
mientras Lula ha estado en el otro extremo perjudicando las
manufacturas nacionales con una sobre valoración del real brasileño
y exorbitantes tipos de interés que favorecen al capital financiero.
Morales
combina las políticas extremas en pro de la inversión extranjera de
Lula, sobre todo en minerales y petróleo con una política de
incremento de impuestos en la minería, gas y producción de petróleo
de propiedad extranjera. Al tiempo que la mayoría mantiene tropas en
la ocupación de Haití, patrocinada por los EE.UU. y continúa
apoyando las bases militares de los EE.UU. en Bolivia y Brasil, son unánimes
en oponerse a la intervención directa en Venezuela de los EE.UU..
Mientras la mayoría promueven programas minimalistas de subsistencia
y contra la pobreza, ninguno sigue cambios estructurales sobre la
tenencia de la tierra y las inversiones públicas para crear empleo y
llegar a la raíz de la pobreza.
La
política estadounidense diseñada y ejecutada por uno de los regímenes
derechista más extremista en la reciente historia occidental ha
llevado a algunas fricciones, particularmente en su intento de imponer
acuerdos de libre comercio no–recíprocos y una base legal para
castigar a regímenes electos por no alinearse a los dictados de los
EE.UU. Dentro del marco de la política neo–liberal, estos regímenes
se enfrentan a fuertes presiones de las organizaciones populares y a
las amenazas renovadas de la acción directa de las masas. Esto en sí
mismo sirve para presionar a estos regímenes a hacer gestos simbólicos
de independencia y oposición frente a las exigencias del régimen de
extrema derecha imperialista de Bush. Sería sin embargo un error
considerar éstos gestos de los regímenes como una señal de un
importante reavivamiento de la izquierda cuando de hecho el crédito
es debido a los movimientos de masa de fuera del régimen que piden
algo más que gratificación simbólica y un giro acusado hacia
transformaciones socio–económicas sustanciales.
Fuente:
Rebelión. Traducido del inglés para Rebelión y Tlaxcala, la red de
traductores por la diversidad lingüística, por Carlos Sanchis.
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