El
movimiento por el rescate del sandinismo
Una
nueva opción de izquierda en Nicaragua
Por
Mónica Baltodano (ex comandante guerrillera del FSLN)
Prensa de Frente, Boletín Nº 42, 19/06/06
EL 5 de noviembre
habrá elecciones generales en Nicaragua. El Frente Sandinista
presenta nuevamente a Daniel Ortega como candidato presidencial, y
muchos luchadores latinoamericanos piensan de buena fe que Daniel
Ortega y el FSLN siguen siendo los únicos referentes de la izquierda
en Nicaragua y por tanto, le endosan todo su respaldo, ignorando las
dramáticas mutaciones político-ideológicas experimentadas por el
FSLN y por Daniel Ortega en los últimos años.
El FSLN, una
formidable organización revolucionaria, es hoy víctima del secuestro
y control férreo de Daniel Ortega y de un pequeño grupo de
dirigentes sandinistas, convertidos en empresarios a partir de las
propiedades de las que se adueñaron con el reparto de bienes del
Estado realizado tras la derrota electoral del FSLN en 1990. Este
grupo dominante no sólo se apropió de bienes y de capital, también
se apropió de las estructuras de dirección del FSLN, centrando sus
objetivos en el control de espacios de poder, en el fortalecimiento de
sus intereses económicos y en las apuestas electorales, con una visión
prebendaria de la política.
Esta transmutación
no se produjo de la noche a la mañana. Ha sido un proceso largo y
continuo que aconteció no sin resistencias al interior del
sandinismo, provocando en él serias fracturas. Hasta hoy, sectores de
la militancia de base continúan soñando con que el FSLN pueda
reivindicarse como una fuerza de transformación comprometida con los
excluidos.
El
proceso de transmutación del FSLN y de Daniel Ortega
La derrota electoral
del FSLN en 1990 coincidió con un proceso de reflujo de las ideas y
de los procesos revolucionarios en todo el mundo. En ese contexto,
aquella derrota fue asumida por los dirigentes y militantes
sandinistas con variados niveles de comprensión. A riesgo de
simplificarlos, diríamos que para unos significó el aniquilamiento
de las posibilidades de construir una sociedad más justa y el fin de
la utopía. A partir de esa perspectiva, iniciaron un recorrido de
"ajustes a la realidad", camino que desembocó para algunos
en claudicación. Para otros, la derrota fue un revés en el camino de
la lucha que, aunque estratégico, no significó el cierre de las
esperanzas, el fin de la utopía o un punto final a las luchas por la
construcción del otro mundo posible, ése que algunos seguimos
llamando socialista.
Después de la
derrota del 90, la mayor parte del sandinismo se propuso resistir el
proceso de restauración del régimen oligárquico. Sin embargo, esta
voluntad no fue expresada ni en un programa ni en una estrategia ni
siquiera en tácticas a seguir. El enfrentamiento de las complejas
coyunturas de aquellos años impuso la lógica de priorizar las tareas
inmediatas, postergando la urgente tarea de crear una nueva visión
estratégica. Al pasar los años, los objetivos inicialmente
proclamados fueron diluyéndose en la práctica y, como ha escrito
recientemente Humberto Ortega, del "radicalismo" pasamos al
"realismo político".
Las luchas en defensa
de la propiedad -las tierras y las fábricas entregadas
apresuradamente a campesinos, trabajadores y cooperativistas-
adquirieron relevancia. Sin embargo, y lamentablemente, esas luchas
sirvieron para encubrir la apropiación indebida de medios y bienes
que hicieron algunos dirigentes sandinistas para su beneficio
personal. Esta "piñata" debilitó la indiscutida fuerza
moral y ética que hasta entonces tenía el sandinismo.
Con la derrota
electoral se diluyó también la conducción colectiva. Y Daniel
Ortega -quien se mantuvo a la cabeza del partido- fue convirtiéndose
en el principal y casi único representante del FSLN y en el
negociador de todas las luchas sociales. Por su parte, el movimiento
social -que no estaba en capacidad de representarse a sí mismo,
acostumbrado a depender de la dirección de "la vanguardia",
carente de autonomía y personalidad política propia-, terminó
siendo mediatizado por los intereses políticos del núcleo
danielista, ya penetrados por los intereses económicos del emergente
"grupo económico sandinista".
Las organizaciones
populares, que al inicio hicieron esfuerzos de resistencia al proceso
de contrarrevolución e implantación del neoliberalismo en el país,
terminaron muy pronto sometidas a los imperativos políticos impuestos
por la dirección del FSLN. Así, las luchas de carácter popular
pasaron a ser controladas por intereses políticos y no fueron el
resultado de la dinámica propia de los sectores sociales. En las
luchas se incluyeron demostraciones artificiales de fuerza, que
pasaban rápidamente a la confrontación con métodos violentos, lo
que anulaba las posibilidades de masificar y legitimar la resistencia
popular al neoliberalismo. Cada una de estas confrontaciones violentas
concluía con las negociaciones directas de Ortega con el gobierno de
Violeta Chamorro, sustituyéndose así la legitimidad de la lucha y el
liderazgo de sus dirigentes populares por el liderazgo de Ortega y la
priorización de sus particulares intereses. Esta dinámica duró
varios años. 1997 marca el punto de agotamiento de las luchas
populares: una y otra vez instrumentalizadas desde arriba, se
evidenciaron ineficaces para lograr algún resultado significativo
para los intereses de la gente.
Pactos,
componendas y reparto de puestos de poder
En el Congreso
Sandinista de 1998, y en un contexto estremecido por las acusaciones
de violación sexual interpuestas por su hijastra Zoilamérica, Daniel
Ortega selló su viraje hacia la derecha dando todo su respaldo a la
corriente del FSLN denominada "Bloque de Empresarios
Sandinistas" e incrementando sustantivamente las cuotas de poder
que ya tenían al interior del FSLN. En su alocución de cierre de
aquel Congreso, Ortega, de manera unilateral e inconsulta, anunció su
decisión de deponer la lucha popular para emprender el camino de la
transacción y los pactos, camino que ya había iniciado en 1997
negociando con Arnoldo Alemán -recién llegado al gobierno- la Ley de
la Propiedad Reformada, Urbana y Rural.
A partir de ese año
se inicia un proceso de transacción con este corrupto gobernante y
con su Partido Liberal Constitucionalista (PLC). El proceso concluyó
con un pacto entre las cúpulas políticas del FSLN y del PLC, que
desembocó en una nueva y antidemocrática Ley Electoral y en Reformas
a la Constitución para aumentar los altos cargos del Estado,
repartidos por Alemán y Ortega entre sus allegados.
A partir de entonces
se hicieron evidentes las contradicciones que con la corriente
pactista encabezada por Ortega tenían varios diputados sandinistas en
el Parlamento. Víctor Hugo Tinoco y yo misma cuestionamos firmemente
el pacto, pero mientras avanzaba en componendas prebendarías con Alemán
y la derecha, Ortega aplicó la represión interna, las purgas al
estilo estalinista y todo tipo de maniobras para aniquilar cualquier
expresión crítica en el seno del FSLN. A nuestro juicio, lo más
grave del pacto FSLN-PLC fue el compromiso asumido por Ortega de
desmovilizar las fuerzas sociales y neutralizar cualquier lucha
popular. Con el pacto, se terminaron todas las resistencias a las
privatizaciones, a las políticas del Fondo Monetario y del Banco
Mundial y a las diversas expresiones de los planes de ajuste
estructural.
El pacto se expresó
también, aunque calladamente, en numerosas negociaciones subterráneas
en torno a la propiedad. Con ellas se incrementó el capital del
emergente grupo económico sandinista, integrado también por
ex-dirigentes obreros y campesinos, que ya para entonces usufructuaban
propiedades negociadas en los Acuerdos de Concertación con el
gobierno de Violeta Chamorro y ahora repartidas en el pacto con Alemán.
Estas oscuras negociaciones permitieron también, sin ninguna denuncia
u oposición del FSLN, que Arnoldo Alemán desplegara la corrupción más
galopante nunca antes vista en Nicaragua. Así creció el nuevo grupo
económico emergente liderado por Alemán, el nuevo socio de Daniel
Ortega.
Con la exclusión y
el aislamiento de líderes históricos del sandinismo, y con la
supresión de la conducción colectiva, las bases sandinistas,
desprovistas de información adecuada, de educación política y no
entrenadas en el debate, huérfanas del instrumental ideológico para
enfrentar las nuevas condiciones nacionales, terminaron asumiendo como
único liderazgo el del Secretario General del FSLN, Daniel Ortega.
Están ahí las causas más inmediatas del caudillismo que hoy él
ostenta.
La lógica de la
democracia liberal provocó también una aguda lucha al interior del
FSLN en el afán de ser designados para ocupar los cargos
institucionales mejor remunerados y con más privilegios. Nombrar a
los principales dirigentes de las organizaciones populares en cargos
institucionales se convirtió también en un mecanismo para
cooptarlos.
El
gobierno pro-yanqui de Enrique Bolaños
Este proceso,
iniciado durante el gobierno de Violeta Chamorro, agudizado por el
pacto con el PLC durante el gobierno de Alemán, encontró al FSLN en
2001, cuando llega al gobierno Enrique Bolaños, en estado de
descomposición.
Aunque ganó las
elecciones dentro del PLC -el partido de Alemán-, Bolaños se enfrentó
inmediatamente a Alemán acusándolo por corrupción. Daniel Ortega
aprovechó la situación de inestabilidad que esta decisión creó, y
en vez de asumir a fondo la lucha contra la corrupción, encarnada en
Alemán, escogió el camino de "jugar a tres bandas": pactar
con Bolaños o con Alemán según conviniera a sus intereses.
Todo esto explica por
qué, a pesar de las grandes presiones de las bases sandinistas, y de
la población en general, las posiciones de la dirección del FSLN
ante la corrupción de Alemán y de su gobierno fueron prácticamente
inexistentes. No fue hasta que Ortega logró pactar con Bolaños el
control del Parlamento y otras prebendas, que el
"danielismo" -hay que llamarlo así, y no sandinismo- dio
sus votos para suspenderle la inmunidad a Alemán.
No fue hasta entonces
que Ortega dio la orden a una jueza sandinista para que dictara contra
Alemán una sentencia condenatoria.
La permanente
intromisión del gobierno de Estados Unidos en el escenario político
de Nicaragua, su odio visceral contra el sandinismo y la actitud
sumisa ante el gobierno Bush del Presidente Bolaños fracturaron el
precario equilibrio del pacto Ortega-Bolaños y favorecieron, con
nuevos bríos, el " repacto" Ortega- Alemán (para entonces,
ya condenado a 20 años de "prisión ", que cumple en su cómoda
hacienda personal). Hasta esa prisión-hacienda llegaron innumerables
veces Daniel y sus allegados a reunirse con Alemán, y en la
borrachera de su maridaje ambos firmaron nuevos "acuerdos estratégicos"
(¡con un reo condenado a 20 años por robo descarado del erario público!).
En enero de 2004, una de esas reuniones quedó plasmada, como prueba
imborrable del contubernio, en una ignominiosa fotografía que es hoy
icono de la traición a los ideales del sandinismo.
Los compromisos entre
Alemán y Ortega van hoy mas allá de lo que aflora a luz pública: el
reparto de todos los puestos públicos importantes, el reparto de
sentencias judiciales -una para vos, otra para mí-, el reparto de
fondos desde la Asamblea Nacional -uno para vos, otro para mí-, el
reparto de leyes, el reparto de jueces y magistraturas Además, esta
repartidera la realizan con un descarado despliegue de poder inmune e
impune, como una forma de sembrar el temor generalizado. Hoy, las
decisiones de todas las instituciones del Estado en Nicaragua penden
de manera directa de la voluntad de Alemán o de Ortega. Ambos
caudillos imponen su voluntad al margen de la justicia y de las leyes.
La percepción compartida de la mayoría de los nicaragüenses es que
estamos en manos de dos grupos mafiosos.
A esta trágica
situación hay que sumar que muchos de los actuales dirigentes del
FSLN se han "convertido" a grupos religiosos
fundamentalistas y supersticiosos, haciendo de la militancia política
y de la magia religiosa una confusa mezcla, en la que los delitos se
transmutan en pecados y el "amor" se ha vuelto la bandera
política del FSLN. Esto ha coincidido, no de manera casual, con otro
pacto, el amarrado entre el Cardenal Miguel Obando -enemigo frontal de
la revolución sandinista y de la iglesia popular durante los años
80- y la familia Ortega-Murillo (esposa de Ortega y lideresa de la
nueva "espiritualidad"), tras favores de Ortega a Obando,
aprovechando los espacios del FSLN en el Poder Judicial y el Poder
Electoral, hoy presidido por un protegido de Obando, gracias al
respaldo de Ortega.
El viraje del
Cardenal comenzó cuando se hizo claro que las raíces de la corrupción
del gobierno Alemán tocaban también a la jerarquía católica y a
instituciones ligadas a ella. Entre los privilegios gozados al amparo
de la corrupción, el más conocido fue la introducción al país,
libre de impuestos, de centenares de vehículos de lujo para allegados
del Cardenal, a través de COPROSA, su ONG.
El
empobrecimiento de la mayoría
Durante estos años
el neoliberalismo ha logrado desmontar casi todas las transformaciones
sociales que hizo la revolución en los años 80 y ha instalado un
capitalismo voraz e inhumano. Se han privatizado los servicios públicos,
se ha entregado nuestra economía a capitales transnacionales, se ha
cedido el territorio nacional en concesiones mineras y forestales, se
impulsa la privatización de la salud y de la educación. Florecen
lujosos comercios, gasolineras, casinos, y para la gran mayoría del
pueblo no queda otro camino que los mal pagados empleos de las
maquilas, la emigración a Costa Rica y a Estados Unidos o la
sobrevivencia en la más absoluta pobreza y falta de oportunidades.
Los líderes
oficiales del FSLN no han hecho nada para enfrentar el despojo hecho
al pueblo de los logros revolucionarios y la cancelación de sus
esperanzas en un futuro digno. Peor: también ellos han participado en
ese despojo a través de las instituciones estatales que controlan y
de las empresas que manejan. Sólo les queda la retórica
revolucionaria, y la única "oposición" que practican se
orienta a controlar más puestos de poder.
La
construcción de una nueva alternativa desde el sandinismo
A principios del año
2005 un numeroso grupo de sandinistas inició un movimiento político
para postular al entonces saliente alcalde de Managua, el sandinista
Herty Lewites como candidato presidencial del FSLN.
Correspondía
resolver la aspiración de Lewites en elecciones primarias internas,
según lo establecen los Estatutos del FSLN. Sin embargo, la respuesta
de la dirigencia oficial fue la eliminación de las primarias y la
proclamación ilegal y arbitraria de Daniel Ortega como candidato
presidencial del FSLN, por quinta vez y tras tres derrotas
consecutivas.
La supresión de las
primarias presidenciales fue acompañada de la expulsión del FSLN,
sin que mediara ningún procedimiento legal, de Lewites y de Victor
Hugo Tinoco. Toda suerte de descalificaciones fueron lanzadas contra
Lewites y quienes le apoyaban: "agentes del imperialismo",
"agentes de la derecha ", "enemigos de los intereses
populares". Descalificaciones inconsistentes, pues Lewites había
sido siempre una de las personas de más confianza del propio Daniel
hasta que osó desafiarle en su candidatura presidencial.
Tinoco había sido
Vicecanciller del gobierno sandinista y era miembro de la Dirección
Nacional del FSLN, aunque desde el comienzo se opuso al pacto con Alemán.
Estos actos
autoritarios y arbitrarios concitaron un repudio generalizado del
sandinismo y contribuyeron a ir aglutinando en torno a Lewites a
sandinistas que durante estos años fueron marginados por Ortega:
Comandantes de la Revolución como Victor Tirado, Henry Ruiz y Luis
Carrión, intelectuales como la escritora Gioconda Belli, el poeta
Ernesto Cardenal y el cantautor Carlos Mejía Godoy, Comandantes
Guerrilleros como Mónica Baltodano y Rene Vivas. Y a un sinnúmero de
líderes y militantes de base, que finalmente organizaron el
Movimiento Por el Rescate del Sandinismo (MPRS), una fuerza política
dispuesta a rescatar los valores e ideales sandinistas y a apostar por
un proyecto que transforme integralmente la situación de nuestro país.
Como objetivo de
corto plazo, el MPRS decidió construir una alternativa electoral para
noviembre de 2006. En agosto de 2005 nos aliamos con el Movimiento
Renovador Sandinista, fundado en 1996 por el escritor Sergio Ramírez
y la Comandante Dora Maria Téllez. En mayo, con el Partido Socialista
Nicaragüense, el Partido de Acción Ciudadana y el Partido Verde
Ecologista. Otras alianzas incluyen hoy a movimientos políticos y
sociales no partidarios, como CREA (Cambio, Reflexión Ética y Acción)
-que aglutina a miembros de la Juventud Sandinista y a combatientes de
la defensa de la revolución en la década de los 80-, al Movimiento
Autónomo de Mujeres y a asociaciones de víctimas de plaguicidas
(Nemagón). Más recientemente, se sumó el Comandante Guerrillero
Hugo Torres, General retirado del Ejercito Sandinista, reconocido por
su participación en acciones heroicas en la lucha contra la dictadura
somocista.
El
escenario electoral de noviembre
A las elecciones de
noviembre, la derecha concurre con dos fuerzas: el PLC de Arnoldo Alemán
y una nueva agrupación liberal-conservadora, la ALN-PC, que trata de
distanciarse de la corrupción y de los estilos mafiosos de Alemán y
del PLC. La ALN-PC cuenta con el respaldo del gran capital nacional y
especialmente, con el beneplácito del gobierno de Estados Unidos, que
ha hecho y seguirá haciendo lo imposible por unir a ambos grupos.
El escenario
electoral nicaragüense está este año muy lejos de la polarización
de contiendas anteriores, donde los votantes tenían que decidir
siempre entre sandinismo y antisandinismo, pero donde los sandinistas
tenían una única representación: el FSLN y Daniel Ortega como
candidato. Este año, la Alianza MRS es la nueva fuerza política de
izquierda, que reclama un cambio profundo para Nicaragua y una
refundación del sandinismo para poder responder a las
transformaciones que requiere nuestro país.
La organización de
esta nueva alternativa electoral sandinista fue urgida por miles de
sandinistas opuestos al continuismo y a la corrupción de Daniel
Ortega. Nos negamos a concurrir a las elecciones con una camisa de
fuerza basada en la lógica de que no importa qué hagan los
dirigentes, qué intereses favorezcan o cuán cuestionables sean sus
conductas, porque al final los sandinistas tenemos que "cerrar
filas" y votar por los candidatos que la cúpula "danielista
" nos haya impuesto, porque de lo contrario "sos un traidor
pro imperialista ".
Ciertamente, el
discurso de Ortega y sus acercamientos oportunistas a líderes de la
izquierda latinoamericana buscan mostrarlo como un izquierdista
radical. Lamentablemente, fuera de Nicaragua se desconoce la
esquizofrenia del FSLN y de sus dirigentes: en la boca un discurso de
izquierda y en la vida una práctica política corrupta y favorecedora
del neoliberalismo y de los intereses de la derecha.
El programa y el
discurso del candidato de la Alianza MRS, Herty Lewites, es un
discurso moderado, no comprometido demagógicamente con cambios para
los cuales no existe aún una correlación favorable en Nicaragua.
Lewites se ha proclamado de centro izquierda y sin duda lo es, pero
dentro de las fuerzas que lo acompañan hay mucha gente que ha luchado
y sigue resistiendo resueltamente el modelo imperante con radicalidad.
Hoy, la realidad nicaragüense reclama cambios institucionales y
legales inmediatos y en este objetivo podemos encontrarnos distintos
sectores, aún desde matices y diferencias ideológicas, sabiendo que
después de las elecciones otras luchas están por hacerse.
Herty Lewites es un
sandinista con larga trayectoria en el sandinismo y es un hombre que
cuenta con respaldo y simpatía en amplios sectores del pueblo, más
allá del sandinismo, por su capacidad para hacer cosas a favor de la
gente. Es una opción de centro izquierda. Su candidatura presidencial
ha abierto una oportunidad para superar el pactismo, la corrupción,
el desprestigio de la clase política y el sometimiento de la nación
a los intereses de Daniel Ortega y de Arnoldo Alemán. Después de 15
largos años de neoliberalismo y de corrupción, las fuerzas de
izquierda y las fuerzas progresistas tenemos hoy la oportunidad de
empezar a cambiar las cosas.
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