América Latina

Polémica con las propuestas de la revista Movimento (órgano del MES, corriente del PSOL brasileño)

Primera parte – ¿Qué orientación en Latinoamérica?

Por Roberto Sáenz
Socialismo o Barbarie, periódico, 20/04/06

El ciclo de rebeliones populares en América Latina y su actual fase de “mediación” del mismo por parte de gobiernos de centroizquierda ha abierto un amplio debate entre las corrientes que se reivindican marxistas revolucionarias. ¿Qué orientación darse ante este proceso? ¿Qué posición tomar ante los nuevos gobiernos de centroizquierda, nacionalistas burgueses o de frente popular? ¿Cómo construir las necesarias alternativas de clase e independientes? Estos son algunos de los interrogantes y problemas que están en debate.

El MES (Movimiento de Izquierda Socialista) de Brasil expresa una de las corrientes de la región que más abiertamente plantea una orientación global extremadamente oportunista, tanto en su ámbito de actuación inmediata –el PSOL del Brasil– como en las orientaciones y políticas que plantea para otros países de la región. Asimismo, su ubicación reviste importancia porque es una de las tendencias que hacen parte de los Encuentros Internacionales que promueve ese partido y de los cuales estamos participando como corriente Socialismo o Barbarie Internacional. Encuentros que, pese a todos sus límites, tienen el valor de posibilitar precisamente un debate internacional acerca de cómo colaborar para que se pueda pasar del actual ciclo de rebeliones populares a autenticas revoluciones sociales, y sobre los instrumentos políticos necesarios para ello. (Los textos del MES con los debatimos aquí, pueden ser leídos en www.revistamovimiento.com.br)

Una orientación global de renuncia a la independencia de clase

En su revista Movimiento Nº 12 (enero–febrero 2006, en adelante M12), presidido por la búsqueda de un “vehículo para llegar a las masas”, lo que se despliega es una caracterización de los gobiernos, una política, un programa, una estrategia y una orientación de construcción que, de conjunto, configuran una perspectiva de renuncia a la independencia política de clase y revolucionaria respecto de varios de estos nuevos gobiernos burgueses y/o movimientos que claramente no son de la clase trabajadora. Lo que habría que hacer sería subirse a la ola de estos nuevos movimientos como “vía regia” para “llegar a las masas”.

“Seria un gravísimo error no participar de este proceso –señala en un artículo el dirigente del MES, Pedro Fuentes–. No es posible excusarse usando como argumento que Hugo Chávez no sea un representante de la clase trabajadora (...). La resolución de la III Internacional (...) afirma: «los partidos comunistas de los países coloniales o semicoloniales de Oriente, que todavía están en un estado más o menos embrionario, deben participar de cualquier movimiento apto para abrirle un acceso a las masas». Exactamente de eso se trata: las corrientes socialistas revolucionarias, que hoy son una minoría, deben participar del movimiento bolivariano que va a expandirse en nuestro continente y puede provocar nuevos procesos similares al de Venezuela (...). Sólo si formamos parte de este frente único, que va a tomar formas regionales y continentales, podremos abrir ese «acceso a las masas»”.([1])

Mas allá de la completa exageración de ver al movimiento bolivariano extendiéndose a escala de todo el continente ([2]), en lo que sigue intentaremos llevar a cabo una crítica de esta ubicación desde un criterio de clase opuesto: la necesidad de zambullirse en el proceso de lucha y recomposición de los trabajadores desde el ángulo de la máxima independencia e intransigencia respecto de la ola centroizquierdista, nacionalista y frente populista en curso.

Es decir, utilizar la circunstancia que se nos presenta a los socialistas revolucionarios pero no para “participar del movimiento bolivariano” ([3]), sino para dar pasos cualitativos en la construcción –aun cuando esto sea hoy “contra la corriente”– de alternativas independientes a partir del desarrollo de la experiencia de amplios sectores de la vanguardia y las masas con los límites de clase de estos gobiernos. Este mismo proceso ya está dando lugar a la emergencia de movimientos más amplios que un puñado de revolucionarios: movimientos políticos y sociales de la clase obrera, no burgueses o pequeño burgueses como es el caso de los “bolivarianos”, de la mano de gobiernos al frente del Estado capitalista.

Esto es, desde instrumentos políticos de trabajadores hasta fuertes corrientes y/o  partidos socialistas revolucionarios insertos en la clase obrera, según corresponda al estadio de construcción en cada caso. Porque no hay que perder de vista –aunque la fase de mediación sea más o menos larga– que es precisamente ante la emergencia de este tipo de gobiernos cuando mayores son las posibilidades de dar este paso.([4]) A condición, claro está, de mantener la máxima intransigencia, aun cuanto esta independencia necesariamente incluya la mayor audacia y flexibilidad táctica posible dentro de un marco congruente con la propia estrategia de clase.

Por ejemplo, en Bolivia está planteada una dura pelea por la construcción de un Instrumento Político de Trabajadores sobre la base de mineros y la COB, no la militancia al interior del MAS de Morales.([5]) O el impulso de la experiencia muy progresiva (mas allá de cualquier límite) del PRS y la C–CURA en la propia Venezuela, precisamente por fuera del “movimiento bolivariano”, incluso en sus expresiones mas “radicalizadas” pero aun así chavistas como el M–13 de Roland Denis. Instrumentos políticos de este tipo también se comienzan a plantear en países como Paraguay, y que en otros casos toma más la forma de partidos socialistas “amplios”, como es el caso en Brasil del propio PSOL, o, sindicalmente, la experiencia del CONLUTAS.

Es este tipo de orientación independiente, este tipo de movimientos más amplios –en los que los socialistas revolucionarios somos una minoría o participamos de frentes únicos de tendencias y buscamos construirnos como ala revolucionaria socialista consecuente en su interior–, lo que esta a la orden del día. Es esa pelea al interior de la amplia vanguardia la que, de ganarse, nos puede el “acceso a las masas”. Se trata de un camino opuesto al que pretenden los compañeros por el expediente de la “gran política”: es decir, de un “atajo” que renuncia a una sólida construcción orgánica e independiente.

El carácter de los nuevos gobiernos

Esta ubicación nos lleva a un problema más general: la caracterización de los nuevos gobiernos en Latinoamérica. Con el comienzo del siglo XXI y la irrupción del proceso de rebeliones populares en la región, han surgido una serie de gobiernos burgueses de características distintas respecto de la tónica prevaleciente a lo largo de los 90.

Tenemos gobiernos burgueses normales como es el caso de Tabaré Vásquez, Lula y Bachelet extremadamente “conservadores”, continuistas y neoliberales. En un lugar “intermedio” hay otro gobierno burgués más o menos “normal” como el de Kirchner. Pero, al ser el “hijo burgués” del Argentinazo, la línea continuista es, en este caso, “post–neoliberal”, es decir, matizada con una serie de concesiones y cambios en la regulación del capitalismo argentino propio de su origen como subproducto de la rebelión popular.

En honor a la verdad, respecto de estos gobiernos, no hay con los compañeros del MES, en principio, mayores diferencias: se ubican en la oposición (otra cosa es que esta oposición sea de clase) a Lula, Kirchner, Bachelet y Tabaré.

Sin embargo, cuando nos desplazamos hacia la “izquierda” del arco iris gubernamental, hacia circunstancias de mayor “anormalidad”, las cosas cambian. Es decir, se acaba la oposición e “independencia” cuando nos referimos a los casos de gobiernos como el de Chávez, Evo Morales e, incluso, al posible de Ollanta Humala en el Perú. En estos casos, explícitamente, se plantea que hay que colocarse como ala de “extrema izquierda” del “campo” de estos gobiernos y/o movimientos. Es decir, habría que militar no sólo dentro de la “corriente bolivariana continental”, sino también del Partido Nacionalista Peruano de Humala.([6])

No es casual que en estos casos, la pintura de los rasgos y carácter de clase de estos gobiernos quede como mínimo difusa e imprecisa, al tiempo que se acentúan en demasía los elementos reales o eventuales de enfrentamiento al imperialismo de un Chávez, un Evo o un Humala respecto de su verdadero carácter de clase (gobiernos burgueses “anormales”, nacionalistas o de frente popular). Esto llega a configurar un curso de capitulación a ellos mismos ([7]) y a los movimientos policlasistas que encarnan.

“Hoy en Venezuela, el gobierno de Chávez está liderando un proceso de lucha contra el imperialismo. Además de eso, presentó una propuesta concreta [!] de transición al socialismo en el siglo XXI. Chávez es parte y resultado de un proceso de crecimiento revolucionario de Venezuela, surgido a partir de la rebelión popular de 1989 en Caracas. Es un gobierno que se apoyó en la movilización de masas, que derrotó dos veces los planes golpistas del imperialismo –golpe y referendo ([8])– y que gobierna esencialmente respaldado en un sector del ejército, institución que sufrió un proceso de polarización después de los golpes del imperialismo. Esto junto al hecho de ser un país que puede sostener transitoriamente un modelo económico relativamente independiente, basado en su producción petrolera, hoy nacionalizada” (M12, p. 18).

En este análisis extremadamente unilateral se destaca el real elemento “antiimperialista” del gobierno chavista (uno de los componentes de la realidad), pero se pierde completamente de vista el criterio de clase a la hora de la evaluación del carácter de estos gobiernos y movimientos como totalidad. Esto es, el hecho de que desde el punto de vista de una profundización anticapitalista y desde la clase obrera del proceso revolucionario venezolano, Chávez no es “parte y resultado” de él, sino una mediación. Incluso se llega al extremo de plantear que Chávez habría presentado una propuesta “concreta” del socialismo en el siglo XXI, cuando a todas luces no se trata de una auténtica propuesta socialista, sino de “economía mixta” o, a lo sumo, con elementos de “capitalismo de Estado”.

Respecto de la caracterización de las bases sociales del gobierno chavista, se identifican centralmente dos: parte importante del ejército y el petróleo nacionalizado, lo cual no es equivocado, aunque sí insuficiente.([9]) Al mismo tiempo, a lo largo de la revista se oscila identificándolo indistintamente como gobierno “burgués” o “pequeño–burgués”. Pero la caracterización de clase queda totalmente subordinada a la valoración política del carácter independiente del imperialismo del chavismo.

Siendo éste un elemento de enorme importancia y una contradicción real, nunca puede llevar a diluir el hecho de que Venezuela bajo Chávez sigue teniendo un gobierno burgués (aunque “atípico”); sigue siendo una sociedad capitalista. Sociedad capitalista respecto de la cual Chávez es, en última instancia, un defensor ([10]) e, insistimos, una mediación en relación a una perspectiva de auténtica revolución socialista.([11]) 

La caracterización de estos gobiernos hace a la valoración de conjunto de su política desde el punto de vista de los intereses inmediatos e históricos de la clase obrera. Y en ese sentido, considerando el proceso más general de las rebeliones populares, no son gobiernos que vengan a profundizarlas en sentido anticapitalista y socialista. Por el contrario, se trata de enormes mediaciones, donde incluso los roces y enfrentamientos con el imperialismo y la auténtica búsqueda de grados de independencia y autonomía ([12]) están al servicio de poner en marcha una serie de importantes reformas –hemos definido al gobierno de Chávez como un reformista que hace reformas, pero que de ninguna manera configuran medidas de fondo que apunten a cuestionar el sistema capitalista imperante en cada país y en el continente todo. Perder de vista esta ubicación estratégica sólo puede abrir la vía a la capitulación política.

¿Frente Único Antiimperialista?

Como ya ha ocurrido otras veces en la historia del movimiento trotskista, la vía de esta capitulación se pavimenta con la “táctica” del Frente Único Antiimperialista (FUA). Los compañeros del MES sostienen que en las condiciones de enfrentamientos con el imperialismo de algunos de estos nuevos gobiernos (sobre todo el de Chávez), lo que se impone es “no ser sectarios” y trabajar con la política del FUA.

“La situación latinoamericana nos pone cuestiones y nuevos procesos que tenemos que abordar a partir de nuestro punto de vista socialista revolucionario. Con relación a Venezuela: ¿la política es sólo la defensa del país frente al imperialismo, o también apoyamos al ALBA contra el ALCA y las medidas antiimperialistas de integración latinoamericana del gobierno de Chávez? Si respondiéramos afirmativamente a esta tarea, se trata de una política de frente único antiimperialista” (M12, p.17). A lo que se agrega: “eso exige, para los revolucionarios latinoamericanos, una política audaz, una política de apoyo al ALBA, a las medidas progresistas del gobierno venezolano, y al mismo tiempo la defensa de la nación venezolana frente al imperialismo. No se trata sólo de un apoyo circunstancial; para el imperialismo la derrota del proceso bolivariano es una cuestión estratégica. Ser parte de ese frente antiimperialista es la mejor –o la única– manera de construir la organización socialista, revolucionaria independiente también en la propia Venezuela” (M12, p. 18).

Los compañeros sostienen la tesis de que no se trata sólo “de la defensa de la nación venezolana frente al imperialismo” (de lo que estamos incondicionalmente a favor) o incluso de la defensa circunstancial del propio gobierno de Chávez ante cualquier nuevo intento golpista o ataque del imperialismo (defensa que sostenemos también de manera incondicional). Lo que exigen es una estrategia de apoyo político a las medidas que el mismo toma que se consideran “progresistas”. Es decir, exigen de los socialistas revolucionarios una capitulación total, una rendición incondicional frente al gobierno chavista, como la “mejor o única” manera de construir la organización revolucionaria “también en la propia Venezuela” al tiempo que se critica por derecha al PRS.

Lo que hemos visto en el pasado como tragedia pretende ser reeditado ahora como farsa. Porque la orientación del “apoyo a las medidas progresivas” de un determinado gobierno burgués y la aplicación de estas “tácticas” de FUA (convertidas en estrategia) han jalonado, una tras otra, toda una historia de capitulaciones a gobiernos enemigos de la clase obrera. En nombre de estas orientaciones, desde el estalinismo en adelante y lamentablemente también en el caso de varias corrientes trotskistas, se justificaron capitulaciones tremendas como en el caso del POR en Bolivia en 1952.

A sabiendas de este grave antecedente, los compañeros intentan justificar “teóricamente” el pasarse con armas y bagajes a esta estrategia: “Nosotros, revolucionarios latinoamericanos formados en el trotskismo, hemos abordado históricamente las tareas antiimperialistas con ejes claros que nos diferenciaron de las corrientes que defendían la revolución por etapas (...). Sosteníamos y sostenemos que las tareas democráticas y antiimperialistas son reivindicaciones que la burguesía no puede resolver hasta el final (...) que es la clase obrera (...) quien puede llevar adelante un enfrentamiento consecuente con el imperialismo y hacer un puente con las tareas socialistas” (M12, pp. 17–18). Hasta aquí –aunque es sólo una letanía–, los compañeros se mantienen en el terreno de la tradición del marxismo revolucionario. Pero el problema viene inmediatamente después: “Mientras tanto, afrontamos situaciones donde gobiernos burgueses o pequeño burgueses mantuvieron importantes embates con el imperialismo y en determinado momento, desempeñaron un papel progresista. Trotsky apoyaba entusiastamente la nacionalización del petróleo realizada por el gobierno mexicano de Lázaro Cárdenas” (M12, p. 18). Y se reitera con las Tesis de Oriente de la III Internacional que “es indispensable forzar a los partidos burgueses nacionalistas a adoptar la mayor parte posible de este programa agrario y nacionalista” (M12, p. 18).

Estas definiciones concentran varios problemas.([13]) Uno no menor es que en el “mientras tanto” se lleva a cabo una estrategia completamente incongruente con nuestra perspectiva socialista general. Por un lado, ya hemos dejado señalado que la estrategia “etapista” para Oriente y el mundo semicolonial fue dejada de lado por los revolucionarios a partir de la experiencia de la segunda revolución china (1925–1927) y la formulación final de las Tesis de la Revolución Permanente.

En este mismo sentido, existe un valioso y educativo texto de Nahuel Moreno que, obviamente, Pedro Fuentes no desconoce: La traición de la OCI, referido a la capitulación de esa organización trotskista francesa al gobierno de Miterrand en 1981. Allí se sostienen posiciones opuestas a las del compañero Fuentes.

“Una de las expresiones especificas mas importantes de la teoría de los campos burgueses progresivos fue formulada por la propia Internacional Comunista: es el frente único antiimperialista. Posteriormente, esta teoría fue desarrollada de manera oportunista por Stalin y Mao y por las corrientes revisionistas del marxismo y el trotskismo (...). El contenido principal de esta teoría puede sintetizarse así: el eje estratégico del partido revolucionario en los países atrasados es la conformación de un frente único antiimperialista con la burguesía nacional (...). El eje de la política (...) no es lograr la independencia de clase del proletariado y, en ese marco, estudiar la conveniencia táctica de hacer tal o cual acuerdo limitado y circunstancial con algún sector de la burguesía, sino exactamente lo contrario. Lo permanente, lo estratégico es el acuerdo con la burguesía” (N. Moreno, La traición de la OCI, cap. 3).

Parece escrito para la polémica de hoy. Porque precisamente el compañero Pedro Fuentes levanta el dedo acusador contra los que sostenemos la tesis del frente único solo “circunstancial” en caso de ataque golpista o militar al gobierno de Chávez. Esto es así porque para ellos “lo permanente, lo estratégico” es el acuerdo –el “frente único antiimperialista”– con el chavismo, y no “lograr la independencia de clase del proletariado”.

Lo mismo cabe respecto de la totalmente oportunista política de “apoyo a las medidas progresivas” de un gobierno burgués (aun “anormal”) como el de Chávez. Esto es un pecado de leso socialismo revolucionario, de leso trotskismo e incluso de la mejor parte de la tradición de la corriente morenista.([14])

Moreno también se refiere explícitamente al tema: “La pregunta es: ¿es posible apoyar los pasos o medidas progresivas de un gobierno burgués y no apoyar a dicho gobierno? Nosotros creemos, con Trotsky, que no: que apoyar los «pasos / medidas» de un gobierno burgués es solidarizarse políticamente con el mismo (...). En cuanto a los «pasos / medidas» jamás los apoyamos, pero sí tenemos la obligación de utilizarlos, cualquiera sea el carácter del gobierno burgués que los otorgue (...). Como marxistas revolucionarios, no podemos juzgar cada medida de un gobierno por separado: «ésta es buena, la apoyo; ésta es mala, la rechazo», sino en el marco de su política de conjunto. Si un gobierno es burgués (...) por lo tanto también lo son todas sus medidas, por «progresivas» que parezcan. En síntesis, juzgamos cada medida de un gobierno en el marco de su política general y en relación a la lucha de clases, jamás aisladamente (...). Nada de esto significa que no lucharemos por medidas reformistas, pero entendiendo siempre que éstas son un subproducto de la movilización revolucionaria de la clase obrera” (N. Moreno, cit. cap. 11).

Es síntesis, el “apoyo a las medidas progresivas” y el “frente único antiimperialista” con el gobierno chavista son un desastre político que sólo puede operar de taparrabos –sirviéndole al propio Chávez, cotidianamente, de coartada– frente al carácter burgués de su gobierno. Lo que esta planteado es otra cosa: una estrategia intransigente de independencia política de clase, y en ese marco es una obligación la defensa –incondicional, pero “circunstancial”–del gobierno de Chávez frente a cualquier embate militar o golpista del imperialismo.

Segunda parte – ¿Federación de repúblicas... capitalistas o Federación Socialista?

La opción por los “movimientos sociales” en detrimento de la clase obrera

Someramente, desde el punto de vista estratégico, es sabido que los compañeros sostienen la tesis de que el “debilitamiento” de la clase obrera habría llegado a tal punto que lo más dinámico serian los “nuevos movimientos sociales”. Esto ha aparecido en una serie de textos a lo largo de los últimos años y se reitera, nuevamente, en los artículos que estamos criticando.

“Chávez y la revolución bolivariana existen en un nuevo contexto de la situación latinoamericana, en la cual se mezclan las crisis de los gobiernos neoliberales con la emergencia de insurrecciones y movilizaciones populares. En estos procesos, principalmente campesinos e indígenas –pero donde la clase obrera estuvo siempre presente– se levantaron reivindicaciones democráticas y antiimperialistas, mas que clasistas.

Podemos afirmar que de alguna manera estos movimientos son mas progresistas, pues permiten la formación de un bloque de clases explotadas con una política nacional conjunta[15].

Realmente, no se sabe a que se refieren los compañeros cuando habla de “la formación de un bloque de clases explotadas con una política nacional conjunta” (pastiche que suena “frente–populista”). En todo caso, lejos de ser los movimientos campesinos e indígenas (muy progresivos, pero no “mas progresistas” respecto de la emergencia de la clase obrera) un elemento de fortaleza de las rebeliones populares, ha sido, precisamente, la ausencia de la centralidad de la clase trabajadora en la primera fase del actual ciclo político, la carencia social mas determinante para que se pudiera imponer la actual mediación centroizquierdista de las rebeliones.

Por si esto fuera poco, resulta sorprendente que siquiera se den cuenta que tanto en el caso del nuevo gobierno de Evo Morales, como en la experiencia de la UNT en Venezuela o, mas claramente aun, en el caso argentino frente a Kirchner, la dinámica es la opuesta: los “movimiento sociales” están siendo y son fácilmente cooptables por el Estado, al tiempo que el sector social de los explotados y oprimidos de quien mas consecuentemente están viniendo los elementos de oposición y contradicción con los nuevos gobiernos, es precisamente la clase obrera ocupada.

Es decir, lejos del impresionismo y al calor de una recuperación –si bien no estructural– de la economía a nivel continental, sectores capitales de la clase obrera ocupada están recuperando el lugar estratégico y central muy superior por razones objetivas y subjetivas, frente a la endebles social y política que muestran los “nuevos movimientos sociales” como el MST de Brasil, las corrientes indigenistas en Bolivia (el MAS y el MIP). E, incluso, los movimientos de desocupados (es decir, de trabajadores en sentido amplio, pero sin arraigo laboral y estructural) en la Argentina.

Este mismo análisis (o perspectiva estratégica) respecto del sujeto social de la transformación y de la centralidad (o no) de los trabajadores en la necesaria alianza obrera, campesina, originaria y popular que se necesita en Latinoamérica, se entronca y tiene consecuencias en la orientación del trabajo en la región. Hace parte, justamente, de la perdida –que venimos señalando– de toda perspectiva política independiente y del llamado a construirse al interior de movimientos burgueses o pequeño burgueses que no son de la clase obrera. Una cosa se condice con la otra.

¿Qué integración latinoamericana?

Nos interesa desarrollar, como ultimo punto de esta polémica, una critica respecto de los planteos programáticos del MES en lo que hace a la integración latinoamericana y el papel del ALBA en la misma.

Dicen los compañeros: “El proceso bolivariano pone a la izquierda revolucionaria frente a un desafió. Defensora de la idea de una Federación de Republicas Socialistas, tiene el desafió de posicionarse –o no– en ese terreno concreto frente al imperialismo y a los gobiernos entreguistas. La Federación Socialista fue una palabra de orden aplicada en la época del apogeo de la revolución cubana, cuando Fidel y el Che habían puesto en marcha la OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad) y después la Tricontinental. Ahora existe un contexto diferente, nuevo, sobre el cual es preciso actuar y que obliga a pensar una política concreta para este momento concreto. Política que permita incidir en el proceso de lucha de clases y esto no se puede hacer repitiendo las mismas palabras de orden del pasado de manera litúrgica. El ALBA ubica a la integración latinoamericana de manera objetiva y esta dando pasos concretos en ese sentido (...). El ALBA significa también un paso importante para la toma de conciencia antiimperialista de las masas latinoamericanas, ya que no existe otra alternativa que llegue a ellas. Hoy es posible establecer un nuevo dialogo con el movimiento de masas de cada país, presentar una opción frente al imperialismo (...). A partir de esta situación y con esta política es que se puede presentar de manera mas clara la idea de la Federación de Republicas Latinoamericanas”.

Quizás nos equivoquemos (los compañeros nos sabrán disculpar). Pero en la redacción del ultimo renglón, se les “paso” el carácter “socialista” de la Federación... Sin embargo, nos parece que por la lógica de toda su posición, no es así. No se trata de la ausencia involuntaria de una “palabra”. Hay un grave problema de lógica política: el planteo del ALBA, con todo lo que de elementos contradictorios “antiimperialistas” –por lo menos, en los papeles– tiene (o pueda tener) respecto de las orientaciones centrales del imperialismo, no es una propuesta de carácter anticapitalista.

Es decir, el planteo “concreto” de Pedro Fuentes “para la situación concreta”, termina siendo la utopía reaccionaria de una estrategia que viene fracasando en la región desde hace 200 años: una perspectiva de unidad latinoamericana de la mano de corrientes burguesas o pequeño–burguesas. Una perspectiva que en este terreno (como en el del frente único antiimperialista) rompe con la lógica de la revolución permanente en beneficio de una estrategia etapista. No es casual que –en este planteo–  este también presente esa lógica del “mientras tanto” (utilizada para justificar el apoyo político al gobierno chavista), solo que bajo la formula de llamado a “posicionarse en el terreno concreto”[16].

En defensa de esta orientación, se argumenta que el ALBA estaría ubicando “a la integración latinoamericana de manera objetiva y esta dando pasos concretos en ese sentido”. Pero lo que de pizca de verdad contiene este argumento (y eso hay que aprovecharlo revolucionariamente), es que el planteo del ALBA (como el del “Socialismo en el siglo XXI) colocan sobre la mesa debates ausentes hace años y desde ese punto de vista cumplen un rol “progresista”; lo que no quiere decir, para nada, que puedan resolver el problema de la integración.

Es decir, la cruda verdad es que el ALBA no ha dado un solo paso concreto que haya colocado la integración latinoamericana como un proceso que ya es “objetivo”, sino que –a lo sumo– ha servido de cobertura para acuerdos económicos de Estado (muchos de ellos “lícitos”, como los que tienden a evitar el aislamiento económico de Venezuela) o para negocios regionales con grandes grupos capitalistas[17]. Recientes trabajos de Claudio Katz[18] (que, honestidad obliga, es menos critico que nosotros respecto del ALBA) nos permiten poner más elementos sobre la mesa.

“Venezuela no es estructuralmente distinta del resto de Sudamérica. Padece el mismo nivel de inequidad social, subdesarrollo agrario y raquitismo industrial. La pobreza afecta al 80% de la población y el empleo informal abarca las tres cuartas partes de los trabajadores (...). El asistencialismo social, la distribución de tierras improductivas y créditos al cooperativismo permiten iniciar una redistribución progresiva del ingreso. Pero remontar la regresión social (...) y revertir el desempleo estructural (...) presupone inversiones estatales de grandes dimensiones. No alcanza con el ‘desarrollo endógeno’ en las ciudades y la erradicación de tierras improductivas en el campo (...). Un gran paso se ha dado con la expulsión de la gerencia transnacionalizada que controlaba PDVESA (...). Pero el principal freno del proceso bolivariano se localiza dentro de la propia administración chavista (...). La experiencia demuestra que las conquistas congeladas se diluyen (...). Chávez ha declarado varias veces su admiración (por la revolución cubana), pero no implementa las medidas de ruptura con el capitalismo que se adoptaron en Cuba en los años ’60 (...). Las convocatorias regionalistas (...) no tuvieron gran recepción entre sus colegas de centroizquierda (...). En cierta medida estas iniciativas brindan cobertura a los negocios que ya entrelazan a varios grupos capitalistas. Pero de estos convenios no surge la integración autónoma que ambiciona Chávez. Este objetivo requeriría implementar transformaciones que ningún gobierno centroizquierdista esta dispuesto a llevar a cabo. Para que Petrosur revierta la sumisión energética de la región habría que reestatizar el petróleo en Argentina y Brasil (...). Pero es evidente que Kirchner y Mesa (ahora Morales) mantienen alianzas estratégicas con Repsol para preservar la privatización del sector (...). La expectativa chavista de contagiar el espíritu bolivariano a los gobiernos centroizquierdistas choca con un obstáculo estructural: las clases dominantes de la región preservan la conformación centrípeta que históricamente bloqueo su asociación (...). El sueño de Bolívar y San Martín no podrá concretarse mientras estos grupos capitalistas manejen el poder”[19].

Es obvio que Chávez “entiende” perfectamente esto. Y mas allá de las palabras y los gestos altisonantes, la política de acuerdos de Estados por arriba, sin el impulso real a una orientación de lucha de clases, de liquidación de la gran propiedad privada, en nada puede modificar esta conformación estructural de la región. Es ahí donde mueren las palabras del “comandante” y el ALBA.

Este es el contenido y la lógica última del ALBA: acuerdos de Estados que, efectivamente, podrían tener elementos de una opción alternativa al ALCA, pero que por la vía que se pretenden implementar o es una cobertura a negocios con sectores capitalistas (por ejemplo, el caso del mega–gasoducto sudamericano que se esta proyectando) o un callejón sin salida, sin ninguna practicidad.

Esto no es algo que las “nuevas condiciones” –de las cuales habla el compañero Pedro– hayan cambiado. Es decir, no es “nuevo” el hecho de que no haya ninguna posibilidad estructural de “integración latinoamericana” sin un curso claro anticapitalista. En todo caso, lo realmente “nuevo” –en condiciones de mundialización del capital– es que esto es un millones de veces menos posible que en el pasado.

Al respecto, “(...) mas allá de la retórica de Chávez, la inmensa transnacionalizacion de las economías de todo los países de la región y los vínculos que ya mantienen con el mercado mundial hacen completamente irreal e ilusoria la predica ‘latinoamericanista’ (...). Desde ya que esta unidad es una aguda necesidad de los pueblos del continente: no poco del atraso y sometimiento de la región tienen que ver con que –a diferencia de Estados Unidos–, en Sudamérica, luego de la independencia, se dio lugar a una miríada de estados relativamente pequeños que impidió el desarrollo de economías de escala y, por tanto, de sus fuerzas productivas. A la vez que, en vez de lograrse un desarrollo realmente independiente, la independencia de un imperio en decadencia como el de España dio lugar a una renovada dependencia respecto de la potencia imperialista en ascenso en aquella época: Inglaterra (...) en el siglo XX, Estados Unidos. Pero si en el siglo XIX y XX este proceso de emancipación (...) no pudo venir de la mano de las ‘burguesías nacionales’, ¿cómo podría serlo ahora, cuando estas mismas burguesías no son mas que un mito, cuando prácticamente no quedan burguesías propiamente nacionales?”[20].

Conclusión: mas que nunca, un proceso que supere las fronteras y estados nacionales, no vendrá del “frente único antiimperialista” con la corriente “bolivariana continental”. Solo puede venir de un curso independiente: de la mano de la clase obrera que en alianza con el resto de los explotados y oprimidos impongan mediante los métodos de la lucha de clases, los Estados Unidos Socialistas de Latinoamérica.

Notas:


[1] Revista Movimiento Nº 12, pp. 18. En el III Congreso de la Internacional Comunista (1922) cuando fueron redactadas y votadas las famosas “Tesis de Oriente”, la estrategia para los países coloniales era explícitamente etapista: de ahí que se postulara la táctica del “frente único antiimperialista”, para realizar primero la revolución burguesa que despejaría luego la vía para la maduración de los elementos de la próxima revolución, ahora si, obrera y socialista. Pero cualquier trotskista formado sabe que al calor de la experiencia de la segunda revolución china y la redacción final de las Tesis de la Revolución Permanente, Trotsky se pasó a un punto de vista “permanentista” en todo el mundo. En esas condiciones, la táctica del FUA y la causa común con movimientos políticos burgueses o pequeño–burgueses quedaba descartada en beneficio de un curso de independencia de clase. Los compañeros del MES no hacen ni mención de esta postura, que por supuesto no desconocen.

[2] Esto reproduce como farsa las fantasías alrededor de la OLAS castrista en la década del 60, que sin embargo se apoyaban en un fenómeno de obvio mayor impacto que el chavismo, como la revolución cubana.

[3] La orientación es entonces subirse al carro de todo tipo de movimientos que están ligados a, o se están expresando en, los nuevos gobiernos burgueses. Movimientos que evidentemente no tienen como centro la clase trabajadora y no son independientes de una y otra representación burguesa o pequeño burguesa. Es decir, 150 años después de las conclusiones de Marx respecto de la revolución de 1848, se postula la renuncia a la independencia política de la clase trabajadora,. Y todo esto como “vía regia” para el “acceso a las masas”.

[4] Es parte del acervo y tradición del marxismo revolucionario el que al mismo tiempo que estos gobiernos bonapartistas “sui generis” o de frente popular constituyen siempre fuertes mediaciones respecto de una salida obrera y socialista, en el curso de la experiencia de las masas con las limitaciones de clase de los mismos (y en el marco de la continuidad del ascenso de las luchas), tarde o temprano se abre la perspectiva del giro a la izquierda de amplios sectores, lo que coloca a la orden del dia la posibilidad de la pelea por una autentica vía revolucionaria de la clase trabajadora: el poder de la clase obrera.

[5] Posición esbozada por el Partido Obrero de Argentina.

[6] El grupo peruano ligado al MES llamado LLC (La Lucha Continúa) está dentro del PNP de Humala.

[7] Esto es lo que explica que los compañeros del MES (y grupos menores como es el caso de Praxis de la Argentina), cuestionen la existencia misma del PRS de Venezuela como esbozo de corriente política obrera independiente del chavismo: “¿Esa construcción pasa necesariamente hoy por la proclamación de un partido político independiente? (...). En ese plenario de los 600 dirigentes firmantes hay no pocos fervientes chavistas, aun con sus críticas, dudas y planteos (...). Pero ese conglomerado de activistas y luchadores que quieren profundizar la revolución desde el campo bolivariano no pueden ni quieren conformar hoy por hoy un partido independiente que compita con Chávez, aunque quizás sí puedan y quieran ir construyendo un movimiento o herramienta política como extrema izquierda crítica y revolucionaria del proceso” (“Apuntes sobre la izquierda en Venezuela”, Corriente Praxis. En www.socialismo–o–barbarie.org). Queda clara aquí, palmariamente, la ubicación que venimos criticando: no hay que colocarse como corriente obrera independiente de estos gobiernos y/o movimientos, sino como “extrema izquierda crítica” dentro del campo gubernamental. Ver, respecto de esta escandalosa posición, la muy buena crítica del compañero Nelson Gamez, militante del PRS (disponible en nuestra página web internacional citada).

[8] Para tener una visión de la verdadera dinámica de la derrota del golpe y del lock out patronal (no casualmente, los compañeros se “olvidan” de este evento clave que marco el ingreso con todo de la clase obrera como tal en el proceso revolucionario venezolano), ver “Venezuela en el ciclo de las rebeliones latinoamericanas”, de Rodolfo Torres, en SoB Nº 73.

[9] Insuficiente, porque hay que dar cuenta que desde el Referéndum de mediados de 2004 el gobierno chavista ha ido avanzando en un acuerdo tácito o explícito con importantes sectores de la burguesía venezolana.

[10] Respecto de la lógica y racionalidad de clase de gobiernos como el de Chávez, tenemos la siguiente caracterización: “Los gobiernos bonapartistas «sui generis» [gobiernos como los de Perón, Nasser, Getulio Vargas, Paz Estensoro, etc, característicos de la segunda posguerra] consiguieron apoyo en las masas haciéndoles concesiones. Éstas, en ocasiones, chocaron con los mezquinos intereses inmediatos de las burguesías nativas, aunque esas concesiones fueron hechas con vistas a los intereses históricos y de más largo plazo de desarrollo capitalista nacional independiente (…) Una característica fundamental de estos regímenes es que expropiaron políticamente a la clase trabajadora y las masas populares. Hicieron todo lo posible para que no tuviesen una expresión política propia e independiente” (en “¿Revolución Bolivariana?”, de Roberto Ramírez, Rebeliones en América Latina, Ed. Antídoto, 2005). Esto puede servir como marco para la compresión de las crecientes peleas y tensiones al interior de la UNT entre el sector clasista y el gubernamental. Difícilmente el chavismo vaya a aceptar una central obrera verdaderamente independiente del gobierno.

[11] Es sobre la base de las enseñanzas de la experiencia histórica que podemos ser categóricos respecto del “plan concreto para el socialismo del siglo XXI” acerca del que divaga el MES: es una absurda y oportunista ilusión creer que Chávez vaya a “expropiar al capitalismo”. Esta posición la “transpiran” los compañeros del MES por todos los poros, aunque no se animen a escribirlo. Entre las corrientes latinoamericanas del movimiento trotskista, en ausencia de todo balance crítico de las revoluciones de posguerra y de toda comprensión de que globalmente estamos en otro ciclo histórico y político absolutamente distinto al de posguerra, se sigue fantaseando acerca de la posibilidad de que “bajo presión”, gobiernos o corrientes burguesas o pequeño burguesas puedan “romper con el capitalismo y abrir la vía de la revolución socialista”. Una vez más, la ausencia de balance crítico hace estragos a la hora de una auténtica estrategia de clase y socialista .

[12] Hasta Kirchner ha esbozado –en defensa de los intereses generales de la burguesía en nuestro país–– gestos y rasgos de relativa autonomía, aun cuando estos sean 100% capitalistas. Por ejemplo, el pago total de la deuda al FMI en la búsqueda de mayores márgenes de maniobra. Lo mismo ha hecho Lula.

[13] Respecto del ejemplo que ponen los compañeros del supuesto “apoyo” de Trotsky a Lázaro Cárdenas que “Trotsky comparaba el papel histórico de Cárdenas con el de Abraham Lincoln. Pero, al mismo tiempo, formulaba una clara caracterización de su gobierno y planteaba a la vanguardia y a los trabajadores una política independiente. Frente al ataque del imperialismo por la nacionalización del petróleo, Trotsky sostenía: «La causa de México, como la causa de España (en guerra civil contra el fascismo), como la causa de China (invadida por el imperialismo japonés), es la causa de la clase obrera internacional». Pero simultáneamente decía: «El proletariado internacional no tiene ninguna razón para identificar su programa con el programa del gobierno mexicano. Los revolucionarios no tienen ninguna necesidad de cambiar de color». Creemos que se impone decir algo parecido en relación a Venezuela y Chávez. La causa de Venezuela y su pueblo es la causa de la clase obrera internacional (...). Pero no hay ninguna razón para identificar nuestro programa con el de Chávez” (en “¿Revolución Bolivariana?”. Roberto Ramírez, Rebeliones en América Latina, cit.).

[14] No así de la corriente pablo–mandelista del movimiento trotskista, que hizo escuela de esta orientación tanto en el Occidente capitalista, como en los países del Este europeo y China.

[15] Revista Movimiento nº12, pp.18.

[16] Es decir, posicionémonos “tácticamente” ahora (en “el terreno concreto de la situación concreta”  y “mientras tanto” las cosas vayan evolucionando) y dejemos la –molesta– estrategia –que nos pone “Muros de Berlín” hacia las masas– para después...

[17] Ya hemos escrito que consideramos un derecho y “progresivas” la medidas económicas de protección reciproca con Cuba. Pero no es esto lo que da el tono y el contenido real del resto de las relaciones económicas de Chávez con los demás países latinoamericanos: “Que Chávez le tienda una mano a Cuba mediante el aporte de petróleo a cambio de la brigada de médicos y alfabetizadores enviados a Venezuela, es progresivo y, a todas luces, atenúa los efectos del bloqueo yanqui y el aislamiento económico de la isla. Pero la cosa no pasa de ahí: hace décadas que Castro practica la misma política reaccionaria de acuerdos de estados y que de ninguna manera impulsa un curso desde abajo, anticapitalista, en los países de la región”. Idem, Roberto Sáenz.

[18] Se trata de un serio economista marxista ampliamente conocido en la vanguardia de la región.

[19] Claudio Katz, “Centroizquierda, nacionalismo y socialismo”. En revista “Socialismo o Barbarie” n°19.

[20] Roberto Sáenz idem.