Polémica con
las propuestas de la revista Movimento (órgano del MES, corriente del PSOL brasileño)
Primera
parte – ¿Qué orientación en Latinoamérica?
Por
Roberto Sáenz
Socialismo o Barbarie, periódico, 20/04/06
El ciclo de rebeliones populares en América
Latina y su actual fase de “mediación” del mismo por parte de
gobiernos de centroizquierda ha abierto un amplio debate entre las
corrientes que se reivindican marxistas revolucionarias. ¿Qué
orientación darse ante este proceso? ¿Qué posición tomar ante los
nuevos gobiernos de centroizquierda, nacionalistas burgueses o de
frente popular? ¿Cómo construir las necesarias alternativas de clase
e independientes? Estos son algunos de los interrogantes y problemas
que están en debate.
El MES (Movimiento de Izquierda Socialista) de Brasil expresa
una de las corrientes de la región que más abiertamente plantea una
orientación global extremadamente oportunista, tanto en su ámbito
de actuación inmediata –el PSOL del Brasil– como en las
orientaciones y políticas que plantea para otros países de la región.
Asimismo, su ubicación reviste importancia porque es una de las
tendencias que hacen parte de los Encuentros Internacionales que
promueve ese partido y de los cuales estamos participando como
corriente Socialismo o Barbarie Internacional. Encuentros que, pese a
todos sus límites, tienen el valor de posibilitar precisamente un debate
internacional acerca de cómo colaborar para que se pueda pasar
del actual ciclo de rebeliones populares a autenticas revoluciones
sociales, y sobre los instrumentos políticos necesarios para
ello. (Los textos del MES con los debatimos aquí, pueden ser
leídos en www.revistamovimiento.com.br)
Una orientación global
de renuncia a la independencia de clase
En su revista Movimiento Nº 12 (enero–febrero 2006,
en adelante M12), presidido por la búsqueda de un “vehículo para
llegar a las masas”, lo que se despliega es una caracterización de
los gobiernos, una política, un programa, una estrategia y una
orientación de construcción que, de conjunto, configuran una
perspectiva de renuncia a la independencia política de clase y
revolucionaria respecto de varios de estos nuevos gobiernos
burgueses y/o movimientos que claramente no son de la clase
trabajadora. Lo que habría que hacer sería subirse a la ola de estos
nuevos movimientos como “vía regia” para “llegar a las
masas”.
“Seria un gravísimo error no participar de este proceso
–señala en un artículo el dirigente del MES, Pedro Fuentes–. No
es posible excusarse usando como argumento que Hugo Chávez no sea un
representante de la clase trabajadora (...). La resolución de la III
Internacional (...) afirma: «los partidos comunistas de los países
coloniales o semicoloniales de Oriente, que todavía están en un
estado más o menos embrionario, deben participar de cualquier
movimiento apto para abrirle un acceso a las masas». Exactamente
de eso se trata: las corrientes socialistas revolucionarias, que hoy
son una minoría, deben participar del movimiento bolivariano que
va a expandirse en nuestro continente y puede provocar nuevos procesos
similares al de Venezuela (...). Sólo si formamos parte de este
frente único, que va a tomar formas regionales y continentales,
podremos abrir ese «acceso a las masas»”.()
Mas allá de la completa exageración de ver al
movimiento bolivariano extendiéndose a escala de todo el continente (),
en lo que sigue intentaremos llevar a cabo una crítica de esta
ubicación desde un criterio de clase opuesto: la necesidad de
zambullirse en el proceso de lucha y recomposición de los
trabajadores desde el ángulo de la máxima independencia e
intransigencia respecto de la ola centroizquierdista, nacionalista
y frente populista en curso.
Es decir, utilizar la circunstancia que se nos presenta a los
socialistas revolucionarios pero no para “participar del
movimiento bolivariano” (), sino para dar pasos
cualitativos en la construcción –aun cuando esto sea hoy “contra
la corriente”– de alternativas independientes a partir del
desarrollo de la experiencia de amplios sectores de la vanguardia y
las masas con los límites de clase de estos gobiernos. Este mismo
proceso ya está dando lugar a la emergencia de movimientos más
amplios que un puñado de revolucionarios: movimientos políticos y
sociales de la clase obrera, no burgueses o pequeño burgueses
como es el caso de los “bolivarianos”, de la mano de gobiernos al
frente del Estado capitalista.
Esto es, desde instrumentos políticos de trabajadores
hasta fuertes corrientes y/o partidos
socialistas revolucionarios insertos en la clase obrera, según
corresponda al estadio de construcción en cada caso. Porque no
hay que perder de vista –aunque la fase de mediación sea más o
menos larga– que es precisamente ante la emergencia de este tipo de
gobiernos cuando mayores son las posibilidades de dar este
paso.()
A condición, claro está, de mantener la máxima intransigencia,
aun cuanto esta independencia necesariamente incluya la mayor audacia
y flexibilidad táctica posible dentro de un marco congruente
con la propia estrategia de clase.
Por ejemplo, en Bolivia está planteada una dura pelea por la
construcción de un Instrumento Político de Trabajadores sobre la
base de mineros y la COB, no la militancia al interior del MAS de
Morales.()
O el impulso de la experiencia muy progresiva (mas allá de cualquier
límite) del PRS y la C–CURA en la propia Venezuela, precisamente por
fuera del “movimiento bolivariano”, incluso en sus expresiones
mas “radicalizadas” pero aun así chavistas como el M–13 de
Roland Denis. Instrumentos políticos de este tipo también se
comienzan a plantear en países como Paraguay, y que en otros casos
toma más la forma de partidos socialistas “amplios”, como es el
caso en Brasil del propio PSOL, o, sindicalmente, la experiencia del
CONLUTAS.
Es este tipo de orientación independiente, este tipo
de movimientos más amplios –en los que los socialistas
revolucionarios somos una minoría o participamos de frentes únicos
de tendencias y buscamos construirnos como ala revolucionaria
socialista consecuente en su interior–, lo que esta a la orden del día.
Es esa pelea al interior de la amplia vanguardia la que, de
ganarse, nos puede el “acceso a las masas”. Se trata de un
camino opuesto al que pretenden los compañeros por el
expediente de la “gran política”: es decir, de un “atajo” que
renuncia a una sólida construcción orgánica e independiente.
El carácter de los
nuevos gobiernos
Esta ubicación nos lleva a un problema más general: la
caracterización de los nuevos gobiernos en Latinoamérica. Con
el comienzo del siglo XXI y la irrupción del proceso de rebeliones
populares en la región, han surgido una serie de gobiernos burgueses
de características distintas respecto de la tónica
prevaleciente a lo largo de los 90.
Tenemos gobiernos burgueses normales como es el caso
de Tabaré Vásquez, Lula y Bachelet extremadamente
“conservadores”, continuistas y neoliberales. En un lugar
“intermedio” hay otro gobierno burgués más o menos “normal”
como el de Kirchner. Pero, al ser el “hijo burgués” del
Argentinazo, la línea continuista es, en este caso,
“post–neoliberal”, es decir, matizada con una serie de
concesiones y cambios en la regulación del capitalismo argentino
propio de su origen como subproducto de la rebelión popular.
En honor a la verdad, respecto de estos gobiernos, no
hay con los compañeros del MES, en principio, mayores diferencias: se
ubican en la oposición (otra cosa es que esta oposición sea de
clase) a Lula, Kirchner, Bachelet y Tabaré.
Sin embargo, cuando nos desplazamos hacia la “izquierda”
del arco iris gubernamental, hacia circunstancias de mayor
“anormalidad”, las cosas cambian. Es decir, se acaba la oposición
e “independencia” cuando nos referimos a los casos de gobiernos
como el de Chávez, Evo Morales e, incluso, al posible de Ollanta
Humala en el Perú. En estos casos, explícitamente, se plantea que
hay que colocarse como ala de “extrema izquierda” del
“campo” de estos gobiernos y/o movimientos. Es decir, habría
que militar no sólo dentro de la “corriente bolivariana
continental”, sino también del Partido Nacionalista Peruano de
Humala.()
No es casual que en estos casos, la pintura de los rasgos y
carácter de clase de estos gobiernos quede como mínimo difusa e
imprecisa, al tiempo que se acentúan en demasía los
elementos reales o eventuales de enfrentamiento al imperialismo de un
Chávez, un Evo o un Humala respecto de su verdadero carácter de
clase (gobiernos burgueses “anormales”, nacionalistas o de
frente popular). Esto llega a configurar un curso de capitulación
a ellos mismos () y a los movimientos
policlasistas que encarnan.
“Hoy en Venezuela, el gobierno de Chávez está liderando
un proceso de lucha contra el imperialismo. Además de eso, presentó una
propuesta concreta [!] de transición al socialismo en el siglo XXI.
Chávez es parte y resultado de un proceso de crecimiento
revolucionario de Venezuela, surgido a partir de la rebelión popular
de 1989 en Caracas. Es un gobierno que se apoyó en la movilización
de masas, que derrotó dos veces los planes golpistas del imperialismo
–golpe y referendo ()–
y que gobierna esencialmente respaldado en un sector del ejército,
institución que sufrió un proceso de polarización después de los
golpes del imperialismo. Esto junto al hecho de ser un país que puede
sostener transitoriamente un modelo económico relativamente
independiente, basado en su producción petrolera, hoy
nacionalizada” (M12, p. 18).
En este análisis extremadamente unilateral se destaca
el real elemento “antiimperialista” del gobierno chavista (uno de
los componentes de la realidad), pero se pierde completamente de vista
el criterio de clase a la hora de la evaluación del carácter
de estos gobiernos y movimientos como totalidad. Esto es, el
hecho de que desde el punto de vista de una profundización
anticapitalista y desde la clase obrera del proceso revolucionario
venezolano, Chávez no es “parte y resultado” de él, sino una mediación.
Incluso se llega al extremo de plantear que Chávez habría presentado
una propuesta “concreta” del socialismo en el siglo XXI,
cuando a todas luces no se trata de una auténtica propuesta
socialista, sino de “economía mixta” o, a lo sumo, con elementos
de “capitalismo de Estado”.
Respecto de la caracterización de las bases sociales del
gobierno chavista, se identifican centralmente dos: parte importante
del ejército y el petróleo nacionalizado, lo cual no es equivocado,
aunque sí insuficiente.() Al mismo tiempo, a lo
largo de la revista se oscila identificándolo indistintamente como
gobierno “burgués” o “pequeño–burgués”. Pero la
caracterización de clase queda totalmente subordinada a
la valoración política del carácter independiente del
imperialismo del chavismo.
Siendo éste un elemento de enorme importancia y una
contradicción real, nunca puede llevar a diluir el hecho de que
Venezuela bajo Chávez sigue teniendo un gobierno burgués
(aunque “atípico”); sigue siendo una sociedad capitalista.
Sociedad capitalista respecto de la cual Chávez es, en última
instancia, un defensor ()
e, insistimos, una mediación en relación a una perspectiva de
auténtica revolución socialista.()
La caracterización de estos gobiernos hace a la valoración
de conjunto de su política desde el punto de vista de los intereses
inmediatos e históricos de la clase obrera. Y en ese sentido,
considerando el proceso más general de las rebeliones populares, no
son gobiernos que vengan a profundizarlas en sentido anticapitalista y
socialista. Por el contrario, se trata de enormes mediaciones, donde
incluso los roces y enfrentamientos con el imperialismo y la auténtica
búsqueda de grados de independencia y autonomía ()
están al servicio de poner en marcha una serie de importantes
reformas –hemos definido al gobierno de Chávez como un reformista
que hace reformas–, pero que de ninguna manera configuran
medidas de fondo que apunten a cuestionar el sistema capitalista
imperante en cada país y en el continente todo. Perder de vista esta
ubicación estratégica sólo puede abrir la vía a la capitulación
política.
¿Frente Único Antiimperialista?
Como ya ha ocurrido otras veces en la historia del movimiento
trotskista, la vía de esta capitulación se pavimenta con la “táctica”
del Frente Único Antiimperialista (FUA). Los compañeros del
MES sostienen que en las condiciones de enfrentamientos con el
imperialismo de algunos de estos nuevos gobiernos (sobre todo el de Chávez),
lo que se impone es “no ser sectarios” y trabajar con la política
del FUA.
“La situación latinoamericana nos pone cuestiones y nuevos
procesos que tenemos que abordar a partir de nuestro punto de vista
socialista revolucionario. Con relación a Venezuela: ¿la política
es sólo la defensa del país frente al imperialismo, o también apoyamos
al ALBA contra el ALCA y las medidas antiimperialistas de
integración latinoamericana del gobierno de Chávez? Si respondiéramos
afirmativamente a esta tarea, se trata de una política de frente único
antiimperialista” (M12, p.17). A lo que se agrega: “eso exige,
para los revolucionarios latinoamericanos, una política audaz, una
política de apoyo al ALBA, a las medidas progresistas del gobierno
venezolano, y al mismo tiempo la defensa de la nación venezolana
frente al imperialismo. No se trata sólo de un apoyo
circunstancial; para el imperialismo la derrota del proceso
bolivariano es una cuestión estratégica. Ser parte de ese frente
antiimperialista es la mejor –o la única– manera de
construir la organización socialista, revolucionaria independiente
también en la propia Venezuela” (M12, p. 18).
Los compañeros sostienen la tesis de que no se trata sólo
“de la defensa de la nación venezolana frente al imperialismo”
(de lo que estamos incondicionalmente a favor) o incluso de la defensa
circunstancial del propio gobierno de Chávez ante cualquier nuevo
intento golpista o ataque del imperialismo (defensa que sostenemos
también de manera incondicional). Lo que exigen es una estrategia
de apoyo político a las medidas que el mismo toma que se
consideran “progresistas”. Es decir, exigen de los
socialistas revolucionarios una capitulación total, una rendición
incondicional frente al gobierno chavista, como la “mejor o única”
manera de construir la organización revolucionaria “también en la
propia Venezuela” al tiempo que se critica por derecha al PRS.
Lo que hemos visto en el pasado como tragedia pretende ser
reeditado ahora como farsa. Porque la orientación del “apoyo
a las medidas progresivas” de un determinado gobierno burgués y la
aplicación de estas “tácticas” de FUA (convertidas en
estrategia) han jalonado, una tras otra, toda una historia de
capitulaciones a gobiernos enemigos de la clase obrera. En nombre
de estas orientaciones, desde el estalinismo en adelante y
lamentablemente también en el caso de varias corrientes trotskistas,
se justificaron capitulaciones tremendas como en el caso del POR en
Bolivia en 1952.
A sabiendas de este grave antecedente, los compañeros
intentan justificar “teóricamente” el pasarse con armas y
bagajes a esta estrategia: “Nosotros, revolucionarios
latinoamericanos formados en el trotskismo, hemos abordado históricamente
las tareas antiimperialistas con ejes claros que nos diferenciaron de
las corrientes que defendían la revolución por etapas (...). Sosteníamos
y sostenemos que las tareas democráticas y antiimperialistas son
reivindicaciones que la burguesía no puede resolver hasta el final
(...) que es la clase obrera (...) quien puede llevar adelante un
enfrentamiento consecuente con el imperialismo y hacer un puente con
las tareas socialistas” (M12, pp. 17–18). Hasta aquí –aunque es
sólo una letanía–, los compañeros se mantienen en el terreno de
la tradición del marxismo revolucionario. Pero el problema viene
inmediatamente después: “Mientras tanto, afrontamos
situaciones donde gobiernos burgueses o pequeño burgueses mantuvieron
importantes embates con el imperialismo y en determinado momento,
desempeñaron un papel progresista. Trotsky apoyaba entusiastamente la
nacionalización del petróleo realizada por el gobierno mexicano de Lázaro
Cárdenas” (M12, p. 18). Y se reitera con las Tesis de Oriente de la
III Internacional que “es indispensable forzar a los partidos
burgueses nacionalistas a adoptar la mayor parte posible de este
programa agrario y nacionalista” (M12, p. 18).
Estas definiciones concentran varios problemas.()
Uno no menor es que en el “mientras tanto” se lleva a cabo una
estrategia completamente incongruente con nuestra perspectiva
socialista general. Por un lado, ya hemos dejado señalado que la
estrategia “etapista” para Oriente y el mundo semicolonial fue dejada
de lado por los revolucionarios a partir de la experiencia de la
segunda revolución china (1925–1927) y la formulación final de las
Tesis de la Revolución Permanente.
En este mismo sentido, existe un valioso y educativo texto de
Nahuel Moreno que, obviamente, Pedro Fuentes no desconoce: La
traición de la OCI, referido a la capitulación de esa organización
trotskista francesa al gobierno de Miterrand en 1981. Allí se
sostienen posiciones opuestas a las del compañero Fuentes.
“Una de las expresiones especificas mas importantes de la
teoría de los campos burgueses progresivos fue formulada por la
propia Internacional Comunista: es el frente único antiimperialista.
Posteriormente, esta teoría fue desarrollada de manera oportunista
por Stalin y Mao y por las corrientes revisionistas del marxismo y el
trotskismo (...). El contenido principal de esta teoría puede
sintetizarse así: el eje estratégico del partido
revolucionario en los países atrasados es la conformación de un
frente único antiimperialista con la burguesía nacional (...). El
eje de la política (...) no es lograr la independencia de clase
del proletariado y, en ese marco, estudiar la conveniencia táctica de
hacer tal o cual acuerdo limitado y circunstancial con algún sector
de la burguesía, sino exactamente lo contrario. Lo permanente, lo
estratégico es el acuerdo con la burguesía” (N. Moreno, La
traición de la OCI, cap. 3).
Parece
escrito para la polémica de hoy. Porque precisamente el compañero
Pedro Fuentes levanta el dedo acusador contra los que sostenemos la
tesis del frente único solo “circunstancial” en caso de ataque
golpista o militar al gobierno de Chávez. Esto es así porque
para ellos “lo permanente, lo estratégico” es el acuerdo –el
“frente único antiimperialista”– con el chavismo, y no
“lograr la independencia de clase del proletariado”.
Lo
mismo cabe respecto de la totalmente oportunista política de “apoyo
a las medidas progresivas” de un gobierno burgués (aun
“anormal”) como el de Chávez. Esto es un pecado de leso
socialismo revolucionario, de leso trotskismo e incluso de la
mejor parte de la tradición de la corriente morenista.()
Moreno
también se refiere explícitamente al tema: “La pregunta es: ¿es
posible apoyar los pasos o medidas progresivas de un gobierno burgués
y no apoyar a dicho gobierno? Nosotros creemos, con Trotsky, que no:
que apoyar los «pasos / medidas» de un gobierno burgués es solidarizarse
políticamente con el mismo (...). En cuanto a los «pasos /
medidas» jamás los apoyamos, pero sí tenemos la obligación
de utilizarlos, cualquiera sea el carácter del gobierno burgués
que los otorgue (...). Como marxistas revolucionarios, no podemos
juzgar cada medida de un gobierno por separado: «ésta es
buena, la apoyo; ésta es mala, la rechazo», sino en el marco de su política
de conjunto. Si un gobierno es burgués (...) por lo tanto también
lo son todas sus medidas, por «progresivas» que parezcan. En síntesis,
juzgamos cada medida de un gobierno en el marco de su política
general y en relación a la lucha de clases, jamás aisladamente
(...). Nada de esto significa que no lucharemos por medidas
reformistas, pero entendiendo siempre que éstas son un subproducto
de la movilización revolucionaria de la clase obrera” (N. Moreno,
cit. cap. 11).
Es síntesis, el “apoyo a las medidas progresivas” y el
“frente único antiimperialista” con el gobierno chavista son un
desastre político que sólo puede operar de taparrabos
–sirviéndole al propio Chávez, cotidianamente, de coartada–
frente al carácter burgués de su gobierno. Lo que esta planteado es
otra cosa: una estrategia intransigente de independencia política
de clase, y en ese marco es una obligación la defensa
–incondicional, pero “circunstancial”–del gobierno de Chávez
frente a cualquier embate militar o golpista del imperialismo.
Segunda parte – ¿Federación de repúblicas...
capitalistas o Federación Socialista?
La opción por los
“movimientos sociales” en detrimento de la clase obrera
Someramente, desde el punto de vista estratégico, es sabido
que los compañeros sostienen la tesis de que el
“debilitamiento” de la clase obrera habría llegado a tal punto
que lo más dinámico serian los “nuevos movimientos sociales”.
Esto ha aparecido en una serie de textos a lo largo de los últimos años
y se reitera, nuevamente, en los artículos que estamos criticando.
“Chávez
y la revolución bolivariana existen en un nuevo contexto de la
situación latinoamericana, en la cual se mezclan las crisis de los
gobiernos neoliberales con la emergencia de insurrecciones y
movilizaciones populares. En estos procesos, principalmente campesinos
e indígenas –pero donde la clase obrera estuvo siempre presente–
se levantaron reivindicaciones democráticas y antiimperialistas, mas
que clasistas.
Podemos afirmar que de alguna manera estos movimientos son mas
progresistas, pues permiten la formación de un bloque de clases
explotadas con una política nacional conjunta”.
Realmente,
no se sabe a que se refieren los compañeros cuando habla de “la
formación de un bloque de clases explotadas con una política
nacional conjunta” (pastiche que suena “frente–populista”). En
todo caso, lejos de ser los movimientos campesinos e indígenas (muy
progresivos, pero no “mas progresistas” respecto de la emergencia
de la clase obrera) un elemento de fortaleza de las rebeliones
populares, ha sido, precisamente, la ausencia de la centralidad de la
clase trabajadora en la primera fase del actual ciclo político, la
carencia social mas determinante para que se pudiera imponer la
actual mediación centroizquierdista de las rebeliones.
Por si esto fuera poco, resulta sorprendente que siquiera se
den cuenta que tanto en el caso del nuevo gobierno de Evo Morales,
como en la experiencia de la UNT en Venezuela o, mas claramente aun,
en el caso argentino frente a Kirchner, la dinámica es la opuesta:
los “movimiento sociales” están siendo y son fácilmente cooptables
por el Estado, al tiempo que el sector social de los explotados
y oprimidos de quien mas consecuentemente están viniendo los
elementos de oposición y contradicción con los nuevos gobiernos,
es precisamente la clase obrera ocupada.
Es decir, lejos del impresionismo y al calor de una
recuperación –si bien no estructural– de la economía a nivel
continental, sectores capitales de la clase obrera ocupada están
recuperando el lugar estratégico y central muy superior por razones
objetivas y subjetivas, frente a la endebles social y política
que muestran los “nuevos movimientos sociales” como el MST de
Brasil, las corrientes indigenistas en Bolivia (el MAS y el MIP). E,
incluso, los movimientos de desocupados (es decir, de trabajadores en
sentido amplio, pero sin arraigo laboral y estructural) en la
Argentina.
Este mismo análisis (o perspectiva estratégica) respecto
del sujeto social de la transformación y de la centralidad (o no) de
los trabajadores en la necesaria alianza obrera, campesina, originaria
y popular que se necesita en Latinoamérica, se entronca y tiene
consecuencias en la orientación del trabajo en la región. Hace
parte, justamente, de la perdida –que venimos señalando–
de toda perspectiva política independiente y del llamado a
construirse al interior de movimientos burgueses o pequeño
burgueses que no son de la clase obrera. Una cosa se condice
con la otra.
¿Qué integración latinoamericana?
Nos interesa desarrollar, como ultimo punto de esta polémica,
una critica respecto de los planteos programáticos del MES en lo que
hace a la integración latinoamericana y el papel del ALBA en la
misma.
Dicen los compañeros: “El proceso bolivariano pone a la
izquierda revolucionaria frente a un desafió. Defensora de la idea de
una Federación de Republicas Socialistas, tiene el desafió de
posicionarse –o no– en ese terreno concreto frente al imperialismo
y a los gobiernos entreguistas. La Federación Socialista fue una
palabra de orden aplicada en la época del apogeo de la revolución
cubana, cuando Fidel y el Che habían puesto en marcha la OLAS
(Organización Latinoamericana de Solidaridad) y después la
Tricontinental. Ahora existe un contexto diferente, nuevo, sobre el
cual es preciso actuar y que obliga a pensar una política concreta
para este momento concreto. Política que permita incidir en el
proceso de lucha de clases y esto no se puede hacer repitiendo las
mismas palabras de orden del pasado de manera litúrgica. El ALBA
ubica a la integración latinoamericana de manera objetiva y esta
dando pasos concretos en ese sentido (...). El ALBA significa
también un paso importante para la toma de conciencia
antiimperialista de las masas latinoamericanas, ya que no existe otra
alternativa que llegue a ellas. Hoy es posible establecer un nuevo
dialogo con el movimiento de masas de cada país, presentar una opción
frente al imperialismo (...). A partir de esta situación y con esta
política es que se puede presentar de manera mas clara la idea de la Federación
de Republicas Latinoamericanas”.
Quizás nos equivoquemos (los compañeros nos sabrán
disculpar). Pero en la redacción del ultimo renglón, se les
“paso” el carácter “socialista” de la Federación...
Sin embargo, nos parece que por la lógica de toda su posición, no es
así. No se trata de la ausencia involuntaria de una “palabra”.
Hay un grave problema de lógica política: el planteo del
ALBA, con todo lo que de elementos contradictorios
“antiimperialistas” –por lo menos, en los papeles– tiene (o
pueda tener) respecto de las orientaciones centrales del imperialismo,
no es una propuesta de carácter anticapitalista.
Es
decir, el planteo “concreto” de Pedro Fuentes “para la situación
concreta”, termina siendo la utopía reaccionaria de una
estrategia que viene fracasando en la región desde hace 200 años:
una perspectiva de unidad latinoamericana de la mano de corrientes
burguesas o pequeño–burguesas. Una perspectiva que en este
terreno (como en el del frente único antiimperialista) rompe con la lógica
de la revolución permanente en beneficio de una estrategia
etapista. No es casual que –en este planteo–
este también presente esa lógica del “mientras tanto”
(utilizada para justificar el apoyo político al gobierno chavista),
solo que bajo la formula de llamado a “posicionarse en el terreno
concreto”.
En defensa de esta orientación, se argumenta que el ALBA
estaría ubicando “a la integración latinoamericana de manera objetiva
y esta dando pasos concretos en ese sentido”. Pero lo que de
pizca de verdad contiene este argumento (y eso hay que aprovecharlo
revolucionariamente), es que el planteo del ALBA (como el del
“Socialismo en el siglo XXI) colocan sobre la mesa debates
ausentes hace años y desde ese punto de vista cumplen un
rol “progresista”; lo que no quiere decir, para nada, que puedan resolver
el problema de la integración.
Es decir, la cruda verdad es que el ALBA no ha dado un
solo paso concreto que haya colocado la integración latinoamericana
como un proceso que ya es “objetivo”, sino que –a lo sumo–
ha servido de cobertura para acuerdos económicos de Estado (muchos de
ellos “lícitos”, como los que tienden a evitar el aislamiento
económico de Venezuela) o para negocios regionales con grandes grupos
capitalistas.
Recientes trabajos de Claudio Katz
(que, honestidad obliga, es menos critico que nosotros
respecto del ALBA) nos permiten poner más elementos sobre la mesa.
“Venezuela no es estructuralmente distinta del resto de
Sudamérica. Padece el mismo nivel de inequidad social, subdesarrollo
agrario y raquitismo industrial. La pobreza afecta al 80% de la
población y el empleo informal abarca las tres cuartas partes de los
trabajadores (...). El asistencialismo social, la distribución de
tierras improductivas y créditos al cooperativismo permiten iniciar
una redistribución progresiva del ingreso. Pero remontar la regresión
social (...) y revertir el desempleo estructural (...) presupone
inversiones estatales de grandes dimensiones. No alcanza con el
‘desarrollo endógeno’ en las ciudades y la erradicación de
tierras improductivas en el campo (...). Un gran paso se ha dado
con la expulsión de la gerencia transnacionalizada que controlaba
PDVESA (...). Pero el principal freno del proceso bolivariano se
localiza dentro de la propia administración chavista (...). La
experiencia demuestra que las conquistas congeladas se diluyen
(...). Chávez ha declarado varias veces su admiración (por la
revolución cubana), pero no implementa las medidas de ruptura con
el capitalismo que se adoptaron en Cuba en los años ’60 (...).
Las convocatorias regionalistas (...) no tuvieron gran recepción
entre sus colegas de centroizquierda (...). En cierta medida estas
iniciativas brindan cobertura a los negocios que ya entrelazan a
varios grupos capitalistas. Pero de estos convenios no surge
la integración autónoma que ambiciona Chávez. Este objetivo
requeriría implementar transformaciones que ningún gobierno
centroizquierdista esta dispuesto a llevar a cabo. Para que
Petrosur revierta la sumisión energética de la región habría que
reestatizar el petróleo en Argentina y Brasil (...). Pero es evidente
que Kirchner y Mesa (ahora Morales) mantienen alianzas estratégicas
con Repsol para preservar la privatización del sector (...). La
expectativa chavista de contagiar el espíritu bolivariano a los
gobiernos centroizquierdistas choca con un obstáculo estructural: las
clases dominantes de la región preservan la conformación centrípeta
que históricamente bloqueo su asociación (...). El sueño de Bolívar
y San Martín no podrá concretarse mientras estos grupos capitalistas
manejen el poder”.
Es
obvio que Chávez “entiende” perfectamente esto. Y mas allá de
las palabras y los gestos altisonantes, la política de acuerdos de
Estados por arriba, sin el impulso real a una orientación de
lucha de clases, de liquidación de la gran propiedad privada, en nada
puede modificar esta conformación estructural de la región. Es
ahí donde mueren las palabras del “comandante” y el ALBA.
Este es el contenido y la lógica última del ALBA: acuerdos
de Estados que, efectivamente, podrían tener elementos de una opción
alternativa al ALCA, pero que por la vía que se pretenden
implementar o es una cobertura a negocios con sectores capitalistas
(por ejemplo, el caso del mega–gasoducto sudamericano que se esta
proyectando) o un callejón sin salida, sin ninguna practicidad.
Esto no es algo que las “nuevas condiciones” –de las
cuales habla el compañero Pedro– hayan cambiado. Es decir, no es
“nuevo” el hecho de que no haya ninguna posibilidad estructural
de “integración latinoamericana” sin un curso claro
anticapitalista. En todo caso, lo realmente “nuevo” –en
condiciones de mundialización del capital– es que esto es un
millones de veces menos posible que en el pasado.
Al respecto, “(...) mas allá de la retórica de Chávez,
la inmensa transnacionalizacion de las economías de todo los países
de la región y los vínculos que ya mantienen con el mercado mundial hacen
completamente irreal e ilusoria la predica ‘latinoamericanista’
(...). Desde ya que esta unidad es una aguda necesidad de los pueblos
del continente: no poco del atraso y sometimiento de la región tienen
que ver con que –a diferencia de Estados Unidos–, en Sudamérica,
luego de la independencia, se dio lugar a una miríada de estados
relativamente pequeños que impidió el desarrollo de economías de
escala y, por tanto, de sus fuerzas productivas. A la vez que, en vez
de lograrse un desarrollo realmente independiente, la independencia de
un imperio en decadencia como el de España dio lugar a una renovada
dependencia respecto de la potencia imperialista en ascenso en aquella
época: Inglaterra (...) en el siglo XX, Estados Unidos. Pero si en el
siglo XIX y XX este proceso de emancipación (...) no pudo venir de
la mano de las ‘burguesías nacionales’, ¿cómo podría serlo
ahora, cuando estas mismas burguesías no son mas que un mito, cuando
prácticamente no quedan burguesías propiamente nacionales?”.
Conclusión: mas que nunca, un proceso que supere las
fronteras y estados nacionales, no vendrá del “frente único
antiimperialista” con la corriente “bolivariana continental”.
Solo puede venir de un curso independiente: de la mano de la
clase obrera que en alianza con el resto de los explotados y oprimidos
impongan mediante los métodos de la lucha de clases, los Estados
Unidos Socialistas de Latinoamérica.
Notas:
Revista Movimiento Nº 12, pp. 18. En el III Congreso de la
Internacional Comunista (1922) cuando fueron redactadas y votadas
las famosas “Tesis de Oriente”, la estrategia para los países
coloniales era explícitamente etapista: de ahí que
se postulara la táctica del “frente único antiimperialista”,
para realizar primero la revolución burguesa que despejaría luego
la vía para la maduración de los elementos de la próxima
revolución, ahora si, obrera y socialista. Pero cualquier
trotskista formado sabe que al calor de la experiencia de la
segunda revolución china y la redacción final de las Tesis de la
Revolución Permanente, Trotsky se pasó a un punto de vista
“permanentista” en todo el mundo. En esas condiciones, la táctica
del FUA y la causa común con movimientos políticos burgueses o
pequeño–burgueses quedaba descartada en beneficio de un
curso de independencia de clase. Los compañeros del MES no
hacen ni mención de esta postura, que por supuesto no desconocen.
Esto reproduce como farsa las fantasías alrededor de la
OLAS castrista en la década del 60, que sin embargo se apoyaban
en un fenómeno de obvio mayor impacto que el chavismo, como la
revolución cubana.
La orientación es entonces subirse al carro de todo tipo de
movimientos que están ligados a, o se están expresando en, los
nuevos gobiernos burgueses. Movimientos que evidentemente no
tienen como centro la clase trabajadora y no son independientes de
una y otra representación burguesa o pequeño burguesa. Es decir,
150 años después de las conclusiones de Marx respecto de la
revolución de 1848, se postula la renuncia a la
independencia política de la clase trabajadora,. Y todo esto como
“vía regia” para el “acceso a las masas”.
Es parte del acervo y tradición del marxismo revolucionario el
que al mismo tiempo que estos gobiernos bonapartistas “sui
generis” o de frente popular constituyen siempre fuertes mediaciones
respecto de una salida obrera y socialista, en el curso de la
experiencia de las masas con las limitaciones de clase de los
mismos (y en el marco de la continuidad del ascenso de las
luchas), tarde o temprano se abre la perspectiva del giro a la
izquierda de amplios sectores, lo que coloca a la orden del
dia la posibilidad de la pelea por una autentica vía
revolucionaria de la clase trabajadora: el poder de la clase
obrera.
Posición esbozada por el Partido Obrero de Argentina.
El grupo peruano ligado al MES llamado LLC (La Lucha Continúa)
está dentro del PNP de Humala.
Esto es lo que explica que los compañeros del MES (y grupos
menores como es el caso de Praxis de la Argentina), cuestionen
la existencia misma del PRS de Venezuela como esbozo de corriente
política obrera independiente del chavismo: “¿Esa
construcción pasa necesariamente hoy por la proclamación de un
partido político independiente? (...). En ese plenario de los 600
dirigentes firmantes hay no pocos fervientes chavistas, aun con
sus críticas, dudas y planteos (...). Pero ese conglomerado de
activistas y luchadores que quieren profundizar la revolución
desde el campo bolivariano no pueden ni quieren conformar hoy
por hoy un partido independiente que compita con Chávez,
aunque quizás sí puedan y quieran ir construyendo un movimiento
o herramienta política como extrema izquierda crítica y
revolucionaria del proceso” (“Apuntes sobre la izquierda en
Venezuela”, Corriente Praxis. En
www.socialismo–o–barbarie.org). Queda clara aquí,
palmariamente, la ubicación que venimos criticando: no hay que
colocarse como corriente obrera independiente de
estos gobiernos y/o movimientos, sino como “extrema izquierda crítica”
dentro del campo gubernamental. Ver, respecto de esta
escandalosa posición, la muy buena crítica del compañero Nelson
Gamez, militante del PRS (disponible en nuestra página web
internacional citada).
Para tener una visión de la verdadera dinámica de la derrota del
golpe y del lock out patronal (no casualmente, los compañeros se
“olvidan” de este evento clave que marco el ingreso con todo
de la clase obrera como tal en el proceso revolucionario
venezolano), ver “Venezuela en el ciclo de las rebeliones
latinoamericanas”, de Rodolfo Torres, en SoB Nº 73.
Insuficiente, porque hay que dar cuenta que desde el Referéndum
de mediados de 2004 el gobierno chavista ha ido avanzando en un acuerdo
tácito o explícito con importantes sectores de la burguesía
venezolana.
Respecto de la lógica y racionalidad de clase de gobiernos
como el de Chávez, tenemos la siguiente caracterización: “Los
gobiernos bonapartistas «sui generis» [gobiernos como los de Perón,
Nasser, Getulio Vargas, Paz Estensoro, etc, característicos de la
segunda posguerra] consiguieron apoyo en las masas haciéndoles
concesiones. Éstas, en ocasiones, chocaron con los mezquinos
intereses inmediatos de las burguesías nativas, aunque
esas concesiones fueron hechas con vistas a los intereses históricos
y de más largo plazo de desarrollo capitalista nacional
independiente (…) Una característica fundamental de
estos regímenes es que expropiaron políticamente a la clase
trabajadora y las masas populares. Hicieron todo lo posible
para que no tuviesen una expresión política propia e
independiente” (en “¿Revolución Bolivariana?”, de Roberto
Ramírez, Rebeliones en América Latina, Ed. Antídoto,
2005). Esto puede servir como marco para la compresión de las
crecientes peleas y tensiones al interior de la UNT entre el
sector clasista y el gubernamental. Difícilmente el chavismo vaya
a aceptar una central obrera verdaderamente independiente del
gobierno.
Es sobre la base de las enseñanzas de la experiencia histórica
que podemos ser categóricos respecto del “plan concreto
para el socialismo del siglo XXI” acerca del que divaga
el MES: es una absurda y oportunista ilusión creer que Chávez
vaya a “expropiar al capitalismo”. Esta posición la
“transpiran” los compañeros del MES por todos los poros,
aunque no se animen a escribirlo. Entre las corrientes
latinoamericanas del movimiento trotskista, en ausencia de todo
balance crítico de las revoluciones de posguerra y de toda
comprensión de que globalmente estamos en otro ciclo histórico y
político absolutamente distinto al de posguerra, se sigue
fantaseando acerca de la posibilidad de que “bajo presión”,
gobiernos o corrientes burguesas o pequeño burguesas puedan
“romper con el capitalismo y abrir la vía de la revolución
socialista”. Una vez más, la ausencia de balance crítico hace estragos
a la hora de una auténtica estrategia de clase y socialista .
Hasta Kirchner ha esbozado –en defensa de los intereses generales
de la burguesía en nuestro país–– gestos y rasgos de
relativa autonomía, aun cuando estos sean 100% capitalistas. Por
ejemplo, el pago total de la deuda al FMI en la búsqueda de
mayores márgenes de maniobra. Lo mismo ha hecho Lula.
Respecto del ejemplo que ponen los compañeros del supuesto
“apoyo” de Trotsky a Lázaro Cárdenas que “Trotsky
comparaba el papel histórico de Cárdenas con el de Abraham
Lincoln. Pero, al mismo tiempo, formulaba una clara caracterización
de su gobierno y planteaba a la vanguardia y a los trabajadores
una política independiente. Frente al ataque del
imperialismo por la nacionalización del petróleo, Trotsky
sostenía: «La causa de México, como la causa de España (en
guerra civil contra el fascismo), como la causa de China (invadida
por el imperialismo japonés), es la causa de la clase obrera
internacional». Pero simultáneamente decía: «El proletariado
internacional no tiene ninguna razón para identificar su
programa con el programa del gobierno mexicano. Los
revolucionarios no tienen ninguna necesidad de cambiar de color».
Creemos que se impone decir algo parecido en relación a Venezuela
y Chávez. La causa de Venezuela y su pueblo es la causa de la
clase obrera internacional (...). Pero no hay ninguna razón para
identificar nuestro programa con el de Chávez” (en “¿Revolución
Bolivariana?”. Roberto Ramírez, Rebeliones en América
Latina, cit.).
No así de la corriente pablo–mandelista del movimiento
trotskista, que hizo escuela de esta orientación tanto en el
Occidente capitalista, como en los países del Este europeo y
China.
Revista Movimiento nº12, pp.18.
Es decir, posicionémonos “tácticamente” ahora (en “el
terreno concreto de la situación concreta”
y “mientras tanto” las cosas vayan evolucionando) y
dejemos la –molesta– estrategia –que nos pone “Muros de
Berlín” hacia las masas– para después...
Ya hemos escrito que consideramos un derecho y
“progresivas” la medidas económicas de protección
reciproca con Cuba. Pero no es esto lo que da el tono y el
contenido real del resto de las relaciones económicas de Chávez
con los demás países latinoamericanos: “Que Chávez le tienda
una mano a Cuba mediante el aporte de petróleo a cambio de la
brigada de médicos y alfabetizadores enviados a Venezuela, es
progresivo y, a todas luces, atenúa los efectos del bloqueo
yanqui y el aislamiento económico de la isla. Pero la cosa no
pasa de ahí: hace décadas que Castro practica la misma política
reaccionaria de acuerdos de estados y que de ninguna manera
impulsa un curso desde abajo, anticapitalista, en los países de
la región”. Idem, Roberto Sáenz.
Se trata de un serio economista marxista ampliamente conocido en
la vanguardia de la región.
Claudio Katz, “Centroizquierda,
nacionalismo y socialismo”. En revista “Socialismo o
Barbarie” n°19.
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