América Latina

Perú

Ollanta Humala, transición hacia lo desconocido

Por Guillermo Almería
rodelu.net, 09/04/06

Un eventual triunfo del teniente coronel Ollanta Humala, nacionalista e indigenista, expresaría el desprestigio y el desgaste de todos los partidos peruanos, el enorme debilitamiento del aparato político estatal y de la dominación capitalista (al menos sobre la visión colectiva de las mayorías explotadas) y, fundamentalmente, el odio a la opresión y explotación del imperialismo y a sus maniobras, como la imposición de un tratado de libre comercio, así como también el gran eco de la revolución en Bolivia y de las movilizaciones indígenas andinas que son particularmente fuertes tanto en ese país como en Ecuador.

En ese sentido, independientemente del curso posterior que podría seguir Humala en el gobierno, ese posible resultado electoral representaría un gran golpe a la estabilidad social y la "gobernabilidad" que persiguen tanto el imperialismo como las clases explotadoras latinoamericanas y sus gobiernos, disfrazados o no de "progresistas".

Pero esa victoria en las urnas sería también la expresión de una incipiente maduración y organización de los oprimidos y explotados, que no tienen aún clara cuál debería ser la alternativa al desastre causado por el capitalismo y que no han logrado tampoco la independencia política que les permita no depender de ningún salvador o caudillo. Es importante que la crisis política y cultural del capitalismo abra brechas en las instituciones que, como el ejército o la Iglesia católica, preservan el llamado orden, y aparezcan entonces militares o curas nacionalistas y antimperialistas. Al fin y al cabo no han terminado aún ni la Revolución Francesa (democrática y humanista) ni la revolución de independencia, y todas las movilizaciones sociales comienzan como simplemente democráticas pero, al chocar con el capital internacional, en cierto momento plantean la necesidad de un desenlace socialista, en una escala más vasta que la del país donde surgen.

Los explotados y oprimidos de Perú ya hicieron experiencias decepcionantes como la del nacionalismo antimperialista del chino Velasco Alvarado, el general izquierdista que aplastó al movimiento campesino en el valle cuzqueño de la Convención y a las guerrillas revolucionarias que querían una nueva Cuba, e hizo después una fracasada reforma agraria; la del líder aprista Alan García; la del desconocido chino (japonés) Alberto Fujimori, que no pertenecía a la oligarquía y a las clases dominantes y despertó esperanzas pero asesinó masivamente y robó como Menem o Salinas; la del presidente actual, el indio Toledo, que había vendido su alma al FMI y al Banco Mundial.

No hay ninguna garantía de que no se equivoquen otra vez votando contra la oligarquía y la derecha (Lourdes Flores) o contra el APRA, ese PRI peruano, pero por un militar aventurero y sin ideología ("no soy de izquierda ni de derecha sino de abajo", declaró) que se dice seguidor del general Cáceres, un militar que prosiguió la lucha contra los invasores chilenos obteniendo victorias gracias a guerrillas de campesinos mal armados pero que, cuando fue presidente, fusiló en masa. ¿El Estado, la incolumidad de las fuerzas armadas a las que pertenece, el orden que está implícito en el concepto de patria y de Estado serán la guía de Humala o, por el contrario, bajo la influencia de la movilización indígena que seguramente seguirá a las elecciones, cualquiera sea el vencedor en las mismas, adquirirá las posiciones sociales que hoy no tiene, como le pasó al general boliviano Torres o al chino Velasco Alvarado?

Lo que está en cuestión es la relación de fuerza entre las clases y su conciencia e independencia. Algunos creen que esta transición actual es fija y corresponde a un paso intermedio, un casillero, representado por un concepto idiota e inútil, el "populismo" que define a todos y a la vez no define a ninguno, y "explican" todo (Humala, Chávez, AMLO, Fidel Castro o Kirchner) con esa palabreja passepartout. Lo que hay, en cambio, es un debilitamiento del consenso anterior de que gozaba el régimen, un desgaste de su aparato político y un vacío debido a que la protesta es informe pero suficientemente fuerte como para buscar caminos opuestos al que ofrece el imperialismo y su política e ideología antiestatalista y antidemocrática. En ese "empate técnico" entre un gigante popular ingenuo e inmaduro (todavía) y las clases explotadoras dominantes hay espacio para experiencias nuevas, y también para los aventureros políticos que tratan de conseguir una base de masa, a cualquier costo, y por lo tanto explotan mientras pueden la falta de capacidad política y de organización de aquellos que ven como adversarios de clase pero piensan poder engañar, utilizándolos como infantería en la batalla que libra su propio sector capitalista nacionalista contra los demás sectores capitalistas (imperialista y oligárquico proimperialista). Si Ollanta Humala ganase las elecciones de este domingo y la segunda vuelta, el carácter de su gobierno dependería no tanto de sus deseos sino de la fuerza de los movimientos sociales que la crisis política y moral del capitalismo en Perú y en el mundo alcance a desatar.