Segunda
vuelta electoral con pronóstico reservado
Por
José Coronado Cobeñas (*)
Red
Voltaire, 28/04/06
Lima
(Perú).- Ha culminado la primera batalla de una guerra que va mucho más
allá del proceso electoral. Y los resultados de la primera vuelta
electoral, no han hecho sino confirmar lo que la tradicional derecha
política y económica peruana -y que la Oficina Nacional de Procesos
Electorales, ONPE, que pasó del conteo rápido al conteo lento, se
encargó de convertir en una lenta agonía política- tanto temía: su
candidata, no había sido capaz, de pasar a una segunda y definitiva
vuelta electoral, y quedaba irremediablemente fuera de la carrera
presidencial por segunda vez consecutiva.
Había
sido derrotada por un hasta entonces poco conocido militar retirado,
novato en política y hasta carente de discurso, Ollanta Humala; y por
quien es considerado como uno de los más cuestionados presidentes de
los últimos 30 años, Alan García.
Este
primer desenlace, que confirmó las tendencias que se habían
perfilado durante las dos últimas semanas antes del 9 de abril, día
de las elecciones, sin embargo está muy lejos todavía de apuntar a
resolver las cuestiones de fondo que se han manifestado en este
proceso electoral, en un país cuya polarización y fragmentación se
ha desnudado dramáticamente y se han puesto en evidencia una vez más.
Y si bien hay una gran derrotada, este proceso también ha podido
convertirse en el cortejo fúnebre de otros sectores políticos, cuya
agonía puede tornarse irreversible. Sin embargo, si algo ha sido
reconocido por diversos analistas, es que en esta primera ronda
electoral ha expresado el rechazo mayoritario de la población a un
modelo económico neoliberal que ha profundizado las diferencias e
injusticias sociales, ha impedido la redistribución de la riqueza
favoreciendo solo a un sector poderoso que controla la economía; así
como a un régimen político que levanta una democracia representativa
cada vez más lejos de las reales necesidades de las grandes mayorías.
Este
hecho incuestionable ha pretendido también ser relativizado por la
derecha política y mediática, que muestra una vez más su miopía
histórica; y por ello, sus medios han procurado tender una cortina de
humo desviando la atención de la gente durante más de dos semanas
con el cuentagotas del conteo oficial de los votos.
Lo
que nos deja la primera vuelta
En
efecto, Lourdes Flores, la candidata presidencial de la alianza Unidad
Nacional, UN, ha sufrido no cualquier derrota. Hay que recordar que
ella fue convertida en la apuesta política más importante de los últimos
años de la derecha y el poder económico neoliberal para alzarse con
el gobierno. Y como tal, no solo pudo desarrollar una millonaria campaña
en todo el país, sino que contó con el apoyo casi unánime de los
grandes medios de prensa y televisión, tenía más de dos años en
campaña electoral y hasta noviembre del año pasado encabezó todas
las encuestas de intención de voto, las que se encargaron de
proyectarle una aureola de vencedora inevitable, que al final terminó
devorándola.
Como
lo han reconocido sus más destacados líderes de UN, Lourdes Flores,
de tanto haber corrido sola en los primeros meses de la campaña,
terminó proyectando una soberbia, que cuando se estancó en las
encuestas, terminó cambiando su discurso, recurriendo a propuestas
que antes calificaba de “populistas”, como aquella de crear más
de medio millón de empleos anuales o destinar fondos públicos para
construir escuelas públicas y hospitales; o en el extremo de anunciar
lo que hasta entonces era una herejía para la derecha, como la de
modificar la política económica que han defendido por más de 15 años.
Sin
embargo, estas contradicciones de la “candidata de los ricos”,
como la identificó la gente, no son de ahora. Recordemos, que ya en
el 2001, en su afán de llegar a sectores populares, no vaciló en
llevar en su plancha presidencial a un líder sindical y militante del
Partido Comunista, José Luis Risco. Ahora, en el 2006, buscó
remediar dicho “error” con algo que resultó peor: llevó como
candidato a primer vicepresidente a un representante del más poder
económico y financiero más grande del país, como es el grupo
Romero, Arturo Woodman. Y el remedio resultó peor que la enfermedad.
Por
ello, su derrota la extendió también a su plancha congresal. Su
representación parlamentaria, que las encuestas proyectaban como la
primera fuerza en el Congreso de la República, apenas alcanzó 19
curules –de 120- superada ampliamente por la bancada de Ollanta
Humala, que llega a 43 y la del APRA, que se ubica en segundo lugar
con 35 representantes. Por ello, no se exagera cuando se afirma que la
derecha política neoliberal ha sufrido una derrota de envergadura y
que ya está amenazando el futuro de la alianza de Unidad Nacional.
De
otro lado, si bien Ollanta Humala, que postuló con el membrete del
partido Unión por el Perú –pues su Partido Nacionalista Peruano no
había alcanzado su inscripción legal- ha logrado un triunfo en esta
primera vuelta con casi el 31 %, su victoria sin dejar de ser
importantísima, no ha sido de la envergadura que ellos esperaban. No
hay que olvidar que algún momento, desplegaron una estrategia que
apuntaba a “ganar en primera vuelta”, objetivo que al parecer fue
mellado por la intensa guerra sucia que caracterizó la campaña y por
las denuncias sobre su participación en presuntas violaciones a los
derechos humanos cuando fue miembro activo del ejército.
Lo
que sí hay que rescatar, como ya se ha dicho, es haber logrado la
primera minoría parlamentaria en el Congreso, desplazando al Apra y a
UN; y el hecho de haber logrado ganar en 18 de los 25 departamentos o
regiones que existen en el país. Y además, el hecho paradójico de
que en justamente en aquellos departamentos de la sierra donde se
centralizó la violencia y las violaciones de los derechos humanos,
como Ayacucho, Huancavelica o Apurímac, superó largamente a sus
contendores con más del 60 por ciento. Algo que por cierto, merece un
mayor análisis.
El
otro gran beneficiario de este primer episodio electoral, es sin duda,
Alan García, el candidato del APRA, que tuvo el mérito de remontar
una campaña electoral que, según todas las encuestas, hasta tres
semanas antes de la elección, lo daban como perdedor. El haber
logrado pasar a la segunda vuelta con casi el 25% de los votos, no es
nada desdeñable, si tenemos en cuenta su más nefasto antecedente
como fue su gestión de gobierno entre el 1985 y 1990, la inflación
desbocada, la corrupción y las denuncias sobre violaciones a los
derechos humanos.
Hubo
también otros derrotados: la izquierda que llevó hasta tres listas
presidenciales, el Partido Socialista, el Movimiento Nueva Izquierda y
la llamada Concertación Descentralista. El fenómeno Humala los arrasó
en lo que siempre había sido su bastión electoral como los
departamentos del surandino, donde hay una gran presencia campesina.
Ninguno de ellos logró pasar la valla electoral, han perdido su
inscripción legal y tampoco tendrán representación parlamentaria.
Segunda
vuelta: lo que se viene
Si
bien la primera parte de la campaña no se ha caracterizado
necesariamente por el debate de propuestas o programas, hay elementos
que merecen destacarse. Uno de ellos, es el hecho de que los
principales candidatos no pudieron evadir referirse aunque de manera
tangencial a temas que hasta entonces eran levantados por los partidos
de la izquierda que, vaya paradoja, no han recibido el apoyo de los
electores. La convocatoria a una Asamblea Constituyente para
reemplazar la carta heredada por Fujimori y Montesinos, la modificación
del modelo económico neoliberal, la revisión de los contratos de
estabilidad tributaria de las grandes empresas transnacionales, el
nuevo rol del Estado en la economía, y por supuesto, el Tratado de
Libre Comercio, que Toledo ha firmado con Estados Unidos, son temas
que necesariamente marcarán la campaña en la segunda vuelta.
Y
justamente la trascendencia de estos temas condiciona las estrategias
para la segunda vuelta. Ollanta Humala es el que ha enarbolado las
propuestas de cambio al respecto, sobre todo en lo referente al TLC,
anunciado que de llegar al gobierno lo revisará en caso de que se
llegue a aprobar. Alan García, si bien ha cuestionado aspectos del
TLC, ha mostrado una posición ambigua al respecto. Humala ha
planteado la Constituyente, aunque luego ha bajado el tono al
respecto. García no quiere una nueva Constitución y solo se conforma
con hacer reformas a la carta fujimorista. Humala ha insistido en
revisar los contratos a las transnacionales; García desliza la
posibilidad de sacarles algo más sin llegar necesariamente a la
revisión, “para no ahuyentar la inversión extranjera”.
La
derecha mediática apuesta a sacar del centro del debate estos temas y
propicia otros que giran en torno a las alianzas que harán ambos
candidatos para la segunda vuelta. Seguramente persistirán en otros
aspectos como vincular a Ollanta con Hugo Chávez o asustar con
supuestos peligros sobre la libertad de prensa, o levantando de nuevo
la supuesta contradicción entre democracia y autoritarismo. En ese
marco se ubica por ejemplo, el reciente llamado del escritor
ultraliberal Mario Vargas Llosa, habitual crítico de Alan García,
quien no ha titubeado en proponer una alianza entre el APRA y Unidad
nacional, para “defender la democracia”.
En
principio, ambos candidatos han descartado cualquier alianza explícita;
sin embargo, no se descartan acuerdos tácitos. Hay más de un actor
político que está dispuesto a negociar sus votos. Uno de ellos, es
el sector fujimontecinista que ha logrado una nada despreciable
bancada parlamentaria de 15 representantes, y que no han ocultado su
objetivo de negociar la impunidad de Fujimori. Los operadores del
poder económico, también entran en el juego, y fieles a su estilo,
tratarán de lograr cualquier acuerdo para bloquear los cambios al
sistema para seguir preservando sus intereses.
En
todo caso, no hay que olvidar que tanto Humala como Alan García están
rodeados de no pocos “oportunistas de oficio”, que van desde
fujimoristas –como el candidato humalista a vicepresidente Carlos
Torres Caro- hasta empresarios que antes apoyaron a Toledo. O de gente
vinculada a la violación de derechos humanos como el también
candidato vicepresidencial del APRA, el vicealmirante retirado
Alejandro Giampetri. Aunque se cuide de admitirlo públicamente, García
sabe que los votos de Flores son los únicos que le pueden
garantizarle el triunfo en la segunda vuelta. Pero sabe también que
eso implicaría, hacer concesiones importantes en sus propuestas
electorales, que podrían ser percibidas por el electorado como la típica
y oportunista “escopeta de dos cañones”.
Mientras
tanto, a Humala no son pocos los que le sugieren “rebajar” sus
propuestas y el tono radical de sus discursos, con el argumento de que
es la única manera de ganar los votos de los indecisos y de los que
votaron por otras opciones que estuvieron en juego. Ello conlleva un
riesgo muy serio, pues si algo lo catapultó a Humala en la escena política
fue precisamente su discurso “anti sistema”. Aunque ha dicho que
su única alianza es “con el pueblo”, tendrá que hilar muy fino,
para quitarse la etiqueta de autoritario y antidemocrático que le ha
puesto la derecha y el APRA.
En
fin, todo indica que si de resultados se trata, esta segunda vuelta
será de pronóstico reservado. Las encuestas, hasta antes de la
primera elección, daban en su gran mayoría como triunfador a Humala
frente a García, en una segunda vuelta entre ellos. Ahora, se han
mostrado más conservadoras y ello ha sido aprovechado por García
para trabajar una imagen de candidato ganador, “el único capaz de
parar a Humala”, como fue su lema en la primera vuelta.
Lo
cierto es que como se señaló al principio, más allá de esta
segunda vuelta, se vienen otras batallas, en la que necesariamente
tendrá que tallar el movimiento social y aquellos sectores políticos
que siguen apuntando al cambio, a despecho de no haber logrado mayor
presencia electoral. El escenario será otro y una primera confrontación
será en torno al futuro del TLC. Si los resultados de esta primera
vuelta han expresado un rechazo mayoritario al modelo y al régimen
político, difícilmente, gane quien gane, podrá obviar esta demanda
y voluntad de cambio. Desconocer este dato de la realidad solo
profundizará el desencanto y la frustración social, y ello abonará
las condiciones para un escenario de nuevas confrontaciones cuyas
consecuencias podrían ser impredecibles, como tan impredecible ha
sido el Perú a lo largo de su historia reciente.
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Periodista y escritor peruano.
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